Uribe Uribe, según
Fernando González

Por Ernesto Ochoa Moreno

En el sesquicentenario del nacimiento del general Rafael Uribe Uribe, y habiéndose conmemorado el pasado 15 de octubre un aniversario más del magnicidio que acabó con su vida en 1914, adquiere un valor indudable la carta inédita de Fernando González, que publicamos aquí, en la que hace un perfil del militar y político antioqueño.

Dirigida a Enrique Caballero Escovar, personaje bien conocido en el periodismo y en el liberalismo bogotano del momento, la misiva está fechada en 1940, época en la que el filósofo antioqueño incursionaba en el mundo de la política como ideólogo y activista, a su modo, del partido La Izquierda Nacional (LAIN), fundado por él (ver Arengas políticas).

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Medellín, julio 30/40

Señor doctor
Don Enrique Caballero Escovar
Bogotá

Con mucho gusto le diré lo que me sugiere el recuerdo del general Rafael Uribe Uribe.

En primer lugar entiendo por dioses a los seres que nos incitan a la manifestación de nuestras capacidades creadoras; los dioses nos hacen desfachatados, nos libertan.

Entiendo por demonios los seres que nos impulsan a destruir o contaminar algo dentro o fuera de nosotros.

Todo el ambiente influye en la conducta humana; así, el que habita en jardín, revela en su actividad la influencia de éste; lo mismo, nos induce el acto de mirar un calvario, una roca, un cadáver… Todo contacto, ya sea visual, auditivo, olfatorio o táctil induce al animal. Todo nos contamina o nos embellece.

Considerados así todos los fenómenos del universo, como dioses o demonios, concluimos que debemos ser muy cautos; las cautelas de San Ignacio de Loyola…

Pero el maestro principal para el individuo de cada especie, o su principal corruptor, es su semejante; para el hombre es el hombre; ambas sentencias son verdaderas, a saber: el hombre es lobo para el hombre y el hombre es dios para el hombre.

El general Rafael Uribe Uribe, tanto en vida espacial como en la que tiene después de su muerte en nosotros, es uno de los pocos dioses que posee el pueblo colombiano.

¿A qué nos incita? ¿Cómo es pedagogo este hombre?

A la castidad. Castidad es vigilancia constante de sí mismo para evitar que la vida sea ensuciada en nosotros, o por nosotros en los demás seres.

Se es casto cuando se ama la vida y en proporción del amor. Y se la ama en cuanto se la conoce.

Así, el general Uribe vivió una vida activa y limpia en su casa paterna, en el hogar que fundó, en todos los caminos colombianos que recorrió bregando por acabar con la opresión.

El primer esfuerzo logrado del general Uribe fue el de la posesión de sí mismo: un niño tardo para aprender, ideaba métodos heroicos para no dormirse mientras estudiaba durante la noche. Así llegó a poseer cada músculo de su cuerpo; éste llegó a ser su instrumento.

¿Quién puede reclamar del general Uribe, diciendo: su ejemplo me indujo a la maldad? Y no hay individuo ni partido político colombiano que al recordar los actos valerosos que haya ejecutado no tenga que reconocer que el ejemplo del general Uribe lo incitó.

Fue también maestro de silencio. La República está llena de habladores. Hay silenciosos por impotencia y otros por continencia. Los contrarios a veces se asemejan, como el caminar despacio del elefante y la lentitud del cojo; las inquietudes de la hormiga y del excitado mestizo.

Los dioses son inmanentes, están dentro de sí mismos; son silenciosos. “El inmane Aquiles”, dice Homero. Párate ahí y si vales, aunque no hables ni te muevas, te comprarán. Entra a ese parlamento, y si tienes tu verdad, aunque no hables, convences. La vida obra directamente: sale el sol, y alumbra; sale la mujer, y los hombres la siguen embriagados. Ante el general Uribe Uribe nos sentíamos y nos sentimos libertadas todas nuestras capacidades: liberalismo.

Nunca halagó al pueblo; algunos han pretendido halagarlo con su recuerdo; nunca quiso derivar su fuerza del juego de los intereses y pasiones creados. Es decir, ni un instante fue demagogo; pero algunos han querido usufructuar su gloria. Casi siempre dijo que no, que no era así, non serviam, y muchos han pretendido adular al pueblo con su figura histórica. Su amor era el pueblo en potencia, el pueblo futuro, la promesa que encierra el pueblo.

Éste anhela un vivir cada vez más potente, pero no sabe ni expresarlo ni realizarlo. De esta impotencia nacen las directivas liberales. Para darle forma al anhelo popular. Pero directivas que abusen de los intereses creados, demagogas, no lo son sino de nombre. El general Rafael Uribe Uribe, primero, y el general Herrera fueron verdaderas directivas liberales.

Si viviera, sería el presidente que necesitamos cuando la angustia europea conmueve a la humanidad. Pero como apenas vive en nuestras almas, escuchamos su voz sin palabras, que dice: El presidente colombiano para 1942 debe ser un hombre inmanente y que se dé al pueblo colombiano; que sepa decir no; hombre para quien no exista lucha entre capital y trabajo, porque todos somos iguales, hijos de un Dios escondido, trabajadores todos, y el capital es instrumento y nunca arma para nadie.

En todo caso, este General es legendario: endurecido el cuerpo; acerada el alma; de águila y negros los ojos; ausente la blanda grasa encubridora; los bigotes como signo de eñe sobe la insinuación de ene del labio superior; hermosa la abolladura que hay entre las dos sinuosidades de éste. Agilísimo; rápido; duerme sobre el duro suelo; aparece aquí y ahora allá; la república de canónigos barrigones vive inquieta.

Hoy, muerto ya, pasa cabalgando por las plazas de los pueblos, en donde ahora son condóminos el cura y el administrador de rentas departamentales, jefe de la “directiva”; pasa cabalgando por el corazón de las muchachas ateridas, manoseadas y abusadas que mueren de hambre en las fábricas de Rosellón, Coltejer y Bello, y que esperan que este dios las liberte del gerente; cabalga por la conciencia de los que le amamos de niños por el señorío de su férrea voluntad.

Siempre suyo,

Fernando González

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LAIN, una aventura política

LAIN (La Izquierda Nacional), un movimiento de clara orientación liberal izquierdista, fue fundado hacia 1940 por Fernando González, secundado por el médico Rubén Darío Arcila (en cuyo consultorio en la Plazuela Uribe Uribe funcionaba la sede) y por el pintor Pedro Nel Gómez. Muchos intelectuales, artistas y políticos adhirieron a la propuesta política, como Froilán Montoya Mazo, Pepe Mexía, Carlos Obregón, Ricardo Piedrahíta, Ricardo y Carlos Ayora Moreno, Jesús Ramírez Córdoba, Diego Luis Córdoba, entre otros.

En las elecciones de 1941, LAIN obtuvo 901 votos y eligió a Arcila como primer renglón al Concejo de Medellín, con suplencia de Froilán Montoya Mazo. Fernando es nombrado Asesor Legal de la entonces creada Oficina de Valorización Municipal, correspondiéndole compilar y redactar el Estatuto de Valorización de Medellín que rigió desde entonces en la capital antioqueña. El texto se publica como libro en 1942 y aparecen en él, además de la legislación pertinente, rotundos y provocadores análisis del pensador envigadeño sobre la sociedad y la política colombiana.

Esta segunda aventura partidista de Fernando González duró hasta las elecciones de 1946, tras la derrota de Gaitán, a cuya candidatura había adherido LAIN. Había tenido antes, en 1935, una quijotesca primera salida política en la que intentó sacar adelante, con pena y sin gloria, un movimiento nacionalista que fue un verdadero desastre electoral y cuyo jefe era un hijo de Alejandro Ángel. “Obtuve dos votos en Puerto Berrío, uno en Amalfi y dos en Yarumal. Catorce en Medellín, que son de los candidatos y sus familiares. Ninguno en Envigado y en Itagüí y sus linderos…; pero más grave aún: ¡don Benjamín no quiso votar!”. Este texto es parte de una bella carta a Estanislao Zuleta, fechada el 27 de mayo de 1935, en que reniega socarronamente de sus luchas y búsquedas por causa de la derrota sufrida.

Fuera de las muchas referencias que se encuentran dispersas en su intensa producción literaria de la década de los treinta (véanse sobre todo las cartas de 1935 en Cartas a Estanislao), de su aventura partidista quedan, como fugaces pero bellos mascarones de proa olvidados, dos obras menores del pensador de Envigado: Nociones de izquierdismo, artículos publicados entre abril y julio de 1937 en El Diario Oficial, de Bogotá, apoyando la candidatura de Darío Echandía contra la de Eduardo Santos, y Arengas políticas, artículos publicados en EL Correo de Medellín en 1945 (Cfr. Javier Henao Hidrón, Fernando González, filósofo de la autenticidad, pág. 205 y ss., y el prólogo de Miguel Escobar Calle a la edición de Arengas políticas, Editorial UPB, 1997).

Fernando González nunca se declaró liberal. Es más, repudió cualquier afiliación que se pudiera insinuar de él a dicha colectividad. A raíz de un presunto reportaje en El Heraldo, en el que se afirmaba su vinculación al partido liberal, expresó en una carta dirigida al director de El Colombiano, el 1º de enero de 1935: “¿Qué mal hice para que se diga que pertenezco a la horda del Mayor Santander? No, señor director. No me acuerdo de haber pertenecido nunca, ni en la inocente primavera, a ningún partido político existente. Mucho menos a esa cosa de aguardiente de caña, infidelidad y rapiña que fue unigénita del Mayor Santander” (Cartas a Estanislao, página 160, primera edición de 1935).

Como sea, si algo rescataba González del liberalismo colombiano, en su aventura política de LAIN, es el legado del general Uribe Uribe, a quien consideraba la esencia más pura del liberalismo.

En el epílogo del Estatuto de Valorización dice: “Aceptamos que nuestra obra humana la realicemos con el nombre de liberalismo; lo que importa es la obra y no el nombre… Eso que entendemos por liberalismo es lo mismo que predicó el general Rafael Uribe” (negritas del original).

Y en Arengas políticas: “El liberalismo es joven. Esta gran crisis de la guerra mundial, estas terribles dificultades que llegaron ya, nacionales e internacionales, económicas y morales, lo han fortalecido y revive en él la imagen del hombre duro, controlado, sobrio, incandescente y frío: Rafael Uribe Uribe”.

Más adelante:

“¿Y Rafael Uribe Uribe? Hachazos en la cabeza hermosa, pero hace veinticinco años que el Partido Liberal vive, consume la sustancia que legó. Su vida y su bregas son las que ganan las elecciones hoy, y nada más”.

“¡A votar, hijitos! ¡Que Rafael Uribe Uribe, sobrio, duro, pensador y ejecutor, nos dará el triunfo!”.

“Hay que ganar las elecciones, hijitos. Nosotros, Rafael Uribe Uribe y nosotros, ganaremos las elecciones… Rafael Uribe Uribe debe ser el que gane estas elecciones…”.

Fuente:

Generación, suplemento dominical de El Colombiano, Medellín, domingo 27 de diciembre de 2009, p.p.: 16 – 17.