El gallinazo que
volaba más alto
«Esos gallinazos son símbolos
para el mago trashumante».
Fernando González
A mi hijo de tres años y medio, en el día de la muerte del maestro Fernando González.
Por Regina Mejía de Gaviria
Había, una vez, un gallinazo que volaba más alto que todos. Iba subiendo despacito, dando vueltas y vueltas, hasta que llegaba tan alto, que era como un punto chiquitico entre las nubes.
Los otros gallinazos trataban de alcanzarlo, pero no eran capaces. Por eso no lo querían. Porque volaba más alto que ellos y desde allí arriba veía cosas que ellos no alcanzaban a ver.
Eran cosas muy bonitas las que él veía cuando estaba por allá, tan alto, tan alto, y él bregaba por hablarles de ellas a los otros gallinazos. Pero los otros no le creían porque no eran capaces de llegar donde él llegaba y, por eso, no podían verlas.
Al gallinazo que volaba más alto le encantaba dejarse caer, de pronto, desde bien arriba. A él eso le daba mucha risa, y después de que tocaba el suelo, volvía a encaramarse sin ninguna brega.
Ese gallinazo se mantenía muy solo. A los demás no les gustaba volar con él, porque los dejaba atrás; ni juntarse con él, porque creían que les decía mentiras. Había unos poquitos gallinazos, de los más chiquitos y menos pesados, que sí lo querían. Y era porque como eran chiquitos y casi no pesaban, él se los montaba encima de las alas y los llevaba volando, a pasear, por allá arriba, arriba. Desde allá les mostraba todas las cosas maravillosas que él veía, y pasaban muy contentos.
Una de las cosas que no dejaban que los gallinazos comunes subieran tanto como el que volaba más alto, era que los otros vivían atisbando mortecinas para comer. Mortecinas son los animales muertos que nadie entierra y se quedan tirados en los campos y los caminos y las quebradas… Los gallinazos las alcanzan a ver cuando vuelan bajito, y se juntan para comérselas porque a ellos eso les gusta mucho. Es una comida muy sucia y que huele muy maluco, pero ellos no se dan cuenta porque desde chiquitos les enseñan a comerla.
Un día estaban todos los gallinazos alrededor de una mortecina, esperando que llegara el «rey de los gallinazos». Los gallinazos son muy educados y esperan que llegue el «rey», para empezar a comer. Claro que el «rey de los gallinazos» no era el que volaba más alto. El «rey» siempre es gordo y pesado porque come mucho y no puede subir muy alto. Pero los otros lo respetan porque come más que todos y le dejan escoger las partes mejores de la mortecina. Además, el «rey» tiene el pescuezo grueso, grueso y colorado… eso les encanta a los demás.
Ese día, el gallinazo que volaba más alto andaba por allá, muy arriba, brincando y jugando entre las nubes, mientras los otros se juntaban alrededor de la mortecina. Los únicos que lo veían volar eran los gallinacitos amigos suyos.
Cuando llegó el «rey de los gallinazos», los demás se apartaron para darle campo. Él se arrimó muy despacio y comenzó a pasearse para que lo vieran, bien visto. Después se paró y se alisó las plumas, inflando el pescuezo. Hacía como si no le importara la mortecina y como si no tuviera ganas de comer, pero claro que eran mentiras. De pronto, dio un brinco y de dos picotazos se comió los ojos del animal muerto. Entonces todos empezaron a empujarse, y se amenazaban alzándose el ala unos a otros… Arrancaban pedazos de la mortecina y se los tragaban a la carrerita.
Los gallinacitos amigos del que volaba más alto vieron que éste subía y subía, tanto, tanto, que llegó un momento en que ya no pudieron verlo. Esperaron mucho rato, pero no volvía a aparecer. Los demás, ni se dieron cuenta porque estaban entretenidos comiéndose la mortecina. Pero los gallinacitos amigos suyos comprendieron que había subido tan alto que ya no podía bajar.
Y entonces se quedaron muy tristes mirando para arriba, sin ver nada, nada, sino el huequito por el que él se les voló.
Nota:
Cuando le conté esta historia a mi hijito, sólo me hizo dos preguntas:
1.ª ¿El «rey de los gallinazos» se parece a una guacamaya?
2.ª ¿Para dónde se fue el gallinazo que volaba más alto que todos?
Pude, pues, darme cuenta de que la había comprendido perfectamente.
Fuente:
Mejía de Gaviria, Regina. «El gallinazo que volaba más alto». Periódico El Colombiano, Medellín, 1964, edición desconocida.