Algunos (otros) juicios
sobre Fernando González
«¿Quién es Fernando González? Es un escritor inclasificable: místico, novelista, filósofo, poeta, ensayista, humorista, teólogo, anarquista, malhablado, beato y a la vez irreverente, sensual y casto… ¿Qué más? Un escritor originalísimo, como no hay otro en América Latina ni en ninguna otra parte que yo sepa. […] Hace como 30 años, cuando yo ya estaba en Solentiname, Gonzalo Arango, el del Nadaísmo, me había escrito diciéndome que debíamos poner “de moda” a Fernando González, ya que había dos o tres generaciones de colombianos que no lo conocían, y que debía dársele a conocer en todo el continente. No se ha hecho todavía. Pero yo creo que ahora ya se tiene que hacer. Sus libros todos están recién editados en Colombia. Es cierto que son ediciones locales, pero ya no son las obras agotadas e inaccesibles como antes. Y ya tendrá que ser conocido pues, por ser quien es, Fernando González».
Ernesto Cardenal,
poeta nicaragüense
«Puede que me engañe en mis pronósticos sobre las futuras sendas de González; pero me parece verlos ya cumplidos, acaso porque los hago con fe nacida de un férvido deseo, de dos férvidos deseos diré más bien: el de ver dichoso al amigo y el de ver realizada —hecha gloria— una esperanza de la Patria. Fernando tiene ya ganado puesto de honor entre los escritores nacionales, con las producciones que en diarios y revistas ha publicado hasta hoy, y es para mí seguro que la aparición de Pensamientos de un viejo le confirmará la posesión de un nombre distinguido en el escalafón intelectual de Colombia; pero todo esto, con ser muy brillante, no es todavía más que una aurora: el orto de la inteligencia que así se anuncia no tardará, y será espléndido. De ahí mi afán por ver a Fernando lleno de fe en la vida, en la bondad, en la justicia, y enamorado de lo verdadero, también con todo el ardor de un creyente. Cuando así llegue a ser, sus poderosas facultades darán toda la luz que en sí llevan, y aplicadas a fines determinados, altos o útiles, producirán obras que a más de hermosas serán benéficas y con una misma aureola nimbarán la frente del escritor y las sienes de la Patria».
Fidel Cano,
fundador de El Espectador
«A Colombia no le ha pasado nada tan grande como Fernando González. Qué bueno que haya existido. De todos modos, aunque la moda no lo lleve hoy en la cresta de la popularidad, ahí está como un tesoro, como acopio de armas y vituallas para el combate que algún día librará Latinoamérica por su libertad y su destino. Es un signo para la vida».
Alberto Aguirre
«La deuda que Colombia tiene con Fernando González nunca será cancelada, mientras su pensamiento no haya sido totalmente integrado al alma viva de la nacionalidad. Nadie como él es en Colombia el contemporáneo de la juventud; nadie como él ejerce una comunión más viva y directa con el espíritu nuevo, con sus ímpetus y rebeliones. Su obra irriga de vitalidad el corazón de nuestro tiempo».
Gonzalo Arango
«En la primera mitad de este siglo Colombia asistió indiferente al florecimiento de la filosofía de Fernando González, quien entendió muy temprano que nunca llegaríamos a existir para la historia si no asumíamos la tarea de ser latinoamericanos y de ser colombianos. […] Él mismo asumió con gran audacia y con firme convicción la tarea de desarrollar un pensamiento que se pareciera a nosotros. […] Él utilizó el lenguaje de todos los días, intentó aliar las aventuras del pensamiento con la fluidez y la eficacia del habla popular, no se fingía erudito, era algo más hondo, un colombiano tratando, casi por primera vez, de pensar su mundo, sus virtudes, sus defectos, de desnudar las incoherencias de un orden social demasiado lleno de conflictos, de atropellos y de imposturas».
William Ospina
«Ante la muerte de Fernando González, tengo la impresión de que un bosque ha perdido su árbol más alto y más joven por dentro, más lleno de mundo y de savias renovadoras. Este árbol era visible desde cualquier sitio del país y sus raíces estaban profundamente sepultadas en la tierra colombiana. Su sombra era paternal, ancha y acogedora, y dentro de ella era posible encontrar a la patria —a la patria más pura— y sentir en la sangre, como la corriente de la sangre misma, la presencia del universo y la humedad de todos los ríos y las lluvias».
Carlos Castro Saavedra
«Fernando González vivió divinamente, en el sentido sutil y vario que tiene esta voz. Porque su vida fue manifestación. Y la palabra que escribió es del todo manifiesta».
Alberto Aguirre
«Lo veo ahora como en mis primeros veinte años. Cráneo magnífico para que en él resonara la angustia de esta raza humana, ojos claros de profeta capaz de experimentar el asombro; orejas como conchas acostumbradas a que el oído oyera el ritmo del mar y de la yerba que nace, el viento y las voces jamás invocadas; manos escultoras del aire, de la palabra definidora, del mensaje; voz que repetía su pensamiento y volvía a repetirlo para estar más seguro, o para agarrar la duda y sacarle sus esencias, como exprimiéndola. Silencios llenos de sabitud. Es difícil olvidar su figura en las tardes de Envigado, en el ajetreo de la ciudad, en la paz benedictina de Otraparte».
Manuel Mejía Vallejo
«Siempre tenía tiempo para todos. Aún el más humilde merecía su atención y sus comentarios. Pensaba mucho. Lo hacía dinámicamente. Con razón se le tenía como pensador. De ello hay testimonio en toda su obra. Uno de los únicos pensadores creativos de Colombia. Desde las cinco de la mañana se iniciaba su día. Pensar y respirar eran una sola cosa. […] Durante muchos años, con mentalidad infantil tuve al Maestro como descreído y antirreligioso. Tan distinto del que luego conocí. Ese hombre amable y generoso, el de la voz dulce y varonil, el de los ojos vivos y mirada casta. Su palabra edificaba, pero fue aún más de ejemplo y de obras».
Leonel Estrada
«Usted, señora, no sufra por el silencio y el desprecio que ha sucedido a la muerte del maestro. Su obra está viva y tiene tiempo de esperar. Sus enemigos, en cambio, se están muriendo de ese cáncer del alma que es la mentira. Entonces sí la vida y la verdad volverán a ser fecundadas por su prodigioso espíritu, cuyo mensaje germina y está latente entre los mejores de nosotros que dialogan con él cada día en la intimidad de sus almas».
Gonzalo Arango
«El Maestro de Envigado no sólo fue un gran pensador, sino un poeta de fibra sutil y popular, pues no sólo pensó la vida para explicársela y explicárnosla, sino para intensificarla y hacérnosla gozar en toda su plenitud. Si, como afirma Borges, la función de la poesía es devolverle a las palabras su magia original, Fernando González tiene que ser considerado por derecho propio uno de nuestros más altos y genuinos poetas».
Dasso Saldívar
«Fundó una escuelita rural para enseñarnos a vivir, a ser lo que somos con orgullo, sin complejos europeos, sin alma ajena, sin mistificaciones. Era una escuelita de auto-expresión latinoamericana. La esencia de su escuelita fue: el que no está consigo mismo, no está conmigo. Usó el método de enseñar caminando, mostrando el camino. Era un maestro bondadoso y terrible. Después de Jesucristo no he conocido otro mejor».
Gonzalo Arango
«Sanín Cano pone los libros de Samuel Butler al lado de La Divina Comedia y del Quijote. A mí me parece superior el Viaje a pie de Fernando González que los viajes de ese míster…».
Efe Gómez
«Para mí, Fernando González es más grande que García Márquez porque es la expresión de un hombre. García Márquez es un gran artesano de la palabra, pero Fernando González dejó un autorretrato impresionante, eso no se ha hecho en occidente casi. La prosa de Fernando González es una prosa sublime, tiene un equilibrio entre lo hablado y lo literario que ningún otro escritor en América ha conseguido».
Eduardo Escobar
«El delirio de Epifanio, la erudición de Baldomero, el regionalismo de Carrasquilla, la desazón de Barba Jacob, la generosidad del Negro Cano, la hazaña burlesca de Ciro Mendía, la anarquía de León de Greiff, tienen en Fernando González la mesura, la sabiduría, la universalidad, la dádiva, el humor negro, la armonía y el método. Todos estos rasgos no se dan como una configuración antípoda, se dan como pletórica comunión».
Marco Antonio Mejía T.
«La vida, la muerte, Dios…, el hombre, la tierra, el cosmos…, todo esto adquiere, en sus labios, un sentido tan vivo y hondo…, que asombra… Por eso, al oírlo hablar… lo primero que descubrí fue que yo había permanecido… muerto ante el misterio; y que de pronto…, cuando iba por un camino…, como desterrado…, me encontré con un brujo que me lo mostró…».
Félix Ángel Vallejo
«Si me viera forzado a no poder salvar de un hundimiento imaginario de toda la cultura colombiana sino una obra, un autor, yo escogería sin vacilar a Fernando González. Y lo haría desde el doble ángulo de una retrospectiva nacional, tanto como desde la elección más individual y espontánea de la persona; como el mejor de nuestros documentos humanos, para repetir una vez más lo que todo lector hace cuando se acerca a su pensamiento: emprender un gran camino hacia sí mismo».
Carlos Jiménez Gómez
«Y es que Envigado tiene en Otraparte, la casa donde vivió, “padeció” y murió Fernando González, más que un recuerdo o un sitio histórico, un templo vivo que convoca al silencio, a la reflexión, a la búsqueda de la autenticidad que predicó el filósofo y de la que sigue estando huérfana Colombia. En Otraparte late y habita, y no se apaga ni extingue, el corazón del pensador envigadeño. Nada que se haga en Otraparte puede ser cerrado, acabado, sino que tiene que ser germinal. Pura semilla. El comienzo del viaje. De un viaje abierto a la vida, a la verdad, a la autenticidad…».
Ernesto Ochoa Moreno
«Si Antioquia se ha distinguido por su sincera religiosidad, la vida y pensamiento de Fernando González es el más importante reflejo del alma antioqueña, que aunque parezca hoy tan enferma, se levantará al conjuro de prohombres como el maestro Fernando González».
Jaime Vélez Correa, S. J.
«Con él aprendimos a ver el gallo, el gato, el perro, el árbol, un niño, un crepúsculo, con ojos recién inaugurados. El nos enseñó esta honrada tarea de mirar cómo el mundo se crea cada día y renace en la pupila clara. El insinuó que el amor no era una palabra: era un impulso sostenido, un nombre propio, una altura, una caída; nos mostró la posibilidad de un camino cuando todos los caminos parecían errados».
Manuel Mejía Vallejo
«Nadar contra la corriente era la forma de nadar, y con la Nada como carnada dimos un terapéutico salto en el vacío, retomando la actitud guerrera de Fernando González, el santo envigadeño que malgastó su juventud combatiendo una perversión llamada Colombia, esta cosa narcotizada de inciensos innobles, sustancia plagada de guerras intestinas, antiguas y nocturnas, hechas a traición y dirigidas por los traficantes de conciencias que usurpan nuestros libros de historia. […] Fernando González intentó cambiar la situación, pero lo aislaron. A los nadaístas tuvieron que escucharnos y soportarnos».
Eduardo Escobar
«Sus apuntes de política y sociología, con que Ud. matiza sus obras, me han parecido siempre suyos: suyos por el criterio, por la apreciativa, por los puntos de vista. Su libro de Ud. tiene muchos matices y, por ello, denuncia lo complicado de esa psiquis suya. ¿Sabe lo que más me gusta de sus obras? Pues el antioqueñismo, un antioqueñismo pasado y repasado por muchos libros y por muchos cedazos. Dígole, pues, Fernando amigo, que si con sus obras anteriores ha cosechado muchos lauros, con El Hermafrodita dormido serán para agobiarlo».
Tomás Carrasquilla
«Antioquia no ha comenzado a gerenciar aún, como ha de suceder pronto, la empresa continental, americana; pero su pensamiento sí ha cobrado ya alas andinas; y Fernando González es uno de los primeros polluelos que las han abierto. Su nombre es popular en España lo mismo que en todas las repúblicas latinas del Nuevo Mundo, y sus obras son un plato apetecido por los editores de habla castellana».
Luis Enrique Osorio
«Lo que va a nacer en Otraparte es la búsqueda de respuesta a la urgencia de un pueblo (Latinoamérica, Colombia, Antioquia, Envigado) por mantener vivo el acicate hacia la superación de sus propias miserias, hacia la efloración de sus inmensas posibilidades. Porque en Otraparte debe estar encendida, en silenciosa iluminación, una llama que es de todos, porque es del pueblo, necesitado hoy más que nunca de luz en la oscuridad».
Ernesto Ochoa Moreno