Conversando con
Fernando González

“Lo bello de un moribundo es el acabarse de la nada y el vivir la intimidad. ¿Te acabarás tú como la paja? En tanto desaparecerás en cuanto no seas intimidad. Et pas plus”. (Palabras de F. G. en la conversación que sostuvimos con él en Envigado).

Por Javier Henao Hidrón

Desde 1941, Fernando González había permanecido casi diríamos que silencioso. No había vuelto a publicar libros.

Solamente había hecho esporádicas salidas con ensayos breves o en entrevistas concedidas —las más de las veces no muy a su gusto y en las otras por circunstancias especiales— para la prensa, en la cual ve a la responsable de muchos de nuestros males. En ese su El maestro de escuela, se sentía incomprendido, se creía inactual, decía: “Sí; indudablemente que de hoy en adelante el rey será mi gallo, y que todo poder viene de Dios, y que no escribiré más contra los gobernantes, etc.”, y se firmaba “ex Fernando González”.

Nosotros, que vemos en él a nuestro máximo pensador, solemos visitarle con frecuencia. Escucharlo significa, para el viejo, creerse joven, y para el joven, sentir con mayor viveza las palpitaciones de la juventud. De sus labios brota la naturalidad, brota la vida, brota la filosofía en consorcio amable con el buen humor…

En cierta ocasión, indiscretos, le solicitamos al maestro una entrevista para un diario local. Nos respondió que no, que el mundo de los diarios era “real”, pero que él, viejo ya, estaba en otros mundos, y que los mundos eran infinitos en número, porque eran la Presencia en nosotros y que la Presencia o Néant era El Padre…; que estaba redactando un libro en que bregaría por enseñar a viajar en La Presencia y que se titula Libro de los viajes o de las presencias. Nos dijo que a la publicación de ese “librito” lo movía cierta angustia de saber que la juventud consume su potencia desde hace tantos años en ese mundo de los diarios y siente, vive que ese infierno (inferorum, uno de los abismos) es la única realidad. Y que la Presencia le había inspirado un método o camino para enseñar a “viajar”.

Añadió que para una revista de jóvenes sí nos daría con gusto entrevista y colaboración. A los pocos días volvimos y le dijimos que fundaríamos una revista toda para la juventud, dada íntegramente a ella, en la cual hombres preparados, sinceros, lucharan porque la juventud nuestra, tan cuajada de prejuicios, se enamorara de la vida e hiciera una patria grande, tan grande como una Presencia… En la euforia de este sentimiento, resolvimos hacer el “reportaje”.

Hace poco —nos dijo— vinieron a visitarme varios jóvenes: Mejía Vallejo, el novelista; Quevedo, político; Guillén, marxista y Oscar Hernández, poeta bueno como pocos, y conversamos de Marx, de los rusos, de Jean Paul Sartre y de otras cosas, y resulta que Guillén y Hernández hicieron “reportajes”, sendos “reportajes”, y cada uno dio la imagen del diálogo, sin mentir, pero resulta que en el uno aparezco marxista-leninista, y en el otro algo como de la O. N. U., y que maldigo de Sartre, que está muy cerca de mi corazón. ¿Qué pasó? Pues que no supieron que yo soy viajero; lo que les quise insinuar fue que el mundo de Marx es amplio y bello mundo; que allí se pasea como un dios ese poderoso señor barbudo, pero que hay otras presencias o mundos, de mayor realidad; que a ellos se llega viviendo y pasando el mundo de Marx, y del mundo que sigue se pasa a otro, y a otro, y que el guía o resorte dialéctico es el Sucediendo, que es el Hijo de Dios y que es la intimidad en cada uno: “Toma tu cruz (no la cruz, sino tu cruz) y sígueme”, o sea, sigue a la Intimidad. Así pues, ni Guillén, ni Hernández mintieron…, pero yo soy un viajero en la Presencia. Porque desde muy antiguo se sabe que somos en la Presencia: Somos en la casa infinita del Néant o Padre. Sí, yo habito a ratos el mundo de Sartre y el de Marx también…; pero hace años que no desciendo al mundo (real, existente) de los periódicos colombianos, Laureano, Ospina Pérez, Alfonso López, los Santos, El Tiempo y El Colombiano. No maldigo este mundo, porque también es criatura del Padre, pero los mundos son infinitos en jerarquía de presencia, y el mundo colombiano de hoy es, si así pudiera decirse de los infiernos, como el culo de la manifestación, casi la ausencia de presencia.

Por eso —prosiguió—, lo que hoy amo en Colombia es a los Nadaístas. En esa noble juventud, esperanza y realidad colombiana, aparecieron las náuseas por ese mundo de la nada en que vivimos. Esa juventud, en su protesta, clama por la presencia; acusa a los padres de haberlos engendrado en la nada y de morir dejándoles una historia de vergüenza. La juventud no ansía “frentes nacionales” sino intimidad, algo por qué nacer, vivir y morir. ¡Abajo esa mentira de la vanidad! Si fuera frente nacional, sería una presencia, vital y dinámica, pero es arreglo de los negocios de El Tiempo y El Colombiano, y de Laureano y Ospina y… ¿Hasta cuándo, Señor, será el padecer este infierno? Hasta que la juventud aprenda a viajar, a trascender los inferorum. Por eso escribí ese manual del viajero.

Revista Colombia Nueva,
Medellín, junio, 1959

Fuente:

Al Ritmo del Tiempo – Testimonio de una afición por el periodismo. Javier Henao Hidrón, Editorial Marín Vieco Ltda, Segunda edición (aumentada), Medellín, febrero de 2002.