El Nietzsche de
Fernando González
Una filosofía de la
personalidad para Suramérica
Por Damián Pachón Soto
El escritor antioqueño hizo una recepción creativa y contextualizada de Nietzsche. Lo usó como instrumento de crítica a la hegemonía conservadora y católica en Colombia, y como punto de partida de su filosofía de la cultura o de la personalidad, lo que desemboca en una filosofía para Suramérica.
Uno de los hitos más significativos de la recepción de Nietzsche en Colombia fue la que hizo el escritor antioqueño Fernando González. Esta recepción se realiza en un contexto de hegemonía conservadora donde aún soplaban los vientos de La Regeneración. Recordemos que en 1887 el gobierno de Rafael Núñez firmó un concordato con la Santa Sede en el cual el catolicismo es declarado la religión oficial del país y donde a la Iglesia se le otorgó el poder de controlar la educación, lo cual ocurrió cuando monseñor Rafel María Carrasquilla asume la Secretaría de Instrucción Pública. El papel censor de la Iglesia se prolongaría, como veremos, durante la hegemonía conservadora hasta 1930. Esto explica que en 1910 el padre Pablo Ladrón de Guevara, en un libro titulado Novelistas buenos y malos, que era una especie de Index criollo, sostuviera:
Este alemán de la segunda mitad del siglo xix se las echaba de filósofo, y no faltan quienes por tal le tienen. A nuestro juicio tanto se parece a un filósofo como el vinagre al vino. Sus doctrinas son inmorales, impías y blasfemas. Cualquiera podía ver desde el principio la locura de Nietzsche, pero muchos, ni aun después de verle en una casa de locos y morir loco, se acaban de persuadir de que lo estaba […]. Su lenguaje es muchas veces zafio, grosero y siempre necio. (Ladrón, 1998, p. 300).
Pues bien, para la época Fernando González contaba con 15 años y estudiaba en el colegio jesuita San Ignacio de Medellín. En 1911 en la carta de expulsión, el colegio argumenta:
Comenzando apenas sus estudios de filosofía y no bien cimentados aún sus principios religiosos, ha leído con verdadera pasión obras de Voltaire, Víctor Hugo, Kant y sobre todo Nietche (sic), las cuales han apagado en su entendimiento la luz de la fe y han secado en su corazón todo temor saludable. No cree […] en la divinidad de Jesucristo ni menos en la Iglesia Católica. Imbuido en las ideas de Nietche (sic), sostiene que hasta ahora los hombres han estado cegados con falsas preocupaciones, como el infierno […] esto ha sostenido a su profesor de filosofía, el P. Quirós y en parte también al Rdo. Padre Rector, sin admitir razones de ninguna clase. (Torres, E. 1991).
Ya en 1916, cuando González contaba con 21 años, publicará su libro Pensamientos de un viejo y redactará El payaso interior. En estos la presencia de Nietzsche es clara. Esa presencia continuará en las obras posteriores a 1929, como Viaje a pie, y en otras como El Hermafrodita dormido de 1933, El remordimiento de 1935 y Los negroides de 1936. Ahora, ¿qué recepción hizo González de Nietzsche? ¿Cómo usó su pensamiento? A nuestro juicio, de dos formas: a) como un instrumento de crítica a la hegemonía conservadora, al papel de la Iglesia y a la perversión del cristianismo militante, y b) como punto de partida de su filosofía de la cultura, la personalidad o la egoencia, que termina siendo una propuesta para América Latina.
En el primer caso, González hace una crítica al poder de la Iglesia, a su papel pastoral sobre la vida. Al respecto dice: «… en el llamado clericalismo conservador, desde 1886, el sacerdote era el amo de la mujer, del hogar, la escuela, la vida toda». González criticaba el amplio gobierno sobre la vida y la población que ejercía la Iglesia, a la vez que denunciaba su abominable y descarado amor por la riqueza y el lujo. Pero su crítica al régimen no solo se debía a su centralismo, su intolerancia, su manipulación de la educación y su moralismo recalcitrante, sino que tenía fundamentos filosóficos de tinte nietzscheano. En efecto, para González, el cristianismo católico e histórico despotenciaba la vida, negaba la carne, maltrataba al cuerpo, absolutizaba los valores, y enseñaba la vergüenza. Era, además, una negación del cristianismo primitivo. En El payaso interior sostuvo:
El hombre no debe avergonzarse de sí mismo […]. La religión cristiana, que considera pecado la mayor parte de los actos naturales, pues el cuerpo es para ella una mancha, una deshonra, es la verdadera corruptora de los hombres. No envíes a vuestros hijos a colegios de religiosos, pues allí sólo aprenderán a tener vergüenza. (González, 2005, p. 88).
Pero, como advertí, Fernando González hará una recepción crítica de Nietzsche, específicamente, hará una reapropiación creativa que le permitirá ponerlo como fundamento de lo que él llamó una filosofía de la cultura, de la personalidad o de la egoencia. Esto le posibilitará a González pensar situadamente el destino de América Latina. Su punto de partida es la idea de que desde el «descubrimiento» de 1492 y gracias al papel de instituciones como la Iglesia, el americano ha adquirido un complejo de hijo de puta, esto es, un sentimiento de inferioridad que le ha apachurrado la personalidad y que lo ha convertido en un ser inseguro, imitador, simulador. Dado que no podemos crear, simulamos, importamos e imitamos. A eso se debe la vanidad, la vacuidad, de nuestra personalidad. Por eso mismo, se necesita un trabajo sobre el individuo, un trabajo sobre sí mismo, un método de perfeccionamiento (González, 2014). Y es en este empeño donde la filosofía vitalista de Nietzsche va a ser clave.
González acoge el vitalismo de Nietzsche. La idea de que la vida es superación, movimiento, va más allá de sí misma, lucha contra las adversidades y sobrepasa obstáculos. Por eso dice: «… siempre es la fuerza vital la que domina» (González, 2013, p. 47-48). Así mismo, el individuo es un experimento, un devenir, un campo abierto, movido por una lucha de instintos, pulsiones, fuerzas y energías. Por eso, la cultura misma no es otra cosa que un método de perfeccionamiento, de control y encausamiento de esas energías que nos constituyen y atraviesan.
Si en la antropogénesis el ser humano inicia imitando a otros, y luego después puede expresarse a sí mismo, adquirir personalidad, en Suramérica también es posible dar ese paso desde la simulación, la imitación, a la cultura, a un individuo fuerte, libre, creativo que se autoexprese, que esculpa sobre sí mismo con control de sí y sus energías. De ahí que la tarea del hombre sea pasar del estado imitativo al estado de la cultura, entendida ésta como «abandonar lo simulado». En su pensamiento la cultura es entendida como un conjunto de «métodos y disciplinas para encontrarse» a sí mismo, para superarse.
Este tránsito del individuo vano, masa, gregario, imitador, a un individuo superior, es lo que él llama el paso de la vanidad a la egoencia. El egoente es, en pocas palabras, el superhombre. Pero ese superhombre es un proyecto, no una realidad, y debe construirse en América. El primer superhombre de América fue Bolívar, quien tenía claro lo que quería y lo que deseaba y tuvo las energías vitales para dar los primeros pasos hacia ese fin.
En esta apuesta por el individuo, Fernando González rechazó la relación de Nietzsche con el fascismo, tal como lo hacía en esta misma época el filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco, otro lector del autor del Zarathustra. Recordemos que González fue diplomático en los años treinta en Italia y en Marsella, y pudo seguir de cerca los fenómenos políticos europeos, por eso hay también en su pensamiento una crítica a la civilización técnica y sus engranajes, algo también presente en el mismo Nietzsche. González criticó fuertemente el sometimiento al que el fascismo sometía al individuo. De ahí su crítica a Mussolini, a quien despreciaba profundamente. En el fascismo el individuo era aplastado por el Estado. González decía que Nietzsche «no aprobaría el fascismo, doctrina en que el Estado es la única realidad» (González, 2016, p. 164). Para el colombiano, como para Nietzsche, el Estado y la sociedad solo son medios para la realización del individuo. De hecho, para Nietzsche, el Estado debe estar al servicio del individuo y la cultura, por eso el pensador alemán fue un gran crítico del Estado socialista y promovió, más bien, un Estado que interviniera lo menos posible, lo que no implica adscribir a Nietzsche al liberalismo o como simpatizante de la burguesía. González pensaba lo mismo para la realidad colombiana, lo cual quería decir, también, que se debía romper la relación Iglesia-Estado, pues
La religión quiere anular al individuo, que es una bestia indómita, y por eso predica la estatolatría. (González, 2019, p. 47).
En síntesis, Fernando González hizo una apropiación creativa de Nietzsche, contextualizada, y fue influido por su manera de escribir, fragmentaria; como Nietzsche, criticó el cristianismo, denunció su dogmatismo, su odio por el cuerpo, la carne, la vida, su absolutización de los valores; criticó el gregarismo y acogió su idea de la ascesis como un trabajo sobre sí mismo; promovió la superación del individuo, la lucha por la cultura, su crítica de la estadolatría, entre otros aspectos.
Con todo, González pensaba que el futuro estaba en América, con un nuevo tipo de ser humano que él llamaba el gran mulato, egoente, creador, libre, con un compromiso con los países de este continente. González no asumió la totalidad de la filosofía de Nietzsche, pues defendió el papel del cristianismo primitivo, el valor disciplinador de ciertas religiones y, contra Nietzsche, le dio un papel positivo a la compasión y al remordimiento. El remordimiento no era ese puñal en la carne debilitador de la vida, sino un medio para auto-superarse e ir más allá de las faltas pasadas. Incluso, al final de su vida, llegó a acercar a Nietzsche a Cristo, como dos grandes hombres, aduciendo que Nietzsche envidiaba a Cristo y por eso mismo quería ser como él. González llegó a afirmar:
En la iglesia pensé que la doctrina del superhombre, la terrena, se conforma con la de Cristo, a saber: hay que vivir cada segundo en belleza, eternamente. Hacerlo todo muy bien. Ser eternos ya, aquí. […] Dios está todo aquí» (citado en Quintero & Salamanca, 2025).
Referencias
González, F. (2005). El payaso interior. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT.
González, F. (2013). Viaje a pie. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, Corporación Otraparte.
González, F. (2014). Los negroides. Ensayo sobre la Gran Colombia. Medellín: Fondo Editorial EAFIT, Corporación Otraparte.
González, F. (2016). El Hermafrodita dormido. Fondo editorial Universidad EAFIT, Corporación Otraparte.
González, F. (2019). Una tesis. El derecho a no obedecer. Medellín: Fondo editorial Universidad EAFIT, Corporación Otraparte.
Ladrón, P. (1998). Novelistas buenos y malos. Planeta.
Quintero, C. & Salamanca, L. (2025). «El filósofo caminante y su sombra nietzscheana: Fernando González como lector de Nietzsche». Revista Presencias, Saberes y Expresiones, 3(3).
Torres, E. (1911). Carta de expulsión del colegio San Ignacio. Archivo Corporación Fernando González – Otraparte.
Fuente:
Pachón Soto, Damián. «El Nietzsche de Fernando González: una filosofía de la personalidad para Suramérica». El Espectador, Bogotá, domingo 9 de marzo de 2025.