Fernando González

De la literatura a la filosofía

A vosotros, amigos míos, mi
sombra os oculta mis pensamientos.

Fernando González

Por Santiago Aristizábal Montoya

Con estas palabras enigmáticas abría Fernando González sus reflexiones filosóficas juveniles en Pensamientos de un viejo, asumiendo de entrada que sus contemporáneos no serían capaces de comprenderlo. Y tenía razón al suponerlo. González fue con frecuencia malinterpretado en Colombia: acusado de ateo, impío y pervertidor de la juventud por las huestes conservadoras; tildado de fascista y, sin embargo, expulsado de Italia por Mussolini; vilipendiado como literato y despreciado como filósofo. Pero no quiero satanizar a estos desafortunados intérpretes. Hay una dificultad real para la comprensión de la obra de Fernando González que podría excusarlos: ese estilo híbrido y vivencial, que impide una lectura lineal de sus textos. Hablo de “hibridación” refiriéndome a la particular fusión de literatura y filosofía que caracteriza la obra gonzaliana, y la llamo “vivencial” no sólo porque las creaciones de González están enraizadas en sus experiencias vitales, sino porque en buena medida no son más que un análisis acucioso de las vivencias. Ambos rasgos están intrínsecamente conectados: es una obra filosófico-literaria para poder ser vivencial y es vivencial y literaria porque sólo así puede ser verdadera filosofía, según entiende Fernando González la tarea del filósofo. A lo largo de esta conferencia pretendo mostrar qué función desempeña el elemento literario en la construcción del filosofar gonzaliano como mecanismo idóneo para captar filosóficamente la Vida.

La última página escrita por Fernando González, el 16 de febrero de 1964, decía:

… Pero fundaré el seminario nuevo, el seminario en que los textos de Teología sean los mismos seminaristas… ¿Libros? Si los libros son muertos, mientras que los seminaristas son moribundos en Dios… ¡El libro es la agonía que cada uno es!

No tendré la ingenuidad de creer que el día de su muerte quiso González dejarnos en una frase lapidaria la clave del acertijo de su obra; sin embargo, en este último escrito, aparece hermosamente expresada una idea que recorre todo su pensamiento: “El libro es la agonía que cada uno es”. Los libros, para nosotros, avezados a las letras y a la filosofía, son el lugar donde imaginamos que se encontrará la verdad; de hecho, para la mayoría de nosotros, la idea de buscar la verdad está asociada con la idea de leer libros, enterarnos de lo que han dicho los grandes maestros y discutir con sus argumentaciones. Fernando González, en cambio, afirma que la verdad debe ser buscada en la agonía de las vivencias, y para ello será necesario captar al viviente. Pero para que sea una genuina búsqueda de la verdad, la captación de la agonía debe hacerse con rigor, con método. La pregunta, entonces, es ¿cómo transformar la vida de un hombre en “libro de estudio”, sin falsificarla? Es aquí donde la literatura (o, al menos, una manera literaria de filosofar) entra en ayuda del filósofo. Observemos dos de esos procedimientos, híbridos de filosofía y literatura, que le permiten a González hacer esta apropiación: el análisis vivencial y el método emocional.

1. El análisis vivencial

A González los problemas siempre le vienen sugeridos por sus vivencias: la visión de un entierro lo lleva a meditar sobre la muerte; haber resistido al amor de una joven le suscita el problema del remordimiento; su regreso a Colombia después de vivir en Europa lo hace inquietarse por las causas de la vanidad de los suramericanos. Y así podrían citarse todos los problemas filosóficos abordados por FG. Para comprobarlo, basta abrir cualquiera de sus libros, donde salta a la vista inmediatamente el matiz vivencial de su pensamiento. El detonante filosófico puede ser una emoción, una frase dicha por alguien, un recuerdo de infancia, una situación momentánea de su vida o un hecho de la historia universal: González necesita concienciarse, esto es, comprender sus vivencias, las motivaciones de su acción, la naturaleza de sus sentimientos… y hallar las huellas del Ser en su vida. Por lo demás, según la gnoseología gonzaliana sólo puede conocerse lo que se ha vivido (esto se cumple incluso para los conocimientos científicos, que deben actualizarse en la propia experiencia, y para los históricos, que deben revivirse por el método emocional). Él tuvo que descubrir esta forma de conocer, para liberarse del saber por imaginación, sin contacto con la realidad, con que presuntamente se transmitía la verdad. Así lo expresa literariamente en una de sus biografías ficticias:

El padre Torres nos enseñaba mineralogía en el Seminario, así: “El cuarzo es blanco, de sabor tal, inodoro y abunda en…” No lo veíamos por ninguna parte. ¡El cuarzo! ¿Comprendéis? Cuando salí del Seminario y me di cuenta de que toda mi niñez había sido vicio solitario [descarga nerviosa excitada por la imaginación y no por la realidad], me fui por ríos y quebradas en busca del cuarzo, y lo traje a casa y lo olía y acariciaba, exclamando: ¡Que no venga a mi mente la especie cuarzo en soledad, sino al tocarte, a causa tuya, hermosa piedra! (1)

1.1 La vivencia. Bien vale la pena en este punto, profundizar en lo que se entiende por vivencia, para comprender cómo es posible que de allí parta válidamente la reflexión filosófica. Hans-Georg Gadamer, estudiando la historia y el sentido del concepto vivencia (2) llega a definirla y caracterizarla así:

Cuando algo es calificado o valorado como vivencia se lo piensa como vinculado por su significación a la unidad de un todo de sentido. Lo que vale como vivencia es algo que se destaca y delimita tanto frente a otras vivencias -en las que se viven otras cosas- como frente al resto del decurso vital -en el que no se vive “nada”-. (…) Aquello que puede ser denominado vivencia se constituye en el recuerdo. Nos referimos con esto al contenido de significado permanente que posee una experiencia para aquel que la ha vivido. Es esto lo que legitima aún que se hable de la vivencia intencional y de la estructura teleológica que posee la conciencia (3).

Simplificando: la vivencia es un acontecimiento de la vida que atrae o sobre el que fijamos la atención de nuestra conciencia, experimentándolo como protuberante en el curso habitual de nuestra vida. O, si se quiere, es el punto de contacto de la esfera de la conciencia con el plano de la vida. Por eso se entiende que FG pretenda captar la vida en la descripción y análisis de sus vivencias, y se comprende su exigencia de honestidad en este proceso. En la medida en que asumamos la verdad desnuda de la vivencia, es decir, la experiencia vivida en sí misma, sin ocultarla bajo el velo de un lenguaje huero y equívoco, la vivencia nos vinculará con el flujo todo de la vida en su infinitud absoluta, en cuanto ella es una parte constitutiva del todo (la vida), a la vez que sirve de entrada para la comprensión de ese todo, de la totalidad de la existencia, único horizonte de captación del Ser. Así se explica el valor metafísico de la comprensión de las vivencias, que empero nunca puede darse completamente, pues no es posible expresarse con un lenguaje absolutamente preciso y transparente, y esa opacidad nos impedirá siempre observar el brillo prístino del Ser o Intimidad; sólo logramos intuir un leve resplandor que nos dice que ahí está y nos instiga a seguir acercándonos: es la experiencia de la inefabilidad de lo vivido, del “no soy capaz de decir exactamente lo que pasó…”, del “no encuentro las palabras…”; es la certeza de vivir en una esencial incomunicación de lo que vivimos, porque no acabamos de entenderlo, es decir, de llevarlo al logos; y, sin embargo, esta condición es la espuela de la filosofía (al menos de estas filosofías, como la de González, que quieren hacer del mundo de la vida su objeto), es lo que la anima a emprender una y otra vez sus fatigosos análisis y su interminable discurrir…, y es el espolón que incitaba a FG a llenar libretas de carnicero tratando de hallar señas de la Vida en sus vivencias. “Padezco, pero medito”, escribía por todos lados, como para recordarse que para eso había venido al mundo… aunque al final hubiera que reconocer que todo se ha quedado en balbuceos. Pasarse toda una vida “meditando, rumiando, atormentándose y atormentando…, para poder ofrecer solamente comentarios, balbuceos” (4). Por qué la vivencia es esencialmente inefable, lo explica Gadamer así:

Por otra parte en el concepto de la vivencia está implicada también la oposición de la vida respecto al concepto. La vivencia se caracteriza por una marcada inmediatez que se sustrae a todo intento de referirse a su significado. Lo vivido es siempre vivido por uno mismo, y forma parte de su significado el que pertenezca a la unidad de este “uno mismo” y manifieste así una referencia inconfundible e insustituible al todo de esta vida una. En esta medida no se agota esencialmente en lo que puede decirse de ello ni en lo que pueda retenerse como su significado. (…) Lo que llamamos vivencia en sentido enfático se refiere pues a algo inolvidable e irremplazable, fundamentalmente inagotable para la determinación comprensiva de su significado (5).

Las vivencias son unidades de sentido y, aun aceptando que no se pueden expresar completamente en el lenguaje, vienen a constituirse en las unidades últimas de la conciencia y en las bases epistemológicas para el conocimiento de las cosas objetivas. Son, en efecto, irreductibles, pues los elementos psicológicos constitutivos en que pueden descomponerse en el análisis, carecen ya de sentido por sí mismos (6). Las vivencias son, pues, lo más originario en el proceso de conocimiento, por tanto, una filosofía que las tematice intentará captar el devenir mismo de la vida que manifiestan.

1.2 Descripción de las vivencias. En la medida en que las vivencias son la irrupción del mundo de la vida en la conciencia, son ellas las que ponen delante los problemas filosóficos y, a su vez, el campo de donde puede surgir la respuesta al problema. Por ende, el primer paso en la construcción del filosofar debe ser la descripción exhaustiva de lo vivido. Describir las vivencias es revivirlas. Así lo hace FG en El remordimiento: “Respecto de Tony deseo ser perfecto. Diré nada más que lo referente a ella; concentraré todo mi organismo a revivirla. Tal es la perfección artística. Contaré todo lo que sucedió y nada más. Será, pues, únicamente mademoiselle Tony(7). Se trata de expresar cuanto más sea posible la vivencia en su nitidez prístina, aunque para ello sea necesario volver varias veces sobre lo vivido, relatándolo una y otra vez, hasta sentir que no se puede expresar mejor. En esto, FG suele usar su habilidad literaria y por ello sus obras resultan ser híbridos de literatura y filosofía. Esta condición le da vivacidad a la descripción, pues ayuda a captar los sentimientos y la carga subjetiva que aparecieron durante lo relatado, y esta, como veremos, es una condición fundamental del filosofar vivencial. En la descripción de vivencias, tal como la hacía FG, desempeñaban un papel fundamental las libretas “como de carnicero” que llevaba a todas partes para anotar lo que experimentaba en el instante mismo de la vivencia, cuando el sentimiento que le había despertado estaba en plena manifestación. Lo hacía, porque:

Es preciso escribir el sueño, la visión de mundo, durante el estado de alma en que lo concebimos, pues así le damos todo el amor, todo el dolor de nuestro ser. Si lo dejamos para después, cuando nuestra alma haya cambiado, ésta influirá haciéndolo a su modo, y resultará borroso y como hipócrita. No hay que olvidar que toda idea es la manifestación de un estado de espíritu (8).

Una vez escrita en la libreta, la vivencia queda objetivada, se torna monumento que afinca el recuerdo, de modo que es posible volver al estado espiritual que ella evoca cuantas veces sea preciso, hasta lograr describirla lo más plenamente posible. La precisión en la descripción se logra al descomponer en las emociones vividas (9) las palabras con que se representa la vivencia. En efecto, lo que llamamos vivencia es captado a través del lenguaje, y solemos expresarlo usando bien sea las palabras en su sentido genérico o bien construcciones preestablecidas como etiquetas de los hechos, como cascarones vacíos, sin detenernos a meditar si nombran realmente nuestra vivencia particular. Es necesario, entonces, purificar el lenguaje de las construcciones vanas para acercarse a lo originario que se pretende expresar con las palabras; por eso lo vivido debe expresarse a fondo, tal como lo experimentamos, sin embellecer ni adecentar nada.

1.3 Análisis de las vivencias. El segundo momento de la construcción filosófica es el análisis de la vivencia descrita. Consiste en hurgar en la conciencia para hallar los motivos que dieron lugar a los sentimientos y acciones que componen la vivencia. ¿Por qué se actuó así? ¿Qué motivó tal reacción? ¿De dónde provienen estos sentimientos?… Son preguntas para comprender lo vivido y penetrar en las estructuras del yo, pues revelan las marcas que la historia ha ido dejando en la personalidad: las embolias que impiden autoexpresarse, las inhibiciones, los mecanismos del instinto, los miedos y deseos inconfesables, y su origen. Por este análisis va descubriéndose parcialmente la forma de la trama vital de cada uno, pero sin hacer aún universalizaciones. Ya salta a la vista que, según González, los hechos objetivados en la descripción no son fortuitos, sino que obedecen a un principio de causalidad que los liga a otros hechos vividos y los hace causa, a su vez, de múltiples reacciones.

El análisis de las vivencias no se restringe al campo psicológico: es una mirada que integra también elementos históricos, sociales y aun biológicos, anudados por un hilo conductor filosófico (que se evidencia en la manera rigurosa de discurrir y argumentar y en la pregunta continua por las causas). Por eso pueden analizarse otras manifestaciones de la vida inicialmente ajenas al yo, tales como fenómenos sociales y hechos biográficos de personajes de la historia. Digo “inicialmente”, porque, según los principios del método emocional que rige el pensamiento de FG, nada puede conocerse que no sea vivido; así que hay que representarse en la conciencia los hechos sociales hasta sentirse parte de ellos, hasta experimentarlos como vivencias, y compenetrarse de tal manera con el personaje biografiado, que se lo reviva en la mente. El mejor ejemplo de análisis de un fenómeno social está en Mi compadre, donde “revive” y estudia la historia del pueblo venezolano para explicar su proclividad a las dictaduras y, dentro de éstas, la génesis histórica de Juan Vicente Gómez. La mejor comprensión de un personaje biografiado es la conseguida en Santander, donde reconstruye la historia del Hombre de las Leyes desde antes de su nacimiento y analiza los elementos que confluyeron en la formación de su carácter e ideales, para mostrar luego cómo corresponden sus posteriores acciones a la trama de esa formación.

1.4 Teorización universal. El punto que sigue es el que hace que su reflexión tenga el rótulo de filosófica. Se trata de la teorización universal a partir de lo analizado en las vivencias. Se discurre, pues, en un proceso de abstracción que parte de la exterioridad del mundo de la vida, pasa por el desciframiento de las relaciones entre sus elementos constitutivos y llega a descubrir su lógica interna, es decir, encuentra la “lógica que preside al devenir” o la estructura del mundo de la apariencia y su conexión con el Ser.

Consiste en hallar las ideas universales que sirven de hilo conductor a la trama de los hechos vivenciales aparentemente dispersos, pero no como saber local acerca de un solo individuo sino del hombre o de la historia en general. González las llama ideas madres, pues dan a luz a la verdad desnuda y explica cómo son, con una pintoresca metáfora:

Apenas agarre la idea madre, [los acontecimientos vivenciales dispersos] irán a organizarse, atraídos, como los clavitos que recogía Néstor, el carpintero, de entre el aserrín, acercándoles un imán. (…) Las ideas generales nos libertan de las libretas, o sea, de la multiplicidad de hechos inconexos. La única libertad posible la da la filosofía. (…) ¡Qué imperio el del sol sobre sus planetas y el de otro sol sobre los soles y el de LA VERDAD DESNUDA sobre la apariencia! (10)

También, y esto es una peculiaridad muy interesante, en los conceptos que se forman con esta manera de filosofar que practica González se aprecia la hibridación entre literatura, filosofía e incluso mística. Ya que los conceptos nacen de las vivencias, y éstas son esencialmente percibidas como conjuntos de sensaciones en la conciencia, es lógico que en la definición de algunos conceptos intervenga la sensibilidad: el concepto encierra a la vez una idea y una sensación, que le da precisión y fuerza a la definición. Véase, por ejemplo, el concepto de remordimiento, que se define desde el dolor que siente el autor, y este dolor estará presente siempre que aparezca la definición del remordimiento, conservando el nexo con el mundo vivencial de donde surgió. Además hay conceptos que tienen componentes místicos, tales como los de Intimidad y beatitud, que encierran en su definición la calidez del amor unitivo. Esta mixtura de sentimientos y experiencias místicas con lo puramente racional en los conceptos no se percibe fuera del contexto; pero cuando se ven actuando en el ejercicio filosófico, se reconoce que guardan emociones y que para definirse requieren una narración que evoque esas emociones.

1.5 Retorno a las vivencias desde la teoría. Finalmente, cuando se ha descubierto la estructura de la realidad, hay un regreso a las vivencias para explicarlas desde la teoría postulada. Este retorno tiene una función estética, no epistemológica, pues no puede ofrecer ningún valor confirmatorio de la teorización (sería un círculo) ni añadir nada nuevo a la teoría; en cambio, permite gozar de la comprensión. Y esto es fundamental en la filosofía de FG, que aspira a la beatitud, a vivir las verdades descubiertas. La aplicación de las ideas madres a las vivencias completas produce el placer de entender la vida y permite unificar otras vivencias, que se incorporan a la trama revelada por esas ideas generales. En este punto es donde puede darse el salto a lo metafísico (11), pues la reflexión teorética ha captado la desnudez de la vida al reconocer su estructura profunda en las vivencias, sin separarse del referente real que le representan ellas: “Una vez vividas esas pasiones, ese Bien y Mal de que nacen y una vez ejecutado el viaje mental o de entender el condicionamiento y todos los secretos de este mundo, se efectúa el VIAJE ESPIRITUAL, que es un éxtasis y coloquio encendido con la Intimidad presentida.”

Este es el proceso de construcción del filosofar, visto en general. Tiene diversas variaciones en cada libro y en cada época del autor, pero considero que en estos cuatro puntos queda recogido lo fundamental y perenne de sus procedimientos filosóficos. En este primer panorama resulta ya evidente que la presencia del componente literario como herramienta para la descripción emocional de las vivencias no es accidental ni fortuita, sino esencial en la construcción del filosofar gonzaliano.

2. El método emocional

Era necesario reconstruir así el procedimiento filosófico que sigue González, porque no presenta un método estable y definido. Lo busca, es cierto, pero no aplica rigurosamente los pasos que él mismo se propone. Esto es paradójico, pues ocupó gran parte de su reflexión en el problema del método y decía no admirar nada tanto como los métodos; pero hay que aclarar que los métodos que busca no son instrumentos epistemológicos sino guías éticas análogas a la Regla de la vida religiosa (eso que tanto admira en los jesuitas). Incluso lo que FG llama método emocional, no es propiamente un conjunto de reglas para dirigir el pensamiento y llevarlo a un conocimiento seguro, sino unas reglas espirituales para ascender en conciencia y ampliar la personalidad apoderándose de la belleza y fuerza vital de los seres, que son comprendidos por conmoción cuando el sujeto se compenetra con ellos. Sin embargo, aunque la finalidad del método vaya más allá de la razón, el desarrollo de la comprensión es un proceso filosófico, regido por dos principios:

El principio fundamental es que conocer es conmoverse. Comprender es asimilarse los objetos de estudio hasta hacerse uno con ellos y sentir con ellos; es un conocimiento por conmoción: unificarse con los objetos mediante la homologación de las emociones. Esta idea se funda en el deseo de apropiarse de la belleza (energía) de las cosas y de los seres, que, en el fondo, es el deseo de unirse con Dios, manifestado en la bondad y belleza de los fenómenos. Así es posible identificarse con los demás seres: “La intuición, saber algo porque ese algo es ya uno mismo, es un juicio de identidad.” “Hay viajes a los mundos de cada semejante, y entonces, luego de trajinar por sus vidas, obras, ambientes, etc., se produce la identificación”, que permite decir: “Viví el mundo de Schopenhauer, el mundo de Pablo de Tarso, el mundo de Platón…” (12).

El segundo principio es el del conocimiento vivo: sólo puede saberse realmente lo que se ha vivido. No es real el conocimiento por referencia. Puede que se trate de ideas verdaderas, pero no alimentan el espíritu si no han sido experimentadas. Hay fenómenos que no pueden experimentarse directamente, como los acontecimientos históricos. Ésos deben revivirse en la conciencia, documentándose hasta sentirlos vivos, hasta sentir emociones por esa historia.

El método emocional es postulado por FG en 1930, en la Introducción de Mi Simón Bolívar; sin embargo, la idea de la conmoción como vía de conocimiento aparece sugerida ya en Pensamientos de un viejo, aunque aún no hablaba propiamente del método, que apenas estaba en gestación. Escribe allí que un sabio, viendo a un mendigo exhibir su espantosa llaga, dice a sus discípulos:

El contento de ese mendigo es tan grande cuando logra despertar en alguien la compasión, es decir, cuando consigue igualar a otro con él, como grande es su tristeza en los momentos de desconsuelo. Y tú juzgas el sufrir del mendigo, conforme al sufrimiento que esa llaga te produciría a ti… Juzgas las cosas, sirviéndote de criterio tu propio ser… (13)

En las obras biográficas es empleado explícitamente el método emocional; en las demás aparece como guía tácito de la relación filosófica con los fenómenos. En Mi Simón Bolívar es expuesto así: “Comprender las cosas es conmoverse; hasta que uno logre la emoción intensa, no ha comprendido un objeto; mientras más unificados con él, más lo habremos comprendido” (14). Y cuatro años después, en Mi compadre, se expresa de esta forma: “Revivir la historia hasta sentir que se organiza e inerva, tibia como lo está mi mano. Nadie podrá decir que así no es, cuando yo sienta que está viva. ES VERDAD, PUESTO QUE VIVE.” En el primer texto el énfasis está en la identificación o conmoción, mientras que en el segundo se pone en la vitalidad del conocimiento. No es que FG haya cambiado el método, sino que resalta en cada obra uno de los dos principios del método, esenciales y complementarios. En Santander muestra cómo se entrelazan: “Usaremos nuestro método, el emotivo: revivir la historia por el procedimiento de la autosugestión” (15). En efecto, a la unificación se llega por la autosugestión, que consiste en crear el objeto en la propia conciencia, reviviéndolo mentalmente. Se observa que el proceso de conocimiento para González es una subjetivación del objeto: No podemos conocer lo que está afuera, lo que es diferente a nosotros; es necesario traerlo a la conciencia, convertirlo en vivencia y hacer que nos produzca emociones (conmoción), pues el conocimiento no comienza por la razón sino por la sensibilidad.

Aquí hay un punto delicado de FG: pretende obtener verdades de un ejercicio imaginativo, aunque lo defienda argumentando que el hombre puede hacerlo en virtud de su condición de cumbre de la evolución, que lo convierte en centro del universo y lo hace contenedor de todas las formas inferiores a él. También sostiene que todos los hombres están en cada hombre en virtud de la sustancia única. Hay coherencia interna en estos planteamientos, pero parecen absurdos vistos desde otras perspectivas filosóficas e incluso desde el sentido común. Alberto Restrepo defiende el método emocional arguyendo que no es empleado para crear conceptos sino para captar la energía y belleza de todos los seres del universo (16), pero esto no lo exime de la desvinculación de la realidad por el uso de la imaginación. ¿Y no se arriesga con ello a caer en la mentira que tanto rechaza?

3. Modelos discursivos aplicados por González

Para terminar este estudio de la construcción del filosofar, es importante analizar la manera en que FG desarrollaba su pensamiento en el discurso, pues ésta, más allá de cumplir una función estilística, revela criterios de validación y verificación del pensamiento. Por ejemplo, en un texto de estructura silogística, la verdad de lo dicho depende de la coherencia interna del texto según las leyes de la lógica, de modo que unas proposiciones funcionen como premisas y de ellas se desprenda consecuentemente una conclusión. En cambio, en un texto descriptivo, la verdad está determinada por la coincidencia de la descripción con el referente descrito, así que la validación del discurso es externa a él. Determinar estos criterios de validación nos ayudará a comprender mejor cómo construye FG su filosofar. En él encontramos tres modelos: el aforístico, el narrativo y el argumental.

3.1 Modelo aforístico. “¿Qué es un aforismo? Es el fruto, la esencia de una larga meditación. Dice al lector: Si eres capaz, medita” (17). El aforístico es el tipo de discurso que predomina en su juventud. Es el estilo de Pensamientos de un viejo y de Pensamientos genoveses (última parte de Los negroides), y está presente como fondo estructural de Viaje a pie, aunque allí los aforismos aparecen desplegados en ensayos breves. En las demás obras continúa empleando estas formas de expresión, pero integrándolas a otros tipos de discurso, del que resaltan notoriamente porque, aun siguiendo el hilo temático, se sustraen a la secuencia argumentativa, es decir, no se siguen de las ideas expresadas previamente ni sirven para fundamentar las subsecuentes. Y, sin embargo, es en esos aforismos donde va quedando sedimentado el pensamiento original de FG, lo cual es muy razonable si se tiene en cuenta que el aforismo, al ser una expresión cerrada en sí misma, goza de inmutabilidad como pensamiento y es fácilmente transmisible; pero su sentido sólo se abre para quien se deja implicar por la experiencia que allí se transmite: el lector se hace protagonista de la recuperación del sentido del aforismo (18). El aforismo permanece abierto a la vida: su sentido se actualiza en su aplicación a la vivencia. Así lo confirma el mismo González: “Un aforismo sólo puede comprenderlo el que lo haya vivido; un aforismo no enseña: Hace que el lector se descubra a sí mismo. Si éste no tiene en la alforja de su experiencia el porqué, el alma de la sentencia, ésta es para él una cosa vacía” (19). Se colige que el criterio de validez de un aforismo (lo que lo presenta como expresión de una verdad) está en la referencia a las vivencias comunes del autor y el lector. Está blindado por un supuesto: si no se comprende es porque el lector no lo ha vivido, pero no es posible que sea falso porque la experiencia de por lo menos uno (el autor) lo corrobora. Este principio, empero, no sólo lo protege, sino que además lo arranca del plano de la verificabilidad y, por consiguiente, anula su capacidad de demostrar un conocimiento nuevo. Mas no por ello pierde su validez el aforismo, que, antes bien, muestra así palmariamente su verdadera naturaleza: la de ser clave de meditación, propugnando por la autogénesis (en contra del aprendizaje) del pensamiento filosófico: que cada quien descubra sus verdades y las viva. —Se comprende por qué el aforismo tuvo todo el amor de FG y cómo su entera filosofía llega a convertirse para el lector en un interminable aforismo (por cuanto lo obliga a meditar en su propia vida).

3.2 Modelo narrativo. Este esquema discursivo consiste en la expresión del pensamiento como acontecimiento fundado en los acontecimientos de la vida y permite mostrar el origen de las ideas en las vivencias. FG lo utiliza en todas sus obras (excepto en Una tesis), de manera especial en Viaje a pie (como forma externa), Mi Simón Bolívar, Don Mirócletes, El Hermafrodita dormido, las dos primeras partes de El remordimiento y el Libro de los viajes o de las presencias. Esta filosofía narrada está profundamente ligada en su origen al ejercicio de las libretas, pues no es otra cosa que la expresión literaria de las vivencias del autor (o composiciones imaginarias a partir de ellas) y de las meditaciones que le suscitaron, a través de personajes literarios. Es la realización discursiva de su principio vital “Padezco, pero medito”. Este modelo discursivo crea un universo de referencia para el pensamiento y establece así las condiciones de posibilidad del filosofar de FG al presentarle su vida como relato, objetivando la vivencia; y a su vez sienta las bases que posibilitarán la comunicación de lo pensado, de los conceptos que se intenta precisar para captar la vivencia, pues por medio de la conmoción que causa la literatura, conduce al lector a compartir el horizonte de comprensión vivencial del autor. Gracias a este artificio, nosotros, los lectores de las obras de González, lo suplantamos: Hacemos nuestras sus vivencias y sentimos, por eso, que los pensamientos leídos van fluyendo naturalmente, como si los pensáramos nosotros. Es el método emocional dirigido hacia nosotros, para que nos unifiquemos con FG. Entonces, somos nosotros quienes olemos las ropitas de Tony y nos acostamos en su cama para ver cómo quedamos; somos quienes ascendemos al Nevado del Ruiz y nos dejamos mecer por las aguas salobres del Pacífico; somos los que perseguimos la figura del Libertador para que se geste en nosotros; y somos los atisbadores de agonías y de muchachas, que nos sentimos morir de dicha al presentir la Intimidad. Por este mecanismo, González nos hace pensar que sus ideas son verdaderas, pues explican la vida que tenemos delante (la suya). El criterio de verdad está en que las ideas correspondan con lo observado y sentido en la vida, es más, que surjan de ella como secreciones: que sean pensamiento vivo. Pero FG no nos deja por mucho tiempo en su mundo (sería un contrasentido). Nos arroja en brazos de nuestra propia vida, como diciéndonos: “Ahora, hazlo tú”. Por eso son necesarios sus exhortaciones y apóstrofos a los lectores y sus tomas de distancia en que se recuerda a sí mismo, y nos recuerda, que él está solo en su camino y que cada uno debe abrir su propia brecha, que él no es pastor, sino creador de solitarios (20).

3.3 Modelo argumental. El tercer modo de construir su pensamiento es el más usual en filosofía, pero el menos frecuentado por FG. Se trata del discurso argumental, que propone una hipótesis y la argumenta con documentación y razones claras que la hagan aparecer como evidente al juicio del lector, o que de unas proposiciones entrelazadas saca una conclusión que se desprende lógicamente de ella. González usa este modelo en Una tesis, en los mencionados ensayos breves de Viaje a pie, en la tercera parte de El remordimiento, en Los negroides, en Santander (con alguna mezcla de literatura) y en la tercera y cuarta parte del Libro de los viajes o de las presencias. En este tipo de textos, FG profundiza en sus conceptos, explica las relaciones que hay entre ellos, propone principios éticos y aborda los problemas que le vienen dados por las vivencias. (Por eso no puede desligarse completamente este modelo discursivo del narrativo). En el discurso argumental, González emplea una lógica firme y una sutileza asombrosa. Por ejemplo, observemos la lógica con que desarrolla un problema en El remordimiento (está planteado a manera de corolario):

¿Por qué la agonía en las enfermedades que van debilitando poco a poco el organismo, sin afectar las facultades intelectuales, es un infierno de remordimiento?

Este problema es sencillo para el que haya entendido mis descubrimientos morales. Veamos.

En tales enfermedades, debido a la debilidad fisiológica, los instintos más carnales pierden su poder. De suerte que los instintos espirituales carecen ya de contrapeso. De ahí que éstos señoreen en absoluto y que se lamenten de haber sido vencidos, de no haber sido satisfechos. Se hacen unos tiranos, verdaderos atormentadores.

Tales moribundos se admiran de haber vivido como vivieron (21).

Nótese cómo es planteado el problema con precisión, y cómo se enmarca su respuesta en los “descubrimientos morales” hechos a lo largo del libro: así se sientan las bases para la argumentción, que se hará sin salirse de ese marco conceptual (enfermedad, remordimiento, instinto). Obsérvense además los conectores lógicos que expresan causalidad: “debido a”, “de suerte que”, “de ahí que”. Todo aparece encadenado por ellos, hasta arrojar la conclusión necesaria e incontestable. La lógica con que se enlazan los argumentos constituye aquí el criterio de verdad, y es justo que González la dominara, gracias a su formación en filosofía clásica y escolástica.

Es posible señalar otros modelos discursivos en las obras filosóficas de FG, pero estos tres son sin duda los más empleados y bastan para entender (hasta donde podemos aspirar aquí) la estructura del pensamiento de González. Tal ha sido mi objetivo en esta conferencia: arrojar alguna luz sobre la hibridación de la filosofía y la literatura, explorando cómo procede este filósofo en la formación de sus ideas y conceptos, qué pasos sigue, cuáles son sus principios metodológicos, cómo se relaciona con los problemas y conceptos y cómo discurre.

Conclusión

El proyecto de una metafísica vivencial, es decir, de una filosofía que no fuera pura conceptualización académica sino un intento de autoexpresión capaz de llegar hasta la raíz misma de su Intimidad, obligaba a González a partir siempre de su propia materia existencial, tratando de captar, por medio de formas literarias, su mundo vivencial, sus movimientos pasionales y sus procesos de concienciación. En este viaje hacia la Intimidad, que es un viaje desde las variopintas y aparentemente contradictorias manifestaciones de la existencia hacia la Vida unitotal, el vehículo privilegiado es la literatura, pero una expresión literaria que imperceptiblemente va tornándose en filosofía. En esta conferencia quise traer a la luz el modo como se da el paso de la expresión literaria a la construcción de conceptos filosóficos a través del análisis vivencial y siguiendo los principios del método emocional, como el derrotero privilegiado que nos dejó el brujo de Otraparte, aquel creador de solitarios, que leía en el libro de su propia agonía, acosado a cada paso por “el loco deseo de ser verídico”.

Medellín, 11 de mayo de 2006

Notas:

(1) DM, p. 115. Volver
(2) Cf. GADAMER, Hans-Georg. Verdad y Método I. Salamanca: Sígueme, 1993, p.p.: 96-107. Gadamer sigue aquí el rastro filológico de la palabra Erlebnis en la filosofía alemana del s. XIX, pero da luces filosóficas sobre el concepto, que aclaran su sentido también en las otras lenguas. Recordemos, por lo demás, que en español el término vivencia fue introducido justamente para traducir el alemán Erlebnis por Ortega y Gasset en 1913. Volver
(3) Ibid., p. 103. Volver
(4) R, p. 59. Volver
(5) GADAMER, Hans-Georg. Op. cit., p. 103s. Volver
(6) Cf. Ibid., p. 102. Volver
(7) R, p. 17. Volver
(8) PV, p. 96s. Volver
(9) Son preponderantes las emociones sobre los hechos, porque son ellas las que revelan el mundo interior. Volver
(10) MC, p. 9. Volver
(11) LVP, p. 158. (Mayúsculas de FG). Es de advertir que en este texto FG no enseña un método propiamente para filosofar sino para ascender en conciencia (claro que no son para él búsquedas contradictorias). Volver
(12) LPV, p. 209 y 211. Volver
(13) PV, p. 30. Volver
(14) MS, p. 7. Volver
(15) S, p. 24. Volver
(16) RESTREPO, Alberto. Op. cit., p. 342s. Volver
(17) PV, p. 187. Volver
(18) Cf. MARTÍNEZ-CONDE, Ricardo. El aforismo o la formulación de la duda. En: Cuadernos hispanoamericanos. Madrid. No 586 (abril de 1999). p. 77-85. “Una vez percibido el significado de estas escasas palabras, uno puede ir más a lo hondo, hacia un sustancial infinito que trasciende el valor de tales pensamientos, de tales sugerencias, percibiendo, además, hasta qué punto tal contenido supone y exige una forma de vínculo, de aceptación, que nos remite inexcusablemente hacia nosotros mismos.” (p. 82). Volver
(19) PV, p. 187. Volver
(20) Cf. R, p. 35-41. Volver
(21) R, p. 102s. Volver

Fuente:

Conferencia en la Casa Museo Otraparte, jueves 22 de junio de 2006. Escuchar la grabación en la sección Voces de Otraparte.