El Hermafrodita dormido
Fernando González
1933
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El Hermafrodita dormido es una de las obras más llamativas en la producción de Fernando González. La primera edición consta de doscientas veintitrés páginas con doce ilustraciones que reproducen las esculturas vistas por el escritor en colecciones italianas durante su estadía como cónsul en Génova. Estos objetos gráficos deben entenderse como la declaración de dependencia con el tema más importante del libro: la belleza en la escultura clásica. El Hermafrodita es uno de los representantes más singulares de tres géneros sin residencia fija en el canon literario colombiano: la literatura de viajes, el ensayo literario y la crítica de arte. Tal confluencia de intereses genéricos nos ayuda a situar la obra. Por un lado, se identifica al autor reconocido: el que fustigó a los connacionales, se pronunció contra la Europa moribunda y se atrevió a formular programas políticos y culturales para Colombia y Suramérica, es decir, el González que forjó una personalidad propia como escritor y filósofo «de la autenticidad». Pero, por otro, se manifiesta también un autor irrepetible: el que, embelesado, toma la pluma para evocar la experiencia con obras de arte que le dejaron una huella profunda. Por ello aparece una tensión entre cristianismo y paganismo, entre sensualidad y ascetismo, la cual se proyecta sobre el propio yo, en trance de apreciar y comprender, en este caso una obra de arte. Si en un punto leemos que Cristo es «la felicidad del camino», también nos encontramos con repetidas vindicaciones hedonistas. Dice que «el ojo es tacto especializado» y que escribe «porque los mármoles se alejan de [su] alma».
Tres temas predominan. Por un lado, la figura de Mussolini, que responde al interés en las personalidades y los caudillos como Bolívar, Juan Vicente Gómez o Santander. Por el otro, una pregunta por el ser nacional y continental, que, como se sabe, llevó a plenitud en Los negroides, obra que González escribió tres años después y que dedicó al destino de los países que formaron la Gran Colombia. El otro tópico está en la experiencia de contemplación de obras de arte, así como la participación de las afluencias masivas a los museos, que hasta ese entonces hacían parte del grand tour y que por esa época empezaron a hacer parte de la industria turística.
(Reseña basada en el posfacio de Efrén Giraldo para la sexta edición).
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«Fuerza divina es la vida, y cuando un hombre es constante y no se dilapida en múltiples deseos, vicios y pasiones, tal fuerza parece milagrosa en sus resultados. Todos nosotros tenemos la fuerza divina: llama vacilante en todos, a causa de falta de unidad en los deseos y de agotamiento en los vicios. El triunfo es de quien desea una sola cosa y está resuelto a pagar el precio de ella, a dar la vida, sin vacilar un segundo».
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Primera edición: Barcelona, Editorial Juventud S.A., noviembre de 1933. Ilustrada.
Segunda edición: Medellín, Bedout, agosto de 1971.
Tercera edición: Medellín, Bedout, 1973.
Cuarta edición: Medellín, Bedout, 1976.
Quinta edición: Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, noviembre de 1994.
Sexta edición: Medellín, Fondo Editorial Universidad Eafit / Corporación Otraparte, colección Biblioteca Fernando González, septiembre de 2016.
Ver Boletín n.º 206 – Noventa años de El Hermafrodita dormido.