Cartas a Simón
Fernando González
(1950 – 1959)
—Edición póstuma 1997—
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La primera edición de Cartas a Simón fue póstuma (1997). Las fechas de las cartas comprenden el lapso 1950-1959, cuando Simón, el hijo menor de Fernando González y Margarita Restrepo, viaja a Estados Unidos a completar sus estudios en Ingeniería y luego cuando regresa a Colombia y se traslada a algunas ciudades a trabajar. La segunda edición de la Editorial Eafit (2017) contiene veinte cartas recuperadas de su archivo personal, que se suman a las treinta y nueve (aunque en la «Nota preliminar» se afirme cuarenta) publicadas en la primera edición. Todas las cartas están hechas de esa misma escritura que sostiene la obra de Fernando González. No sucede con él lo que con otros escritores: una tajante separación entre su obra pública y privada. Trátese de Viaje a pie o de una carta a Simón, su estilo no se modifica, como tampoco su honestidad, brevedad y fluidez; sí su ánimo, o ironía, o enojo, que es apenas natural: a cada momento cambiamos. Esas cartas, siendo cartas (escritura para alguien concreto, y no otro), son para Fernando también un lugar en el que funda pensamiento: esa narración de ideas que hace tan suya adquiere los matices del que conversa con su hijo sobre el mundo que percibe, lo arduo de enfrentarlo y de las alegrías que cada esquina depara.
Hay en estas cartas un invaluable retrato del que Fernando era por esos años; cómo procuraba el dinero para sobrevivir y mantener a su familia (hay allí algo de sus negocios con fincas y ganado, y de sus lidias como cualquier hijo de vecino comerciante, pero con una sospechosa alma de filósofo para los demás: ironía más común de lo que se cree); cómo resiste a los embates de su propio cuerpo por las debilidades y desgastes de los que ya era presa por entonces y que lo postraban en la cama, o en el retrete, por horas y días (las tensiones y frustraciones de otras luchas comenzaban a pasarle cuenta de cobro); y cómo quería a ese muchacho que se le iba para Estados Unidos a estudiar: sin terminar de escribirle una carta ya le pide que le responda, que les cuente a todos en la casa los detalles de hacer vida en otro lugar. En esa escritura epistolar palpita el amor filial de un padre esmerado que, muy a su manera, no deja de pedirle cuidados al hijo ausente. Y más que de un padre: un pedagogo, un pensador. Ahí está la fuerza de estas cartas. Lo que las hace tan envolventes. Tan fáciles de hacerse querer. O de anhelarse: imaginarse uno en la alegría de haberlas recibido, de haber sido amado de esa manera con esa filía tan auténtica.
Escribe Fernando González: «Bueno, Moncho: Te agradezco el que te gusten mis cartas, con ellas brego por describirte y hacerte amable el estado mental en que yo quisiera vivir y morir, y que se podría llamar: Conciencia de la Presencia de Dios».
(Reseña basada en el posfacio
de Felipe Restrepo David).
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«En fin, Moncho: sé un señor, jamás un “señorito”, un remilgado; vive en tu conciencia, en tu tuétano, la verdad de que todo lo que sale de nosotros plenamente, de nuestro amor, es divino, y entonces te convertirás en milagroso, en personalidad viva, que moverá montañas. Todo lo bueno es posible cuando uno es “un Señor”».
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Primera edición: Medellín, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, abril de 1997.
Segunda edición: Medellín, Editorial Eafit / Corporación Otraparte, primera edición en la colección Biblioteca Fernando González, ampliada y revisada, septiembre de 2017.