Arengas políticas
Fernando González
1945
—Edición póstuma 1997—
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La década de 1935 a 1945 es una etapa vital, casi febril, en la vida y en la obra de Fernando González: ejerce la abogacía para sobrevivir, escribe seis libros, publica 17 números de su Revista Antioquia y funda el partido LAIN (La Izquierda Nacional). En esta etapa, especialmente, su apasionado interés por la vida pública y política fue álgido y se manifestó bajo dos formas: el género panfletario (crónicas y artículos de desabrochada sinceridad y virulencia) y su propuesta original, casi utópica, de una ideología para Colombia, contenida en tres textos claves: Nociones de izquierdismo (1937), la segunda parte del Estatuto de Valorización (1942) y las Arengas políticas (1945).
El primero y el tercero se convirtieron en la plataforma ideológica de LAIN, un fugaz pero intenso movimiento que se configuró como partido político de alternativa y que aglutinó al curubito de los artistas e intelectuales de la región, la mayoría de filiación liberal y algunos de tendencia izquierdista, que comenzaron a agruparse en torno suyo por afinidad o coincidencia con su pensamiento e inconformismo. En 1940 LAIN lanza listas propias para Asamblea y Concejo. Obtienen un escaño en el Concejo de Medellín y varios cargos públicos, entre ellos el de Asesor Legal en la Oficina de Valorización Municipal, en el cual lo nombran. Durante febrero y marzo de 1945 publica las veinte Arengas políticas en el periódico El Correo de Medellín. Un mes más tarde es expulsado de su puesto por denunciar un robo y ya LAIN ha comenzado a flaquear. Al surgir Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel Turbay como candidatos del liberalismo, se inician los deslizamientos políticos y LAIN empieza a languidecer y a desintegrarse, hasta los sucesos del 9 de abril de 1948, cuando desaparece definitivamente al desatarse en Antioquia una persecución contra los intelectuales y militantes izquierdizantes que generó un éxodo real hacia el asfalto o el exilio.
De toda esa historia sólo queda, pues, este puñado de arengas, escritas por un filósofo convertido en «hombre público» que con amor apasionado, con pensamiento y poesía y a veces virulento, propone cambios políticos, educativos, sociales, morales, con criterios de rebeldía cívica. Leídas hoy conservan —en grandísima parte— su actualidad, pues la radiografía que hace de su país no sólo es vigente sino que puede parecer pálida ante la realidad que vivimos desde hace varias décadas. Las Arengas, como postura ética, como voz clamante, como ensueño de un país mejor, de poco sirvieron. Por eso, precisamente por eso, es necesario volver a ellas, como una luz que ayude a encaminar en la oscuridad.
(Reseña basada en el prólogo
de Miguel Escobar Calle).
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«El pueblo de los dos partidos políticos es bueno. Ningún pueblo mejor que el colombiano; vive esperando; sus virtudes son la fe y la esperanza: ama a cualquiera que se diga portador de algo bueno, y, engañado siete veces siete, sigue amando y esperando. Por eso, en nombre de Dios, no le deis ahora, para este marzo crítico, listas de candidatos traficantes en odio, en juventud (ya se han quemado veinte juventudes), en escuelas (hay mil maestros peones electorales), en llantas, en comida, en caminos, en pavimentaciones y en indulgencias. ¡Clase directiva (?) indigna de este pueblo sufrido!».
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Primera edición en libro: Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, Nueva Colección Rojo y Negro, vol. 2, abril de 1997. Prólogo de Miguel Escobar Calle.