Fotografía por Jaime Moreno
Ojear, hojear, leer sus libros, es liberar nuevos chorros de agua fresca y cristalina, con terrones de existencia que nos golpean cada vez en forma diferente porque vamos cambiando. Sus palabras impresas evolucionan ante el devenir mental, intelectual, espiritual del interlocutor. No es puerto de llegada: es un viajero que nos abre su cuaderno de bitácora, desde donde señala su Norte, el que va vislumbrando por etapas; el que persigue desde siempre, y hasta siempre: “1934 – Busco a Dios, como mi mamá buscaba las agujas, en Envigado…”.
María Helena Uribe de Estrada