Alejandrina, Margarita Restrepo y
Fernando (Nano) González Restrepo.
Ayer vino de Europa Tulia y tu mamá, Álvaro y Nano fueron a verla a la casa, y yo me quedé solo. Estar solo en una casa es uno de los placeres más grandes que yo conozco: se oye el silencio y el canto de los pájaros y ruidos caseros familiares. Desde niño me ha gustado esto de las casas sin gente; cuando se iban mis padres para Envigado, lo que me gustaba sobremanera era el ruido del chorro del agua. En fin, ya que no hay crónica, te hablo de estas cosas. Te contaré otra historia: a las cinco volvieron Margarita y Nano; yo estaba sentado en el corredor, pero era viviendo con personajes del pasado o imaginarios, conversando con ellos… y apenas llegaron y me hablaron de cosas de Medellín, no sé por qué sentí como reacción y sin más ni más, sin saber a cuento de qué te metí a ti en la colada, dije: «Qué bueno vivir en otro país; este es de tierra sin gente; por ejemplo, si yo fuera Moncho, me quedaría en Norteamérica, pueblo civilizado… ¿Para qué venir a amasar tierra con las babas de Suramérica…?». Tu mamá se enojó y protestó. Nano quedó en silencio.
Fernando González
(En Cartas a Simón)