Fernando González
Ilustración © Elkin Obregón
De Fernando González se sabe aún poco. ¿Cuánto más se sabrá? Difícil pregunta en un país sin críticos. De lo poco que se sabe se saca en claro, y no ha sido fácil, la unidad fundamental que preside una obra de largos años y variadas facetas. Porque es, sobra decirlo, una unidad proteica. Si algo la uniforma es su cualidad de poesía, esa extensa imprecación furiosa y tierna a través de los laberintos de la belleza. Para Fernando la vida (su inmenso amor) es verdad, y la verdad belleza. En sus manos de artista místico se incubó siempre la forma atormentada del Hermafrodita, como una síntesis de vida y muerte y plenitud que nunca dejó de soñar, y de soñar como un sueño posible que acaso —nada puede asegurarse en contra— logró alcanzar por fin.
Bernabé