“No se enojen,
que los amamos”
En primer lugar, se trata de que la realidad ha dejado atrás a nuestra esperanza: la primera edición [de la Revista Antioquia] se ha agotado y estamos preparando otra; no esperábamos tanto, pues esta revista es hija nuestra, y nosotros vivimos a la enemiga; nuestros copartidarios no están en los papeles que hoy se publican en Colombia, ni entre los gobernantes, sino en vientres vírgenes aún.
Así ha quedado comprobada nuestra tesis de que el pueblo colombiano está por encima de su clase directora; que ésta no existe, sino que es aborto bizco de lo que llaman aquí universidad. Queda comprobado que nuestro pueblo no lee porque no tiene a quién leer; que no hay pintores, novelistas, detectives, pero que hay vidas, tipos, rateros y una brega política que da gusto…
¡Échenlos! ¡Déjenlos a nosotros, que los vamos a pintar tan vivos que hablen, pues nuestra madre nos parió desnudos y solitarios y nos dio una leche desfachatada!
¡Está cerrado el contrato que propusimos a nuestro pueblo! Le dijimos: “Si acoge esta publicación, en cambio, prometemos constante honradez con nuestra propia alma”.
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Ya hemos tenido tentaciones y las hemos vencido. La primera vino de los admiradores: “Modifiquen esto…”, “Sigan de tal manera…”, etc.
¡Difícil vencer al canario de la alabanza! El admirador nos subyuga, es como una cónyuge.
Pero somos piratas. Ejercemos bajo la bandera múltiple, siempre nueva. Hace tiempos que conocimos la alabanza, animal rebañego que susurra: “Fue mejor el primer libro: ha decaído”.
El admirador desea que seamos como él, que nos convirtamos en servidores de sus gustos; de ahí la esclavitud en que caen los alabados: pierden la agilidad, esencia de juventud, esencia de quien vuela, del andarín y del celícola.
Pues, non serviam! Nos gustan las muchachas y las alabanzas, pero nuestra cónyuge es la verdad y no aceptamos el divorcio. Y, quod est veritas? Pues el múltiple, el que no se nombra, el que se indica en las formas. Definitivamente, somos piratas.
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Uno de la Gobernación, orejas altas y minúsculas, nos amenazó con prohibir para nuestra revista el uso del nombre Antioquia, porque dizque así llaman a un papel que allá publican.
Si nos lo prohibieren, pues la pondremos “Envigado”. ¡Éste sí no nos lo podrán quitar, pues aquí todos son personajes nuestros! Querrá decir que el pensador se concentra. Para trabajar por la Gran Colombia, nos refugiaremos en Envigado, donde todo nos acaricia, desde el amplio faldón de Las Palmas, en cuya mitad está la casa de Pachito Pareja, en donde hicieron a Eva, hasta las estribaciones occidentales que abrazan a Itagüí, patria goda de una mitad de nuestro corazón, pues nuestro corazón es multicolor.
Sí; el pensador, como toda fuerza, debe concentrarse para luego expandirse. Desde orillas del Aburrá y de la Ayurá, cabe guaduales y carboneros, entre cañabravales, amaremos a la Gran Colombia. Nada odiaremos sino al odio; quizá odiaremos, pero nada más que durante media hora, pues ¡qué pereza odiar durante días, meses y años, como Alfonso López! (1)
El amor mide la agilidad. Con nadie reñiremos ni discutiremos, porque no nos queda tiempo sino para el amor. Ningún duelo aceptaremos sino éste que estamos librando con la muerte, pues somos cuarentones frutecidos como los balsos de nuestro pueblo y podría alguno acabar con nuestros mejores días… Somos, además, antioqueños, y, por ende, realistas, y ¿cuya vida es tan alegre como la nuestra, por aquí, para ir a jugarla? Seríamos engañados… No aceptamos otro duelo sino éste con la anquilosis. Nos cuidamos mucho porque amamos mucho: los caminos suramericanos, las fuentes, cañadas, cielos y estrellas, los políticos bizcos y periodistas tan feos nos están diciendo cosas que nos tienen enamorados.
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Si nuestro Creador nos propusiera que nos quedáramos para siempre, eternizados sobre la Tierra, le contestaríamos así, poco más o menos:
“¡Echa acá, Señor! Eternízanos tales como ahora somos: ágiles, enamorados pero sobrios; tentados hasta reír como si nos hicieran cosquillas; llenos de malicia; irrigados rítmicamente por el fluido nervioso y por el torrente sanguíneo; enjutos de vientre… Sobre todo, Señor, ¡eternízanos enjutos de vientre! Eternízanos enamorados de todo, pero solitarios, jamás copartidarios. Eternízanos con ganas de acostarnos con ellas, pero diciéndoles: ¡Esperen! ¡Por orden! Dejen ver y palpar, pero ¡no nos acostamos! Déjennos poseer lo bello, sin caer en la prostitución. Eternízanos así, hijos tuyos, jamás hijos del marrano deshonesto, siempre amando a la verdad y a Suramérica, y hazlo en Envigado, en la finca de Pachito Pareja…”.
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Así, pues, queridos lectores, en el café de Suso, nos dijo don Benjamín que la gente estaba enojada y que nos iban a retar a duelo.
Si de pronto va y nos matan ¿quién mirará a los policías, quién atisbará a la gente, quién terminará la biografía de don Benjamín, y la del enterrador y quién cantará a Envigado?
No podemos entrar en otra lucha sino en ésta con el amor.
¡No se enojen! ¿O es que quieren robarse la plata, y engañar al pueblo, llevarse los platanales de Urabá, y vender las minas a los místeres y que nosotros permanezcamos serios como puerco que mea? ¿Quieren todo, la gerencia, la inteligencia y la herencia? No sean exigentes, que Dios es muy ordenado y, así, por ejemplo, al doctor Emilio Jaramillo lo fabricó médico, radiólogo, editorialista, congresista, pero con una vesícula biliar atrofiada…
Al que Dios hace bueno para la plata, lo hace bruto, y al pobre le hace cosquillas. ¡Nosotros nos reímos! Si los bolsistas y droguistas se llevaran la alegría también, pues no habría justicia.
No se enojen, que fue que nuestra madre nos parió cabezones y para que lo dijéramos todo. Desde niños tenemos una gana de confesarnos que da gusto. Desde una mañana lluviosa en que nos parieron en manos de doña Candelaria, estamos alegres bajo el Sol rijoso, pero pobres.
No se enojen, que los amamos. Amamos a periodistas, a López y a Olayita, porque Dios los creó para que gozáramos. Les ofrecemos reciprocidad. Repetimos: lo invaluable de la vida está en que es gratuita representación.
Esos que están robando y estafando al pueblo, piensen que todo se sabrá en el día del juicio. ¿Qué importa que lo sepan desde ahora?
1936
Nota:
Odia tan tenazmente Alfonso López, que toda su doctrina, esa de gobierno de partido, tiene su origen en el odio a Carlos E. Restrepo, creador de la concordia nacional que embelleció a Colombia de 1909 a 1914, y creador del movimiento de unión nacional de 1930, que estuvo a punto de salvar a Colombia y que fracasó por las malas presiones de López, Laureano Gómez y Olaya Herrera. Respecto de este último, diremos que es hombre complejo, habilísimo, astuto, mestizo ladino y armonioso, cuya mala conducta fue determinada por el odio conservador y por carecer el país de prensa consciente. Los conservadores tienen la culpa o son la causa del sectarismo de Olaya, del triunfo de López y del negro porvenir que se acerca, si el occidente colombiano no adquiere conciencia de sus deberes. Hay que decir la verdad, aun contra nuestro corazón: en los desafueros y desaciertos de Olaya y de López, el 80% de la culpa o causa está en eso que llaman conservatismo.
¿Por qué odia el presidente López al ex presidente Restrepo? Problema complejo, pero diré que principió a odiarlo desde 1911 a 1912, en que se fue a Londres a buscar empréstitos, sin autorización, y el presidente Restrepo, informado por Pérez Triana, tuvo que hablarle duramente…
Este odio es historia de muchos matices y secretos.
El doctor Restrepo estuvo a punto de encauzar el país con su actuación en 1931, pero los intereses creados, las bajas pasiones arrollaron su obra y arrollaron al hombre escogido entonces, Olaya Herrera. Éste, para salvarse, tuvo que convertirse en ídolo liberal: carece de la virtud necesaria para dominar las pasiones; sabe aprovecharse de ellas, pero no sabe dominarlas: es garrapata; no se cae.
Fuente:
Antioquia – La Revista de Fernando González, Editorial Universidad de Antioquia, colección Señas de Identidad, marzo de 1997, pp: 39 – 42.