Carta a Carlos Mario Londoño
Bilbao, 8 de julio de 1955
Señor doctor
Don Carlos Mario Londoño *
Bogotá
Querido doctor:
Está hermosísimo el verano en este norte de España: en el sur (Sevilla, Granada, Málaga, etc.) hay 45 grados y la gente duerme en la calle, mientras que en este norte, Guipúzcoa, Vizcaya, Santander, Asturias y Galicia, todo es tibio, cielo azul, manchas entreveradas de sol dorado en las arboledas, en fin, belleza de angustia… Y mucha gente venida de otras partes, buscando la felicidad, que creen coger ya y se les escapa. Pero lo abismático es Lourdes… Jamás volveré… No quiero contemplar las caras de los niños paralíticos que vuelven de la inmersión y de la oración y de la última esperanza… Dios es el Señor único y la angustia del hombre, criatura alejada de él, es también única. Ante estos dos infinitos, Dios y la angustia humana, todo es falto de gravedad, palabrería huera.
Le remito los últimos discursos de los jefes españoles, pues me parece interesante saber por dónde van y qué esperan.
Ya sé qué amo y qué busco y qué me interesa: la angustia. Buscar la angustia en esa apariencia que llaman alegría, fiesta, viaje, paseo, entretenimiento, amor, trabajo, etc. Si uno lava todo eso y lo deja precipitar en el recipiente, pues sólo hay desesperación por la soledad absoluta en que vivimos. El hombre está realmente solo ante el infinito escondido, y todo lo que hace, piensa e imagina es para huir de ese tête-à-tête con un creador que no se ve, ni se oye, ni se huele, ni se toca, pero que está ahí y en todas partes y siempre, y siempre problemático.
Recibí una carta acerca del entierro del cadáver de mi madre, en que me dicen que «hubo muchas flores y gente». Ese complejo escondido tras esa frase revela la huida de la angustia, y luego, los ojos de abismo de dolor y de interrogación desilusionada de los niños paralíticos que vuelven arrastrados en sus cochecillos de la inmersión en el agua del milagro… ¿Qué me importa ya nada que no sea el valor ante mi Dios escondido? No me taparé con hoja alguna: ni patriotismo, ni trabajo constante, ni caridad social…, pues he visto que mi vocación es lo otro.
Estoy, pues, muy contento, aquí sentado sobre mi persona, sin atender a vagos deseos de soñadas felicidades ilusorias, listo a recibir lo que sea mío y a sobreponerme a todo. Lo único que tengo ya es deseo de verlo a usted, a doña Anita y los niños, lo mismo que a mis nietos. El resto me es igual: una multitud de gente en la patria angustia. Me parece que en este sentido no es mala la frase de que el hombre no tiene patria, que es un expatriado siempre.
Reciba el grande sentimiento de íntima amistad que me une a usted, amistad por encima de todo lo pasajero.
Fuente:
Archivo Corporación Otraparte. Ver el artículo «Fernando González» por Carlos Mario Londoño Mejía.
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* Carlos Mario Londoño Mejía (1918-1991), abogado, especializado en el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) de Barcelona, fue banquero, líder del cooperativismo, representante a la Cámara y Embajador en Portugal. Wikipedia recoge este perfil de su personalidad: «Socialista en lo económico, progresista en lo social, independiente en lo político, aperturista en lo humano, artista en lo cultural, renovador en lo espiritual y ante todo un cooperativista y solidario institucional».