Arengas Políticas
Fernando González
1945
Crónica a manera de prólogo
La década de 1935 a 1945 es una etapa vital, casi febril, en la vida y en la obra de Fernando González: ejerce la abogacía para sobrevivir, edita cinco libros (Cartas a Estanislao, Los negroides, Santander, El maestro de escuela, Estatuto de Valorización). Hace la segunda edición de Mi Simón Bolívar, se mete en política y lanza listas propias para elecciones, publica 17 números de su revista Antioquia. Funda —con Pedro Nel Gómez y Rubén Uribe Arcila— a LAIN (La Izquierda Nacional) y después… hastiado y decepcionado de ser «hombre público» escribe «Cómo volverse millonario en Colombia» (un tremendo texto inédito que continúa y refrenda la atmósfera de El maestro de escuela) y se encierra luego a un largo silencio en su finquita de Envigado.
Ese periodo es uno de los menos atendidos y estudiados en el itinerario vital e intelectual del llamado Brujo de Otraparte, donde la militancia política o, como él lo llamaba, ser «hombre público» (equivalente exacto de «mujer pública») fue predominante. Digo predominante porque la referencia política es una constante en su obra. Pero en esta etapa su (siempre) apasionado interés por la vida pública y política fue álgido y se manifestó bajo dos formas: el género panfletario (crónicas y artículos de desabrochada sinceridad y virulencia) en su revista Antioquia, y su formulación original —y casi utópica— propuesta de una ideología para Colombia. Esta última contenida en tres textos claves: las «Nociones de izquierdismo» (1937), la segunda parte del Estatuto de Valorización (1942) y sus «Arengas políticas» (1945).
Dos de dichos textos («Nociones de izquierdismo» y «Arengas políticas») se convirtieron en la plataforma ideológica de LAIN —La Izquierda Nacional—, un fugaz pero intenso movimiento que se configuró como partido político de alternativa y el cual aglutinó al curubito de los artistas e intelectuales de la región.
En 1937, de abril a junio, Fernando publicó en El Diario Nacional de Bogotá veintidós artículos bajo el nombre de «Nociones de izquierdismo».
Tales textos puede afirmarse que fueron el origen de LAIN: una notable serie de artistas, escritores e intelectuales antioqueños —la mayoría de filiación liberal y algunos de tendencia izquierdista— comenzó a agruparse al lado de Fernando por afinidad o coincidencia con su pensamiento e inconformismo.
El periodista y político Froilán Mazo, quien fuera el secretario general de LAIN, cuenta quién y cómo se creó el grupo:
Tres hombres importantes de Antioquia, pertenecientes al Partido Liberal, fundaron un movimiento con el nombre de LAIN, sigla que traduce La Izquierda Nacional. Estos fueron los doctores Rubén Uribe Arcila, médico con clientela, el escritor y filósofo Fernando González y el pintor de fama continental Pedro Nel Gómez, tres quijotes que deseaban romper moldes arcaicos en que se hallaba encasillado el Partido Liberal (1).
Un listado incompletísimo, elaborado a partir de la amnésica memoria de algún vivisobrante, incluyó a Pepe Mexía, José Posada Echeverri, Pedro Nel Gómez, Carlos Obregón, Fernando González, Ricardo Piedrahíta, Froilán Montoya, Carlos Pérez Escobar, Carlos Ayora Moreno, Ángel María Carrascal, Diego Luis Córdoba, Jesús Ramírez Córdoba, Hemel Ramírez y Rubén Uribe Arcila (en cuyo consultorio, en la Plazuela Uribe Uribe, funcionaba la «sede» del partido).
Por la lista casi de inmediato se colige que —salvo notorias excepciones— no eran políticos de profesión; se trataba más bien de un grupeto de intelectuales idealistas y descontentos que más por las ideas que por la acción, querían transformar el mundo, su mundo y su país. De allí se entiende —hoy a cincuenta años de perspectiva— por qué el Fernando de las «Arengas» y las «Nociones» se constituyera en el ideólogo del movimiento, un movimiento que no era otra cosa que un puñado de soñadores apoyados en las ideas de un pensador de lo político que propone arquetipos sociales sólo realizables —en Colombia— a nivel individual, particular. (De hecho Fernando González realizó, en la práctica, parte de ese idearium ideal educativo en su discípulo Estanislao Zuleta) (2).
Pero volvamos a crónica. En 1940 LAIN lanza listas propias para Asamblea (Fernando González, principal; Pedro Nel Gómez, suplente) y para el Concejo (Rubén Uribe, principal; Froilán Montoya, suplente). Obtienen un escaño en el Concejo de Medellín. Y varios cargos públicos, entre ellos el de Asesor Legal en la Oficina de Valorización Municipal en el cual nombran a Fernando. Durante febrero y marzo de 1945 publica las veinte «Arengas políticas» en el periódico El Correo de Medellín. Un mes más tarde se retira de Valorización Municipal. Pero ya para esta época LAIN ha comenzado a flaquear. Al surgir Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel Turbay como candidatos del liberalismo, se inician los deslizamientos políticos y LAIN empieza a languidecer y desintegrarse, hasta los sucesos del 9 de abril de 1948, en que desaparece definitivamente al desatarse en Antioquia una persecución contra los intelectuales y militantes izquierdizantes, que generó un éxodo real hacia el asfalto o el exilio.
De toda esa historia sólo queda, pues, este puñado de arengas. Escritas por un filósofo convertido en «hombre público» que con amor apasionado, con pensamiento y poesía y a veces virulento, propone cambios políticos, educativos, sociales, morales, con criterios de rebeldía cívica. Leídas hoy conservan —en grandísima parte— su actualidad, pues la radiografía que hace de su país no sólo es vigente sino que puede parecer pálida ante la realidad que vivimos desde hace varias décadas. Las Arengas, como postura ética, como voz clamante, como ensueño de un país mejor, de poco sirvieron. Por eso, precisamente por eso, es necesario volver a ellas, como una luz que ayude a encaminar en la oscuridad.
Miguel Escobar Calle
Notas:
(1) | Froilán Montoya Mazo: Memorias de un Político. Medellín, 1985. |
(2) | Ver «Semblanza de Estanislao Zuleta» por José Zuleta en: Ensayos Selectos de Estanislao Zuleta. Medellín, Ediciones Autores Antioqueños. 1992. Vol. 76. |
— o o o —
I. ¡A votar!
Cada uno dé lo que tenga a la Patria. Doy un amor y unas imágenes, pues eso es lo mío, y de balde.
Estas elecciones del próximo marzo, para representantes y diputados, son decisivas. Éstas sí sellarán la suerte de Colombia, si un mercado o una patria.
Porque estas elecciones ocurren en el umbral de un mundo nuevo, al pie de la mesa en donde se convendrá el destino de cada tierra y de cada gente. ¡Ay de los anarquizados, pero mil veces ay! ¡Ay de aquellos pueblos ricos por naturaleza y miserables por pereza y vanidad! ¡Ay, ay, ay de los incapaces!
Porque el espíritu que informe la representación venidera informará también la gestión del próximo Presidente de Colombia El candidato liberal a la Presidencia nace de la representación liberal, y cada uno da lo que tiene.
Muera y requemuera, pues, el que se atreve a insinuar su descarada pequeña persona, su joroba de ambiciones, sus garras apañadoras. Nada, ahora nada, ni jota de «luisismos», «arredondismos», «notabilismos», «lazarismos», «lainismos» ni «comunismos». ¡Viva el Partido Liberal, organizador de una patria en donde sea bueno estar vivo! ¡Qué bueno es estar vivo, respirar y trabajar! ¡Qué bueno es tocar y oler en una Patria!
Hemos conversado en el Directorio Liberal de Antioquia con cien, con mil, con muchos más ciudadanos, obreros, comerciantes, ricos y pobres, y todos están angustiados y piden a gritos que los liberten, que liberten la patria de los mayorales, de todo el que diga amenazante que tiene electores para sí, de todo el que alegue «haber hecho colocar empleados y preparado maquinarias electorales». ¡Qué triste es el hombre ahíto, apañador, tragón, barrigón, ladrón!
Los candidatos tienen que ser liberales, honrados y capaces, y su conjunto formará un cuerpo que informe en espíritu: Patria grande.
Gabriel Turbay, el hombre disciplinado, la visión neta, la voluntad firme, en dos palabras dio el programa: Renovar el Partido Liberal para resolver difíciles situaciones. El Partido Liberal es instrumento para hacer Patria buena.
Febrero 1° de 1945
Fernando González
— o o o —
II. Mayorales
Cuando no hay amor a una patria que llevamos dentro, como la mujer que gesta ama al hijo, los partidos políticos son predios de mayorales.
No hay duda de que el mayoral político, el don Pedrito o el don Juan, así como también el centurión, esos simpáticos, ladinos y parleros, también abrazadores, son muy útiles para las faenas electorales.
Pero en política (que es la faena de gestar una patria en donde sea bueno estar vivo), lo primero es el gran amor, que también se llama mística. Lo segundo es candidato o candidatos representativos de esa mística. Lo tercero son los técnicos que elaboran la cosa grande (Patria real), y también entran en la gesta los mayorales, los decuriones y los peones.
Política es la dirección de las fuerzas que gestan, que van gestando una patria en donde sea bueno estar vivo.
Partido político es agrupación organizada al servicio de la gestación de la patria.
En las democracias, los partidos políticos que están en el poder tienden a disgregarse y a morir a causa del usufructo del presupuesto: van apareciendo ensoberbecidos los mayorales y cada uno se queda con un pedazo del usufructo. Todo nace, crece, usufructúa y muere.
Durante este proceso biológico, las dificultades, las situaciones críticas renuevan la energía del partido político en el poder; le rejuvenecen.
El liberalismo es joven. Esta gran crisis de la guerra mundial, estas terribles dificultades que llegaron ya, nacionales e internacionales, económicas y morales, lo han fortalecido y revive en él la imagen del hombre duro, controlado, sobrio, incandescente y frío: Rafael Uribe Uribe.
¿Quién nos disputa la gloria de hacer una Gran Colombia, reina de los océanos, tierra de refugio para espíritus libres y para grandes perseguidos, rica en cosas de pensar, comer, oler, tocar y gustar, sin odios, sin pasiones negativas, tierra de amor y creación? Desgraciadamente nadie nos disputa el poder. El Partido Conservador, de varoniles campañas en otro tiempo, se ha convertido en maledicencia parlanchina. Nada afirma. Está esperanzado en los caminos de la patria, odiando, gritando noes, verdoso de envidia como sapo de tinajero.
¡Pobres juventudes conservadoras, envenenándose con el odio!
Femando González
— o o o —
III. Juventud
Colombia, esta esmeralda del mundo, está ocupada por una juventud llorona y por otra juventud contratista.
Juventud es la propiedad de acomodarse a situaciones nuevas, modificando en parte y adaptándose en parte al ambiente imprevisto.
Juventud es el poder cicatricial. Es también donante. Obra, se da íntegra, sin importarle el fracaso, sin importarle la brega, las dificultades del camino, la paga ni la gratitud.
En la acción social procede enamorada, así:
«Colombia será patria buena, tierra cultivada, niños sanos, jóvenes de ancha presencia y de nalgas enjutas, hombres capitanes y ancianos sentados a la sombra, aconsejando». Ayuda luego a quien se presente como abanderado de tal obra. Y a los que gritan desde las zanjas y desde detrás de los vallados que ese abanderado es un salteador, le contesta: «Allá él, si no cumpliere: vendrá otro. Sólo el amor construye. La sospecha y la maledicencia son inhibitorias. Yo estoy enamorada».
No hay casi juventud en Colombia. La mitad de esa juventud en años se volvió maldiciente, suspicaz y llorona. Circunstancias desgraciadas convirtieron a la juventud conservadora en sapo verdoso de tinajero, patiabierto en los caminos de la patria buena, escupiendo a todo el que pasa. Leed su prensa y veréis lo triste que es una juventud llorona de sacristanes. Para ella, todo es malo: todo es robo: todo se acabó, y grita y amenaza y admira la violencia… soñada. Si fuera juventud, actuaría, vencería: no diría que había obstáculos, sino que quitaría los obstáculos. ¡Juventud linda, tan linda, tan llorona, carilarga y patiabierta en los caminos del futuro!
Por el otro lado, la otra mitad de los jóvenes en años tiene «fichos electorales», sigue a don Pedrito o a don Juancito: tiene «grupos», contratas, corrientes, predios, influencias. Viejita borracha, astuta y un adjetivo que no se puede decir, porque aquí tienen el pudor en las orejas.
Es tan vistoso como el sol que el deber de todo el que piense y tenga conciencia responsable, tanto entre liberales como entre conservadores, es reaccionar ya, en este momento, pues el género humano no permitirá que esta tierra, reina del Mar de las Antillas, princesa de océanos, esmeralda del mundo, esté ocupada por una llorona y una contratista.
Fernando González
— o o o —
IV. Concordia Nacional
Odium nunquam potest esse bonum.
Spinoza. De Servitude Humana. Proposición XLV.
Nunca puede ser bueno el odio. Porque procede de sentimiento de tristeza; incita a destruir lo que imaginamos causa de nuestra impotencia.
Y el odio nos empequeñece más; y este aumento del abismo acrecienta el odio, y así, hasta que se llega al infierno, «lugar en donde no se ama».
Por eso dijimos que nuestra juventud colombiana cae verticalmente al abismo.
¡Pobre juventud, alimentada diariamente con emociones de envidia, irrisión, desprecio, ira, vindicta y demás familiares de la impotencia del ánimo!
Hace quince años que la mitad de la juventud colombiana está espernancada en los caminos patrios, escupiendo a todo el que diga que se puede hacer algo por Colombia.
Viene Turbay, y dice en las plazas a la gente angustiada que hay que afirmar, estudiar las dificultades: que los organismos políticos deben definirse y proponer sus creaciones, con amor a Colombia, y luchar franca y varonilmente, y lo escupen desde los caminos. Le piden que diga: «No. Esto no tiene remedio. Todos son ladrones. Todo se acabó. Matemos y suicidémonos».
Aquí, en Colombia, no gustan del hombre sino en cuanto destruye. ¡Pobre juventud, lectora de esta prensa amarilla, llorona, contratada para llevar el cadáver de Colombia! ¡Juventud sacristana, ojiescaldada, mostradora de cosas feas!
Sí, jóvenes sacristanes: es verdad que la otra mitad de la juventud está ahíta de contratas, viejecita arrugada: es verdad que hubo y hay negocios en que engordan animales. Pero el ochenta por ciento de todo este mal es vuestro. ¡Oh Partido Conservador! Porque estáis malsintiendo y malpensando y malnaciendo imágenes inmundas desde hace quince años. ¿No veis que la mitad de los animales engordados en tales negocios y contratas son conservadores? El odio, el robo y toda injusticia no tienen partido político: son cánceres que se están comiendo a Colombia.
Fernando González
— o o o —
V. El pueblo
La reacción es posible cuando el pueblo es bueno y, a pesar de haber sido engañado, conserva la fe.
Hablamos ya de los rabadanes políticos. También acerca del amor, única fuente de las cosas buenas: los niños, las patrias, la próxima gran patria humana, en fin, todo lo que nace.
Dijimos acerca del odio y de ese animal patiabierto que no deja amar, porque está escupiendo: la prensa amarilla conservadora.
También maldijimos a la juventud del presupuesto, viejecita arrugada, contratista. (¡Qué palabra fea: contratista! Contratista y sacristán son los mojones del ideal político de nuestra juventud).
Pero no todo es aguardientes. El pueblo es bueno e inocente. Es el bachiller de esta cosa que blasfemamos al darle los nombres de escuela y universidad; es el mayoral político, que ahora tiene el monopolio de los caminos: es el traficante apoplético, que tiene el monopolio de las tablas sucias por donde ahora se pasan los ríos (el pueblo bueno paga por traer la comida a los mayorales), y son los muchachos boquisucios que sueñan con violencias, pero que simulan democracia, para que les vendan papel para su prensa amarilla: vendieron el alma por papel periódico… ¡Ellos son! No pueden ser candidatos.
El pueblo de los dos partidos políticos es bueno. Ningún pueblo mejor que el colombiano; vive esperando; sus virtudes son la fe y la esperanza: ama a cualquiera que se diga portador de algo bueno, y, engañado siete veces siete, sigue amando y esperando.
Por eso, en nombre de Dios, no le deis ahora, para este marzo crítico, listas de candidatos traficantes en odio, en juventud (ya se han quemado veinte juventudes), en escuelas (hay mil maestros peones electorales), en llantas, en comida, en caminos, en pavimentaciones y en indulgencias.
¡Clase directiva (?) indigna de este pueblo sufrido!
¡Y aún hay jóvenes! Hay muchos, luces y energías que han sido puestas debajo del celemín.
Tenemos dos instituciones sentimentales, pero al fin dos instrumentos, liberalismo y conservatismo, para trabajar por la patria. ¡A trabajar! ¡A votar por hombres! Exigimos apenas que sean varones y honrados. Nada más. No nacimos para pararnos en el camino a criticar.
Fernando González
— o o o —
VI. El triunfo
Sólo el que se sacrifica renace.
¡Eso es! Rechazamos el «éxito». Este pueblo antioqueño a quien servimos de bocina no busca candidaturas. Pretende que el ambiente político se eleve siquiera una cuarta. Quiere, pues, el triunfo.
Cuando algo tiene éxito, no vale un comino. Expliquémonos de una vez por todas: deseamos dar a luz. ¿Qué? Una patria buena. Sabemos que vivir, en el sentido humano, es ir dando a luz continuamente, y que así morir es triunfar, convertirse en patria.
¿Qué «éxito» tuvo Jesucristo? ¿Lo nombraron diputado? ¿Vivió para ser diputado? ¿Y qué triunfo? Una resurrección. Una cruz y mil escupas fueron su «éxito», y una resurrección fue su triunfo.
¿Y Bolívar, qué «éxito»? Las babas de las Américas. Pero quedó sembrado en este continente triangular, y ya amaga y esto será un paraíso.
¿Y Rafael Uribe Uribe? Hachazos en la cabeza hermosa, pero hace veinticinco años que el Partido Liberal vive, consume la sustancia que legó. Su vida y sus bregas son las que ganan las elecciones hoy, y nada más.
¿El «éxito» de estas arengas? Tenemos el convencimiento de que no vale nada, si les gustan a los que están contentos, a los calumniadores y a los contratistas. Lo mejor es que se irriten, que las arrojen, indignados, protestando, pero que luego vayan a las casas, intranquilos, que se acuesten: que no puedan dormir como antes y que les parezca raro que se asome una estrella por la ventana: que se levanten a cerrarla y digan a la cónyuge que se trata de indigestión, que no se debe comer frisoles por la noche. Los frisoles son la curul arrebatada, el monopolio de los caminos, la calumnia, el cadáver que llevan a enterrar, lloronas de sacristía, las babas de las Américas.
¿O nacería el pueblo colombiano para estarse cinco años, mientras el resto del género humano está en gestas heroicas, revuelto en huracán épico, diciendo y llorando simuladamente acerca de robitos que no se sabe si sucedieron, y de crímenes que no se sabe si ocurrieron? ¿Para discutir cosas soñadas, para adular al pueblo mísero?
Lo único creador es el trabajo. Pensar, decidir y ejecutar.
Fernando González
— o o o —
VII. Hay que ganar las elecciones
Hoy se trata de una carta angustiada. Allí aparecen los motivos míos para querer ganar las elecciones. Si no las ganamos, moriremos entre esta paja, entre estas pasiones ruines de la oposición, cuyo único programa es la venganza por haber perdido el gobierno hace quince años.
Medellín, febrero 8 de 1945.
Señor don Alvaro Pineda de Castro
Presente.
Creo que esto es evidente: que no conocemos el país, que sus habitantes son nerviosos, imaginadores (no imaginación creadora), muy habladores, fregones, como llenos de tics histéricos.
Necesitamos, pues, preparar una juventud en el frío de la inteligencia y el trabajo metódico.
«Ni reír, ni llorar, sino entender». Spinoza.
Usted es frío, con ese frío incandescente de los que saben. Usted anda en la investigación del costo de la vida diaria del trabajador de Medellín y del área del Ferrocarril de Antioquia.
Ese trabajo es una universidad, pues hay que oír, ver, tocar, preguntar, anotar y meditar con un fin útil en mientes.
Si yo fuera maestro, así es como educaría, a saber: que sembraran, por ejemplo, un grano de maíz, y que siguieran la evolución del fenómeno, y que llevaran anotaciones minuciosas, observaciones, etc., hasta que la planta muriera.
No saldrían, así, de mi escuela, «escritores colombianos», «políticos colombianos», etc., pero sí hombres dignos de fe, esperanza y caridad.
Somos hoy un pueblo de paja seca, que se incendia con una cartica irresponsable de un hombre «dado de baja» en la Policía: la leen en el Senado (¡qué senadores!), y con ella quieren ganar las elecciones los hombres ajustados con babas, alias conservadores de hoy.
Su admirador y amigo,
Fernando González
— o o o —
VIII. Todo depende del ánimo
No se desalienten, hijos míos, que todo depende del ánimo. Los antioqueños no somos langarutos. Por consiguiente, ganaremos estas elecciones, o las otras, o las que haya cuando estemos muertos, porque la energía mayor está en un muerto sembrado. Bien sembrados están nuestros padres, los arrieros que fueron a Manizales (¡tan bella y pretensiosa!), a Sevilla, a Pasto y… ¿llegaremos al Perú? ¡Cómo no, hijos míos, con esta gana de fincas que hace en Medellín!
Lo que está pasando es que somos muy jóvenes y pobres involuntarios. Un pueblo pobre, joven y ganoso, por ley biológica, no tiene conciencia sino de fincas, minas, predios y negocios (¡qué negocio tan lindo es vender faja para una avenida!). No tiene conciencia política un pueblo joven y errado.
Esta conciencia irá apareciendo en ustedes, hijos míos, a medida que se enriquezcan. No ven que don Pedrito iba diariamente a casa de la Virgen del Carmen, a rezarle, y a la larga, se quedó con el Convento de la Virgen, para Coltejer, ¿la tela que se para sola? Ustedes no tienen conciencia, hijos míos.
Por consiguiente estas elecciones de marzo las van a ganar el padrecito Builes, don Rafaelito y Luis Carlos. Ellos se van a quedar con las mesas y nosotros nos vamos a quedar con la gana.
La política en Antioquia es todavía negocito en manos de rabadanes, y la manejan como a los montes y a la pesca: tumbando el monte, y vendiendo leña, y con tacos de dinamita.
Y no saben ustedes, hijos míos, lo que tienen entre manos: nada menos que el poder. El poder de trazar tres rayas y hacer una gran patria en esta cabezota bellísima del continente triangular.
Denme la lucecita (inteligencia), y Antioquia, el gran pueblo ciego, hace una patria. Pero ustedes todavía son muy brutos.
Hagan un esfuerzo: restréguense los ojos, olviden aquí el negocio y ganarán las elecciones, y ahí mismo quedan muertos Alfonso y Laureano. Todos ustedes, hoy, son hijos de dañado ayuntamiento, son López Gómez, Builes Mesa.
Ayer asistí a la brega divina, la de un negroide, jefe de grupo, que bregaba por ver: se restregaba los ojos con las manos empuñadas, la frentecita tableada se retorcía; alzaba los ojos implorantes. ¡Qué bellos los esfuerzos y convulsiones del homínido cuando se para en dos patas (pies ya) y levanta las otras dos patas (manos ya)!
¡Ustedes son muy brutos todavía, hijos míos!
Fernando González
— o o o —
IX. Pesimismo
«Telégrafos nacionales. —Concordia, 8 de septiembre de 1945. —Fernando González. —Envigado. —Políticos tragones, comerciantes ladrones, juventud viciosa, maestros neuróticos, electores lombricientos, agricultura miserable, jornales de cinco a seis a sesenta. Revitalización ¿cómo, por dónde, con qué? Antonio Herrera».
Mientras nuestro pueblo sea el mejor, el más inteligente, ambicioso, trabajador y benévolo de las Américas, nada se ha perdido, Antonio Herrera, porque sus pseudo directores sean lo que usted dice y lo que yo digo: unos langarutos.
¿Por qué tiene el comando político tal gente? Porque nuestro pueblo apenas hace ciento catorce años que fue sacado de la nada por Simón Bolívar; nuestro pueblo, mejor que todos, no puede aún tener conciencia de su soberanía política. Su fe es una gran virtud, pero todavía es muy ciega y lo engañan.
Estos pueblos niños y negroides de las Américas latinas están en el período del rabadán, pues la evolución del espíritu se inicia en la astucia.
Trabajemos con amor, sabiendo que la obra es larga, con días amargos, y que es necesario aguantar las babas de las Américas, para que esto llegue a ser, poco a poco, lo que soñaron los libertadores.
Todos somos llamados a la obra: el deber de cada uno es el trabajo en que está; vivir cada instante y ejecutar cada movimiento con la conciencia de que ese instante es tan valioso como la eternidad, y ese movimiento igual a la creación del mundo. Desde arriba, tanto vale romper la tierra con el azadón como ejercer presidencias o cantar tedeumes.
Es la vanidad, la ignorancia, la que desprecia los trabajos y cree en los honores. El único honor es colaborar en la obra del aparecimiento de la realidad. Desde este punto de vista, podemos afirmar que estamos creando a Dios. Somos sus hijos, pero aquí en la tierra somos sus padres. Por eso Él se llamó a sí mismo «El Hijo del Hombre».
Ahora, nuestro deber es bregar porque las listas de candidatos sean lo mejor posible, y luego ganar las elecciones de este marzo. En el umbral de un mundo nuevo, tales elecciones son trascendentales. En estos años venideros es preciso que la nación esté unida apoyando y estimulando a los gobernantes. El Partido Conservador, desgraciadamente, por circunstancias pequeñas pero de resultados malignos (el odio de los hombres), durante estos quince años últimos se ha dedicado a destruir, a crítica inspirada en despecho; hoy está poseído por espíritu de violencia impotente, impotencia que multiplica el odio, y de éste y de sueños vagos se nutre su juventud.
a) — Vender aguardiente de caña y cobrar impuesto al consumo del tabaco.
b) — Guardar el orden, es decir, llevar a la cárcel a los que se emborrachan y se ponen necios, y castigar a los que matan o hieren durante las borracheras.
c) — Cobrar impuesto de aduana por instrumentos de trabajo, por automóviles, neveras, radios y comida.
d) — Cobrar poca aduana por la introducción de algodón y muchísima por las telas, para que los tejedores ganen mucho.
e) — Designar a todos los que pertenecen al «grupo» que ganó el presupuesto, es decir, que ganó las elecciones, para que recauden esos impuestos y manejen esos monopolios, y con eso se «paguen» los sueldos o asignaciones.
f) — Crear «escuelas», es decir, puestos en donde ganen sueldos los electores.
g) — Guardar una partida para que los senadores se la den a las aldeas en donde son «jefes naturales» o «uterinos», como dice el doctor Aquileo Calle.
También, desde hace unos quince años, pusieron unos bancos dizque de crédito territorial, industrial, etc., pero su verdadero fin es la burocracia, como veremos luego.
El asunto de las escuelas, por ejemplo, es digno de observación: nunca ha dirigido esto un pedagogo, un maestro, un sabio; siempre ha estado allí un electorero, generalmente un médico.
Estos son, pues, unos pueblos que están aún en la conciencia individual, de consumidor.
No hay exageración alguna. Lo que sucede es que del hedor dentro del que uno vive no se percata.
No hemos negado que por aquí se hable (palabras) de «acciones sociales», estímulos a la economía, etc. Pero vamos a probar con ejemplos que todo lo expuesto es la verdad, que vivimos en un estado sub-humano.
¿Qué agricultura hay luego de veinte años de bancos agrícolas? Colombia tenía alguna agricultura familiar, ganadería y avicultura familiares; ya no tiene campesinos propietarios, ni sementeras, y padece hambre.
¿Y cómo fue eso? Que los tales bancos son burocracia, a saber: un abogado (que es senador y «estadista») le cobra al campesino cincuenta pesos por estudiarle los títulos; y ningún otro puede estudiar la titulación; le dieron el monopolio de ese estudio; y, como es del «grupo» del notario, le exige al campesino copia de todas las escrituras viejas en «papel sellado y autenticadas». Hay también dos peritos o perritos oficiales, pertenecientes al «grupo», que cobran y comen muy bien. Hay el Registrador de Instrumentos Públicos, que cobra muchos pesos. En nuestro pueblo natal, cuyos campos alimentaron a todas las mulas con que se colonizó el departamento de Caldas, las fincas fueron hipotecadas al Banco Agrícola. Se arruinó así esa nobleza campesina, y hoy aquella tierra bendita de Envigado y Sabaneta está ocupada por casas de campo de abogados de bancos, notarios, gerentes, cortadores de cupones, y el 85% de la población (obrera tejedora hoy), es una ruina, a causa de enfermedades venéreas, desnutrición y alcoholismo.
¿El óleo de piedra? Uno del «grupo» solicita una concesión petrolífera, treinta, cincuenta mil hectáreas, y… la vende a compañía extranjera. Ni una gota de petróleo tiene el colombiano. Hay diez (los hemos contado) que tienen el monopolio de concesiones para vender a extranjeros.
¿El oro? Me han dicho que el 70% es de extranjeros.
¿El hierro? No sabemos si hay… Nuestro ingeniero está pavimentando avenidas, por contrata…
Durante estos cinco años de guerra mundial hubo aquí mucho dinero, porque poco se podía importar. Pues bien: de esa abundancia de capital nada aprovechó la agricultura; aprovechó la especulación en acciones de fábricas de telas, cervezas y tabacos, y, algo horrible, la especulación, estimulada por el Gobierno, de la tierra urbana en cuatro ciudades: Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali. Nos dedicamos a «embellecer» cuatro ciudades, a tumbar las habitaciones de un país desalojado y a bregar por hacer «avenidas». Esto es obra de vanidad, cuando el pueblo muere de hambre. Sin comer, y eructamos pavo. Lo peor es que en realidad no se ha tratado de tal embellecimiento de ciudades, sino de especulación: la clase rica ha incitado eso, para valorizar solares.
Se está cometiendo el absurdo más doloroso e injusto. De los diez millones de colombianos, nueve millones mueren de miseria, y el otro millón es funcionario o dueño de lotes en avenidas, y «accionista».
¿Y las leyes sociales, las cesantías, seguros, etc.? Con las cesantías se queda el abogado, que es senador… Cuando un policía gana setenta pesos al mes, nadie quiere ser peón agrícola.
Por consiguiente, antioqueños, ganemos las elecciones y «montemos» una escuelita en donde se agrande la conciencia.
Fernando González
— o o o —
X. Sólo el amor es cuna
¡Me parece verla! De noche, y sobre todo en los amaneceres, me parece que la toco, a la gran patria colombiana, Amazonas al sur, Mar de las Antillas al norte, y los dos océanos a oriente y occidente.
Pero todo nace en el amor, y esta gente está llena de lombrices, de odios y de… «universidades». No tiene ni una escuelita.
Hay un gran pueblo en las Américas: el antioqueño. ¡Qué cuentos de petróleos, de oros y otras minas! La gran mina es el antioqueño… Ninguno tiene esa gana, ese derramarse, ese ímpetu. Pero está lleno de lombrices y éstas crean el odio. ¿El odio a quién o a qué? A lo primero que se encuentra, es decir, al vecino. ¿No ven cómo insultan, enredan y escriben los insultos y los enredos, y con eso nutren a la juventud? Por eso, la administración pública se reduce a dos bandos reunidos en que el uno brega porque el otro se equivoque, para insultarlo. ¡Qué bello, hijos míos, qué bello espectáculo le estamos dando al mundo! Ya no colonizamos, ya no invadimos y engendramos con la espada del amor: ahora leemos «los periódicos de Bogotá y de Medellín».
Entre los ascárides, la discordia tuntunienta y estas literaturas de niños enfermos van a acabar con el porvenir, un futuro que ya se tocaba…
Aunque me escupan desde las gateras, seguiré predicando el amor.
Hasta hoy les he hablado, hijitos, en parábolas. Ahora será otra cosa.
El gran arte enseña que para engendrar hay que enamorar. El gran arte es el arte de amar. Educar es amar: política es amor: es el arte de crear una patria, engendrándola en nuestros compatriotas. Y así como el Diablo tienta bajo especie de bien, el maestro tienta bajo la especie de mal.
¿Será el maestro de escuela un liberal o un conservador? Sí y no. Es el que engendra la patria en los hombres que le dan, con los medios que le dan. El maestro recibe en Colombia dos sentimientos vagos, como columnas de humo: liberalismo y conservatismo. ¿Dos programas activos? No. Dos fuentes de emoción nada más.
Así, el maestro de escuela es el político. Los ignorantes creen que se contradice, porque brega con todos los materiales, porque unas veces acaricia y otras empuja.
Al gran maestro Bolívar, todos los partidos lo reclaman como padre, y es verdad. Todo lo que hay en Suramérica vivió en el Libertador. Todo lo vivió, lo padeció, lo parió, lo amamantó, lo acarició y, a veces, lo insultó, desilusionado, no pesimista, sino triste porque sus hijos no eran ya como él.
La escuelita que vamos a fundar apenas ganemos las elecciones de este marzo será amorosa, fina, metódica y astuta (¡qué astutos eran Fabre, Pasteur, Edison y los otros maestros!), y, como el sol, calentará y vivificará a todos, a los sapos escupidores también, y a los mayorales también, pues en estos comienza la astucia de los Newtones, y el sapo soplón es el comienzo del hombre. Todo es amable. «Todo lo que existe es digno de existir, y todo lo que es digno de existir es digno de conocimiento».
Fernando González
— o o o —
XI. ¿Quién ganará las elecciones?
La elefante tarda quince meses
y el hombre se demora más.
¿Quién ganará las elecciones? El que lleve mejor gente, porque un hombre puede valer por miles.
A menos que se trate de apoderarse de la cosa. La cosa es el presupuesto. Si de ello se trata, de repartirlo, las elecciones las ganará el que más gente mate, el que más se emborrache, el más bruto, es decir, el mayoral.
Hay que ser lógicos, hijos míos, así: si la política es para vosotros apoderarse de la cosa, repartir la cosa con los amigos, odiar al que se queda velando, entonces ganará el que dé a los electores aguardiente con pólvora, literatura negroide, incite el fraude y mate gente.
La piedrecita, la verdad de la democracia es ésta: los partidos políticos son medios para engendrar la patria; son obreros solidarios, y al uno le conviene que el otro sea bueno y trabaje bien; el mal del uno es el mal del otro, y el bien y fortaleza del uno… etc.
Se trata, pues, de la noción de colaboración, así: que la guerra no la ganó Aquiles solo, peleando, sino también Odiseo, aconsejando y examinando, y que el muchacho no perdió el curso solamente por bruto, sino porque los compañeros lo molestaban. Te vas a caer, te vas a caer, y se cae uno. Es evidente que Laureano es el papá de López y que, si los conservadores siguen tal como llevan la política, van a engendrar a Echandía o a Lleras Camargo.
Se trata, pues, de una pequeña noción que hace tiempos les nació en la América del Norte, en donde el que pierde abraza al que gana y siente que todos ganaron. Pero aquí ni se han dado cuenta de que el Libertador, en su última proclama, urgió mucho para que nos naciera esta conciencia… Pero es porque si la elefante tarda quince meses, el hombre se demora más.
Hoy, 1945, los rusos a las puertas de Berlín, la conferencia de México reunida con esa delegación colombiana… etc., el parto urge. O nace, o se acaba este sueño de maestros de escuela: Colombia.
Femando González
— o o o —
XII. La escuelita
Ya nos vamos a morir…
vírgenes de realidad.
Todas estas generaciones nos vamos a morir íntegras; no va a quedar nada, sino los pequeños odios de los unos a los otros, pasiones de «diputado». Con ellas van a cargar nuestros hijos. Y, como odiar cansa mucho más que subir la falda de La Frisolera a pie, con lío a cuestas, nuestros hijos van a pensar en las noches de luna llena, sin decirlo, callando, por reverencia filial, que les hicimos un mal al engendrarlos.
Por consiguiente, es necesario que convivamos este concepto de «escuelita». Si esto se logra, habrá comenzado la patria.
Se trata de que somos vanidosos, y la vanidad es vana. Corozo vano. Corozos vanos, son las cabezas de los diputados, y todos somos diputados.
Por ejemplo, si vamos a escribir, nos da vergüenza de documentarnos, rumiar, meditar, medir y resolver algún problema doloroso nuestro, pequeño pero nuestro (¿por qué será que lo nuestro nos parece pequeño siempre?). Y escribimos acerca de Marx, de Kant, de filologías y de la organización de la paz mundial. Si se nos ocurre eso de cultura, a darle nombre pomposo, y el pensum es: sociología, hebreo, griego, facultad de ciencias económicas… Apenas leemos tres cuadernos forasteros de economías, nos da por hablar de cooperativas, cuando ni siquiera cooperamos con la mujer, en el hogar… No está mal que hablemos de cooperativas, pero mucho que comencemos por Cooperativa Municipal de Consumo, gerenciada por un «doctor». ¿En dónde está aquí la vanidad? En que el hilo comienza por el principio, por cooperación de producción: luego, cuando hay qué consumir, nace la otra. Amamos el libro y odiamos la tierra maternal. Nos avergonzamos de nuestro padre arriero y azadonero. El libro santo es el gran enemigo en Suramérica. El libro es santo, cuando es para consultar nuestras dudas, las que nacen de la acción. Pero aquí, el libro es para adornarse.
Confesemos que las Américas Latinas han sido pajosas: luego, hagamos en ellas una realización: «Ni llorar, ni reír, sino entender». (Spinoza).
Fernando González
— o o o —
XIII. El mal
Nos estamos envenenando.
No debemos pensar en el mal, sino en obrar bien. Porque todo pensamiento es una reproducción en uno mismo (vivencia) de serie de imágenes. Por lo tanto, nos destruimos, al imaginar el mal.
Pensar y ejecutar el bien es imaginar seres y actos positivos y darles forma: nos reconstruimos; participamos de ellos.
De aquello en que pensamos, participamos.
En Colombia, desde 1930, nos estamos envenenando; hace quince años que la principal actividad colombiana es escribir, perorar, conversar y pensar si hubo o no robos, fraudes, asesinatos, oligarquías y todos los espantajos de que trata el Código Penal.
Basta haber oído las radioemisoras de asambleas y congresos; haber leído la prensa colombiana, y haber entrado a cafés y escuchado las conversaciones familiares, para poder afirmar que Colombia está envenenada.
Este rumiar el mal es gravísimo, pero es lo más cuando va unido a la impotencia. Para un clínico, este amenazar, este soñar con violencias, con «actitudes verticales», con falangismos, estos aspavientos de bujarrones, sin que nada suceda, son síntomas de que el tuétano de la vida está afectado ya y que no hay reacción.
Porque la reacción es la salud, es el acto propio de ella. La palabrería no es reacción, o es despilfarro inútil de la energía. Por eso, los tiranos inteligentes cuidan mucho de la libertad de hablar y de escribir. Perro que ladra no muerde.
Para los males que hemos padecido hay un remedio: que las listas de candidatos al Congreso y las asambleas sean de hombres honrados, que sepan algo útil para la sociedad y que constituyan conjuntos organizados para obra patriótica. Luego vendrá la «escuela» que nos habrá de curar de la palabra inconsciente, enseñando que la palabra es para expresar el pensamiento; que el pensamiento es creación interior, dinámica, que tiende a realizarse: que mejor es oír que hablar y que el mayor bien está en realizar. Hecho esto, desaparecerán de Colombia estos seres tan raros: sacristanes roncos, que tienen a este país hecho una algarabía de mujeres en dificultades.
¡A votar, hijitos! ¡Que Rafael Uribe Uribe, sobrio, duro, pensador y ejecutor, nos dará el triunfo!
Fernando González
— o o o —
XIV. Conocer
Esto, Excelencia, no es un bolsín.
El hombre es del tamaño de su amor. «Donde está tu tesoro… etc.». Pero, entonces, me preguntarán ¿cómo puede el hombre ascender (aumentar en realidad)? Si el hombre es del tamaño de su tesoro, y si ama tal tesoro, ahí se quedará varado hasta la muerte…
No. Este animal es muy complicado y posee un dispositivo que le permite irse universalizando, haciendo suyo el universo.
Su actividad de universalización del yo es así: padecer, conocer, amar y realizar. ¿Realizar a quién? A Dios. Por eso, Éste se llamó a sí mismo El Hijo del Hombre.
Las asociaciones humanas son para realizar lo que han llegado a conocer, lo que van conociendo.
¿Y cómo se conoce? Padeciendo y reaccionando. En ese ciclo está el proceso que se llama adquirir conciencia de algo.
¿Qué conocen los pueblos negroides de las Américas Latinas? ¿Cuál es su tesoro hoy? ¿En qué está su amor? ¿Cuál es su Dios?
Tienen latente aún la conciencia social; es apenas conciencia orgánica; no son todavía sociedades; son grupos, agrupaciones. Sus hombres representativos son mayorales; sus políticas son de grupos.
El tesoro de los suramericanos es la comida, la hembra, los aguardientes y cierta vida social vanidosa, imitada. Reunir dinero, para consumir de esas cosas, es el fin de la actividad de los pueblos negroides. Su dios es personaje dispensador de ganancias. No piensan hasta los nietos: no siembran árbol que tarde en crecer; nunca proyectan para futuro lejano. Sus gobernantes todo lo ejecutan para ellos y para sus amigos. Son pueblos consumidores. Pescan con dinamita, en todos los sentidos, y ensucian el agua que bebieron. Que no son homínidos y que tienen latente la conciencia humana, se conoce por ciertas manifestaciones religiosas, precisamente las de la tristeza, nunca las del amor, que son las superiores. Por eso, los jesuitas le cargan aquí la mano a los sermones de la muerte, de la mano negra y del infierno.
Son pueblos tristes; por eso usan diariamente el alcohol, para olvidar; con ello remplazan la alegría y olvidan… ¿Olvidan qué? Se olvidan de sí mismos. Las únicas rentas de los departamentos colombianos son el monopolio del aguardiente y el impuesto al consumo del tabaco.
¿Qué actividad tiene en los pueblos negroides eso que llaman Estado?
Fernando González
— o o o —
XV. El canto del Maestro
Colombia será escuela de trabajo. Me daré todo a Ti, en ellos, Los viejos serán niños porque Te verán; Qué bellos los viejos, sentados Qué bellos mis viejos Yo no sé nada, pero Tú, Señor, Bendice, pues, este viejo tronco Acéptala, pues, la escuelita, ¡Señor! Yo me doy a Ti en ellos, Fernando González |
— o o o —
XVI. La oposición
«Yo soy el camino».
¿Dónde está la oposición? En tu conciencia. La oposición no está fuera. Es esta gana que tenemos de «montar una escuelita».
Ustedes, hijos, son la oposición. Porque tenemos un dios (la escuelita de trabajo y el «amar al hombre»), por quien hacemos todos los sacrificios y nos da la energía para todos los heroísmos. Así, somos capaces de abrazar a los homínidos, futuros hombres.
Estos muchachos conservadores no pueden ser la oposición, sino el revés de la medalla, la misma vieja vista por detrás. Y ni siquiera bregándoles amorosamente se componen. Parecen mujeres en dificultades. ¿Por qué tan pequeños en todo? No dejan tranquila a la religión: sapotean los cálices, ensucian el vino, esconden la matraca y dañan los coros, porque tienen dos voces, la una ronca y la otra muy fastidiosa. Y, lo peor, que como todo el que es «dañado», aman a los hombres violentos. Por eso es por lo que son falangistas, y nacistas y otros ajuntamientos.
¿Por qué esas voces de lloronas, llorines, en casa de Jesucristo y en casa de Bolívar?
Se les nombra interventores, para que no permitan malos negocios y para que haya concordia y buen gobierno, y ¿saben ustedes lo que hacen? Pues estimulan los malos negocios, bregan porque se hagan malísimos negocios, para poder ir a alborotar en su prensa amarilla y bujarrona; luego pasan el día y la noche molestando, buscando a ver si falta una coma en un contrato, para no dejar que le paguen a alguno que aborrecen, y se están escondidos detrás de las columnas de «los palacios», atisbando a ver si los liberales llegan tarde, para vetar el pago de la «nómina».
«Haz Godo», «verticalidad programática», «muchachada en ritmo de conquista del poder», todo esto es bazofia de tripones.
La cosa dura es la realidad. Cuando uno se mete en la realidad y va amasando su obra con su dolor, entonces es un hombre.
Hay que ganar estas elecciones, hijitos. Nosotros. Rafael Uribe Uribe y nosotros, ganaremos las elecciones. Esto no es un bolsín, Excelencia, ni tampoco es la casa de Toñita…
¡Ay de las mujeres y de los hombres que trabajan, si estos escandalosos ganaren las elecciones!
Oigan ustedes, los delegados a la Convención Liberal: se trata de algo muy serio, la Patria, y no de vender el voto a mayorales. Se trata de saber si esto es verdad o es una tahona de barrigones. Si la lista es de tahúres, el liberalismo tendrá que salir a los campos en donde se abona con sangre, porque «la sangre es espíritu». ¡Esto no será ni tahona ni casa de Toñita!
Fernando González
— o o o —
XVII. Antioquia
¡No se rebulla tanto, Excelencia!
Para poder convertir la patria colombiana en bolsín, sólo hay un modo: crear y mantener la discordia en el pueblo antioqueño.
De ahí los insultos, enredos y demás pequeñeces que pueblan hoy, radiodifundidos, impresos y conversados estos caseríos, campos y caminos en donde están sembrados nuestros padres. ¿En qué metro cuadrado de esta tierra bendita no trabajó nuestro padre, el hachero, el que llenó el ámbito arrugado con la música escondida entre el monte, y antioqueñizó con la espada del amor el espacio vital señalado por Bolívar?
Estas Américas negroides serán antioqueñas o un mero sueño del Libertador. Esto es verdad, como dos y dos son cuatro.
Por eso, para convertir a Colombia en bolsín, soltar la discordia en Antioquia.
Por eso, desde Bogotá, nos pusieron a conversar y a envenenarnos con lopismos y laureanismos, como si fuéramos mujeres en busca de hombre que «nos castigue», como dicen en Venezuela. Nos dieron los lanudos como fin de nuestras vidas el disputar si se robaron una plata y si mataron a un negro.
Somos pueblo escogido, engendrador, pueblo padre, y tenemos mucho qué hacer para sentamos a espulgar a esa gente. Tentar y cazarle el nido a esas gallinas, que se quede para otras.
Pero son astutos para mantenemos en discordia: la astucia es riqueza de los débiles. Son astutos, y por eso nos halagan, unas veces con fingidas ganancias: «¡Suban las telas Coltejer!»: así nos cogen por el afán de superarnos, engañándonos, pues al otro día nos agarran por nuestra sed de justicia diciendo: «¡Eleven los jornales!»: y así, todos, en resumidas cuentas, engañados, gritando un día que son unos genios, y el otro día que si se quedaron en esa cerveza de Holanda. «¿Cómo es que se llama?». No me quiero acordar, porque mi papá fue sembrador.
Fernando González
— o o o —
XVIII. La chirimía
¡Es muy difícil tocar música en medio de tanta chirimía! Pero, en todo caso, el Partido Liberal debe ganar estas elecciones en Antioquia.
Rafael Uribe Uribe debe ser el que gane estas elecciones. El Partido Liberal antioqueño no es escandaloso. Se deja molestar, tranquilo en su fuerza. El débil es el que silba y grita en los caminos, en la noche. Al forzudo le pueden mesar las barbas los muchachos; se le «montan encima», le tiran piedras, lo insultan, y él se deja.
Al contrario, un tiquismiquis es lo más amenazante, chillón y escandaloso: grita que lo va a matar, que no va a dejar nada; que hará invivible la república; agranda los agravios; tapa así con vanas palabras las verdaderas injurias; se arranca luego el pelo; se alza la ropa, muestra las vergüenzas y… ¡no pasó nada! Ejemplos: la Italia fascista y el Partido Conservador de hoy y de hace quince años.
La cosa más amenazante, después de los tiquismiquis, es la mujer brava: llora de noche, que es cuando al marido le da miedo; le dan maluqueras; se alza la falda y el marido se va para el café, a emborracharse. El marido que se va para la calle Lovaina, aquí, en la política colombiana, es la juventud liberal, por eso de la mujer brava, y así es como tiene a Colombia esta señora…
¡Liberales, a ganar las elecciones! Se trata de que la vida se hará imposible si viene a reinar esta reacción de gente brava, escandalosa y con ganas de vengarse. ¡Ay de los obreros y de las mujeres madres, si la Asamblea Departamental cae en manos de la chirimía!
Fernando González
— o o o —
XIX. Estos no son hombres…
Ni siquiera bregándoles, se componen… Ni tratándolos amorosamente… Estos no son hombres, los jóvenes conservadores de Antioquia, los politiqueros, se entiende. Parecen mujeres hembras en la cocina, enredadores, pequeños, pequeños en todo.
No dejan tranquila a la religión, pues son monaguillos que se beben el vino, esconden la matraca, manosean los ornamentos y dañan los coros, pues tienen dos voces, la una ronca y la otra muy fastidiosa. Son muchachos dañados.
¿Por qué esas voces de lloronas en la casa de Jesucristo, y en la casa de Bolívar? Los hemos padecido, los hemos nombrado para interventores y fiscalizadores, bregando por la concordia, y ¿qué ha sucedido? Que su oficio noble lo reducen a molestar, a buscar comas, a atisbar si un empleado liberal llega tarde. No se cuidan de que el contrato sea bueno, sino si le falta una coma, para ir a enredar en los periódicos. Son como las pulgas. Atisban cuando hay un liberal enojado con otro, para llenar sus diarios de cuentos, de insinuaciones, de pequeñeces.
«Ideas sublimes», «Haz godo», «verticalidad programática», etc., todo eso es literatura, bazofia de tripones. La cosa dura es la realidad. Cuando uno se mete en la realidad y va amasando su obra con su dolor, entonces es un hombre.
Hay que ganar estas elecciones de marzo, hay que atajar a los que tienen dos voces, la una ronca, desde la gatera, y la otra de mujerzuela escandalosa.
Si estos hijos de la envidia fueren en mayoría al Congreso y a la Asamblea, ¡ay de los obreros! Se acabará la justicia porque trabajamos para reemplazarla con la limosna vigilada.
¿Con que el paje vendrá a empujamos la puerta en Antioquia? ¿Y ya consiguieron algún mayoral judío que va a entregar la llave?
La mujer desamparada era Holanda. La alhaja era el capital holandés en la fábrica de cerveza Bavaria. La carta fumada por la Excelencia, proponía el negocio de quedarse con eso, durante Holanda invadida, y así se hizo. Un liberal íntimo amigo de la Excelencia lo acusó en el Congreso y enseñó la carta. El Hombre de la Ley fue y dijo: no fue la Excelencia, fue su hijo tocayo.
Tu es ille. paje. pajón, etc. (Natán, profeta, bocina de Dios).
Fernando González
— o o o —
XX. ¡Vade retro, Satana!
¡Tu es ille, paje!… (Natán, profeta).
Acusaron a cierto poderoso de que robó alhaja que le había confiado una mujer pobre, viuda y desamparada. Llamado al tribunal, mandó a su rábula u Hombre de la Ley a defenderlo.
El Juez. —¿Su amo se robó eso?
El Hombre de la Ley. —No.
El Juez. —¿Y esta carta firmada por su amo?
El Hombre de la Ley. —Existe esa carta desgraciada, señor Juez, y esa maldita firma existe. Ahí se lee el nombre de mi amo; pero puedo decirle al Juez, yo, el que nunca miente, que no es de mi amo: es del hijo de mi amo, que lleva su mismo nombre.
¡Tu es ille, Echandía! ¡Tú eres ése! Aquí, en Antioquia, si un hijo cae, el padre se presenta y dice gritando: ¡Fui yo! Aquí, ningún padre se deja defender con el hijo, Excelencia, ni se mampara tras su mujer, Excelencia, ni tampoco hay hombre de la ley como tú, paje… ¡Ni uno!
Aquí no vengan a molestar con candidaturas oficiales, porque entonces llegará la hora de cantar la adivinanza antioqueña:
De un monte muy oscuro
sale San Juan desnudo…
¡El machete! ¡No lo despierten! Y, si lo despertaren, no se rebullan mucho, que nos entuertan la cuchara.
Nota:
A la «cuchara» se le llama aquí también San Juan desnudo, y además Ño Juan Cholete. A la vaina le decimos Ña Juana Larga.
Lean los anales del Congreso. Allí está la triste defensa, la que llamamos los antioqueños La Defensa con el Hijo, o El hijo como Escudo…
— o o o —
Nota biográfica
Fernando González Ochoa, hijo de Daniel y Pastora, nació el 24 de abril de 1895 «en una calle con caño» del municipio de Envigado (Ant.).
Luego de haber sido expulsado del Colegio de los Jesuitas, terminó el bachillerato en la Universidad de Antioquia para ingresar más adelante a la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas. Presentó como trabajo de grado El derecho a no obedecer, título que fue obligado a cambiar por el jurado después de una fuerte polémica; lo llamó, entonces, Una tesis.
En 1916 publicó, luego de haber sacado apartes en la revista de Los Panidas, Pensamientos de un viejo, con prólogo de Fidel Cano y carátula de Ricardo Rendón. Y en 1929 apareció en París Viaje a pie, muy bien recibido por la crítica europea.
En 1922 se casó con Margarita Restrepo, hija del ex presidente Carlos E. Restrepo. Tuvieron cinco hijos: Alvaro, Ramiro, Pilar, Fernando y Simón.
Fue juez, magistrado, asesor jurídico y cónsul de Colombia en varias oportunidades. Pero por sobre todo fue un pensador, lo comprueban sus múltiples escritos.
En 1936 fundó la revista Antioquia, la cual circuló por espacio de nueve años, y en 1945, el periódico El Correo de Medellín sacó sus Arengas Políticas, cuya recopilación va en este libro que usted tiene en sus manos.
Entre sus obras, además de las ya mencionadas, están también: Mi Simón Bolívar, Don Mirócletes, El Hermafrodita dormido, Mi Compadre, Salomé, El remordimiento, Los negroides, Santander, El maestro de escuela, Libro de los viajes o de las presencias, Tragicomedia del Padre Elías y Martina la Velera.
Cabe anotar que la mayoría de sus libros han sido reeditados —algunos editados por primera vez— por la Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Fuente:
Arengas Políticas. Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, abril de 1997. Nueva Colección Rojo y Negro Vol. 2. Prólogo de Miguel Escobar Calle.
— o o o —
Descargar el libro en formato PDF
Última revisión el 1.º de febrero de 2024.