Santander
Fernando González
1940
A la juventud americana.
Prólogo
El lienzo
¿Cuál el lienzo para el retrato de Santander? En el ambiente psíquico del autor se recortará la imagen del que vamos a resucitar. Definamos nuestro ambiente.
Todo lo que sucede estuvo latente en la realidad anterior y está grávido del futuro. El drama histórico es desarrollo, en zigzag, hacia el equilibrio divino, conjeturan unos, y en eterno retorno suponen otros. Los hombres intervienen en la historia como expresiones de la latencia, de lo que subyace y que brega por manifestarse. De ahí que el universo sea voluntad y representación. Hombres históricos son aquellos en quienes encarna la potencia en forma de instintos y reacciones actuantes; en ellos o por ellos se representan los pueblos y la humanidad toda. De ahí el criterio para medir el grado de historicidad de un personaje, que consiste en la cantidad de latencia que representa.
Como vemos, de aquí está ausente la vulgar idea de causa: lo que comunica su ser a otro; creación de la nada. Y está ausente la noción de libertad. No caben aquí insultos ni alabanzas. Nadie es culpable ni tiene gracia: el Ser, el único, la sustancia, se representa en desarrollo lógico, que se llama vida y, en cuanto se refiere al hombre, historia. No cabe en este lienzo sino: ¿Quién era Santander, qué hizo y por qué? ¿Qué significa?
¿Quién tuvo la culpa de la Guerra Europea? Buen título para libro de políticos, que escriben tácticamente, es decir, para incitar determinado entusiasmo o pasión. Nuestra pregunta es: ¿Por qué esa guerra?
¿Quién tuvo la culpa de la Conspiración, y de la muerte de la Gran Colombia? Cuestionario para políticos que deseen alindar su lote de terreno inculpando al vecino, creando odios, que es como se hacen y afirman las fronteras. Nosotros sabemos cómo nacen el diablo y las nacionalidades: el diablo es el dios de los vecinos, y la frontera psíquica son los contrastes, los odios.
En tal sentido (y como los nacionalismos cumplen función biológica en el desarrollo histórico) decimos que los prejuicios y las visiones incompletas son instrumentos en la marcha de la humanidad, constituyen el drama.
Nosotros, los de este lienzo, nos preguntamos: ¿Por qué conspiraron contra Bolívar, se disgregó la Gran Colombia, y por qué Suramérica es como la vemos y para dónde va?
¿Qué panorama se nos ofrece desde esta altura? La actividad de Bolívar es el círculo grandioso del cóndor, dentro del cual vuelan otras aves de menor plumaje y, a pesar de que el círculo las comprende, revolotean en sentidos opuestos las unas de las otras. O bien, es como flechas que se dirigen al norte, al sur, al oriente… pero que están dentro de la circunferencia.
Bolívar es el Libertador, lo cual significa quebrantador de fronteras: formas históricas y psíquicas.
San Martín, Santander, O’Higgins y Washington son creadores de fronteras, héroes nacionales. Bolívar representa el impulso latente que va unificando al género humano a través de la historia; los demás, al elemento conservador. La historia es el drama resultante del conflicto entre esas dos fuerzas. Los semejantes a Bolívar se llaman semidioses; los otros son los héroes nacionales.
¿Cuál fue y es el impulso bolivariano? Libertar todo el Continente; unificarlo, y unirlo a los otros; Panamá, centro de confederación universal; influir en el mundo entero; crear nuevas formas universales.
¿Cuál es el impulso de los héroes nacionales? Libertar la Nueva Granada y gobernarla tras el escudo de las leyes y la intriga electoral. La democracia electorera fue la altura a que parece haber remontado el general Santander. Páez no alcanzó a ver sino la independencia del Apure, como su latifundio; sus energías vitales no daban para más. San Martín sólo percibió la independencia americana como monarquías europeas mejor organizadas que la Colonia. Formado en Europa, vino ya viejo e hizo una campaña a la europea. En Chacabuco y Maipú se acabó. ¿Qué hacer con estos mestizos e indios?, preguntóse al llegar a Lima. Se retiró a Francia, desilusionado, soñando en monarquías.
Con las batallas de Boyacá y Carabobo, Santander y Páez quedaron satisfechos. Inducidos por el genio, tuvieron que ayudarle en su vuelo al sur, pero cada día con mayor desgano; y el genio envejeció, gastóse y se apagó en San Pedro Alejandrino. Su legado fue incitación para siglos.
En este lienzo todo se explica; a nadie se insulta ni se culpa; cada héroe da la latencia que representaba…
Creemos que este lienzo y las figuras en él destacadas corresponden a la serenidad de la inteligencia, que es donde reside la libertad. Creemos que estos héroes y aquel semidiós son dignos de ser ofrecidos a la juventud americana, a quien dedicamos este libro.
Hace ya ciento diez años que se deshilachó la Gran Colombia, período suficiente para afirmarse las nacionalidades, las fronteras: ya carece de objeto la literatura creadora de contrastes. La obra actual consiste en instigar a la comprensión a los pueblos suramericanos, pues llegó el momento de obrar unidos. Ya nos separamos y adquirimos conciencia de nuestras casas. Se trata ahora de ir confederándonos, segunda etapa, la que sigue a la separación. Luego vendrán las uniones internacionales, y, por último, el Género Humano, el último hombre de Nietzsche, impropio para la vida terrestre, listo para la vida celícola. ¿No se adivina en el drama histórico que tal será el fin de la humanidad?
Cuando a través de la brega (luchas, nacionalismos, odios y amores) los hombres se hayan comprendido, aparecerá el último hombre: último, porque ya no obrará, pues actuamos a causa de las pasiones, de la incomprensión; el dolor y la limitación son padres de la acción. Este último hombre ya no tendrá qué hacer en la tierra, y suponemos que pasará a otro astro o región en donde se le ofrecerá nueva escala para su ascenso al equilibro divino… ¿O será la vida aquella rueda, el eterno retorno? ¿Volverá a suceder este instante, volveremos a vivir a Santander, a estudiarle, siempre lo mismo y eternamente lo mismo según Heráclito y Nietzsche?
Así, pues, este retrato de Francisco de Paula Santander tiene como fines el de incitar la inteligencia, ayudar a los gobernantes de América, honrar a la humanidad, y está dedicado a la juventud americana.
Problema del
Héroe Nacional
Se nos presenta, en primer lugar, el problema del héroe nacional. ¿Cuál es su significado sociológico? Su papel es el de aglutinador de la nacionalidad cuyo dios es.
La nacionalidad se halla dispersa e inconsciente: entonces principia a concretarse alrededor del héroe nacional, como su núcleo. Pero entiéndase bien que la figura de éste no aparece de una vez, perfecta ya, sino que es fenómeno vivo y como tal va creciendo y perfeccionándose en la medida en que las necesidades de la nacionalidad, en formación también, lo exigen.
Así, el héroe nacional no es propiamente una figura histórica, sino que tiene de leyenda o de invención lógica de la nacionalidad a que sirve de núcleo: trátase siempre de personaje que fue histórico y sobre cuya historicidad va laborando la psiquis nacional, quitando aquí, agregando allí, puliendo, falsificando documentos mediante interpretación que tiene de lógica vital. En tal sentido diremos que el héroe nacional es padre y es hijo a un mismo tiempo de la nacionalidad. ¡Hermosos secretos de la biología!
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Como Santander es un falso héroe nacional, el propósito de este libro es destaparlo. Colombia, guiada por él y sus hijos, que hoy nos gobiernan, va por torcido y oscuro camino que conduce a la enajenación de almas y tierra, cielo, mar y subsuelo. Un instinto poderoso, atracción por la verdad, nos guía en esta obra. Ella sería antipatriótica si realmente el Mayor Santander fuera representativo de los nueve millones de colombianos que poblamos este territorio. Pero no lo es, y una voz nos ordena destaparlo, para que la juventud le evite.
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Refiriéndonos a los héroes nacionales de las actuales repúblicas suramericanas, viene el fenómeno triste: como el Libertador no fue ni puede ser héroe nacional, sino continental o universal, estos países, bajos aún en la escala biológica, al proceder a la formación de sus héroes, lo han hecho y realizan a expensas de Bolívar: le quitan de aquí a su gloria; le sustraen de allí a su acción; le roban en Colombia; le despojan en el Ecuador, y le insultan en Argentina y Perú. Porque ante esta obra de fatalidad biológico-social que se cumple en la formación de héroes nacionales, la necesidad no respeta nada; se nutre de lo que encuentra a mano, como la planta que aprovecha las oportunidades que la rodean. Lo que se oponga a la figura naciente, al progreso formativo de esos núcleos de nacionalidades, es destruido. Y como Bolívar es el único que dio grandeza épica a la emancipación, vivificando a las montoneras del continente americano, ha resultado preciso robarle, aminorarle, para que sean posibles los héroes nacionales. ¿Cómo hacer grande a Santander si no disminuyen a Bolívar? ¡Robémosle, pues, la campaña de Boyacá!… ¿Cómo engrandecer a Páez, al llanero valentón? ¿Cómo gestar a San Martín, sino a expensas del Libertador?
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El universo se compone de formas determinadas cuyo conjunto es otro organismo. Y ni los individuos, ni los pueblos, ninguna cosa acrece su energía expansiva sino por su limitación: concretarse para obrar; encerrar el explosivo dentro de la cápsula; recogerse para dar el brinco; nacimiento de la familia, del municipio y de la provincia… El papel sociológico del héroe nacional es agrupar, fortalecer el grupo, crear la nacionalidad.
Porque comprendemos las necesidades vitales, perdonamos, desde esta altura, el cruel despojo que hacen de Bolívar. Y si el Mayor Santander respondiera a las necesidades de la actual Colombia, si no fuera héroe falsificado, este libro carecería de finalidad.
Ya no vemos en América sino héroes nacionales y cada vez más befada, más robada, la figura histórica del Libertador. Una necesidad biológica, mal dirigida por los llamados directores de la juventud, hace que inconscientemente algunos y con perversidad los más, le hayan robado a Bolívar hasta la sublime campaña de 1819 desde Mantecal a Boyacá, y que oligarcas de Buenos Aires, y peruanos, que son los huérfanos de héroe en Suramérica, le roben la libertad del Perú.
Pero de varias formas aparece otra: de las células, el animal o vegetal; de los individuos, el municipio; y de estos, la república.
De las nacionalidades en formación de América, tenemos el Continente, y de los continentes, la sociedad humana. Hay seres que trabajan sociológicamente en la formación de estos organismos universales. Más alto aun están Buda y Cristo, cuya brega fue por la formación de la unidad divina: los hijos de Dios. Con la sustancia única trabaja Spinoza y también Giordano Bruno.
¿Percibimos ya qué cosa es héroe nacional y quién es Bolívar? ¿Comprendemos ya que no es posible comparar, equiparar al héroe con el dios? ¿Cómo concebir a Bolívar de héroe nacional, de héroe de Colombia o del Perú? ¿Y a Cristo como héroe nacional hebreo? ¿A Buda, hindú?
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El héroe nacional es necesario, es manifestación sociológica de este drama llamado historia.
¿Cómo se forma el héroe nacional?
Aquel que fue brazo y boca de los instintos, limitaciones y tendencias de un pueblo (gentes que desde largo tiempo conviven en terreno más o menos circunscrito), ese tal fue hombre fuerte, porque palabra y obra eran representativas (latencia biológica): el futuro se asomaba en él. Durante su vida aparece triunfante, bandera, a pesar de momentáneas derrotas (que son los momentos en que surgen instintos opuestos, anárquicos). Muerto, vive como símbolo y guión.
Y ¿cómo se forma su imagen histórica?
Los pueblos, inconscientemente, le quitan lo impropio y le aumentan virtudes: es la obra lenta de la purificación. En tal sentido la historia es mistificadora, pero mistificadora lógica y que responde a necesidades vitales del devenir. El pueblo va haciendo del héroe la imagen de lo que desea llegar a ser; en ella materializa su programa, encarna su futuro. Es el mismo génesis de los dioses, en escala menor. Dios es lo que nos falta y que anhelamos: es el hombre perfecto, el ideal en cada época de épocas. También el cielo es la morada en donde hallaremos lo que anhelamos, todo íntegro… No es Dios, pues, el creador del hombre, sino que éste crea a su imagen culminada a su Dios; y crea también su casa ideal, el Cielo, e inventa a su hombre político, el Héroe Nacional.
Así, sin culpa, es como se falsifican los documentos, destruyendo los perjudiciales, interpretando favorablemente las dudas y creando las leyendas. ¡Inmenso poder del espíritu humano, que se unifica con el todo en el abismo (subconsciencia) y cuya cima lleva lucecilla admirable, engañosa pero divina: la conciencia! ¡Inmenso poder del espíritu humano, con su facultad de olvidar lo perjudicial, y agrandar y tener presente lo que le conviene! ¡Creador así de dioses, cielos y naciones! En tal sentido el hombre es creador…
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El espíritu neogranadino que aún perdura como elemento oficial, gobernante, dirigente de Colombia, del general Santander ha olvidado la cobardía, ha cubierto la pequeñez y le ha envuelto en la gloria de Bolívar: por eso aparece hoy, a los cien años de su muerte, como el indudable héroe nacional de los granadinos de 1940…
Pero hoy somos en Colombia nueve millones de nativos, ya todos de la misma color, sin castas, dispersos en territorio de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, sin aglomeraciones como la de Buenos Aires en Argentina, sin problema racial, demócratas, ricos y prometedores… De este pueblo no es héroe nacional el general Santander.
De la capa neogranadina que cubre y tiene atontado a este gran pueblo que ya va a nacer a la conciencia política, ¡sí es héroe nacional el Mayor Santander!
Por eso este libro está dedicado a la juventud. A la juventud colombiana que es, con la de México, la más americana por su sangre y por sus promesas de originalidad.
Santander es un amago de héroe con que quiere estafarnos la moribunda Nueva Granada.
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Argentina es gran país, pero hidrocéfalo, cubierto por Buenos Aires. Allá también, los europeizantes, los nobles bonaerenses, han pretendido imponerles un héroe nacional, a San Martín, el general chileno y español: militar que no amaba a la Argentina, que en Chile arrió su bandera y que guerreó por mero amor al arte. El héroe argentino está entre los caudillos, Quiroga, Rosas o Irigoyen. Ponemos a éste, porque de los caudillos heredó su fuerza y el sentido histórico futurista: el único gobernante que en setenta años ha tenido Suramérica.
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Para exponer la historia de la mistificación hecha en la Argentina en perjuicio del Libertador y a favor de San Martín por los oligarcas que desde Buenos Aires han dominado al gran pueblo, traeremos aquí los comprobantes. Valgámonos para ello de armas cogidas al enemigo. Se trata de robar a Bolívar la independencia del Perú, y es preciso atribuir a San Martín capacidad, pero desinterés… San Martín no representa la Argentina, no tiene respaldo en ella. Monarquista, despreciador de América e incapaz de la obra. Se acabó después de las batallas de Maipú y Chacabuco, y traicionó la obra iniciada en su campaña. Fue después, al ver ya libertada a América, cuando San Martín habló nuevamente de tales negocios…
Oigamos, para comprobarlo, las palabras de Sarmiento y las de Mitre, padre y señor de la oligarquía del Plata:
Primero.—San Martín no es manifestación americana.
“San Martín habíase educado en Europa y llegó a América, donde el gobierno era el revolucionario, y pudo formar a sus anchas el ejército europeo (subraya F.G.), disciplinarlo y dar batallas regulares, según las reglas de la ciencia. Pero si San Martín hubiese tenido que encabezar montoneras, ser vencido aquí para ir a reunir un grupo de llaneros por allá, lo habrían colgado a su segunda tentativa” (Domingo F. Sarmiento).
Vivió en América los primeros ocho años de su vida. Luego estuvo de 1812 a 1823. Vivió, pues, en América 18 años y murió setentón en Europa. En la Argentina propiamente vivió muy poco.
Definitivamente, en América hay monederos falsos: los oligarcas bonaerenses y los neogranadinos en Colombia.
Segundo.—San Martín era incapaz de luchar en América.
“Una proclama de San Martín, que por su tono jactancioso contrastaba con su actitud modesta de vencedor (cuando llegó al Perú), llamó a las armas a los habitantes, prometiendo terminar la campaña en cuarenta días. No era imposible del todo tan gran resultado, si la palabra hubiese sido acompañada de la acción; pero lejos de esto, no sólo no dio nuevo impulso a la guerra, sino que la paralizó, cometiendo graves errores militares, que revelaban la falta de un plan fijo de operaciones o tan sólo un plan negativo. Había querido hacer una campaña pacífica, de evoluciones, conquistando sin batallas” (Bartolomé Mitre.—Historia de San Martín y de la Emancipación. Tomo 2°, págs. 677 y 678).
Llegó al Perú: conoció mulatos y mestizos, y no fue capaz… ¡A París!
Tercero.—San Martín no tuvo visión original ninguna de América.
“El 5 de octubre de 1820 se reúnen en el pueblo de Miraflores, a 11 kilómetros de Lima, los comisionados de San Martín y los del virrey Pezuela. Proponen los comisionados de San Martín coronar en América un príncipe de la casa reinante de España” (Mitre.—Historia de San Martín, págs. 549 y 553, tomo 2°).
“2 de junio de 1821: entrevista de San Martín y de La Serna en la hacienda Punchancha. Proposición de San Martín: que se nombre una regencia que gobernará independientemente al Perú, de la cual debía ser presidente La Serna, hasta la llegada de un príncipe de la familia real de España, que sería reconocido por monarca, ofreciéndose el mismo San Martín para ir a traerlo” (Pág. 655 ídem).
Dice Mitre, comentando:
“Esta proposición, que dejó atónitos a los realistas y que acogieron con visibles señales de contentamiento, tuvo el apoyo caluroso del comisionado regio y de sus colegas. Era muy grave la responsabilidad de San Martín ante la historia, al reaccionar contra su propia obra” (Pág. 653 ídem).
Bolívar era la fuente original. Libertó y creó Derecho Constitucional sudamericano. Lo admirable en la constitución boliviana fue el impulso hacia la originalidad. Ni monarquía ni república democrática: constitución propia para la raza en devenir.
Cuarto.—Se sintió incapaz de la obra.
“Cometió muchos errores (en el Perú), disgustando a sus oficiales. Se desacredita. Se retira, soñando en monarquías, odiado por el pueblo de Lima, disgustado con el almirante Cochrane. Al llegar a Chile encontró que su nombre era execrado allí como el de un verdugo” (Págs. 21, 30, 90 a 93, 109, 116, 137, 146, 147, tomo 3° de la obra de Mitre precitada).
Aquí queda explicado lo que pudo pasar en la conferencia de Guayaquil entre Bolívar y San Martín.
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¿Qué significan entonces San Martín y Santander como héroes nacionales de Argentina y de Colombia?
¿Qué energía se manifiesta en estos fenómenos históricos? Ya lo hemos indicado. Téngase presente que la emancipación suramericana no fue decretada por los pueblos, los cuales no tenían aún existencia, pues estaban en la esclavitud de la ignorancia. Fue obra de las aristocracias criollas, en las que había influido la revolución francesa, a través de lecturas ocultas. Por eso la facilidad con que los pacificadores ahogaron los primeros movimientos, valiéndose precisamente de los mismos pueblos de las colonias. Los soldados que vencieron a Miranda y a Bolívar en Venezuela fueron venezolanos, y con soldados granadinos se destruyó la Patria Boba.
San Martín es la oligarquía europeizante que siempre ha dominado en Buenos Aires. Hay en la Argentina, siempre latente y algunas veces ha querido surgir, fuerza original, representada por los caudillos: con Rosas imperó, pero fue ahogada; hace muy poco actuó, consciente ya, en Hipólito Irigoyen, y parece que la juventud argentina comienza a ver claro que su originalidad no está en San Martín ni Mitre, en Justo ni en Ortiz. Manuel Gálvez y sus compañeros están haciendo obra de reconquista.
Ciento diez años hace que en Colombia se trabaja por hacer de Santander el héroe nacional. Pero cada día se observa mayor oposición.
Creemos nosotros que tal deseo responde a la necesidad de crear las fronteras con Venezuela. La conciencia nacional latente impuso esa falsificación santanderista: por eso hemos padecido esta literatura, historia y gobiernos granadinos. No siempre han procedido de mala fe; la fatalidad biológica les ha convertido en monederos falsos. Así nos explicamos las polémicas históricas con los venezolanos.
Y ¿cuál la explicación de esta otra tendencia que reniega de Santander? Que no es, ni puede, ni debe ser el héroe de la Colombia que ya se formó y que comienza a gobernar. Alfonso López, que fue democrático y cruel con los oligarcas, y la lucha contra el espíritu rabulesco, son indicios de que el pueblo comienza a manifestarse.
Un ejemplo es el occidente colombiano, unificado por la raza antioqueña, y que es factor novísimo. No intervino en la emancipación. Zea, los Restrepos, Uribes, Córdovas, etc., actuaron entonces, pero no con personalidad antioqueña. Su acción no fue representativa de tendencias raciales, pues Antioquia estaba amorfa. Intervinieron en calidad de educados en Bogotá y Popayán o influenciados por tales centros. De ellos, Córdova fue el único indicio de la raza. Los Restrepos fueron escribas, funcionarios payaneses. Zea era apenas antioqueño en cuanto amaba la plata. Pero en todos ellos se alcanza a percibir algo de rabino y de prendero, porque la sangre antioqueña es como la tinta china.
Antioquia tiene hoy más de dos millones de habitantes, dentro y fuera, y ha pintado con su sangre casi todas las familias colombianas. Bogotá es nuestra ciudad más populosa. Y si tan ricos, tan activos y tan realistas, no hemos hablado aún los antioqueños del occidente colombiano, ¿cómo afirmar que Santander es el representativo, el héroe nacional?
En mejores palabras expresó el Libertador esta misma idea. Refiriéndose a los letrados, que siempre han creído ser el pueblo colombiano, dice:
“Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está y porque ha conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el pueblo que puede; todo lo demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, o con más o menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadanos pasivos. Esta política, que ciertamente no es la de Rousseau, al fin será necesario desenvolverla para que no nos vuelvan a perder esos señores. Piensan esos caballeros que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre los caribes del Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos del Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de Casanare y sobre todas las hordas salvajes de África y de América que, como gamos, recorren las soledades de Colombia”.
“¿No le parece a usted, mi querido Santander, que esos legisladores, más ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos van a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina? Yo lo creo así y estoy cierto de ello. De suerte que si no son los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la legitimada Colombia” (Carta de Bolívar a Santander.—Junio 13 de 1821).
¡Qué bello! Nos dice allí el Libertador que en Colombia no se había manifestado la voluntad popular, por incapacidad; que la única voluntad manifestada era la de su ejército y que en la Nueva Granada había un grupo de ideólogos, suaves filósofos, que iban a destruir su obra. Y esta profecía se la hace al rábula que valiéndose de ellos la iba a destruir, y a asesinarle moralmente.
Pues bien: los mineros y usureros de Antioquia; los bogas del Magdalena; los indómitos pastusos y todas las hordas salvajes que vegetábamos cuando la guerra de independencia, estamos ya unificados racialmente, y ¡Santander no puede ser nuestro héroe!
Queda explicado que ni los antioqueños, ni los caucanos y pastusos, ni los costeños del Atlántico, que hoy formamos la más prometedora nacionalidad de Suramérica, tuvimos parte o culpa en la formación de esta república clerical y masónica que celebra ahora, en mayo de 1940, el primer centenario de la muerte del general Santander. En nosotros comienza la Colombia futura.
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Panorama suramericano de héroes nacionales: Perú es pueblo huérfano de héroe, pero en su política conquistadora se manifiesta el inca expansivo. Pueblo peligroso para sus vecinos. Otros le hicieron la emancipación.
Chile tiene a nuestro padre O’Higgins. Dejémosle hasta que perezca la aristocracia viciosa de Santiago.
En el desgraciado Ecuador el padre de la patria es Juan José Flores, venezolano, compadre de Santander, nacido en Puerto Cabello de ajuntamiento desconocido… El pueblo es indio. Si no despiertan y libertan al nativo, se los llevará el Perú.
Venezuela, la noble Venezuela, tiene la ciudad santa y todas sus piedras son lugares sagrados; fue autora de la guerra de independencia suramericana. Podemos decir que está por encima de los héroes nacionales.
Aspiramos a que este libro sea incitación a comprender cómo nacieron las repúblicas suramericanas. Las ciencias madres de la sociología proporcionan visión de los hombres y pueblos como fenómenos del devenir.
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El sitial de Bolívar es olímpico. Le sentimos entre los dioses que vivifican el universo. De la guerra que le inició Santander y de donde surgieron estas repúblicas que perdieron el istmo de Panamá, deseamos mostrar cómo le hizo detener en su marcha al Río de la Plata y a la unificación del continente: le trajo a Bogotá, al frío lomo andino, y le formó pelea en el campo en que Santander era invencible: el de la pequeñez: elecciones, compadrazgos, congresos, libelos, suspicacias, intrigas… Fue como ágil hormiga en lucha con el león. ¿Cómo vencerlo? Yendo y viniendo, andando más allá, picándoles los ijares… El león corre, desespera y muere precipitado: así fue como el Mayor Santander venció al Libertador.
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A los aficionados a la filosofía nos está encomendada la obra de suministrar la visión amplia de que seamos capaces: incitar a la comprensión del fenómeno social. Nuestro problema de ahora es el de cómo nacen los héroes y qué significan, y desnudar a un ídolo falso que tuerce el camino de la juventud; cómo se desarrolla el drama humano, de dónde y para dónde, y aplicar esta visión de Santander.
Porque pretendemos llenar una necesidad de estos pueblos que viven en la apariencia, en la múltiple apariencia, sin vuelo, amando y padeciendo pequeñeces, vida atómica, pasiones minúsculas. ¿Y no es la filosofía el ascender, según la capacidad, a las colinas más o menos altas, desde donde se abarcan en conjunto los fenómenos?
Hemos trepado a cima desde la cual vemos a los actores suramericanos en sus puestos, apaciblemente, guiados en la acción por sus demonios interiores o fatalidad biológica. Ésta nuestra colina es el problema del héroe nacional, planteado y resuelto aquí por primera vez.
Nada nos importan panegíricos e insultos, que será la contribución y tributo de los colombianos en este centenario. Queremos un libro de filosofía y una estatua viva: Historia.
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¿Qué es historia? La ciencia que de una sucesión de hechos sociales induce la energía que en ellos se manifiesta, y el futuro. Considera los hechos como índices de una voluntad. Es útil, por futurista; emocional, por adivina; estética, porque vivifica. Trabaja en las formas pasadas para prever las futuras.
La historia aspira a visión en conjunto del drama. Para ella el mundo es voluntad y representación. Indaga inductivamente la voluntad social y augura la representación.
No llamemos historia los veinticuatro tomos del Archivo Santander: son los documentos que dejó para cubrirse: monedero falso. Cartas, oficios, narraciones de campañas, monumentos, medallas y retratos, y la vida de sus hijos espirituales que le heredaron el gobierno, son apenas fenómenos para inducir, material indicador.
Montón de imágenes de hechos: eso es lo que hay sobre esta mesa; por más que los lea y aprenda de memoria no dejarán de ser lo que son: índices; y mientras no logren, como dedos que señalan, incitarnos a ver lo que subyace, la vida, no tendremos la estatua animada del Mayor Santander.
¿Qué señalan esos índices, materiales para la historia? Señalan el por qué sucedieron. Y como la energía que en tales fenómenos emergió no se extingue, también nos señalan el futuro fenoménico.
¿Qué devenir urgía para que sucediera este hombre llamado Santander y qué porvenir nos revela acerca de la patria?
¡Ojalá podamos cumplir nuestro deber, tal como lo hemos expuesto!
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En esto de biografías se han usado dos métodos hasta hoy: el narrativo y el filosófico. El primero saca su interés de los procedimientos del novelista; es muy exitoso: Ludwig. El segundo es más serio e intelectual: Zweig.
Usaremos nuestro método, el emotivo: revivir la historia por el procedimiento de la autosugestión, según la técnica que expusimos en el tratado del conocimiento, que lleva por título Mi Simón Bolívar. La ventaja o inferioridad de este procedimiento sobre los que hasta hoy se han usado es asunto que dejamos al lector.
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Capítulo Primero
Nacimiento e infancia. – Santander antioqueño. – Hombre representativo y padre de la nacionalidad colombiana. – Los curas. – Sus padres. – Preñez y gestación. – Hombre de frontera. – Hombre cubierto. – Josefa. – Se come las pruebas. – Estudio grafológico.
I
Un historiador debe comenzar por mucho antes del nacimiento de su héroe y por los augurios, como Plutarco lo practicara. Así, yéndonos lejos en la prehistoria o historia racial de Santander, encontraremos, no que descendiera de Mercurio o Marte, sino algo mejor: ¡era antioqueño!… Por allá en mil setecientos y tantos, en la ciudad de Antioquia hallamos a un tal Rodrigo de Santander, perteneciente al grupo que entró por el sur con Belalcázar. Rodrigo dizque engendró un hijo, que fue cura, y también otro que no se sabe qué se hizo… Aparecen los Santanderes en la costa atlántica y después en la villa del Rosario de Cúcuta: la sangre antioqueña es como mancha de aceite que va cubriendo toda la nacionalidad.
Meditemos bien en esta correría y en esta antioqueñada y tendremos augurios: las andanzas fueron desde el sur, circulando por las fronteras actuales de Colombia, deteniéndose en Antioquia, y el muchacho vino a nacer en el punto neurálgico de la frontera con Venezuela: “hombre representativo”, “héroe nacional”, “hombre de las leyes”. ¿Entienden los augurios?
¡Y qué bella es la psico-biología! ¿Cómo explicar, sino por antioqueño, por los recuerdos prehistóricos del feto, el que Santander amara tanto el dinero, y el que fuera tan astuto para manejarlo? “Organizador de la victoria”. Dejó bellas haciendas, casonas en la Calle Real, becerros, morrocotas y sobre todo créditos… Daba en mutuo, a interés. Todo eso es antioqueño. Apuntaba para publicarlas las limosnas que daba, como los antioqueños. En la agonía pretendió contrato leonino con Dios: la mangada del cielo a cambio de remordimientos. En todo es héroe nacional.
* * *
Abril 2 de 1792 – Mayo 6 de 1840: Cuarenta y ocho años, un mes y tres días, contando por uno los del nacimiento y la muerte.
Descontando dieciocho de niñez y primera juventud, tenemos treinta años, un mes y tres días de vida pública, durante los cuales imprimió su carácter, o mejor, fue el núcleo activo humano en la formación psíquica, política y social de lo que se llama hoy Colombia. Hijo y padre a un mismo tiempo de esta república. Padre de conservatismo y liberalismo, los cuales apenas se diferencian en que éste tiene remordimientos en la hora de la muerte y, por eso, es el hijo predilecto de Santander.
Y anotamos el mes y los tres días, porque durante ellos fueron atroces sus remordimientos y el colombiano es antes que todo hombre de remordimientos en la hora de la muerte; en esto, principalmente, es héroe nacional.
En todo caso, Juan Agustín Santander Colmenares y Manuela Omaña Rodríguez estaban muy contentos porque su primo Fortoul había dejado la gobernación de San Faustino de los Ríos, y el cura Nicolás Mauricio Omaña, hermano de Manuela, estaba intrigando en Santafé ante el virrey Ezpeleta para que nombraran a Juan Agustín. ¡La única y gran esperanza en esa pobreza en que estaban!
Por allá el 15 de julio de 1791 doña Manuela quedó preñada, por la noche, pues ese mismo día Juan Agustín se había posesionado de alcalde de San Faustino de los Ríos y estaba eufórico.
De esta gravidez y gestación en tales circunstancias, induciremos que el feto se nutrió de emociones de gobierno y que sería gobernante, como efectivamente lo fue. Y como todo esto acaecía en la villa del Rosario de Cúcuta, precisamente en los linderos de la Nueva Granada con la Capitanía General de Venezuela, mojón de encuentros y contiendas entre vecinos, en los que tenía que intervenir el gobernador, con preocupaciones de Manuela, induciremos también que el feto se nutrió de emociones de frontera. Y efectivamente eso fue lo que nació: el hombre de las fronteras, el que odiaba a los venezolanos, el que deshilachó la Gran Colombia y alinderó la Nueva Granada material y psíquicamente.
Tenemos, pues, que el bulto que llevaba Manuela Omaña Rodríguez era nada menos que la conspiración de septiembre contra el Libertador, y la actual República de Colombia, partidos conservador y liberal, Ospinas, Obandos, López, Olayas y Santos: era un bulto de dinamita. Manuela gestaba al hombre de las leyes…
Francisco de Paula Santander nació el dos de abril de 1792. Un cura, su tío Nicolás Mauricio, vigiló la cuna y sus estudios, y como diez clérigos le rodearon en su cama mortuoria. Representativo: el niño colombiano es hijo de cura y aquí el cura es el comadrón de los espíritus: en esto Santander también es héroe nacional.
No hay más documentos acerca de sus padres. Sus nombres no aparecen sino en el decreto que dijimos de nombramiento de gobernador de aldeas fronterizas y en la partida de bautismo del hijo Francisco. Éste nunca habló de sus progenitores sino en el testamento, y eso para decir que era su hijo y que eran de familias nobles: es decir, para cubrirse de nobleza. Utilitarista. No hay cartas suyas en que se refiera a su madre; suyas no hay cartas amorosas. Vivió para alindar la Nueva Granada. No tenía intimidad. Porte grave, repelía el acercamiento como el tronco erizado de la palma de corozos; encarnación de la noción de frontera.
El hijo del alcalde de San Faustino no se entregará a nadie; no lo cogeremos en momento de abandono. Cuando escriba cartas a sus conmilitones, en confianza, será siempre grosero, jamás sentimental. Cuando hable de mujeres, por ahí en postdatas, sus frases serán las del hombre de encontrones de mesón y nunca las del enamorado. No amó; usó del sexo en oportunidades al azar. Era tan hombre de frontera interior, que es quizás el único que nunca haya padecido el sentimiento filial. Jamás lo cogeremos, ni en la agonía, refugiándose en el ángel divino que siempre es la madre.
Se casó viejo, cuatro años antes de morir, por conveniencias políticas, porque le acababa de nacer un hijo natural y la gente comentaba; porque tenía ya remordimientos y se estaba acercando al clero. El día de su matrimonio dijo en alocución que publicó:
“El matrimonio, que es el contrato más conforme a nuestra naturaleza y a la razón, ha merecido ser elevado a la dignidad de sacramento, desde la publicación del Evangelio. Hoy he pagado con toda mi voluntad este obsequio a la naturaleza y un homenaje a la religión católica y a la moral pública”.
Contrato es lindero: las mutuas obligaciones alindan. Se casó para pagar a la naturaleza y a la moral, no por amor. Sixta Pontón Piedrahíta, también antioqueña, celebra contrato con Francisco de Paula Santander; no se confunden en una sola carne y alma. Este hombre no se confunde con nadie, es encarnación de frontera.
En todo caso, de su niñez lejana no quedaron documentos. Debieron existir, pero él arregló su historia, rompió comprobantes, pidió certificados, reunió cartas y boletas; todo para alindarse voluntariamente, para alindar su historia. Nos encontramos ante caso único, el de un hombre que tenía el sentimiento hiperestesiado de su figura histórica y que hizo todo lo posible para imponerla, tal como él la ambicionaba, a la posteridad. Hombre siempre en guardia, en perenne posición histórica, sin admitir nunca familiaridad, hasta el extremo que hizo decir a Pedro Bonaparte, quien lo conoció cuando culminaba su personalidad erizada:
“He conocido todas las majestades de Europa y puedo asegurar que no he visto a nadie en quien la naturaleza haya impreso con caracteres más fuertes el don de mando que en el general Santander”.
Pedro Bonaparte no acertó en la expresión, lo cual es muy difícil. Nadie repelía como Santander la confianza, la familiaridad, la confusión de las almas, el sentimentalismo. Los que lo conocieron le aplicaron estos adjetivos: serio, grave y austero en lo exterior; caminar lento y acompasado; ligero y constante asomo de sonrisa en los labios delgados y comprimidos; asistía a reuniones y fiestas de populacho, pero sin inspirar confianza.
¡Era muy duro, muy frío, muy cubierto, el hijo del alcalde de San Faustino de los Ríos! Podemos inducir su lejana niñez: desde que principió a gatear, sus padres admiraban la limpieza: cagaba, pero se comía la caca. No dejaba rastros. Hombre cubierto. Siempre se comió la caca; nunca dejó las pruebas.
Por eso, por pudoroso, pues desde la cuna lloriqueaba cuando, para bañarle, lo desvestía mamá Manuela, por eso lo bautizaron José, es decir, Francisco José de Paula. Acierto profético, pues él nunca se desnudará y bregará siempre porque la historia no pueda desnudarlo: tal es el origen del Archivo Santander.
En ese hogar también nació una niña, a quien cristianaron con el nombre de Josefa, y la cual vivió con el héroe nacional, no propiamente en el mismo hogar, sino en la casa colindante, como veremos después. Con Santander nadie convivió.
Compañeros de su niñez fueron sus primos hermanos Pedro Fortoul y José Concha, quienes al escribirle lo llamarán don Pacho. Su alma disimulada y simuladora adquirió desde la niñez cierto respeto entre los suyos, el cual se tradujo con el título de don Pacho. Todos sus parientes, en presencia de este niño de labios delgados y comprimidos con un amago de sonrisa helada en las comisuras, y de ojillos grises y fríos, sentían que era un abismo, pero reconocían que era una cima. A su lado se experimentaba (y experimenta la historia al resucitarlo) ese cierto terror de un mal desconocido. Pero al mirarlo y estudiarlo había y hay que reconocer que era muy bueno. De ahí el sobrenombre de don Pacho.
Nadie lo amó, ni siquiera su madre. Ninguno podía presentar pruebas nuncupativas contra él. Sus tías carnales, Concha y las Colmenares, vivían admiradas y repetían: “es muy aseado”; y les hacía coro el padre Manuel de Lara, quien lo bautizó.
Igual sucede a quienes han leído su historia, que sienten que él fue el autor de la conspiración de septiembre contra el Libertador, del odio a los venezolanos en 1826, de la muerte de Infante, acusación de Páez, muerte de Bolívar y de la Gran Colombia, asesinatos de Sardá y Mariano París, etc. Pero tartamudean, no encuentran las pruebas. Donde éstas deberían estar, aparece un documento suyo de expresiones morales rimbombantes: respeto a la ley; obediencia a la voluntad soberana; mi corazón sangrante de dolor por cumplir el deber; respeto a la constitución, etc…
“No se preocupe, misiá Manuela —decía el padre Lara—, que el muchachito no es que esté atrancado, sino que se come el bollo”.
Francisco de Paula será un grande hombre: el Gran Hipócrita. El 20 de mayo de 1820 le escribe Bolívar (y nótese que estamos en los días de su gran amistad con el Libertador):
“Usted me parece que es como algunos otros que yo conozco en el mundo, que les gusta hacer lo que no quieren que les hagan, sin duda por ser enemigo de las chocherías de Jesucristo, que se empeñaba en lo contrario, en contravención de la ley natural, que exige todo para sí y nada para los otros. Usted gusta de la franqueza sin rebozo, de la amistad ingenua y de decir verdad; y después se pone bravo cuando le siguen sus pasos, como la vieja coqueta que no quiere dejar hacer baza a su hija, que no hace más que imitarla.
Voy a decirle a usted no más que dos cositas: ¿le gustaría a usted mucho que le contestasen de oficio: ‘He recibido el decreto tal y no me ha parecido irregular’? ¿Y en una carta particular aquello de ‘la responsabilidad que algún día llegará a ser efectiva’? Por poca cavilosidad que tenga uno, esto quiere decir que se esperaba que el decreto fuese irregular y que ya no hay otro modo de contener a uno sino por el temor de la responsabilidad. Esto es sin hacer caso de lo que llama Tolrá estilo irrespetuoso, porque éstas son bagatelas que pasan entre amigos. Digo, mi amigo, estas cosas, para justificarme contra los propósitos que usted ha quebrantado: si usted no me cucara yo no me defendería”.
Desde que lo conoció fue desnudado por el Libertador. En esta carta le llama egoísta y de intenciones subterráneas. No hay escrito de Santander que no sea venenoso, pero como las píldoras, que tienen el veneno envuelto en miel. Huía de lo nuncupativo.
¡Qué psicólogo era el Libertador! En esa carta del tiempo de la luna de miel, Bolívar enrostra al hijo de la alcaldesa Omaña Rodríguez su espíritu torcido, de sofista de seminario, encubridor de intenciones.
En todo caso, el niño aprendió a leer y escribir y las declinaciones latinas. Su rúbrica parece una serpiente. En su firma la a es abierta como una u; la n cae en el segundo brazo; la d se prolonga hacia arriba, hacia la derecha, como un puñal. Rasgos venenosos, enfermizos. Inteligencia subterránea y aguda. Rápido en la adaptación; poder genial mimético; recogimiento sobre sí mismo de felino, para el brinco. Frialdad de cocodrilo en la espera y ante los efectos de su reacción cruel.
— o o o —
Capítulo Segundo
El seminario. – Ambiente clerical. – La confesión. – Curas y rábulas. – Camilo Torres. – Emigdio Benítez. – Frutos Gutiérrez. – Custodio García Rovira. – Examen de práctica forense. – El caraqueño. – Paralelo entre los dos niños, Simón y don Pacho. – Rousseau. – Simón Rodríguez. – “El Emilio” y su influencia.
II
Santander tiene trece años. Su tío vela por él desde la catedral de Santafé, en donde ejerce el sacerdocio. Así como le consiguió la alcaldía a Juan Agustín, hace tiempo que está intrigando por una beca en el seminario de San Bartolomé. La obtiene al fin, y en 1805 se lleva al muchacho.
Allá, en la ciudad fría y teologal, semillero de jurisconsultos, tenemos a Santander de trece años, becado interno, destinado para cura. Estudia bien, pero su lucha terrible, la que va formando y desarrollando su carácter, es la de tener contento y sacarle dinero al tío cura. Su trato social ahora se reduce al tío; de él depende.
¿Qué se hace la plata que consiguen los curas? ¿Alguien ha visto a uno que dé limosnas o que gaste en algo? Todos huelen a resinas, olor pegajoso, y sus bolsillos en las sotanas son profundos, difíciles, escolásticos y con sub-fondos. De los de Nicolás Mauricio salían los chimbos para Santander, pero después de mil representaciones psicológicas en que su espíritu de hábil simulador quedaba torcido: educación de seminario. Solamente los que hayan dependido de un tío sacerdote, o hayan sido gentes de sacristía, monaguillos, sacristanes, podrán saber lo astuta que se vuelve el alma del niño que convive con un clérigo. Hay que fingir vocación, actitudes compungidas, devotas. El cura hunde mano, brazo y parte del antebrazo en el bolsillo abismo, lentamente; habla y habla, monologa, saca la punta de la lengua y se relame; sonríe, rezonga, y, por fin, va retirando el brazo y en la extremidad de la mano aparece el chimbo: la centésima parte de lo esperado, codiciado y perseguido durante meses.
Durante cinco años Francisco de Paula simula y obtiene. Se confiesa…
La confesión, como práctica rutinaria que nos conquista el aprecio social, convierte al hombre en simulador: aprende a ejecutar y a tapar el acto con la actitud. Pervierte la conciencia. El sacristán, por ejemplo, es gran ladrón, depravado sexual, y adquiere cara y modales de santo: queremos decir de santo de palo, de esos iconos pálidos, llorosos, compungidos y ojibajos que sacan en las procesiones. ¿Por qué el sacristán no mira de frente? Este es el ambiente de seminario.
La confesión nace de necesidad psíquica y tiene profundo significado: desnudarse, anhelar ser bello, deshacer, reparar. Ahí tenemos la literatura confesional, tan profunda, hermosa y rica. Pero el confesonario católico, la casilla olorosa a rapé, la confesión como rutina social (y mucho más en las sociedades clericales de las colonias, en donde sirve para obtener éxitos, como trampolín político), es el taller en donde se manufacturan las almas hipócritas y torcidas.
Santander era de suyo de inteligencia hábil y mimética, y en ese seminario aprendió que el pecado se tapa con una actitud y que ésta produce éxito social. Aprendió a reprimirse en público, a ejecutar en la soledad y a tapar con actitudes: el gran cómico.
Así iba formándose nuestro héroe. Estudió algo de latín, historia romana, francés y gramática española (en una carta de 1809 escribe: “no me force”).
…y en 1809 principió a estudiar derecho.
En la Nueva Granada todos eran hijos de seminario y rábulas. El cura y el rábula son primos hermanos. Es evidente que los conventos y las leyes florecen en las tierras altas y frías de los Andes. La región poblada de la Nueva Granada era el lomo andino: ciudades aisladas y frías; frailejón, lana, hábitos talares, clérigos de visita en las casas, vírgenes coloradotas y arropadas, señorones de mucho ropaje y leyes, escasa luz, iglesias sombrías, confesionarios en rincones… ¿No seremos todos descendientes de curas? Por lo menos todos somos doctores utroque, mitad canónicos y mitad civiles, confesionario y congreso. Voltaire un día y el Reverendo Padre al otro. La Nueva Granada olía toda ella a hijo de dañado y punible ayuntamiento.
Ambos, el cura y el rábula, distinguen, tapan y simulan.
Santander, durante un año estudió derecho romano y práctica forense.
Camilo Torres, Emigdio Benítez, Frutos Gutiérrez, Custodio García Rovira… Había mucho viejo bondadoso, jurisperito y pendejo en Santafé y en Popayán, que eran las ciudades universitarias. Viejitos embobados de tanto estudiar en libros, acerca de jurisdicciones, competencias, derechos, deslindes y deberes. Mientras tanto, los del otro Derecho, del canónico, dirigían las conciencias de las señoras tomando chocolate, aquel divino y colonial chocolate santafereño que era un afrodisíaco. Los jesuitas, preocupados por ciertos deslices de los suyos en el Paraguay, enviaron un visitador, quien informó que “todo se debe a una bebida preparada con cierta frutilla muy grasosa”: el cacao. Por eso los jesuitas se desayunan con café.
En julio de 1810, Francisco Santander Omaña estaba muy atareado preparando un examen acerca de juicios ejecutivos y ordinarios, cuando en ésas, el día 20, comenzó la Patria Boba (1810-1816), que fue otro seminario de rábulas en donde terminó su educación.
Apenas fundaron en España Junta Suprema para defender los derechos de Fernando VII contra Napoleón, a los viejitos jurisconsultos de Santafé se les alborotó la jurisdicción y cada uno quiso formar una Junta Suprema. Las disputas entre ellos, entre aldeas y regiones, acerca de jurisdicción, hasta que llegó Morillo y los mató, es lo que se llama grito de independencia, años heroicos y patria boba. Allí perfeccionó Santander su educación.
Copiamos del Archivo Santander:
“Certamen de práctica forense, así: La forma, el método y los términos propios con que se han de proseguir, definir y terminar los juicios ejecutivos y ordinarios, tanto civiles como criminales, constituye la materia del certamen público que sostendrá don Francisco de Paula Santander de Omaña, bajo la dirección del doctor Emigdio Benítez, catedrático de Derecho Real en este Colegio mayor y seminario de San Bartolomé el 11 de julio de 1810”.
Este formulismo era lo que estaba aprendiendo nuestro hombre. Observemos los distingos formalistas: proseguir, definir y terminar. Si no ponen los tres verbos, el alumno podrá limitarse, por ejemplo, a definir. Esa es la mentalidad de la Nueva Granada. Ahora, en la plaza pública, en los campamentos de la guerra civil, estos caballeros discutirán acerca de centralismo y federalismo, jurisdicción de Santafé, Tunja y Cartagena. Aquí termina su aprendizaje, y en 1816 no quedará sino él, Francisco de Paula, que huye a los llanos de Casanare. A los otros, a los jurisperitos, llega Morillo y los fusila o los ahorca.
Afortunadamente para la independencia americana, nueve años antes que Santander habían parido en Caracas un niño seco, desnudo y ojinegro.
Nueve años antes que Santander había nacido en Caracas Simón Bolívar, hijo de criollos ricos, reclamantes de un marquesado. Niño huérfano, enjuto e impetuoso, mal educado, términos que el lenguaje de viejas beatas aplica a las almas desnudas.
Quedaban así reunidos los elementos para lo que podríamos llamar momento estelar de la humanidad. Así:
a) Poco antes que Bolívar había nacido Simón Rodríguez, niño expósito, a quien las circunstancias impulsaron a buscar sus padres dentro de sí mismo; vocación de pedagogo, pero de una pedagogía nueva, pues
b) Antes que Simón Rodríguez había nacido en Ginebra Juan Jacobo Rousseau, cuya madre murió al darle a luz.
c) En 1760 aparece el Emilio, o arte nuevo de formar hombres. ¿Qué novedad trae?
Hay que principiar por desnudar al niño en medio de la naturaleza. Lo que llaman hombre civilizado es el que está cubierto por los prejuicios. Apenas se despoja de opiniones recibidas y de literatura, oye dentro de sí mismo un grito: pienso, luego soy. Tiene su origen en Descartes. El niño encuentra su yo. Esa es la madre, la que no conocieron Juan Jacobo, ni Simón Rodríguez, ni Simón Bolívar. Estos hombres, que no tuvieron el refugio maternal, apasionadamente se hundieron dentro de ellos mismos, buscando el origen, la fuerza original que hace a los fuertes.
Lo que llaman sabiduría son prejuicios serviles. Lo que llaman hombre civilizado, nace, vive y muere en la esclavitud: al nacer le cosen en pañales; cuando muere, le envuelven en absoluciones y le clavan en ataúd, y mientras respira lo encadenan y ahogan las instituciones y conveniencias sociales, como las serpientes a Laocoonte.
La palabra obedecer se proscribirá del diccionario del niño, así como la de obligación y deber. Pero estarán las de fuerza, necesidad y precisión.
La primera educación será negativa: quitar los prejuicios, olvidar. La segunda será así:
Siempre son rectos los movimientos originales. El niño sólo aprenderá de la naturaleza que le rodea. No leerá sino en la naturaleza. El niño que no se encuentra a sí mismo no hace más que leer. Vuestro hijo nada debe conseguir porque lo pida sino porque lo necesita. No debe hacer nada por obediencia sino por necesidad. De ese modo estará como en su ambiente dentro de las fuerzas de la naturaleza; será resignado, apacible, aunque no haya conseguido lo que pretendía, pues es natural en el hombre sufrir con paciencia la necesidad de las cosas, mas no la mala voluntad ajena. Una vez desnudos y descubierta la fuerza original, ejercitad a los niños en la naturaleza: obrar, correr, nadar, crear aquello que su fuerza original indique: Vocación.
Mantener al niño en la única dependencia de las cosas: cesa la conciencia de pecado. El origen de las instituciones es un contrato y nada más. Vivir no es respirar: es obrar, usar de órganos, sentidos, facultades, de todas las partes de nosotros mismos que nos dan el íntimo conocimiento de nuestra existencia. La vejez no se cuenta por los años sino por la acción.
En cuanto a la muerte, acostumbrado el niño a aceptar la necesidad, cuando aquélla venga, morirá sin lucha ni sollozos, que es todo lo que permite la naturaleza en ese instante abominado por todos.
Es loco el que pretende estorbar que nazcan las pasiones.
A los veintitrés años Rousseau escribía a su padre que,
“de todos los estados a que puedo aspirar, el único por el que siento alguna predilección es el de preceptor de jóvenes pertenecientes a familias de calidad”.
Pero el “Emilio” o arte de formar hombres no ha sido aplicado pedagógicamente sino una vez, en Caracas, por el maestro más propio y el niño más apropiado.
Caracas es ciudad divina. El Calvario, en Caracas, es el ombligo espiritual de Suramérica.
El Emilio fue como dinamita; su influencia dura aún y su altura no ha sido alcanzada. Momento estelar de la humanidad: Rousseau, Rodríguez y Bolívar aparecen en las circunstancias precisas para que resulte la forma que tuvo la revolución de independencia suramericana.
Simón Rodríguez no tiene padres. Recogido por una familia como expósito, solamente conoce a un cura que visitaba la casa. Lo estudia todo en busca de sí mismo. Deslumbra con su atrevida inteligencia. Sus amigos, los funcionarios de España, le permiten recibir libros prohibidos; se encuentra a sí mismo y siente vocación por mostrar el camino. Cae en sus manos la obra de Rousseau.
El niño Simón es rico; dueño de cacaotales, cañamelares, minas y dehesas; desnudo de nacimiento, no sujeto a nadie, mal educado. Lo que más desean los Bolívares es librarse de la responsabilidad de ese muchacho difícil. Tierras tibias, naturaleza espléndida; aire libre, casas solariegas; lago y mar; ríos resplandecientes; caballos y sociedad complicada. Funcionarios españoles petulantes; criollos sensuales y susceptibles; tercerones, mulatos, zambos, mestizos, esclavos. ¡Si Juan Jacobo hubiera tenido esta oportunidad!, repítese constantemente Simón Rodríguez: Bolívar no tiene mamá que se oponga a la desnudez y los parientes no saben qué hacer con el niño inquieto.
Nadie ha valorado la importancia de este acontecimiento en la historia de la humanidad. Simón Bolívar es hijo de Rousseau. Cada proposición del Emilio parece haber sido escrita para indicar el modo como debían educar al libertador de Suramérica.
Cuando Maquiavelo encontró a Leonardo de Vinci en una fonda, durante el viaje de éste a entrevistarse con César Borgia, sintió y anotó que el encuentro parecía determinado por el acercamiento rarísimo de dos estrellas. Efectivamente, cuando penetramos con la meditación en las cosas del mundo, el universo se unifica, cesa la visión atómica e intuimos que en el más mínimo suceso (y no los hay mínimos sino en apariencia) estaba latente todo el universo, el futuro, así como en la semilla estaban aquel samán de Güere, gigante bolivariano que tiene mil años, y los innumerables samanes que lo rodean y que son sus hijos. Así, no hay que admirarse de que parezca que un dios hubiera hecho coincidir los fenómenos llamados Rousseau, Rodríguez, Bolívar, independencia suramericana. No es apariencia: el presente es hijo del pasado y padre del futuro. El mundo como voluntad y representación. No hay sino una sustancia…
Como a Santander podemos compararle a una sierpe que se eleva enroscándose en espiral al tronco y ramas de una ceiba, que es Bolívar, hasta que la envenena y derriba, perdiendo la altura, la cual era robada a la ceiba, es bueno confrontar ya a los dos niños:
Bolívar, seco, requemado, ojinegro, en llamas. Santander, adiposo, lanudo, ojillos grises y fríos. Aquél, en las vecindades del mar, tibios valles de Aragua, entre negros esclavos, a caballo, dominante; primas hermanas ardorosas, consumidas por el fuego, de ésas de Caracas. Santander habita sobre el lomo andino, tierra de lana, cubierta; viejas beatas Colmenares, Conchas, Fourtoules, Santanderes; y le educan curas, entre el seminario, lejos del mar, confesándose. Bolívar, rico, libérrimo, buscándose a sí mismo en compañía del maestro casi de su misma edad. Éste, sobrino del clérigo, pobre, pedigüeño, monago compungido y penitente, simulador. Al uno le repiten que todo el mundo lo tiene dentro de sí, que todo lo puede extraer de sí mismo. Al otro le enseñan la forma de proseguir, definir y terminar los juicios ejecutivos y ordinarios, tanto civiles como criminales. Bolívar, loco de libertad: el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; la libertad es para manifestarse. Santander, viejos jurisconsultos, teólogos; el hombre se hizo para la forma. Al uno: loco es el que pretenda estorbar que nazcan las pasiones. Al otro: peca, pero confiésate. A Bolívar: acepta la muerte porque es necesidad. Al otro: Dios te juzgará.
La montaña fría y aislada; el mar; viaje a México; vida en Madrid; Napoleón coronado; ruinas de Roma.
Al uno los códigos. Al otro el libro del universo.
Santander, pedirlo todo con astucia; Bolívar, obtenerlo todo y darlo todo; libertar a América y dar la representación americana original. El otro, independizar la Nueva Granada y… el que tenga más votos será el presidente. Muere el uno rico, llorando, gritando, refregándose cordones de frailes. El Libertador se apaga desnudo y como un sonido.
— o o o —
Capítulo Tercero
Estado social en 1810. – El criollo aspira al poder. – Bolívar formó la raza. – Descripción de Suramérica. – Voltaire destruye. – Rousseau crea. – Diferencia de Bolívar con todos los “patriotas”. – Sociología del norte y del sur de Hispanoamérica. – San Martín y Miranda.
III
Creemos haber pintado al niño y que está ahí recogido, como para comenzar a gatear por la Nueva Granada. Tiene toda su vida en latencia. Interrumpidos sus estudios escolares, los terminará ahora entre las disputas de la Patria Boba (1810-1816).
¿Cómo es la sociedad de entonces? En primer lugar, toda acción se ejecuta para conseguir lo que no tenemos. Los que obran en 1810 son los criollos nobles, porque carecen del mando, que lo ejercen los funcionarios españoles venidos de la metrópoli y que a ella volverán: virreyes, oidores, gobernadores…
En un pueblo sin castas, unificada la raza, la revolución se hace para entregar el poder a todos, porque todos son iguales. ¿Pero aquí?
Llegamos a la esencia del problema: que esta sociedad de que tratamos se compone de castas, con matices intermedios innumerables. Comenzando por abajo, están el indio y el negro, esclavos, cuya composición de cuerpo y alma discuten los teólogos. Clase media son los criollos, descendientes ya lejanos de los conquistadores y primeros inmigrantes. Y la casta superior son los altos funcionarios, que vienen, ejercen y retornan.
Los matices provienen de que tanto el negro como el español son sensuales y se ajuntan con indias, blancas y negras. Pero los españoles con remordimiento, a escondidas. Tenemos así mulatos, mestizos y zambos. Es un horno. Los padres tienen vergüenza del hijo mezclado, y el hijo se jacta del padre blanco y se avergüenza de la madre. De ahí la vanidad, la susceptibilidad del mulato y del mestizo.
Don Pedro, don Agustín, un abuelo de Bolívar, el mismo Santander, todos ellos ponen en el testamento la siguiente cláusula: “reconozco que en el año tal tuve un hijo en mujer de mi misma condición…”.
¿Qué encontramos en las almas de Custodio García, Camilo Torres, los Restrepos, Lozanos y Francisco José de Caldas? Vergüenza de las castas inferiores. Las desprecian aun más que los españoles, pues se sienten humillados al saber que están con ellos dentro del término colonos. Odian a los chapetones y se sienten injuriados al ver que estos disfrutan de los altos empleos del gobierno. Sienten que es injusticia que les hace el Rey el no tenerlos de inmediatos delegatarios de su poder divino sobre negros, indios y hombres de color. Creen en el poder divino de los reyes, pues una religión que muere como verdad sigue viviendo aún por mucho tiempo como sentimiento.
Mestizos, mulatos, indios y negros odian a los criollos, porque estos se avergüenzan de ellos. Al chapetón le admiran y le aman; se ama lo que nuestro enemigo odia.
No estaba, pues, madura Suramérica para la emancipación. Los criollos quisieron apenas quitar el poder a los chapetones, para ejercerlo ellos en nombre del rey, para explotar en representación del rey.
Afortunadamente, como lo vimos, Bolívar desde el primer instante se presentó con la idea de que Suramérica fuera teatro nuevo de nuevas representaciones, e hizo guerra de montoneras. Murieron los criollos, mezcló sangres, ennobleció indios, negros y mestizos. Casó la sobrina con hombre de color. Libertad de los esclavos, guerra a muerte: formó un pueblo y le dio conciencia.
Hay que tener cuidado en no confundir a Bolívar con ninguno, con Miranda, Nariño, Lozano, San Martín…
Repitamos que nadie entenderá el drama sino cuando comprenda que no estaba preparada la sociedad para la independencia, y que ésta es obra de Bolívar, en esfuerzo sobrehumano de 20 años. Los patriotas o padres de la patria en toda Suramérica fueron los criollos nobles que obraron por odio o celos contra los funcionarios españoles. Así se explica el desprecio de Miranda, general en francés, a los venezolanos: “bochinches, bochinches” llamaba a las montoneras bolivarianas. Así se explica, también, el cansancio y la fuga de San Martín, de Lima, apenas vio los mulatos, mestizos y negros. En el sur (Argentina y Chile) no hubo guerra, aún no la ha habido. El gaucho permanece esclavo de la oligarquía noble de Buenos Aires. Con Rosas y con Irigoyen tenemos amagos de guerra de independencia. Argentina cambió a Fernando VII por los ingleses, en cuyo nombre gobierna hoy el presidente Ortiz, la oligarquía bonaerense.
Lo poblado de la Nueva Granada eran las faldas y lomos de los tres ramales en que se divide en ella, al entrar, la cordillera Andina.
Los Andes vienen de la punta sur del continente; prosiguen altísimos, recostados al Pacífico, dejando la inmensa llanura de las pampas: gramíneas y cueros; latifundios: Argentina. Llegan al Ecuador y allí, a causa de sol y vientos, llueve a torrentes sobre el monstruo, que derrama sus aguas hacia oriente, formándose el Amazonas, rey de los ríos, mar de agua dulce; selvas impenetrables, futuro grandioso y misterioso del Brasil. Y se ensancha el lomo Andino; coronándose de volcanes; meseta ecuatoriana, propicia al indio nostálgico, al fraile depredador y al guerrillero oscuro. Desde un nudo se divide en tres ramales, cada uno en abanico, ondulando hacia el norte; valles del Cauca y Magdalena, nidos altos, morada del fanatismo, paladeo de rencores: Nueva Granada. El ramal oriental se entra al norte de Santafé hacia el oriente; se explaya allí, rodeando el lago de Maracaibo, y sigue, separando el mar de las Antillas de los llanos del Orinoco, tierra de caribes valerosos. Forma nidos, valles de Aragua; cuna del Guaire y del hombre de la libertad interior: don Simón.
Las tierras altas atrajeron conquistadores frailunos y letrados. Acceso difícil, en ellas quedaron encerrados, teologando y fornicando. Santafé y Quito, Pasto y Popayán, paraísos del monasterio, chocolate, latín y Derecho. En cañadas y vertientes, filones de oro; en vallejuelos, aluviones codiciados, placeres. El indio moría en la dura labor de la avaricia. Se trajeron negros por toneladas; se traficó con la carne humana, en pie, al peso.
En las cimas habita el blanco; empreña a las esclavas caseras, yendo en puntillas, al anochecer, y tenemos al hablachento mulato, pagado de pergaminos, vanidoso y cruel. El encierro trae el rumiar de prejuicios, susceptibilidades, ordenanzas, juicios de apeo, sensibilidad a la jurisdicción, es decir, el amor a la jurisprudencia, el escudo de la ley. Este es el estudio diario, en seminarios. El clero tiene por misión sujetar: indulgencias, dispensas y, al morir, Jesús me ampare, Jesús te ampare. En esta sociedad el fraile prospera como los hongos en estiércol. Sobre todo Pasto y su región es la casa de la oscuridad.
En los valles del Guaire y del Aragua, vecinos al mar y a las islas, se establecen los nobles negreros y se enriquecen: cacaotales, y ganado en los llanos. Allí el criollo es rico, dueño de millares de esclavos, y viaja a Europa. En Nueva Granada es pequeño funcionario, escriba y jurisperito. En Caracas, el criollo está excitado por el clima suave y por el ocio; es la tierra de los pardos y tercerones. Los granadinos tienen agotamiento libresco; apenas si, los sábados, furtivamente, fabrican mulatos con las sobras.
En el Perú, el Potosí, el pan de plata: marqueses, condes, ladrones, esclavos. Oro y esclavos llamólo el Libertador.
Al río de la Plata, pampa inmensa, gramíneas y cueros, no llegan frailes, ni jurisperitos, ni negros. Se forma una gran ciudad marítima, tentacular, Buenos Aires, visitada por los ingleses. En las pampas, alejado del mundo, perdido en la soledad de tierra y cielo, se va formando un tipo, el gaucho, señor de rumiantes y cereales, príncipe de la canción.
Bacon, Descartes, Voltaire y los enciclopedistas, la independencia yanqui, la revolución francesa… Obra destructiva: caen todos los ídolos.
Sobre las ruinas, Rousseau señala el método para construir un nuevo mundo: el Emilio.
Sólo los criollos reciben el influjo, porque leen y a veces viajan. El pueblo, ese pueblo esclavo, no tiene personalidad, es propiedad del monarca, del fraile y del mismo criollo. Ni siquiera sospecha que un mundo acaba de morir.
Ya manifestamos cómo repercute en los criollos la revolución: desean ser los dueños de los esclavos.
Pero en Bolívar, en todo su ser, está la obra destructiva de la enciclopedia y la creadora de Juan Jacobo. Esa es la diferencia entre todos los suramericanos y el Libertador, y por eso, al leer sus escritos, encontramos lo moderno: Nietzsche, Mussolini, Stalin, todos los demonios y todos los ángeles.
De tal suerte que la libertad de Suramérica no estaba preparada en absoluto: no había pueblo, conciencia de pueblos. Sólo las circunstancias que fueron ocurriendo después de 1810, por obra de la constancia de Bolívar y del devenir histórico, hicieron posible vencer a España.
Facilísimo fue para España reprimir los movimientos revolucionarios de 1810, obra exclusiva de la nobleza criolla. La población suramericana apoyaba a los españoles, guiada por los frailes y por guerrilleros de aquí, ignorantes y feroces. Fue una matanza de criollos jactanciosos. La mala política de los pacificadores, enviados posteriormente, y la constancia de Bolívar en sus continuas derrotas, hicieron el milagro de crear el sentimiento de independencia en la población. Puede decirse que para 1816 estaban pacificadas las colonias. Pero Bolívar reunía una montonera aquí y otra allá; de La Guaira a Curazao; de Jamaica a Cartagena; sube a Cúcuta; penetra a Caracas; vuelve en derrota a Cartagena; es arrojado a las Antillas; desembarca en Ocumare; huye y aparece en el oriente venezolano; consigue piratas; compra armas; Angostura, como su puerto atlántico, sobre el Orinoco; marcha y contramarcha en los llanos; atraviesa estos inundados; penetra a Bogotá… Guerra a muerte, libertad de los esclavos, honores divinos a todo héroe, blanco o negro. Mueren casi todos los blancos; hace mezclar las razas; eleva al hombre de color; en una palabra, para 1820, Bolívar había creado la conciencia suramericana, en cuya obra le ayudaron los pacificadores con sus crueldades.
Sólo la encarnación del Emilio podía con esa brega oscura, guerra de montoneras, desnudos casi; huyendo y persiguiendo por llanuras inundadas y por desfiladeros; desprestigiado, renegado de amigos y parientes; lucha de veinte años contra la naturaleza y los hombres. ¿Cómo le comparan con Napoleón?
Ahí está la diferencia con la Argentina y Chile. Aquí, los criollos nobles dieron su grito de independencia y no hubo guerra. Chile y la Argentina quedaron de colonias de Inglaterra, la cual ejerce el mando por intermedio de las noblezas de Santiago y Buenos Aires. Si a la Nueva Granada no hubiese venido Morillo, habría quedado mandando la oligarquía de los criollos jurisperitos de los colegios del Rosario y San Bartolomé. Y el pueblo habría quedado en la oscuridad, sin voz, como lo están el roto y el gaucho.
Los blancos murieron en Venezuela y muchos en la Nueva Granada. Los que triunfaron con Bolívar, fueron las gentes de color: por eso hemos tenido presidentes hijos naturales, negros y mulatos: Obando, Mariano Ospina (indio), Hilario López y Suárez.
Sociológicamente, ese horno de razas que atizó Bolívar fue la causa de la intranquilidad posterior, hasta 1900. Pero hoy tenemos que Colombia y Venezuela presentan poblaciones completamente suramericanas, compactas, sin oligarquías raciales. Argentina y Chile quedaron bajo la bota férrea de pretendidos nobles y progresaron económicamente. Pero sucede que hoy no tienen tipo humano propio, que sus pueblos son parias, sujetos a Europa por intermedio de sus noblezas corrompidas. El porvenir, indudablemente, es de Colombia y Venezuela.
Con Rosas e Irigoyen, el gaucho asomó en la vida argentina, y lo hundió nuevamente la nobleza bonaerense. En Chile, con Alessandri, pretendió manifestarse el pueblo, el roto, la chusma; pero Alessandri lo traicionó en su segunda presidencia; sometióse a la nobleza de Santiago.
La independencia del pueblo no se ha efectuado aún en la Argentina y Chile: tienen cien años de retraso.
Fueron muy distintas las circunstancias de la colonización, vida colonial y guerra de independencia en el norte y en el sur de Hispanoamérica. Allá, el dorado, montañas, minas, frailes; aquí, la llanura, estaciones. Allá, los negreros; aquí, los ingleses, la carne, el trigo y los cueros. En el norte, la guerra fue larga, cruel, de mezcla de razas; en el sur, paseo militar, cambio de amo. Aquí necesitábamos al hijo de Rousseau, creador, paciente, que, de montar a caballo, en mula patifina, en su carrera ilímite, murió con las nalgas encallecidas y consumido; allá, un general europeo hizo la campaña, llevado en hamaca; llegó hasta el Perú, conoció mulatos y mestizos, se asustó, le pareció difícil y volvió a Europa, a morir de rico y de viejo, dejando la obra imposible al caraqueño. Repetimos esta idea con palabras de Sarmiento:
“La manera de tratar la historia de Bolívar de los escritores europeos y americanos conviene a San Martín y a otros de su clase. San Martín no fue caudillo popular; era realmente un general. Habíase educado en Europa, y llegó a América, donde el gobierno era el revolucionario (subrayamos nosotros), y pudo formar a sus anchas el ejército europeo, disciplinarlo y dar batallas regulares según las reglas de la ciencia. Su expedición sobre Chile es una conquista en regla, como la de Italia por Napoleón. Pero si San Martín hubiese tenido que encabezar montoneras, ser vencido aquí, para ir a reunir un grupo de llaneros por allá, lo habrían colgado a su segunda tentativa”.
“El drama de Bolívar se compone, pues, de otros elementos de los que hasta hoy conocemos; es preciso poner antes las declaraciones y los trajes americanos, para mostrar en seguida el personaje. Bolívar es todavía un cuento forjado sobre datos ciertos; a Bolívar, al verdadero Bolívar, no le conoce aún el mundo; y es muy posible que cuando lo traduzcan a su idioma natal, aparezca más sorprendente y más grande aún”. (Domingo F Sarmiento. Prólogo de Facundo).
Lo sucedido en Argentina y Chile habría pasado en Colombia y Venezuela si hubiera triunfado Miranda en 1812.
* * *
El ambiente, en sí, es fácil: se vive en él; de él se nutren los seres, sin saberlo: el pez en el agua, el feto en el útero, el árbol en el aire y en la tierra. El ambiente de una muchacha, por ejemplo, nos incita, nos acaricia, nos hace cosquillas, estamos alegres. Sufrir y morir es fácil, pero ¿decir qué nos duele y de qué morimos? ¡Qué terrible es analizar el ambiente!
Ahí está el abismo en que caen los biógrafos. Julio Mancini, por ejemplo, pretendió resucitar a Bolívar: estudió, estudió aquí, en Londres y en París, dos mil libros y memorias, cinco mil cartas. Y ¿qué hizo?: tres capítulos, que son como tres patas de megaterio; biografías dentro de biografías; ensayos dentro de estudios; cefalalgia, parálisis intestinal, agotamiento, muerte del autor y… Bolívar no ha nacido. ¡Y tan fácil como le parieron en Caracas!
* * *
Estamos precisamente en el ambiente del veinte de julio, y lo estudiaremos con el olfato, sentido filosófico. Es ambiente trino y uno, queremos decir, jurisperito y teologal. Almas doloridas de pequeños funcionarios que envidian a virrey y oidores, arzobispos, canónigos y deanes. Pero se percibe por allá olorcillo de hojas, musgo, cañadas, montes, manantiales, torrentones, barómetros…: es el olor a José Celestino Mutis. Viajeros a pie, buscadores; hospedarse en la casa cural; levantarse antes que la aurora; traer las mulas maliciosas y sufridas; olor a cagajón, excremento agradable al olfato; jóvenes enamorados de eso que les va a entregar la naturaleza virgen; saludar al sol en alto del camino; sonrisa de moza que nos mira pasar desde el remanso donde lava; aparatos de física, manufacturados en casa, pues Europa está lejos; dibujantes, zoólogos, botánicos, químicos… Es la Expedición Botánica. Es el olor de Jorge Juan, La Condamine, José Celestino Mutis, Humboldt y Caldas.
Este olor a humus principió en el mundo con Bacon poco más o menos: atisbar, medir, describir, libretas de bolsillo… Matará al silogismo, a la vida sedentaria y a la celda.
En 1801 llega Humboldt a Santafé a visitar a Mutis. Conversan de quinas; son herbolarios, magos de las hojas. Conversan de posibles virtudes misteriosas de las plantas del Nuevo Mundo, de los misterios en las alturas vírgenes, del observatorio que construyen en Santafé. Dos meses conversan.
El seminario de Popayán se contagia: José Félix de Restrepo, Zea, Caldas y Camilo Torres huelen principalmente a rábula… pero por allá dentro se percibe el olor a Mutis.
En Santafé, Jorge Tadeo Lozano está coleccionando, embalsamando, clasificando animales. Llega el francés D’Elhuyart a enseñar química y mineralogía.
Sí. La Nueva Granada recibe por entonces un soplo juvenil. Pero muere Mutis en 1808 y deja la dirección de la magna obra al sobrino Sinforoso… ¿Y el sabio Caldas, Francisco José, que es criollo y que sabe tanto? —¡Los malditos chapetones! —¡Las injusticias con los españoles americanos! Así fue como para 1810 las discusiones acerca de jurisdicción habían matado el espíritu de la Expedición Botánica.
Caldas dirige el observatorio. Allí y en la casa de Camilo Torres se conversa de reclamos, se escribe y se hace circular, en manuscrito, el Memorial de Agravios. ¿Qué dice?
Que en América deben establecerse Juntas, como en España; que temen ser entregados a los franceses; que en España publican injurias contra los españoles americanos; que son arbitrarios los que mandan en las colonias. España europea y España americana.
Pero en Santafé había también olor a Francia: es Nariño, centro aparte. No pertenece a la Universidad, pero tiene seis mil volúmenes. No es silogista. Los funcionarios liberales y afrancesados del Virreinato, sus colegas, le prestan libros prohibidos. Recepciones intelectuales en su casa, a la francesa. Dueño de imprenta. Traduce Los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Eterno prisionero; es el insurgente, la Revolución Francesa. No le aman los jurisconsultos. Tribuno que se golpea el corazón y… “¡Pastusos, aquí tenéis a Nariño!”. Toda su vida le odiará el discípulo de los rábulas, Francisco de Paula Santander.
En este ambiente está la Patria Boba y la lucha entre Nariño y los rábulas, centralismo y federalismo.
Respecto del ambiente exterior: pues que España ayudó a la independencia de los yanquis; que Inglaterra desea vengarse y poseer el comercio de las colonias; que Napoleón destrona a Fernando VII e intriga en Suramérica…
¿Y dónde, Carlos Marx? Está en el comercio de Inglaterra, en los plátanos hartones a tres al real; en la revolución de los comuneros del Socorro; estancos; está por todas partes…
Pero es un hombre lo que estamos resucitando y no se le puede hacer una oreja o un ojo demasiados. ¿Cómo agrandar la mano de una estatua? La medida impera en el arte.
En ese ambiente vivió Santander, pero sin sentirlo, porque estaba como pez en el agua: conoció a Mutis, por ahí en calle o iglesia; oyó acerca de ingleses, franceses y comuneros, pero no como para escribir monografías. ¡Al diablo con todo esto! ¡Es el veinte de julio!
— o o o —
Capítulo Cuarto
El veinte de julio de 1810. – Iluminación de Francisco de Paula. – Vicente Azuero. – Francisco Soto. – Florentino González. – Vargas Tejada. – Santander armado caballero de las leyes. – Su programa. – En busca de un empleo para comenzar. – Santander abanderado. – El virrey y la virreina presos. – Remordimientos coloniales. – ¿Morir? ¡Nunca!…
IV
Año de 1810:
Copiamos del Diario de José María Caballero, sastrecito que fue en la capital del virreinato de la Nueva Granada:
“Enero.—Alcaldes para este año: el doctor Miguel Pey y Andrade, criollo; don Juan Gómez, chapetón”.
“Desde mediados del año pasado hasta el presente mes han subido los comistrajes a precios nunca vistos: la miel a 21 pesos la carga, y la totuma a 2 pesos; las panelas a un real y cuartillo cada una; los alfandoques a tres al real; el maíz blanco a 6 reales el palito y el timbame a 5 reales; las turmas a dos reales y medio y lo mismo las arracachas; los plátanos hartones a 3 al real; la botella de aguardiente a 6 reales; la múcura de chicha a 3 pesos y los huevos a 3 al medio”.
“Marzo 10.—Me descompuse un brazo por darle un revés a una gata”.
“Abril 26.—A las 11 tuvieron una discusión los señores cabildantes, estando en junta, en términos de agarrarse y aporrearse el procurador general, Dr. Ignacio Herrera, criollo, y don Bernardo Gutiérrez, alférez real, chapetón. Hubo mucho alboroto, que fue menester que el alcalde de segundo voto, don Juan Gómez, pidiera auxilio a la guardia de palacio y ambos estuvieron presos en el cabildo hasta las 8 de la noche”.
“Mayo 14.—Entraron las cabezas de don Vicente Cadena y don José Rosillo, cadete que había sido del regimiento Fijo de Cartagena, y después del Auxiliar de esta capital. Fueron y sublevaron gente por Los Llanos, en donde los arcabucearon, y se dice que sin confesión. El ejecutor de esta maldad fue el alférez Surga, chapetón”.
“Mayo 17.—En este día enterraron las cabezas que trajeron de Los Llanos, en la capilla de la cárcel grande”.
“Julio 6.—Entró el señor Oidor don Juan Jurado, la mujer, y 10 hijas y un hijo, y se recibió al siguiente día”.
* * *
Julio 20.—Francisco de Paula estaba atareado con el certamen de los juicios ejecutivos y ordinarios. Entre la meditación se le entreveraba la imagen de la cama de Susana… No se concentraba. Iba precisamente en la parte que trata de las disposiciones para la admisión de tercerías… Me demandan…; llamo a varios amigos, Vicente Azuero (1) por ejemplo, para que inicien tercerías… y el acreedor tiene que contentarse con una cuota en el prorrateo… Y mientras más valiosas fueren las tercerías… ¡No hay robo!… Todo queda cubierto por la sentencia… Todo es legal…
Y sonreían los labios fríos y comprimidos, al sentir el arma que es la ley.
En ésas iba, cuando oyó gran alboroto: ¡Qué hable Acevedo Gómez!…
¡Era nada menos que el 20 de julio!
———
(1) Este nombre aquí, en 1810, es verdad psíquica.
* * *
Francisco Morales y José González Llorente, chapetón y criollo, se habían agarrado y dado de trompadas en una tienda, por motivo de un florero: ¡Cabildo abierto! Los chapetones, sorprendidos, fraternizan. Junta Suprema: presidente, el virrey, pero ejerce el vicepresidente, don José Miguel Pey. Bailes populares, discursos: ¡Ya mandamos nosotros!… ¡Viva Fernando VII!…
Pero el verdadero 20 de julio estalló en el alma de Francisco de Paula Santander. En ella fue en donde nació esto que hoy padece la humanidad y que se llama República de Colombia. Al oír aquellos gritos y noticias, nuestro joven comprendió instantáneamente eso de las tercerías. Cayó en éxtasis y vislumbró un mundo nuevo: con terceros se encubre todo. Vio allí, presentes en su celda de San Bartolomé, a Vicente Azuero, Francisco Soto, Vargas Tejada, Florentino González, Antonio Obando, y a sus compadres José María Obando y Juan José Flores; a todos los terceristas de su futura obra. Vio libertada a Suramérica y vio su camino de traiciones: a Sucre asesinado y a Bolívar muerto. Y se vio a sí mismo cubierto de virtud, gobernando su pedazo, la Nueva Granada. ¡Las leyes! Esta es el arma para su obra; el océano de recursos, el escudo del débil, la fortaleza del gusano, la túnica dorada del asesino. No la ley, sino las leyes. En su éxtasis vio y vivió la verdad de que había sido preparado por sus ascendientes y por su pueblo, gestado por su madre y educado por Santafé para ser el hombre del enredo, de los subterfugios, El Hombre de las Leyes. Estas son los bolsillos en las sotanas del padre Omaña, que todo lo ocultan: la moneda sanguinolenta se pierde en ellos. Vio su destino y el de la Nueva Granada: logias, círculos, elecciones, urnas; traicionar y hablar de amor a la patria; venderse y hablar de sacrificio.
El hijo de la gente pobre que todo lo mendigó: yo se lo debo todo a mi patria. El descendiente de familia que se oculta: casi nada se sabe de sus padres, hermanos y ascendientes. El hijo del seminario, mendigo de clérigo, vecino víctima de los valerosos venezolanos… Toda esta subconsciencia estalló el 20 de julio, y comprendió las leyes, sintióse seguro de su destino: sabe ya quién es, qué desea y cómo se consigue. Será el Héroe Nacional de Colombia. Está armado caballero. Coge su arma y sale a su obra…
* * *
Cogió su arma y salió en busca del cura, caminando reposadamente. Desde hoy tendrá ese caminar solemne, ese no se sabe qué de los que tuvieron la iluminación de su futuro, la conciencia de su capacidad, de sus medios y de su fin.
Las medias de hilo de Ramiriquí, sucias y rotas, caen en rodetes sobre los zapatos; los pantalones color de yema de huevo son muy cortos y dejan ver los pelos de las piernas: piernipeludo; las botinas son de cordobán, orejonas y rotas en las suelas… Esta ya no es indumentaria para el único que en la Nueva Granada tiene conciencia de sí mismo. Y medita así: ¿Para qué se es criollo, conocido de los que han tomado el poder y sobrino del padre Omaña? ¡Para comenzar! ¡Para eso! Por algo se ha estudiado y sufrido humillaciones: para reaccionar. Un puesto cualquiera… ¡Gobernemos, pues!…
Santander es ahora el único que ni grita ni corre en Santafé. Los demás, sus maestros, tan sabios, se satisfacen. Ignoran de qué se trata. Es el único que por tener conciencia de sus medios y su fin se salvará de la hecatombe pacificadora.
Santander (y desde ahora hay que llamarlo así) rumia: el padre Omaña está furioso porque el último domingo me cogió en la habitación de Susana, la cocinera… Y mi tío tiene razón. No hay que dar escándalo; hay que saber cubrirse. Cierto que me consta que el viejo se acuesta con Susana, pero hay que ser cauteloso: si no puedes ser casto, sé cauto. De hoy en adelante nadie sabrá mis cosas… ¡Yo lo arreglaré todo!…
Pero entre aquel bullicio y gentío era casi imposible encontrar a don Nicolás.
La Junta se había instalado en la plaza, en la casa consistorial, y el pueblo permanecía al frente, alborotando, satisfaciendo sus instintos reprimidos por el coloniaje, gritando que le hablasen los oradores y que le sacasen al balcón, para verles prisioneros, a los chapetones más impertinentes.
Santander sonríe fríamente, pues ya sabe qué significa eso y que se trata de fuerzas utilizables.
Verles prisioneros fue el goce que tuvieron los santafereños el 20 de julio y durante la Patria Boba. Ver humillados y humildes a sus tiranos. Pero no hubo sangre.
Oigamos a nuestro cronista precitado, José María Caballero, sastre del virreinato:
“Julio 22.—Por la tarde y mañana de hoy sacaron al balcón de las casas consistoriales, primero a don Martín Tanco, administrador de correos, que decían encubría pliegos, y él dijo que el Virrey se lo mandaba; lloró en el balcón, pero el pueblo decía que era sospechoso; Melchor Uscátegui salió y dijo que no le creyesen, que ésas eran lágrimas de cocodrilo. Sacaron a otros muchos, para que el pueblo los viese”.
Santander vio con frialdad de crítico a casi todos sus profesores, que eran miembros de la Junta y que salían a perorar. Contempló con firmeza, envidiándole la posición, pero seguro de que no sabía lo que buscaba, a don Antonio Baraya, quien se paseaba por las calles con los Ricaurtes y Parises, a caballo, vigilando. Encontróse con su condiscípulo Eusebio Borrero, y juntos siguieron atisbando lo que sucedía; pero sin decirle a Eusebio que buscaba al tío, pues si antes era reservado, ahora lo exige todo y no da nada.
Al atardecer aumentó la gritería y el pueblo
“pedía que le echasen los grillos a Frías y a Alba; no hubo remedio: les echaron grillos, pero el pueblo quería satisfacerse, y así pidieron que les querían ver…”. (Chepe Caballero, sastre y cronista).
En las revoluciones lo que deseamos íntimamente es ver y sentir que todos los hombres sufrimos igual, y apenas nos cercioramos de ello, nos compadecemos. No somos malos: es que los ricos parece que no padecieran, pero cuando les vemos doloridos, les amamos.
“Todo el pueblo santafereño se aboca frente a la cárcel de Corte. Gritan que si ya están con grillos; contestan desde el balcón, los de la Junta, que sí; gritan entonces que los saquen al balcón, que los quieren ver. Los de la junta contestan desde el balcón que no, que eso es maldad, y los de abajo aúllan que se los saquen…”. (Caballero, obra citada).
¿Qué hacer? ¡Un momento!… ¿Qué vemos? Que sale al balcón don Nicolás Omaña, el cura, mi tío, para arengar a la multitud. El estudiante no se inmuta, y nada responde a Borrero cuando éste le dice, tocándole en un hombro: ¡Allá salió tu viejo! Apenas le vio asomar, Santander calculó: Es de la junta; hablará con Frutos Gutiérrez, con Tadeo y con Baraya… ¡Estoy asegurado ya!…
El padre Omaña perora; más bien es para maestro. Esta familia calculadora y fría no es para oratoria. Dice a la multitud que eso es venganza, el pretender que saquen a Alba y a Frías al balcón; que Jesucristo… Y habló de Pilatos, y no sabemos de qué, y se le cayeron las antiparras de alambre, y se entró, porque el pueblo gritaba: ¡Malo! ¡Muera! ¡No, no! ¡Abajooo!… Luego hablaron los padres Martín Gil y Pacho Gómez, muy largo y mal todos, disuadiendo;
“…pero el pueblo (escribe nuestro cronista Caballero) no daba más respuesta que era: No, no, que salgan, que los queremos ver. Anocheció y el pueblo dijo que encendieran luces, que no se iba. Lo que temían los de la Junta era que el pueblo hiciese algún desmán, como tirarles algún balazo o piedra, o injuriarlos, pero ofrecieron no hablar palabra, y por fin se los sacaron uno a uno, y todo se cumplió en un silencio admirable”.
A la salida de don Nicolás, su sobrino se le hizo el encontrado. El viejo estaba corrido y Santander con sus artes finas le hizo sentir que le admiraba por el discurso. Le habló de excesos de la chusma; luego, de servir, quería servir a la patria. Nada dijo de dinero; rechazó el que le iba a dar el tío. Quedó persuadido el sacerdote de que había que intrigar con Gutiérrez y los otros. Se abrazaron. Santander, sin expresarlo, dijo que había comulgado. Sin afirmarlo, manifestó que había llegado la oportunidad para no acudir más a los bolsillos de Omaña. ¿Podrá éste presentar pruebas de que Santander dijo algo? Si alguna vez riñeren y don Nicolás observare: Acuérdate que me dijiste… Santander le responderá: ¿Ese día?… Ese día, tío, yo le consolé; sacrifiqué el ímpetu de mi niñez, que me impulsaba hacia la multitud, por consolarle a usted en su fracaso de orador… Así será toda su vida: “¿Traicionar yo al Libertador? Tres veces le he salvado la vida y bregué incansablemente por evitarle el abismo de la dictadura sombría del año 29…”. “¿Asesinar yo a Mariano París? A todos les consta el amor que profesé a Mariano, mi compañero de armas, y todo lo que he amado a esa familia de Parises”. (Véase Apuntamientos para la historia de Colombia y la Nueva Granada, por Santander).
Se abrazaron. Al padre Omaña le salieron lágrimas. ¿Por qué será que los curas lloran tan fácil?…
Santander había salido armado caballero de las leyes, y cuatro horas después ya había vencido:
“…Caminá para casa, muchacho, que ya se interrumpieron los estudios…”.
* * *
Antes de continuar narrando los sucesos del siguiente día, copiemos algunos párrafos de la literatura de Santander, para paladear la perfección a que llegó esta alma grande en la hipocresía:
“Sorprendido con semejante novedad (el asesinato ordenado por él de Mariano París), y sin adivinar de dónde y por qué se había ejecutado la muerte (¡qué perfección esos adivinar dónde y por qué y ese ejecutado la muerte!…), encontré al Gobernador en la plaza, igualmente sorprendido (juntos habían tramado el asesinato) e ignorante de las circunstancias; pasé a mi casa lleno de disgusto y aflicción, y estando en ella supe que su cadáver había sido traído a la ciudad de un modo realmente inesperado. No puedo pintar lo que pasó por mí en este día, ni cuál fue la amargura de mi corazón: prescindiendo de la estimación que siempre había hecho de toda la familia de Parises, y que ellos no podían negar (les odiaba porque eran bolivarianos), y del cariño particular que le profesaba a Mariano desde que habíamos hecho juntos varias campañas, habría bastado sólo la naturaleza del hecho para que me hubiera causado el mayor disgusto y pesar”. (Apuntamientos, Santander).
“Después de haber obtenido desde 1819 las primeras magistraturas y por medios legítimos, nada tiene de raro que posea una fortuna capaz de hacerme independiente del gobierno y aun de los particulares. Los destinos que he servido han sido dotados con sueldos considerables para el país, sin que yo haya tenido parte en dar las leyes del caso, y el tesoro me los ha satisfecho como a todos los demás servidores de la patria. Yo ignoro todavía quién es el que, habiendo sido presidente o vicepresidente, antes o después que yo, haya servido gratuitamente el destino. Nariño, Lozano, Álvarez, Bolívar, Castillo, Mosquera, Caicedo, Obando y Márquez, todos han cobrado sus respectivos sueldos y dispuesto de ellos libremente. ¿No es encarnizamiento monstruoso el notarlo sólo en mí? Cada vez que me veo en actitud de ocurrir decentemente a las obligaciones de mi estado y posición, de servir a mis amigos, de socorrer la mendicidad y de auxiliar a los establecimientos de piedad, educación y beneficencia, con los bienes que la patria me ha concedido, me glorío de verles un origen tan noble y tan honroso. Ninguna ocasión oportuna he desperdiciado para confesar que todo lo debo a mi patria, concediéndome generosas y superabundantes recompensas por mis pocos servicios a su independencia y libertad: pero ninguna recompensa me ha sido dada en contravención a las leyes: ninguna por privilegio especial”… (Santander: Apuntamientos para las Memorias sobre Colombia y Nueva Granada, 1837).
¡Qué perfecto se hizo al cultivar los dones con que nació! Los sueldos fueron señalados por terceros; yo lo hice, pero Bolívar también; no valgo nada, pero me han recompensado por mi amor…
Al siguiente día salieron tío y sobrino por las calles de Santafé; el viejo, ya disgustado con tanto alboroto:
“El pueblo ignorante hacía una confusión con toda arenga que decían en el balcón los de la Junta u otros, pues unos gritaban: ¡muera! y otros: ¡viva!; unos pedían una cosa, y otros, otra; a nadie se oía con perfección”… (Caballero, obra precitada).
Caminaban por frente a la catedral, Santander y el cura, cuando se les arrimó don Emigdio Benítez a decirle a éste que la Junta les había comisionado a los dos para ir a llevar a la cárcel de Corte al ex Regente… ¡Esta es la oportunidad!, pensó el estudiante, y les acompañó un poco, dejándoles luego para que pudieran hablar de su asunto particular: el empleo… Nada expresó a propósito, pero su porte era muy patriota.
Santander tiene el alma fría. El único en toda la Nueva Granada que posee un programa. Ya es el hombre de la revolución: sabe lo que puede; los medios con que cuenta y su fin. Su programa es aprovechar toda oportunidad para subir y enriquecerse de mando y dineros; su capacidad es el rápido conocimiento de los hombres; sus medios, simular y cubrirse de apariencias: pedir certificados, cartas, coleccionar las apariencias de sus simulaciones. Sobre todo, fingir como propio el deseo latente en el alma de la multitud. El calculador está perfecto ya.
Al atardecer recibió el nombramiento:
“Batallón de Infantería de Guardias Nacionales.
Granaderos.
……………………………………
Plana mayor.—Comandante, don Antonio Baraya, con grado de Coronel.
Sargento Mayor, don Joaquín Ricaurte y Torrijos …………….
Abanderado: don Francisco de Paula Santander”.
* * *
Cubriéndose con la bandera, nuestro héroe asistió el 29 de julio de 1810 a la misa de gracias en la catedral: el padre Omaña sentóse a la diestra del vicepresidente Pey.
El 13 de agosto, siempre arropado en la bandera, escoltó al Virrey a la cárcel de Corte, en donde le pusieron grillos; luego a la Virreina a la cárcel del divorcio. Don Nicolás, con todo el clero, iba custodiándola, pero las mujeres siempre lograron acercarse y le rompieron el vestido a la señora.
Al día siguiente, también envuelto en la bandera, escoltó a los Virreyes, a quienes sacaron de la prisión con gran pompa y demostraciones de arrepentimiento.
También custodió el coche de Virrey y Virreina, a quienes el pueblo arrepentido enviaba al otro día, con honores, a Cartagena de Indias.
Al siguiente, 16 de agosto, acompañó a los encarceladores de los dos criollos que con sus discursos habían tenido la culpa de semejante irrespeto…
* * *
Todo iba sobre rieles… Pero…
Los pueblos de la Nueva Granada han imitado a Santafé: por todas las provincias se instalan Juntas Supremas; los chapetones son cogidos por sorpresa, desprevenidos; los negocios de España les tienen aturdidos.
Pero en la región de Pasto, de Popayán a Quito, las gentes creen que se van a condenar; que todo es obra del diablo. Amenaza la reacción y habrá sangre, lo que más odia el abogado.
Y precisamente este regimiento, en que es abanderado (el primero a quien matan), marcha para el sur… ¿Morir? ¡Eso nunca!…
Objeta a tío y maestros: ¡No es por cobardía! Ustedes saben las muestras de valor y patriotismo que he dado. Aquí están Eusebio Borrero y Rafael Urdaneta que pueden certificar que la noche de los negritos yo iba entre los primeros, y también cuando sacaron al Virrey. Mi tío conoce mis padecimientos por amor a la libertad y por respeto a la voluntad de la Junta Suprema, pero me parece que habiendo sido estudiante y habiendo sacrificado mi carrera por la libertad, deben ponerme en donde aprenda el arte militar…
Don Nicolás ayudó: Antes de pelear, el muchacho debe aprender el arte militar; él más bien como que es para oficina, por su carácter y estudios. Es hijo único varón…
Y le nombraron Secretario de la comisión a cargo del capitán Manuel del Castillo y Rada…
* * *
Oigámosle narrar a él, en 1837 (Apuntamientos):
“Tan ardua y larga carrera empezada a la edad de 18 años, y sin la preparación correspondiente, no puede menos que estar llena de faltas y defectos más o menos notables, aunque conservo la esperanza de que se notará un amor decidido por la independencia y la libertad de mi patria, una consagración ilimitada a sus servicios y una fidelidad a toda prueba a mis promesas y juramentos. Me juzgará el mundo actual y la posteridad…”.
“Yo seguía la carrera de estudios en uno de los colegios de Santafé de Bogotá cuando llegó el memorable 20 de julio de 1810: felizmente estaba bajo la protección del doctor Nicolás de Omaña, hermano de mi madre, y oía lecciones de Derecho Real del catedrático doctor Emigdio Benítez, y de práctica forense del doctor Frutos Joaquín Gutiérrez, todos tres de los patriarcas de la independencia, y de quienes aprendí a conocer la justicia, conveniencia y necesidad de que estos países sacudiesen la dominación española. Con tan útiles lecciones no sólo me adherí a la causa de la independencia, sino que presté el día 20 de julio y siguientes aquella cooperación que cabía en mi edad de 18 años y como estudiante”.
Paladeemos la belleza de: cooperación que cabía en mi edad de 18 años y como estudiante. Allí está todo el hombre, en ese párrafo. Y continúa:
“La Junta Suprema gubernativa del Reino me hizo Alférez abanderado del batallón de guardias nacionales, en el cual fueron colocados varios jóvenes amigos de la transformación política, como los Ricaurtes, Parises, Andrades, etc., y personas ya distinguidas por sus servicios a ella, como los señores Antonio Baraya, Joaquín Ricaurte, José de Ayala, José Ortega, Francisco Morales y Domingo Montenegro. En octubre de 1810…”.
* * *
Como veis, siempre está envuelto en la bandera. Su estilo es altisonante, encubridor: no dice por qué no se fue con Baraya… Siempre creyó que falsificaría la historia, el gran coleccionista de certificados…
No llegó a sospechar que las ciencias morales, la psicología, la biología y la sociología, podrían desnudarle alguna vez. En su tiempo ya se reconstruía un esqueleto con el hallazgo de un solo hueso; pero no las figuras morales. Nunca sospechó que llegaría el momento en que un solo párrafo de su literatura encubridora nos serviría para resucitarle. Fue gran psicólogo, pero la verdad no se puede matar.
Creemos que ya va apareciendo vivo, resucitado el general Santander. Ya hiede. Se nos va apareciendo, salido de sus envolturas, como Lázaro. Pero éste hedía antes de resurgir, y Santander, cuando le desenvolvemos… Es hombre muy grande; carcoma grande y digna del Libertador.
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Capítulo Quinto
La Patria Boba. – Los actores impersonales de la tragicomedia. – Descripción del “pathos” a vista de águila. – Nariño. – Camilo Torres. – Centralismo y federalismo. – Santander en Honda.
V
En el último cuadro del capítulo III presentamos los actores impersonales de la acción que se va a desarrollar con el nombre de Patria Boba, y que son:
A) Ansia de mando en la casta media; se siente española americana y desposeída. Como en toda colonia, necesidad muy humana de ver que los del mando, virreyes, oidores, regentes, también padecen. Pueblo mantenido en la ignorancia: arraigados respeto y temor; oscuros y profundos complejos coloniales en todos los suramericanos. A este actor lo personificaremos con el nombre de suelo psíquico, o tablado del drama.
B) Ambiente en la Nueva Granada: universitario, seminarista, discutidor y quisquilloso en temas de jurisdicción. Complejos de lo justo y lo injusto, de lo mío y lo tuyo: dar a cada uno lo que le corresponde. A este segundo actor lo personificaremos con el nombre de Camilo Torres, el más fuerte y respetable de los jurisconsultos, o bien, con el de Congreso de las Provincias Unidas.
C) El sentimiento, menos fuerte que el anterior, del centralismo de la capital; sentimiento débil del peligro de la reacción española contra el 20 de julio, y la visión, no muy nítida, de los medios para prevenirla: unidad de mando, organización del ejército y acción rápida contra los focos del lealismo colonial.
Estos complejos encarnan en Antonio Nariño, figura novelesca y noble, y
D) Un muchacho, pobre, humillado, que tiene la revelación nítida de su personalidad y que se dedica a conseguir su fin decididamente, usando de hombres y acontecimientos como medios. Su fin es el poder y la riqueza. Por eso es el único que se salva de la hecatombe y huye a Los Llanos, a esperar la ocasión de volver a manejar a su gente para el logro de sus propósitos.
* * *
Los hombres individualmente apenas son encarnaciones de los actores impersonales de la historia. El que intente comprenderla necesita observar a esos millares de hombres que obran: leer sus cartas, oírles quejas y cantos; asistir a sus nacimientos, obras y muertes, y luego abstraer por orden de importancia comprensiva y actuante los instintos o latencias sociales que representan. De otro modo no hay comprensión sino sensaciones de fenómenos dispersos en número indefinido. Así es como la inteligencia llega a comprender los bosques: ordenando, clasificando.
* * *
El primer actor obra así durante la Patria Boba: el deseo de mandar en su tierra y a los suyos queda satisfecho con el nombramiento de Junta Suprema; no se trata de desconocer al Rey; se trata de que sus representantes aquí cesen y dejen el puesto a los criollos. La necesidad subconsciente de ver padecer a los poderosos queda satisfecha con la prisión momentánea de los Virreyes y Oidores: caídos, se les ama. No se derrama una gota de sangre. Se ocupa a los españoles en los empleos públicos; si lo desean, pueden salir de Santafé. Sámano llega el 20 de julio, presta juramento de fidelidad a la Junta y le dejan partir, ¡al cruel Sámano!… Misas diarias, con asistencia de Nariño. Este comulga casi diariamente. En febrero de 1814 encontramos lo siguiente, en la obra de Caballero, precitada:
“Mandó el presidente Nariño, desde Popayán, dos escudos, uno de oro y otro de plata: el de oro para mi padre Jesús (Jesucristo) y el de plata para el presidente interino, don Bernardo Álvarez”.
“El 17 del mismo mes hubo asistencia del Cabildo a presentar a mi padre Jesús el escudo que mandó el señor presidente. Al ofertorio subió al altar el señor coronel don Luis Azuola, con el escudo, y lo bendijo el padre Rojas, que era el de la misa, y tomándolo en las manos se lo entregó al maestro de ceremonias, el que subió al camarín y se lo puso en el brazo a mi padre Jesús”.
¡A estos pobres inocentes fue a los que decapitaron los pacificadores durante los años 1816 a 1819!
Así actúa el personaje A).
* * *
¿Quién ejercerá el mando? ¿No ha sido precisamente para satisfacer esta necesidad, innata en todos, y reprimida en las colonias, para lo que se hizo el 20 de julio?… Si uno solo manda, nada se ha hecho. ¿Por qué Santafé, y Nariño en ella, si todos tienen esa necesidad apremiante? Francisco José de Caldas, ¿no ha dejado sus estudios y en su imprenta imprime su Diario Político? ¿Para qué hemos abandonado las cátedras en el Rosario y San Bartolomé, sino para mandar? ¿Qué dicen las Cartas de Suba del doctor Frutos Joaquín Gutiérrez y el Memorial de Agravios, que son nuestros evangelios, sino que vamos a gobernar nosotros los españoles americanos? Antioquia, Popayán, Tunja, El Socorro, Cartagena y aun la aldea de Pore quieren mandar… Cada provincia imita: Junta Suprema… Sus hombres intelectuales están en Santafé: pues que se reúnan en Congreso de las Provincias. Les designan como sus representantes.
Pero Santafé, la capital, don Antonio Nariño, no lo quiere. Entonces los jurisperitos se van retirando poco a poco y tenemos al Soberano Congreso de las Provincias Unidas, primero en Ibagué, y luego en la Villa de Leiva, lugar más estratégico para vencer a Nariño. Al principio, manda el presidente del Congreso… ¿Y los otros? Pues se establece triunvirato y presiden por turno para satisfacer la necesidad de todos.
Este actor está personificado en Camilo Torres.
* * *
Don Antonio Nariño estaba preso en Cartagena cuando el 20 de julio. Llega a Santafé el 8 de diciembre; redacta el periódico La Bagatela; critica la inacción de Jorge Tadeo Lozano, que ha permitido el auge del federalismo, y le derriba del poder, al pobre Tadeo Lozano que abandonó su Fauna Cundinamarquesa para mandar…
Antonio Nariño siente que les amenaza el peligro. No es jurisconsulto; se ha formado entre sus libros, en largas prisiones y en viajes a Europa. Percibe que todos están obrando infantilmente, inocentes niños envejecidos en los gabinetes. Su visión es bastante clara: visión del peligro y de la necesidad de acción y de unidad de mando, durante él: “Más parece nuestra revolución un pleito sobre tierras que una transformación política para recuperar la libertad”. Su corazón es puro; no le impiden pequeños odios ni resquemores de aldea.
Pero los jurisconsultos van alejándose de él. Ya le apellidan el tirano; afirman que usa el mismo boato de los Virreyes. Nariño lucha incansable y diplomáticamente por atraerles. Esto se hizo, piensan, para que todos mandemos.
El Soberano Congreso le declara la guerra. Insiste en atraerles, aun a los que le traicionaron. A los insultos responde amorosamente. Le sitian en Santafé; les derrota y les perdona. En vano.
A este gran hombre, por lo menos soñador de grandezas, ilustre, sufrido, de corazón purísimo, le atormentan todos. Cansado de luchas fratricidas, reúne la gente que puede y marcha para el sur, a Pasto, en donde siempre amenaza la reacción; vence en el Cauca, y continúa; se adentra en la oscuridad de Pasto; le traicionan, le abandonan y cae prisionero…: Pastusos, aquí tenéis a Nariño. Le llevan a Cádiz, larga y oscura prisión, y le veremos de nuevo en 1821, para que Santander, que ya manda en su departamento, le martirice.
Antonio Nariño es el hombre de Colombia, pero la historia oficial, fabricada por Santander y sus hijos espirituales, todo lo ha falsificado. La misma Bogotá de hoy, cuna del mártir, acepta semejante historia.
Así obran los actores impersonales B) y C) de este drama llamado la Patria Boba.
* * *
Desaparecido Nariño, viene el efímero reinado de los abogados, distingos y disputas, sueldos y prebendas, en el preciso instante en que navega, viento en popa, la expedición pacificadora que mandaron de España. Morillo sitia a los venerables señores en la altiplanicie bogotana, poco a poco, paladeadamente. Al verse perdidos, le escriben cartas de sumisión; no huyen: se esconden apenas en los vecindarios, en las casas curales. Son apacibles, gentes de gabinete que no han derramado sangre. Francisco José de Caldas pide perdón: es un sabio que desea terminar su obra de botánico. A todos ellos, poco a poco, los pacificadores les hacen arcabucear y descuartizar. Mueren arrepentidos, ahogados por los remordimientos.
“Marzo 12 de 1816.—Renunció la presidencia don Camilo Torres, y García Hevia de ser gobernador. Eligieron a don Pepe de la Madrid y no admitió. Todos andan ya sacando el rabo; antes pelearon por los honores y rentas, y por esa causa dieron dos ataques a esta ciudad, sin más razón que querer apoderarse de ella y destruir a su digno presidente, don Antonio Nariño, como lo consiguieron al fin, para tener mando y crecidas rentas… De la noche a la mañana se han vuelto unos hombres muy desinteresados; ya no quieren empleos; todo lo desprecian; de estos es de los que necesita una república… Pero… ojalá fuera así: renuncian para ver si pueden librarse poniendo pies en polvorosa. Si don Antonio Nariño mandara, otra cosa fuera”.
“Domingo 17.—Se cogió una carta de Calzada para el mocho Vargas, Teniente Gobernador… Esto tiene incomodado al público, pues si ya los que se precian de patriotas se están carteando con el enemigo ¿qué aguardamos? ¿Para cuándo son las horcas?”.
……………………………………
“Junio 19.—En este desgraciado día ahorcaron al patriota doctor José María Carbonell, que había sido Ministro del Tesoro…”.
“Hizo al pie del suplicio una plática: que guardasen los santos mandamientos; que temiesen a la justicia divina; que estaba feliz porque Dios le había concedido el arrepentimiento; exhortó a la obediencia de las potencias legítimas y que escarmentasen en él… También ahorcaron al mocho Vargas y al español doctor don Ramón Leiva”.
“Julio 6.—Arcabucearon en la Huerta de Jaime a Jorge Tadeo Lozano, y a los doctores Valenzuela y Emigdio Benítez…”.
“Agosto 8.—Decapitaron a García Rovira…”.
“Octubre 30.—Decapitaron en la plazuela de San Francisco al doctor Caldas, gran botánico…”.
“Murieron todos con gran fervor y muestras de grande arrepentimiento. Dios tenga en el cielo las almas de estos mártires de la Patria. Amén”. (Caballero. Obra citada).
Meditad un poco, juventud universitaria colombiana, en la figura de Antonio Nariño, que ahí encontraréis un padre de quien enorgulleceros.
* * *
De esa hecatombe de abogados se salva, huyendo, el último actor del drama, el hijo calculador del alcalde de San Faustino de los Ríos. Obra por cálculo. Con él huye a Los Llanos una energía: el conocimiento de que la Nueva Granada posee espíritu rabulesco, y la conciencia de que riquezas y honores serán de quien los sepa manejar como instrumento. Santander no ama; ama las leyes como medio para su éxito personal, y desde 1819 blandirá esa arma de dos filos contra el Libertador.
* * *
Tratemos ahora de narrar la vida de Francisco Santander durante el drama que hemos bosquejado. Averiguar cómo actuó en ese ambiente y qué influencia recibió su carácter.
Durante esta Patria Boba encontraremos por dos veces al Libertador, y entonces describiremos su espíritu y los movimientos amplios, universales, de su obra juvenil. Es difícil encontrar grandiosidad en la independencia suramericana cuando no se trata de Bolívar. Aparece por dos instantes en la Patria Boba y la engrandece con su soplo, y obsérvese bien que en esos dos instantes tropieza con el Mayor Santander que pretende cerrarle el paso con sus rencores y pequeñeces.
Nariño entiende al Libertador y le ayuda. Pero desgraciadamente para la belleza, cuando aquél retornó de Cádiz, en 1821, ya Bolívar no podía retroceder, embarcado en la nave con el hijo de Juan Agustín…
Desde que en 1812 el Libertador pisó tierra granadina comprendió que aquí la energía era rabulesca y en ella se apoyó con repugnancia, usando para realizar su obra del espíritu oscuro de las leyes: genio, trabajaba con los elementos que le suministraba la naturaleza.
* * *
El subteniente-secretario está en Honda, a las tres de la tarde del primero de abril de 1811. Hace calor. Está en la puerta, en mangas de camisa, contemplando el Magdalena. Es el primer río grande que conoce.
¿Qué ha sucedido? Nada. Que la provincia de Mariquita se declaró independiente de Santafé.
Diez días antes, el 21 de marzo, salieron ochenta hombres al mando de Manuel del Castillo y Rada, capitán de infantería; en todos los pueblos les han abrazado; ni un disparo…
Éntrase a la oficina el secretario, y escribe despacio, con su mejor letra:
“Certifico: que el día de la fecha como a las doce de él se publicó el bando que antecede, a son de cajas, a estilo militar y a usanza de guerra, quedando fijado en los lugares acostumbrados, de donde saco esta copia que está conforme. —Villa de Honda, abril 1° de 1811. —Francisco Santander y Omaña, Secretario”.
El bando dice que se declara disuelta la Junta ilegal que ha gobernado en Mariquita y Honda…, etc.
Es la primera firma pública de nuestro héroe. Como el jefe es Castillo y Rada, él es Santander y Omaña.
No creáis que este secretario carece de personalidad. Ya tiene en su poder al jefe, le conoce los resortes y desde ahora le manejará para sus fines. Un poco y veremos actuar a este psicólogo de los valles de Cúcuta, oculto detrás del capitán Manuel del Castillo.
Mientras guarda en un bolsillo la libreta en que tiene coleccionados todos los modelos de secretaría (tal el título que le ha puesto) piensa en el ascenso… Cuando salieron, se comentaban ya los éxitos de la expedición Baraya.
* * *
De vuelta de su gloriosa expedición encuentra Santander muchas novedades: Jorge Tadeo Lozano está de presidente, a punto de caer, porque Nariño le hace la oposición en La Bagatela. El padre Omaña se ha retirado de los negocios. Desde que las mujerzuelas le rompieron el vestido a la Virreina, don Nicolás es otro: habla de respeto y orden; sigue de patriota, eso sí, pero sus colegas son los jurisconsultos que se han ido yendo de la capital hacia Ibagué… ¡El Soberano Congreso!
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Capítulo Sexto
Santander masón-aprendiz. – La piedra bruta. – El hermano terrible. – La palabra sagrada. – El juramento. – El venerable maestro. – El Gran Arquitecto del Universo. – Santander se pasa a sus maestros. – Correspondencia de Nariño con Baraya y Caldas. – Santander herido.
VI
¡No hubo tal ascenso! Observa desilusionado…; crisis…
Encuéntrase con Rafael Urdaneta; conversan… ¡Ya posee el secreto de los ascensos!…
Siete de agosto de 1811. La noche está oscura. Santander aguarda en una esquina. Silencio. Pasos…: se acerca un desconocido, el francés Ulises Garner, alto, desgarbado, un ojo semimuerto. Se entregan mutuamente sendas bolitas de cristal… Es la contraseña… ¡Sígame!…
Caminan en silencio por la dormida Santafé. En la oscuridad de una callejuela, Garner le venda y le lleva de la mano. Vueltas; llegan; el francés da tres golpecitos desiguales con el nudillo del índice. Entran, cuchicheo en el zaguán… Santander está en su ambiente propio. Le agarra otro, el hermano silencioso, y le arrastra por la senda purificadora: ¡Trepe esta escalera! ¡Arrójese a este abismo!… ¡Agáchese!…, y por fin le deja, diciendo: Cuando oiga cerrar la puerta, destápese, medite en las preguntas que aquí le dejo, contéstelas, toque a la puerta y volveré por usted…
…¿Qué ve? Calaveras, puñales, ataúdes y un interrogatorio: ¿Cree usted en Dios? ¿Quién es Dios? ¿Quién es usted?…
—Dios es el gran arquitecto del universo. Yo soy el hombre de las leyes.
Llama. Le vendan y conducen. Está entre columnas. Está sentado en La Piedra Bruta. Cuchicheos… Estudian sus respuestas. Le destapan… Los hermanos están descubiertos y el Venerable Maestro, José Ramón de Leiva, en un estrado, con el sombrero puesto…
El francés Bailli. —¿Ju-ra us-ted res-pe-tar a las es-po-sas, mo-zas y her-ma-nas de los ma-so-nes…?
No se oye claro el juramento. Y el aprendiz retira sus manos de sobre la Biblia abierta. Entre columnas. Bajo las espadas. B-O-A-Z, la palabra sagrada, el secreto de los secretos. Tres apretoncitos con el pulgar. Un triángulo, un compás y una escuadra… Y sigue un chocolate santafereño, terminado el discurso del abogado del diablo, que era nada menos que Rafael Urdaneta.
* * *
“…adiós, tu amigo y H.˙.
Rafael Urdaneta
P. D. —He conocido muchos HH.˙. en mi viaje a Margarita y te he hecho conocer a ti y en Cumaná hice uno prisionero”. (Carta de Rafael Urdaneta a Santander el 21 de enero de 1820. —Archivo Santander, Tomo IV, pág. 72).
“Linares es H.˙. y en la confianza de tal me ha hecho mil protestas, todas dirigidas a persuadirme que vamos a ser reconocidos y me ha felicitado por nuestra emancipación”. (Carta de Urdaneta a Santander el 21 de agosto de 1824. —Archivo Santander, Tomo V, pág. 113).
¡Qué universo de posibilidades! ¡Qué mundo para suyo! Había nacido masón.
Cada ser se encuentra en la vida indefectiblemente con aquellas circunstancias precisas para el desarrollo de su destino. La política de Santander será siempre de club, de secreto, de anónimos. En su oscura senda le acompañarán los HH.˙. Francisco Soto, Florentino González, Vargas Tejada, Vicente Azuero, los Lleras… y ¡el puñal no se hallará! ¿Qué se hizo el empréstito de 1824?…
¿El empréstito de 20 millones?…
“El secretario de hacienda Castillo fue quien se entendió con él. Ni yo fui recaudador del empréstito, ni me correspondía guardar sus productos, ni pagar los gastos. (Era Vicepresidente encargado del poder). Desafío a que este relato se desmienta con las pruebas correspondientes. El único banco en donde a mi llegada de Francia deposité para mis gastos la mezquina suma de doce mil pesos (subraya el autor de este libro) fue en el de Nueva York… Hasta una recompensa de todos mis bienes ofrecí públicamente a quien comprobase que yo tenía alguna cantidad de dinero en los bancos de Europa o América”…
Siempre desafía a que se compruebe, pues su fuerte es la limpieza en el procedimiento. Es el Venerable Maestro de 1819.
* * *
El cucuteño está atormentado… Llegan rumores de la expedición de Baraya, rumores de triunfos, que se confirman: derrotado Tacón en Palacé, en la acción de armas más gloriosa de la historia… (por nuestra parte hubo seis muertos)… El jovencito Atanasio Girardot ascendido a Teniente Coronel… ¡Y yo de secretario, de Subteniente-secretario!…
…Sucre es ya General en jefe y yo apenas general de división. (Carta de Santander a Bolívar en 1825).
Además, Susana se abulta…
¿Cómo hacer para cubrir? A mí no, sino al honor de mi tío Nicolás. Contra mí no hay pruebas…
Rumia… Conferencia (sin decir nada expresamente y haciendo que le digan) con el francés Bailli, el H.˙. Bailli. Éste, entre compás y escuadra, recurre al sargento Sánchez, y oigamos ahora al muy ilustre cronista:
“Octubre 12. —Tuvo Susana, casada con el soldado Nieto, criada del sargento Sánchez, del batallón Nacionales, dos niños pegados por la barriga, de tal suerte que estaban unidos desde el pecho por todo lo que cogen estómago y barriga; venían a quedar cara a cara, pero en todo lo demás perfectamente naturales y muy preciosos, sin sobrarles ni faltarles nada, solamente la particularidad de estar unidos. El uno alcanzó el bautismo. Los llevaron a Palacio para que los viese nuestro Presidente Nariño, y él los mandó a la Botánica para que los retratasen”. (Caballero. —Obra citada).
Ofrezco recompensa de todos mis bienes al que presente las pruebas. (Santander. —Apuntamientos. Bogotá, imprenta de Lleras y Comp., calle de la Carrera. —Año de 1837).
* * *
Los abogados, sus maestros, se han retirado de Bogotá a Ibagué, porque no pudieron arreglar con Nariño el asunto de poner Congreso. Nariño se opone a la necesidad angustiosa que todos tienen de mandar. Escribe:
“Querer persuadirme que Pore es una provincia que debe figurar al lado de Quito o Cartagena, es un imposible… ¿Cuál es la ventaja para el Reino, la Libertad y el mismo Congreso de que cada aldea sea Estado Soberano?… Hasta ahora ignoro con qué medios van a sostener su rango las pequeñas soberanías y con cuáles van a contribuir para el Congreso y para la guerra que infaliblemente debemos esperar”.
Vuelve a Santafé la expedición de Baraya. Éste viene inflado de vanidad: Si no he sostenido a la Patria con la pluma (ironía contra Nariño), porque no tengo talentos para ello, la he servido exponiendo mis días en la más gloriosa acción de armas que ha visto la Nueva Granada. ¡Es hombre muy bruto!
Todos los jóvenes compañeros de Santander vienen con grado de coroneles, capitanes, etc., y les hacen un recibimiento que da gusto oírselo a nuestro cronista:
“10 de enero de 1812. —Entró el brigadier don Antonio Baraya y se le hizo el recibimiento que a aquellos capitanes romanos cuando entraban triunfantes en Roma. Se apeó en Palacio, y la plaza se llenó de gente de a caballo. Hicieron 7 tiros de cañón. Hicieron un ejercicio de fuego en la plaza, con todas sus correspondientes evoluciones. A la noche dieron una famosa música, con unos fuegos en que pusieron un castillo muy alto; y cuando lo prendieron, salió con mucho artificio la figura de la Libertad por una cuerda hasta el balcón del Palacio, donde la recibieron, lo que lució mucho. Después tocó la música una hora en un tablado, y después subieron todos a Palacio, al baile. El 12 de enero hubo toros, y máscaras de a pie y de a caballo”. (Caballero. —De su Diario, tantas veces citado).
El padre Nicolás. —La culpa fue tuya, hijo…
Santander. —¿Mía? ¿Qué dije yo? Recuerde, tío, que fueron usted y don Custodio los que dijeron que me convenía aprender antes el arte militar…
El padre Nicolás. —Tienes razón. Pero yo creí que tú no querías ir por allá…
Santander. —¡Pues que conste que fueron ustedes!
El padre Omaña está en la oposición; es partidario del Congreso. No lo dice, pero se le ve. Quedan muy pocos lectores del Memorial de Agravios y de las Cartas de Suba en Santafé. Ahora se lee La Bagatela. El Diario, la publicación de Caldas, se vende poco. De los amigos de Torres no quedan en Santafé sino Francisco José de Caldas y Manuel del Castillo, que más bien son ingenieros. El hermano de éste, por ejemplo, el doctor José María, está ya en Ibagué…
* * *
Nariño envía soldados hacia el norte, para defender la frontera con Venezuela, por donde los españoles atacan; y para centralizar, de paso, las provincias de Tunja, Socorro y Pamplona.
Sale un contingente a órdenes de don Joaquín Ricaurte: secretario, Manuel del Castillo. Otro, a órdenes de Baraya: ahí van Francisco José de Caldas y el secretario Santander: ahí va, mohíno, de Subteniente-secretario…
En Tunja se encuentra con los jurisconsultos; Santander, con sus maestros. Entrevista. Fácil es para Frutos Gutiérrez y Custodio García convencer a quienes están resentidos: a Baraya, héroe postergado; a Caldas, sabio postergado primero por Sinforoso Mutis y luego por el redactor de La Bagatela, y a Santander, que ya debía ser coronel, y a quien todos dejan atrás…
Reunión de oficiales en Sogamoso. Proceden como en Congreso: votan, uno por uno, acerca de si desconocen a Nariño y apoyan a los jurisconsultos: aprobado por unanimidad. El acta no lo dice, pero hay la oferta de un grado más para cada oficial. En ella se escribe: renunciar a los sueldos y grados del gobierno tiránico de Cundinamarca.
¡Ya es Teniente! ¡Guerra a muerte al tirano! ¡Viva el Congreso!: así, Nariño pierde mil hombres y todo su armamento.
“Me tocó ser oficial de esta última columna, que Nariño encargó al general Baraya. El desagrado que los pueblos mostraban en lo general por la privación de su gobierno propio y su incorporación a Santafé… creo (subraya Fernando González) que decidieron a Baraya y a los principales oficiales de su columna a negar obediencia al Presidente Nariño. Yo era el último oficial y firmé el acta como secretario… Mi grado y mi posición me inhibían de haber provocado o sugerido el acto: cedía a la voz y mandato de los jefes, dejándoles la debida responsabilidad. Poco después Bolívar desconoció la autoridad de su jefe, Labatut”. (Santander. —Apuntamientos).
Antes de continuar diremos: ¡qué perfecto es el héroe nacional que le han inventado a la juventud colombiana! Meditemos en ese creo y en las frases que le siguen: no supo de qué se trataba… Era apenas subteniente… Fue por obedecer… Y Bolívar también lo hizo…
* * *
¡Marchemos contra el tirano! Santafé sitiada. Nariño suplica casi amorosamente. ¡En vano!
Fines de 1812. Estamos sitiando la capital. Con nosotros se hallan los jurisconsultos representantes del Soberano Congreso, instalado ya en Tunja. Manuel del Castillo también nos acompaña. Somos como tres mil hombres…
“El intruso jefe de ese Estado…; ese parricida Nariño, después de haber abusado del candor y buena fe de sus conciudadanos; después de haber desorganizado las provincias por medio de la seducción, la lubricidad y el soborno”. (Correspondencia de Baraya).
Hemos derrotado a Nariño, que salió a nuestro encuentro, en Ventaquemada. Le tenemos sitiado; ofrece dimitir, suplica, se humilla. Pero nada aceptamos; queremos tomar la Capital. El sabio Caldas le ha escrito así al tirano:
“Bien pueda usted afligir, intimidar y degollar a esa niña inocente y virtuosa (su mujer, que estaba en Santafé); bien pueda usted hacer lo mismo con mi hijito y con todo lo que pueda tener conmigo relación en esa ciudad desgraciada; nada me intimida. Si muere a manos de la facción, morirá con honor y con virtudes, y yo no habré manchado mi reputación por debilidad… Esta sangre cerrará nuestros corazones a la piedad y nada perdonaremos: la vida de una de nuestras mujeres costará mil vidas”.
¿Qué contesta el tirano Nariño?
—Contribuya usted a que cesen las bajas pasiones y a que miremos las cosas en grande… Consideren sin esa mezquina prevención mis proposiciones y abracémonos como hermanos.
Viéndose Nariño entre la espada y la pared, levanta el entusiasmo santafereño. El fanatismo le ayuda. Son nombrados generalísimos los dulces nombres de Jesús y María, y el sábado 9 de enero de 1813 son derrotadas en las calles las tropas del Soberano Congreso. Oigamos al Homero de las batallas de la Patria Boba:
“Sábado 9. —Día memorable y dichoso para nosotros. Como a las 3 de la mañana se oyó un tiro del centinela de Milicias en el llano de Chamicera, y que era señal convenida para cuando se acercase gente. Con este motivo nos pusimos todos sobre las armas. A las 5 se descubrió por el llano de Chamicera un numerosísimo ejército armado, de más de 1.100 hombres, que traía Baraya, del Socorro y sus contornos, fuera de todos los orejones que había recogido en Chocontá, Ubaté, Zipaquirá, Bogotá, Facatativá y los otros pueblos: pasaban de 800 de caballería, y acá no teníamos ni siquiera uno montado”.
Como la ciudad se le dejó libre y a su arbitrio, en menos de media hora entraron por la puerta de Chamicera a la Huerta de Jaime, plazuela de San Victorino y calle de Alameda.
Rompieron el fuego y lo contestaron los 300 hombres que contaba no más el batallón Provincial. La Artillería también tiró, pero se volvieron inmediatamente para la ciudad, porque ellos tiraban para abajo y nosotros para arriba y así varias casas recibieron muchísimo daño de nuestra artillería. (¡Insuperable Homero bogotano!).
Cuando las tropas enemigas salieron a la esquina de Carnicería, y pensaban esparcirse por toda la ciudad, dicen que estaba una mujer vestida toda de azul, que según algunos piadosos aseguraron ser María Santísima Nuestra Señora de la Concepción, pues bajo los dulcísimos nombres de Jesús, María y José militaban nuestras tropas, y esta mujer les dijo que no entrasen en la ciudad, sino que siguiesen para San Victorino, que allá estaban todas las tropas; y así lo hicieron sin que uno solo se animase a entrar en la ciudad; siendo así que el principal deseo y anhelo era el prometido saqueo que Baraya les había ofrecido, y ¡teniendo la ciudad libre y sin que nadie les impidiese la entrada, no sino seguir para el campo siguiendo el consejo de la mujer! ¿No se deja ver claro el poderosísimo patrocinio de María Santísima, que no consintió que esta ciudad fuese entregada al saqueo, al estupro y quizás a la violación de las esposas de Jesucristo y profanación de los templos, muertos y otras tantas iniquidades?…
En fin, duró el fuego vivo y con tanta violencia algo más de hora y media.
Contar ahora las lágrimas, los gritos, los lamentos de todos los que había dentro de la ciudad, sería una cosa muy prolija: todas las mujeres con sus hijos corrieron a los templos; a esa hora se descubrió Su Majestad en todas partes; todos los sacerdotes salieron al sacrificio llorando y temblando a implorar las misericordias del Señor; muchos de ellos con el estrépito de los cañones, con el alarido y gritos de las mujeres, que a grito entero clamaban a todos y a María Santísima, unas por sus hijos, otras por sus maridos, por sus padres, por sus hermanos. Con semejante confusión se olvidaron los sacerdotes de en qué parte de la misa iban. Fue terrible el espanto, el susto y la confusión, pero como a las 7 poco más de la mañana, cuando se estaba en lo más fino del fuego, con el motivo de tanta mortandad, y de haber sacado el maestro armero don Mariano un cañón por espaldas de la Capuchina a la calle de la Alameda, y que a la primera descarga hizo un destrozo terrible, se le infundió al enemigo un pavor y espanto pánico, que echaron a huir vergonzosa y precipitadamente, y como que se caían de sus pies y los que venían detrás caían sobre estos, que hacían barbacoas; los nuestros, viendo la fuga, los persiguieron para acabarlos de desordenar; todos tiraban las armas para con más libertad poder huir; las mujeres nuestras, con tan varonil denuedo, se botaban a coger prisioneros, y se les rendían como a los capitanes más valerosos, unas con las mismas armas de ellos, que les quitaban, otras con palos de las cercas, que traían al hombro a modo de fusiles; traían en medio a ocho, a diez, a doce prisioneros y los presentaban a nuestro digno Presidente Nariño; otras venían cargadas con cajones de metralla, de pólvora, con cañones y armas blancas y otra infinidad de despojos. ¡Cosa admirable! y que yo lo vide, pues me hallé en el tiroteo.
Se dijo por varias personas de crédito, y por muchas bocas, que cuando estaba el fuego en lo más vigoroso, andaba una mujer por entre las tropas y a la parte que más caían las balas; y después dicha mujer aunque se inquirió no apareció, lo que se tiene por verosímil que fue María Santísima Nuestra Señora para ampararnos y favorecernos. Y a esta prueba se agrega los pocos que murieron de nuestra parte, pues tanta multitud de hombres que precipitadamente se avanzaron sobre nosotros, con ansia de devorarnos, podían haber hecho algún considerable estrago, pero nada: 5 fueron los muertos de nuestra parte, 4 soldados y el capitán de caballería don José María Aráoz; unos 10 heridos, entre ellos el sargento artillero Laureano Vargas, y eso que lo hirió el mismo cañón que estaba cargando.
En fin, cantamos la victoria y comenzamos a recoger armas y pertrechos… y tanto prisionero, que a la noche de ese día se contaron 1.235.
¡Bendito sea mi Dios y Señor! Gracias y alabanzas te damos y te daremos, y también te dará la posteridad nuestra por habernos librado este día de tantos enemigos que pretendían entrar triunfantes en nuestra tierra y pasando por encima de nuestros cadáveres, posesionarse de nuestros haberes y mujeres, y pasando a cuchillo a cuanto se les viniese a las manos, sin perdonar al viejo, al párvulo y hasta el tímido y frágil sexo y llenarnos de horror y confusión. Bendito sea Dios para siempre y su bendita Madre, nuestra libertadora, María Santísima Nuestra Señora, que nos ha favorecido.
El Señor Presidente se está tratando en los negocios con una imponderable y nunca bien contada política. A todos los prisioneros los ha mandado llevar a los cuarteles y que se les dé competente ración, poniendo pena a quien los insultare. A los oficiales los mandó poner en lugares más decentes, y que se les tratase según la graduación de cada uno, a pesar de que los más de ellos eran de los que aquí mismo se les habían dado los empleos”.
¿Y el Subteniente Santander?…
“Yo fui hecho prisionero y herido el 9 de enero de 1813 por las tropas de Santafé”. (Santander. —Apuntamientos).
Los historiadores han copiado el dato; nada dicen los documentos. Me hirieron las tropas, hace constar él. ¿En qué parte del cuerpo? La mujer que lo condujo no quiso revelarlo.
Nariño vence, pero le engañan, le traicionan los abogados. Va quedando cada vez más solo. Ayuda al Libertador; se dirige a Pasto a luchar contra Sámano; cae prisionero; le llevan a Cádiz y desaparece del escenario hasta 1821, en que viene para que sacie su venganza el rábula.
Porque Santander, para 1813, es ya el secretario de los jurisconsultos; el que tiene conciencia del arma terrible que para conseguir sus fines puede ser el espíritu jurídico, bonachón y torcido de la Nueva Granada. A él dictaron sus cartas Antonio Baraya y Francisco José de Caldas; copió los oficios del Congreso y la correspondencia de sus maestros. Es ya el soldado de pluma, como le llamarán despectivamente los llaneros de Venezuela; se ha nutrido de los odios y disputas de la Patria Boba. Soldado de pluma decíanle, sin saber la serpiente que pisaban. Su espíritu recibió la lluvia de: cruel tirano parricida, voluntad de los pueblos, soberano congreso. Está saturado de Derecho Constitucional, pero sabe manejar el arma y conoce a los hombres y sus debilidades.
Ha terminado la formación de Santander. Le nombramos ya, o le nombró el Congreso, Sargento Mayor.
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Capítulo Séptimo
Manifiesto de Cartagena. – Jinetes venezolanos. – Camilo Torres deslumbrado. – Nariño enfermo. – ¿Quién es Simón Bolívar? – Miranda. – Napoleón.
VII
Mientras esta pelea de hombrecillos en la tierra fría y alta de Santafé, unos rumores y unos jinetes emisarios, requemados los rostros, se esparcen por la Nueva Granada… Se habla de un coronel Bolívar y de un manifiesto… Llegan a Tunja y Santafé ejemplares de un folleto editado en Cartagena: a cada jurisconsulto le llega el suyo. Entran a Tunja cabalgadores bronceados, rotos, olorosos a sudor y pólvora, que traen oficio tras oficio y carta tras carta. También llegan a Santafé, donde Nariño. ¿Qué sucede? ¿Quién se atreve a perturbar la monotonía de esta patria boba, conventual y humanitaria?
¿Qué es esto?, se pregunta en su despacho de Tunja monacal don Camilo Torres, hojeando el folleto. ¿Cúya es esta voz estelar? Y lee:
“Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas”.
“Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros”.
“El más consecuente error que cometió Venezuela al presentarse en el teatro político, fue sin duda la adopción del sistema tolerante”.
“Los códigos que consultan nuestros Magistrados no son los que pueden enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios… Hemos tenido filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados”.
Camilo Torres está herido por el rayo. Ya no cree en congresos; ya no es sofista. Ha quedado deslumbrado como Saulo. Pero entran a su despacho Custodio García y José Manuel Restrepo…
Torres. —¿Han leído el manifiesto?…
Restrepo. —Sí. Es un tirano. Oye este párrafo:
“La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores que sostienen que nadie tiene derecho de privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido contra la patria”.
Rovira. —Y dicen que viene predicando guerra a muerte; prometiendo libertad a los esclavos que maten a sus amos españoles y se unan al ejército…
—¡Eso es mentira!, grita Torres; son calumnias… Diariamente recibo cartas suyas y sé quién es.
Ante la actitud imponente de Camilo torres, los rábulas callan; sienten que todo ha cambiado en la Nueva Granada.
Nariño recibe terrible golpe al leer el manifiesto. Está gravemente enfermo. Esa es la voz, la visión neta y la energía que deseaba para sí. ¡Partirá! ¡A Pasto! ¡Acción, acción!
“Sábado 27 de marzo de 1813. —Llegó a Santafé el coronel don José Félix Ribas, enviado de un señor Bolívar, que viene a tratar asuntos con el gobierno. Desde el viernes se está pidiendo una limosna para velar a Nuestro Amo, por la salud del Presidente, que está muy enfermo”. (Caballero).
Se reúnen en conciliábulo los jurisconsultos. Hay que atajar al doctor Camilo Torres. Se dirigen a su despacho…
¿Qué encuentran? Que no se trata de un soñador; que el hijo de la infeliz Caracas viene profetizando y realizando; es hombre de otros mundos: ¡ya está en Ocaña! En quince días ha limpiado de realistas todo el río Magdalena y está en Ocaña, y sale para Cúcuta y dice que pronto estará en Caracas: Si nací en Caracas, mi gloria nació en Mompós.
Camilo Torres les va mostrando los oficios, que llegan a cada instante. Nunca se había trabajado así en la Secretaría; el único trabajo era dar certificados al subteniente Santander para su archivo, y responder a sus quejas y reclamos. Camilo Torres está feliz, los abogados guardan las objeciones in pectore…
¿Quién es este coronel Bolívar?
* * *
Es el pensamiento y el brazo de América. Allá en el Guaire los tímidos colonos quisieron tener su Patria Boba y él se las ahogó en sangre. Junta Suprema: Viva Fernando VII, en cuyo nombre gobernamos. Enviado a Londres por la Junta, en misión diplomática, habla allí de independencia absoluta, de la gran América, asustando a todos. Disgusta al secretario Bello, quien poco después se va para Chile a estudiar Derecho Internacional y a que le regalen fincas raíces. Y, fin personal, íntimo, de su misión, Bolívar les trae al gran demonio de francés, al Venerable Maestro, al inveterado comensal de Inglaterra, al colaborador de los jesuitas suspendidos, al excomulgado Miranda, cincuentón ya.
A caballo, de La Guaira a Caracas… Los criollos de la Junta creen haber pecado al recibirle, y a Miranda le parece fea su patria: montoneras; no saben lo que quieren; oscuridad frailuna; hablanchines… ¿Para qué le sirve su arte militar? Ha traído oficiales de Francia y ¿para qué?
Veinticinco franceses
cargaban su cañón;
alón, alón, caminá…
alón, mozos, alón.
Y hay otra canción que dice:
En la oreja lleva el aro
que llevará en los infiernos.
Alude al aro de oro que usaba Miranda en la oreja, según moda del 93.
Es el desarraigado. En Buenos Aires hubiera sido el San Martín. Se burlan de él. Los criollos no quieren independencia. Le postergan. Está resentido. Y sobre todo ya no puede aguantar a ese joven que le incita a guerrear sin ejército disciplinado… ¡A él, General de la Revolución Francesa, amigo de Napoleón, gloria de Francia!
Coro, realista; el Orinoco, realista; indios, negros, mulatos y nobleza criolla, realistas… Y el tal Bolívar enervándole: ataque a Valencia, matanza, sangre de los mismos americanos. Sus soldados se pasan a Monteverde, al enemigo, que ataca con ejército compuesto de venezolanos… Los clérigos incitan: pecado, castigo divino… No; esto no es para él.
Y el 26 de marzo de 1812 estalla la tierra, sacudida, violenta, tragándose a los colonos pecadores. Diez mil personas mueren y seis mil desaparecen. Los clérigos imprecan en las calles, sobre las ruinas: Malditos, arrepentíos… ¿No fue el Jueves Santo, hace dos años, que esta impía tierra se rebeló? Los padres Lamota y Ortigosa, parados sobre andamios improvisados, gritan contra ese diablo de francés y el condenado don Simón. La gente, los de la Junta, arrodillados sobre los escombros, se golpean el pecho, reniegan de su delito y se casan con las mancebas. Se confesaban en las calles.
Bolívar, con sus esclavos, recoge heridos, sudoroso y sucio, levantando ruinas; sombrío al ver que al sentimiento popular de independencia, en gestación apenas, también se lo tragó la tierra, envuelto en negras sotanas de frailes españoles, impertinentes y patones. Al llegar a la Plaza Mayor, y dirigiéndose a él, un fraile grita: ¡De rodillas, desgraciados! Ha llegado la hora de que os arrepintáis. El brazo divino de la justicia pesa sobre vuestras cabezas, porque habéis injuriado la majestad del Altísimo, al poder del más virtuoso de los monarcas, vuestro amo y señor don Fernando VII… Bolívar sube al tablado, arroja al fraile, saca la espada para defenderse de la multitud fanática y grita: “La naturaleza conspira con el despotismo. Pues bien, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.
* * *
¿Miranda? En realidad la independencia no está preparada. Bolívar es un loco, el loco Simón, que pretende crear lo que no existe: la necesidad y el sentimiento de autonomía. Así, Miranda, sin presentar batalla, hace con Monteverde una capitulación, según el arte militar, y marcha a la Guaira a embarcarse. ¿Conque se va mi ídolo y ya embarcó las maletas en un barco inglés? ¡Aquí moriremos todos! ¡Se trata de amasar con sangre la conciencia de América! Prisión de Miranda…
Bolívar en Curazao. Caracas queda ensangrentada. Medita. Tiene su iluminación de la guerra a muerte, de crear abismo entre España y América, y este hombre es el que llega a Cartagena, a la Patria Boba, a fines de 1812. Me hallo armado de constancia y veo con desdén los tiros que me vienen de la mala fortuna. Sobre mi corazón no manda nadie, sino mi conciencia.
¿Y el folleto? Fue publicado el 15 de diciembre de 1812 en las prensas del ciudadano Domingo Espinosa.
* * *
Tráiganme a Napoleón a las puertas de la Patria Boba, desembocadura del río de la Magdalena: mosquitos, ciénagas y selvas paludosas, caimanes y sol ardiente; guerra entre Santa Marta y Cartagena; guerra entre Bogotá y Tunja; aldea contra aldea, ambición contra ambición; el pueblo, realista; los blancos viviendo en la conciencia de su pecado del 20 de julio; constituciones, leyes, reglamentos, triunviratos, rencillas; desfiladeros por caminos, teólogos por generales, sofistas por soldados. Pónganle aquí, sitúenle en Cúcuta, en la maraña de intrigas, resquemores y envidias en que vamos a ver al Libertador… ¡y se vuelve!…
Veinte mulatos
arrastran su cañón.
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Capítulo Octavo
El alma pálida de Santander. – Muerte de H.˙. Bailli. – La política de Tunja. – Conspiración del Mayor Santander contra Bolívar. – Torres y Nariño, orgullo de la Nueva Granada. – Los libertadores granadinos. – Primera producción literaria de Santander. – Vuestro héroe nacional.
VIII
Por el camino de Santafé para Tunja. Sobre caballo flacuchento, lento y gomoso, que fue todo lo que pudo sacarle al padre Omaña. La frente estrecha pero alta, cabeza de bellota; pelo liso y mortecino como Judas, y sobre los temporales peinado para adelante; color rojizo el rostro, por los venenos hepáticos; cierta pesadez del cuerpo, que se confunde con la solemnidad y, sobre todo, los ojillos grises, quietos. Es artrítico.
A pesar de que va con otros, está solo. Dos días hace que salieron, y dos días hace que no habla. Medita. Es el hombre dentro de sí mismo, pesando, resintiendo, asimilando derrotas reales e imaginarias, nutriendo la reacción del mañana: la sierpe que se amarra a la chamiza para lanzar el mordisco…
Cuatro pesos llevan para todos; cuatro pesos que le queman como cuatro insultos, así como las limosnas de comistrajos que le llevaron las Parises al hospital:
“Jueves 21. —Buen día. Hoy la piedad de las señoras cundinamarquesas, de esta capital, les ha llevado alimentos e hilas a los heridos, al hospital”.
“Domingo 24. —Ya se está poniendo en libertad a los prisioneros, y nuestro buen Presidente Nariño los va mandando por partidas y les da 4 pesos para cada 10 hombres. Corre la chispa que Baraya ha renunciado el empleo y se viene a comprar una hacienda junto a Santafé: esto está malo. Ya verán en lo que viene a parar tanta benignidad”. (Caballero. Memorial citado).
Rumia: ¡Si no hubiese sido por el H.˙. Bailli!… Cuando las mujeres me llevaron prisionero, sangrante el rostro por los arañazos que me hicieron al sacarme de la zanja en donde estaba oculto, Bailli asistía al presidente Nariño. ¡Y éste reía de la aventura, el maldito tirano! Pero el francés susurró algo a su oído, y me llevaron entonces al hospital… El franchute fue a visitarme y me increpó la traición a los H H.˙. Afortunadamente que Nariño se dejó engañar y firmó el acta de Sogamoso, en la cual se comprometió a soltarme… ¿Traición mía?…
“Yo fui herido el 9 de enero de 1813 por las tropas de Santafé, y se me declaró libre de todo cargo por el acta de Sogamoso, en virtud de un tratado”. (Santander, Apuntamientos).
Pero Bailli habló de Susana en sus recriminaciones… Él y José de Leiva eran los fieles generales de Nariño… Y el francés era la única prueba viva de los muchachos pegados que le nacieron a Susana…
“Miércoles 28. —A las dos y cuarto de la tarde don Antonio Bailli quiso castigar a un mulatico, esclavo suyo, llamado Tomás, de edad de 13 años, y el muchacho tenía un cuchillo, con el cual le dio una puñalada por el ombligo y echó a correr para el Palacio y le confesó al presidente Nariño su hecho y le pidió que lo favoreciese. El árbol de la libertad que se iba a plantar, el señor Presidente lo mandó guardar en la cárcel”. (Caballero, ídem).
Mientras el caballo yerbea, en espera de los que entraron a beber chicha, Santander piensa:
El padre Omaña está acabado. No tiene influencia; no figura en la Catedral; Nariño no le quiere… Todo va mal en mi carrera. La culpa es de los que me colocaron en esas secretarías. ¡No se asciende! La familia está bien en el Rosario, Cúcuta y Pamplona; tienen tacto; son medio realistas y medio patriotas. El padre Omaña dirige la cosa: que nadie sepa que son mis parientes. ¡Cubrámonos bien! Don Nicolás no abre los labios; en el fondo, está arrepentido… ¡Nariño es el responsable de todo! Me pagará mi vergüenza, la tristeza de mi tío y las injurias de Bailli y de esas rameras… Ahora, en Tunja, les diré a don Custodio y al doctor Gutiérrez que estoy harto de secretarías, que deseo ser soldado. Que me envíen a mi tierra, a Cúcuta o Pamplona, en donde pueda ascender y cuidar de mis intereses. No saldré más de allí. No quise ir con Baraya, y no hubo muertos…; seis infelices soldados… y Girardot es ya coronel y héroe, por su retirada… ¿Qué gracia tuvo esa retirada y la toma del cerro de Monserrate? ¡Y qué honores le habrán hecho en Tunja! Como don Camilo Torres le ama tanto, ¡al franchute de Medellín!… La guerra no tiene tales peligros; hasta ahora ningún conocido ha muerto. El que primero dispara hace correr al enemigo. ¡Pues ahora verán quién soy!
Santander llegó ayer a Tunja…
Don Custodio. —Sí… ¿y dónde te hirieron?…
Francisco de Paula. —¡Poca cosa!… Cuando la desbandada, pretendí reanimar a los soldados; hice frente y me hirieron en las ingles… ¡Pero no fue nada!… Pequeño tributo a la libertad de mi patria… Y yo deseo servir activamente en el ejército, no en la secretaría…
Don Custodio García. —Bene, bene! (Don Custodio sabía italiano, griego, latín, música, etcétera).
El doctor Frutos Gutiérrez. —¡Pues ahora es la oportunidad! Monteverde está apoderado de toda la Capitanía de Venezuela, en donde la guerra ha sido sangrienta; tiene 5.000 soldados entre Barinas y Cúcuta, listos para invadirnos; ya el coronel Ramón Correa se nos entró con 1.000 hombres a tu pueblo, el Rosario; en Pamplona no tenemos sino 300 hombres, al mando de Manuel del Castillo, y está casi sitiado… Vamos a hablarle al doctor Torres para ver qué destinación se te da… ¡Es la oportunidad de tu gloria, hijo!…
Santander. —Sí, ¡aunque sea como soldado raso!… Precisamente el coronel Castillo conoce mis servicios, bajo sus órdenes, en la provincia de Mariquita, en 1811… Pero ¡no más de secretario!
* * *
Pasan algunos días. Gritos, bailes, fuegos artificiales en Tunja; tedéumes, sermones patrióticos. Hace una semana que Santander se pasea, dolorido, en expectativa… ¿Qué habrá sucedido? Entra al palacio del Soberano Congreso. Encuentra a José Manuel Restrepo, escriba, que le informa. Santander toma apuntes:
El coronel Bolívar partió de Barranca, sobre el río Magdalena, con meros doscientos bogas, en champanes, autorizado por el presidente Torices, de Cartagena, pero contra el parecer de Labatut, jefe de las fuerzas…
Almacena en la subconsciencia: No hice mal al pasarme de Nariño al Congreso, pues Bolívar también desobedeció.
Salido de Barranca, con doscientos reclutas, en champanes, en quince días derrota a los realistas en Tenerife, El Banco, Mompós, Chiriguaná, Tamalameque, Puerto Real, Ocaña. En quince días queda libre el bajo Magdalena y toda una provincia. De allí le llama Manuel del Castillo, en su ayuda, pues está rodeado en Pamplona por las fuerzas de Ramón Correa. Bolívar obtiene autorización de Torices (el milagro de reconciliar a hermanos mortalmente enemigos); atraviesa, febricitante, la inhóspite cordillera, por los desfiladeros de Salazar de las Palmas; liberta a Manuel del Castillo; pasa el Zulia y ataca a los españoles en Cúcuta, a la bayoneta.
¡Mire el parte de la batalla! ¡Está firmado en Cúcuta libertada!…
Don Camilo Torres parece joven de veinte años; Bolívar es su dios. Los abogados dicen en los corrillos: el hijo de Torres; éste quiere entregarle todo, armas y soldados; Manuel del Castillo ha venido y dice maravillas del coronel caraqueño. Torres acaba de hacerle reconocer como hijo de la Nueva Granada y como brigadier… ¡Esto es lo que están celebrando!
—Mira, muchacho, dícele el doctor Frutos Gutiérrez; aquí tienes tu nombramiento. Precisamente lo que deseabas; pelear en firme. ¡Eres Sargento Mayor! Oye: el doctor Torres está por todo lo que propone su general Bolívar; éste intenta atravesar la frontera…; ya se dice que la pasó y que se halla en Táchira, esperando autorización… ¡para libertar a Caracas!… Parece que la guerra será sin cuartel. Se dice que ese venezolano habla a sus allegados de guerra a muerte… Aquí tienes este folleto suyo, que es ahora el evangelio de Torres. ¡Léelo! En todo caso, te destinamos a un contingente con que el Soberano Congreso contribuye a los planes de Bolívar. Estarás a las órdenes de Castillo, segundo de la expedición… ¿Estás contento?
* * *
Santander salió frío, sin dar las gracias. Su porte, solemne.
¿Guerra a muerte? ¿Pasar la frontera? ¿Entrar en ese infierno de sangre de la Capitanía de Venezuela? ¡Es el hombre de las leyes! ¿Qué se hizo, pues, el espíritu de sus maestros: organizar una república humanitaria y federal, con ascensos y buenos sueldos? Si se matan españoles y criollos, ¿qué va a quedar? ¿Y su familia, sus intereses particulares, precisamente en la frontera? Pero ¿cómo retroceder?
Medita. Lee, estudia el Manifiesto en el camino para Cúcuta. Va despacio, arreglando sus proyectos y buscando sus armas. Llega a Cúcuta. Ya es el hombre que conoce sus medios y su fin:
El espíritu granadino es suyo: los abogados son el Congreso, y éste, el clero patriota y los amigos de Nariño, todos son humanitarios y tímidos. Ni un solo español ha muerto en Nueva Granada. Ni una gota de sangre. ¿Qué dirá el universo civilizado de esta carnicería que intentan? ¡Ese don Camilo Torres está loco! El Congreso le obedece, pero en apariencia; le consta que todos están disgustados; el joven don Pepe de la Madrid es el único que sigue a Torres cordialmente. ¿Entregar armas y soldados para libertar tierras ajenas?… Él ya conoce a Manuel del Castillo.
Es cerril, orgulloso y airado. ¿Pasar la frontera? ¿Morir? ¡Nunca! Hombres valerosos hay muchos, pero inteligentes, no. ¡Verán lo que puede un Sargento Mayor! Seré general, y rico, y gobernaré un país tranquilo, con elecciones.
Así llegó a Cúcuta el ya héroe nacional de la Nueva Granada.
* * *
¿Qué es esto? ¿Por qué se le viene encima el universo al general Bolívar?
Manuel del Castillo se presenta a pedirle que se titule general del ejército del Soberano Congreso.
¿Pero cómo, si precisamente quiere obrar en nombre de todos, conciliar a Cartagena, Cundinamarca, el Congreso de Tunja y Venezuela? ¿Si ya está gestando a la Gran Colombia y al Continente? ¡Le quieren envolver en revueltas! ¡Es un Nariño en grande, un tirano en grande, un extranjero!, exclama Manuel del Castillo.
¿Cómo ha sucedido este cambio en el grato admirador de ayer?
“He ofrecido un premio de todos mis bienes al que presentare la prueba escrita”. (Santander. Apuntamientos).
* * *
“De repente los dos jefes, en cuyas relaciones había reinado completa armonía, se enemistaron”. (Mancini. Bolívar).
“Desde ese momento, cada una de las disposiciones que tomaba Bolívar fue violentamente criticada por Castillo. Envió al Congreso largos informes en que pintaba con negros colores el estado de las tropas de Cartagena, asegurando que la empresa era insensata, que Venezuela era inatacable y que era un crimen sacrificar los defensores de la Nueva Granada a las ambiciones de una delirante cabeza”. (Mancini. Obra citada).
Castillo marcha a Tunja, donde están su hermano y sus amigos. El Congreso se muestra a su favor, menos don Camilo. Escribe a Cartagena… El Presidente Torices ordena a Bolívar que le devuelva sus tropas.
La naturaleza coadyuva: fiebre maligna en el ejército.
Y Antonio Briceño, El Diablo, hombre alocado, sin autorización de Bolívar se adelanta con cuatro montañeros, penetra por San Camilo, declara guerra a muerte, decapita a dos españoles y envía sus cabezas a Bolívar y a Castillo. Las cartas remisorias comienzan escritas con sangre de las víctimas. ¡Terror en las almas conventuales de Tunja!
Todo parece perdido.
Para apaciguar a Castillo, Bolívar le ofrece que vaya a desalojar a Correa, de La Grita. Obedece con desgano. Correa huye. Castillo escribe: En la acción se distinguió el Mayor Santander, quien trepó a una altura muy peligrosa, para desalojar al enemigo. Bolívar les hace bombo. ¡Pero nada! Castillo deja las tropas en La Grita, con Santander, la eminencia gris. Vuelve a Cúcuta, y escribe al Congreso que escoja entre él y Bolívar; que si sus compatriotas le posponen al venezolano, el vencedor de la Grita saldrá del ejército.
Afortunadamente, Camilo Torres es la conciencia de Colombia; en Nariño no cabe ninguna bajeza, y así el Libertador recibe la autorización para partir y ciento cincuenta héroes que le envía Nariño. Rafael Urdaneta, Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, José María Ortega, Luciano d’Elhuyart y Francisco de Paula Vélez serán los libertadores de Caracas. Castillo ha logrado destruir casi el ejército. Se retira despechado a Cartagena, dejando a Santander en La Grita, para que no quede ni un soldado.
* * *
“Falta dinero, arroz y principalmente sal. Estos renglones son necesarios, y su escasez indispone al soldado y compromete al jefe a que no les pueda ni aun responder”. (Oficio del Mayor Santander a Bolívar desde Bailadores. —Abril 20 de 1813).
El documento más bello, en donde está patente el alma pálida de Santander, del hombre que no quiere marchar, que acaba con el ejército, para que no vaya con el odiado, pero sin comprometerse, sin dejar pruebas (que se comprometa Castillo, que es bruto), es el siguiente oficio, segunda producción suya que nos presenta la historia:
“Señor General: ya por el parte del capitán Lamprea ha sabido usted que la noche del veintiocho se han desertado con armas y municiones 26 soldados. La noche del 29 se desertó otro soldado, y es muy regular que en las siguientes continúen las deserciones.
No debe U. atribuir a otra causa (subraya F.G.) semejantes excesos, sino a la falta de dinero y de víveres. Desde el 22 no se socorren los soldados, y muchos días se ha comido sin sal. El ganado escasea y el arroz no se ha visto en muchos ranchos. El invierno es riguroso, el temperamento contagioso y las enfermedades en la tropa se propagan. En semejante situación y en estado tan lamentable no es extraño que un hombre sin principios, como es el soldado, abandone el servicio, para ir a buscar el sustento a otra parte. U. sabe que en ninguna parte del mundo hay tropas de línea sin prest y ración.
El mes de Mayo entra mañana y no hay un solo real para la tropa, ni quién pueda prestarlo. Hoy mismo he tenido que dar unos tabacos a un oficial que me significó que ni tenía de ese género, ni tenía medio real para comprarlos. Le aviso a usted esto para su gobierno y para que no extrañe una general deserción (subraya F.G.). Al mismo tiempo, sirva a usted de inteligencia que se han tomado las más eficaces providencias para evitarla, hasta hacer dormir un oficial en cada campamento, a pesar de que no hay quién no esté enfermo, incluso yo.
La fecha de este oficio significa a usted que me he trasladado a esta ciudad (subraya F.G.), habiendo dejado guarnición considerable en Bailadores. —Grita, abril 30 de 1813, a las 8 de la noche”.
En esta carta está íntegra la literatura del futuro. Por eso la copiamos. Sin leerlos, ya se pueden dar por conocidos sus escritos posteriores. Comparemos:
Hay una deserción general, pero contra mi voluntad; detalles minúsculos de lo que ha hecho para evitarla.
El 28 de septiembre de 1828 quisieron matar mis amigos al Libertador, pero contra mi voluntad (detalles de conversaciones, de donde concluye que más bien le salvó la vida).
A Mariano París le asesinaron, pero yo no fui: yo más bien sentí como si me dieran una puñalada en el corazón. ¡He amado tanto a esa familia de Parises!
Santander es producto perfecto de su ambiente prenatal, infantil, colegial y de la guerra civil. Es la perfecta encarnación de la hipocresía: A un oficial le di tabacos. Todos estamos enfermos. Esto se acabó; pero ¡cuál mi heroísmo para evitarlo! Y véase el modo tapado como dice que se vuelve, que no sigue para Caracas: la fecha de este oficio significa a usted que me he trasladado a esta ciudad.
¿No fue grande hombre Yago? ¿No es bellísimo un sapo bien sapo? Pues el general Santander es el hijo más perfecto de los seminarios. ¡Es el héroe de la Nueva Granada!
¿Y qué sucedió?
“…como a pesar del alejamiento de Castillo, la división, mandada ahora por el Mayor Francisco de Paula Santander, su partidario apasionado, siguió dando señales de descontento, que si no se cortaban pronto degenerarían en abierta sedición, Bolívar partió de Cúcuta y acertó a llegar a La Grita a tiempo en que se formaba la tropa bajo apariencias harto sospechosas. Dirigiéndose a Santander, le ordenó marchar; contestó éste que no estaba dispuesto a obedecer. Marche usted inmediatamente, replicó Bolívar en tono perentorio; no hay alternativas: marche usted, porque le fusilo o me fusila. La división partió, y Santander, que era tenido como uno de los principales instigadores de Castillo y de los más activos en promover el descontento que reinaba, con fútiles excusas se quedó en La Grita y no volvió a unirse a la división”. (O’Leary. 1. Narración, 122).
* * *
“…en ninguna parte del mundo hay tropas de línea sin prest ni ración”.
¿Qué es eso de prest? Paga, soldada, estipendio. Y el rábula sargento que a los 21 años escribe así, ¿cómo escribirá a los 40, después de estarse unos meses en Francia? Así:
“Si yo fuera un parvenu”. (Carta a don Francisco Soto). “Suplico a usted que los visite en mi nombre, que mi comadre les haga otra visita y que los atienda poliment. (Carta de Santander a su pariente Manuel García Herreros. 1833).
Toda la literatura de Santander está en embrión en el oficio de La Grita.
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Capítulo Noveno
Santander desprestigiado en Cúcuta. – Sargento-liebre. – ¿El hombre de Susa será el sargento? – La llanura de Carrillo. – Lomapelada. – Capachos. – ¡Serás coronel! – Heroísmos: “Una bala roza la mano que tenía puesta”…
IX
Mayo 8 de 1814.
Un hombre de 22 años (no le llamaremos joven porque nunca lo fue), en habitación sombría de casucha de San Faustino, en la frontera de la Nueva Granada y la Capitanía, está sentado ante una mesita, meditando y escribiendo. Más medita que escribe. Vive por dentro.
Parece de 35 años, por el cuerpo grueso y por las huellas que hay en su cara. El hombre de las leyes nace viejo; las ordenanzas tapan el manantial de la vida.
Éste que rumia y escribe está hundido en sí mismo, enfermo real e imaginario. Nadie le calienta; todos le huyen. Hace un año que los otros se fueron a Caracas y él apenas es sargento, ¡todavía sargento!
Pesado, no: ágil entre el mar de sofismas, como el pez entre aguas turbias. ¿Quién le gana para retiradas? Sólo escaparon el oficial Santander y otro a uña de caballo.
Pesado, sí: no se mueve de las vecindades de su aldea. Imaginación para la fuga y la defensa.
* * *
—Aquí tiene, miamito, los tabacos. Pedrito Fortoul, el subteniente primo suyo, me arrebató cuatro. Yo no quería, pero me forzó… y vea, mi amito Santander, ¿por qué no se pasa a la gente de don Bartolomé Lizón, que tan bien han tratado a la niña Josefa? Aquí todos lo aborrecen mucho, hasta los de su casa… Ahora me gritaron los muchachos: ¿Le llevás los tabacos al Sargento-liebre? Decile que por aquí llegan Aniceto e Ildefonso.
Al oírla, a Santander se le hunden más las zanjas que enmarcan su boca fría, y la esclava corre como si la hubiesen arrojado. Nada le respondió, pero el sargento tiene aura más energética que la palabra. Susa le teme, a pesar de que algunas noches él entra a su tugurio. Pero ¿será él? Si lo fuere ¿por qué tan solemne al otro día? Susa no puede asegurar que su hombre sea el sargento… Su hombre…
El sable viejo está en un rincón. Los pantalones deshilachados, de tela socorreña. Un baúl con tres candados guarda las cosas… Se dice que es rico… En mangas de camisa medita y escribe. Tacha; borra; por momentos cae como en éxtasis.
—Miamito José Concha dice que viene a tratar del ganado que sacaron del hato de don Clemente Molina.
—¡Ahora estoy ocupado!
Afortunadamente hemos sorprendido a Santander en la redacción de su primera defensa, la explicación que dio a Camilo Torres en mayo de 1814 de su oscura vida desde que se fue el odiado a libertar a Venezuela.
* * *
El Sargento se quedó en Cúcuta con fútiles pretextos: pidió que le dejasen ir a traer los intereses del 5° batallón. La comisión del Congreso le halló en Cúcuta y le confió el mando de los soldados rebeldes.
Aparecen los guerrilleros Aniceto Matute e Ildefonso Casas y destruyen la tropa de Santander; acuchillan las poblaciones; le encierran en la llanura de Carrillo y sólo escapa Santander a uña de caballo.
El Congreso envía apresuradamente a MacGregor; los vecinos acusan a Santander de cobarde e inepto. Se rumora que le van a destituir.
Pero acaba de llegar a encargarse del mando su maestro de filosofía, don Custodio.
* * *
El Sargento abre su baúl, retira unas gacetas y lee:
Año de 1813:
Bolívar en 90 días llega a Caracas y liberta su patria:
15 de mayo. —Salen de San Cristóbal los quinientos.
30 de mayo. —En las verdes alturas de Mérida. D’Elhuyart (¡santafereño!) persigue al enemigo, al norte. Girardot (¡el Teniente Coronel Atanasio Girardot!) marcha a Trujillo con la vanguardia.
Girardot es el cáncer interior del Sargento. Medita: ¿Por qué no me iría al Sur con Baraya?
Junio 19. —Girardot ataca y vence en el alto de Agua de Obispos. ¡Júbilo en Tunja! Cohetes, música, bailes…
Junio 25. —Urdaneta (¡el H.˙. Urdaneta!), en Guanare, en Barinas; Los Llanos libertados. Niquitao: combate mortífero de dos días. Girardot en Nutrias.
Lee proclamas de Bolívar: está creando historia. Está formando la conciencia americana; predicando en plazas. Es Ejército y es Universidad.
Julio. —Al sur de Valencia, en San Carlos, en Los Llanos. Los Horcones. Taguanes. Caballería novísima: cada llanero lleva a las ancas de su caballo dos soldados de infantería. Suramérica está dando su representación original. Monteverde, despavorido, se encierra en Puerto Cabello.
Cartas de Bolívar a Camilo Torres:
“Mi resolución es obrar con celeridad y rigor. Volar y destrozar las fuerzas que la defienden, para dejar la Nueva Granada libre de enemigos”.
“Nosotros volaremos y ninguno pisará las ruinas de Caracas primero que yo”.
Taguanes: obedeciendo a Bolívar, cada llanero toma en grupa a dos infantes, y llevados por el galope de sus caballos, escalan la posición enemiga. Izquierdo, angustiado, contempla esa nueva caballería erizada de fusiles, sables y lanzas, que penetra por la maleza, se insinúa por entre los árboles y llega al cerro.
A media noche cesó la carnicería: 200 republicanos y 700 realistas muertos. Los heridos, rematados a lanza. ¡Taguanes! ¡Lección para la Patria Boba! ¡Muestra de lo que pueden los granadinos, alejados del Congreso!…
“Los entendidos (afirma Gervinus) colocan esta campaña al lado de las hazañas militares más atrevidas. En tres meses recorrieron esos héroes 250 leguas, de Cúcuta a Caracas”.
Seis batallas campales; cinco divisiones enemigas destruidas, Venezuela libertada, y todo esto con 500 hombres, los que se escaparon de la intriga del Mayor…
Agosto. —Entrada triunfal en Caracas. Gloria de los granadinos. Mujeres hermosas. Creada la Orden de los Libertadores. Girardot, D’Elhuyart, Urdaneta…, llevan en el pecho la medalla gloriosa, y el amor les calienta…
* * *
El Sargento ha leído y queda pensativo. “¡Debiste partir!”, le grita la conciencia. ¡Debiste partir, al menos, sin peligro, en la Secretaría del Estado Mayor!…
Medita. Trata de tapar la voz de su conciencia:
“Me dejó el general Bolívar, cubriéndole su retaguardia. Me quedé por orden del Soberano Congreso. ¡Obedecí!…”.
“Mientras Bolívar llevaba al cabo con audacia… yo quedé encargado de la seguridad del valle de Cúcuta”. (Subraya F.G.). (Santander. —Apuntamientos).
“…habiéndose separado Santander del ejército libertador de Venezuela por disposición de la Comisión del Congreso, que con el nombre de directora de la guerra residía en Cúcuta, cesaron los motivos de tocar con el general Bolívar”. (Del folleto anónimo contra el Libertador, escrito en 1829, titulado Historia de las desavenencias entre Bolívar y Santander, y que, muerto Bolívar, Santander reconoció como suyo).
¡Escritor de anónimos!
Desgraciadamente para él, en este memorial que ahora está escribiendo nos va a confesar la verdad. ¡No hubo tal orden!… ¡El memorial va dirigido a Torres y a éste no le vienen con mentiras!
* * *
Llegado a este punto en sus meditaciones, una sonrisa hace caer las comisuras labiales del Sargento. ¡Hay una esperanza! Hace ocho días llegó don Custodio García a organizar y mandar las tropas de Cúcuta…
Santander, desesperado, derrotado y odiado, iba a marchar a Tunja, para suplicar por su antigua secretaría, pero el latinista, su maestro de silogismos, el gamonal del Socorro y de la oposición a Torres, le ha levantado los ánimos… ¿Qué le dijo?
—¡Anímate, muchacho! Los sucesos se están poniendo feos en Venezuela y repercuten en Tunja… Si Bolívar cae, caerá Torres y tú serás Coronel. Es verdad que don Camilo aún es el que manda; pero su prestigio comienza a padecer… Se dice que un tal Boves se ha adueñado de Los Llanos, con su Legión Infernal; Mariño desobedece; el cura Torrellas ha levantado a los indios de Coro… El mundo se le viene encima al caraqueño. En Tunja hay cierto ambiente propicio para nosotros. Deja eso de que te odian y te retiras. ¡Para qué son los copartidarios, sino para hacerse invulnerables, unidos! Escribe a Torres con diplomacia. Es cierto que allá estás desacreditado, pero el papel es para eso, para comprobar, para explicarnos. ¿Para qué te enseñé lógica? ¡Sobre todo, a Torres háblale bien de Bolívar! Yo te sostendré. Te nombro ahora como segundo jefe. Medita y escribe bien el memorial, que yo lo enviaré a Torres, con oficio mío. Te dejo aquí, en San Faustino; marcho a La Grita para informarme de lo que pasa en Venezuela. Envíame el memorial, apenas lo termines. Ten confianza, que apenas caiga Torres con sus venezolanos, serás Coronel…
Santander besó las manos a don Custodio.
* * *
—¡Susa, que nadie me interrumpa! ¡Aunque se caiga el mundo, no me llamen!
Con su mejor letra va sacando en limpio los borradores.
Sigamos el proceso de su elaboración:
* * *
Se trata de explicar honrosamente la desobediencia; por qué mataron los sesenta hombres de guarnición en La Grita; por qué dejó perecer a todo el ejército en la llanura de Carrillo, cerca de su pueblo, salvándose nada más que él con sus primos Pedro Fortoul y José Concha.
¿Cómo redactar de manera que diga la verdad, pero que se cubra?
“Detenida mi marcha al ejército de Venezuela por las comisiones que recibí del Supremo Congreso, antes de cumplirse el término de quince días, por el que me permitió el general Bolívar venir a Cúcuta de La Grita a llevar los intereses particulares del 5° batallón que entonces mandaba yo…”.
¡Seminario encarnado!
Así se redacta para que el hecho principal, al encerrarlo entre comas, aparezca como accesorio. Y en estilo pesado, para cansar la atención.
¡Esto es perfecto!
Continúa:
Me dirijo a ustedes porque estoy cansado y fastidiado “de oír diversas especies de tantos hombres que, en lugar de presentarse con carácter de acusadores, sólo se valen de conversaciones y de cartas para deprimirme”.
Dice que él tiene “un carácter que exige por naturaleza ser destinado a mandar, aunque sea un piquete”, y que las habladurías le ponen “en el caso de desconfiar de mis operaciones”.
“Oiga V. E. el manejo que he tenido en la carrera de las armas, desde el feliz suceso de Lomapelada hasta el desgraciado de Carrillo…”.
Rebusca en su memoria e inventa triunfos. ¿Dónde? En Lomapelada, en Capachos. ¿Dónde quedan estos lugares?
Redacta:
“Marché sin poder adquirir la menor noticia del estado, fuerza y posiciones del enemigo… que se situó en el formidable cerro de Lomapelada, y logró atacarnos, sorprendiéndonos. Aquí gané una acción y aquí mismo dieron principio mis acusadores. Yo no perseguí al enemigo, pero el gobierno de Mérida, en oficio que conservo, me dijo que juzgaba prudente mi retirada”.
¡Así convierte en triunfos las carreras! Y maja sobre caliente:
“¿Quién ha visto que este suceso haya merecido siquiera darse a conocer en Nueva Granada como una noticia pública?”.
Cuenta que colocó muy bien sus 300 soldados en los llanos de Carrillo, pero que la gente es muy mala; que no le avisaron que Aniceto e Ildefonso iban a atacarle por la espalda; que ya estaba triunfando por el ala izquierda, cuando aquéllos le salieron por detrás y los mataron a todos.
¿Por qué se retiró a Carrillo? Porque el general Bolívar lo hace así, pues hemos visto que:
“…el general Bolívar establece su cuartel general en Valencia, abandonando todo el terreno que había ganado en la importante plaza de Puerto Cabello, luego que calcula que puede ser envuelto…”.
¿Por qué se perdió la batalla de Carrillo?
“Unos lo han atribuido a mi cobardía; otros, a mi descuido; y los que menos me han aborrecido, a mi ignorancia”.
“Los que han atacado al Llano de Carrillo bajo las órdenes de Lizón, habrían sido destrozados si se cumplen mis órdenes por algunos oficiales”.
Aquí está el que echa la culpa a los muertos.
Sigue acusando a los oficiales y soldados que murieron allí.
“Esta es la verdadera relación del suceso de Carrillo, y la que es fácil purificar con 300 testigos”.
¿Cobarde?
“Me había hallado en 10 acciones de guerra y mi conducta en ellas no me había ganado el renombre de cobarde. En este punto he sido tan moderado, que he estado lejos de hacer alarde de uno u otro suceso que me ha proporcionado la suerte en el campo. Ninguno me ha oído contar (¡y lo va a contar!; figura retórica de seminario) acciones de valor y denuedo, y muy pocos saben que en Santafé fui herido ligeramente; que en la Angostura rozó una bala de fusil la mano que tenía puesta (?); que en San José de las Palmas dio otra bala de fusil en un palo en que me había recostado, y que en Lomapelada fue herida la bestia en que estaba montado mandando la acción”.
¡Vuestro héroe nacional!
Quien deseare leer íntegro este documento, lo hallará en el tomo 2° del Archivo Santander, pág. 408.
¿Puede en algún escrito abandonar su malevolencia? ¿Qué hacer con la ponzoña? ¿No dicen que Bolívar está en apuros en Venezuela, sitiado por Boves en San Mateo? Pues es el momento de sugerir que el Sargento lo previó en La Grita:
“Hubo una vez que expliqué mi opinión en negocios de guerra; pero bien lejos estuve de comprometer la seguridad de la patria, que antes me había persuadido la experiencia y me enseñaba una juiciosa razón que talvez peligraba. Erré mi cálculo; pero jamás se ha negado que la empresa ha sido arriesgada y peligrosa; esto en cuanto a la parte militar, pues en la de lo político aún no ha llegado el tiempo de conocer mis yerros”.
Redacta la parte petitoria:
“Por consecuencia, señor… pido a V. E… que para reponer mi reputación y honor injustamente vulnerado, se digne V. E. permitirme pasar a esa ciudad a presentar todos los documentos que acreditan la relación que he hecho, y a responder los cargos de que se me hace responsable, o mandar que en un Consejo de Guerra se me juzgue militarmente… Si esta petición no merece la aceptación debida, yo me contento con obtener de V. E. una licencia absoluta, con que, separado del Ejército, deje de alternar con los demás oficiales que no merecen ser compañeros de un cobarde”.
¡Qué estilo tan difícil el de Santander! Falso y lleno de errores voluntarios.
* * *
—¡Susa! ¡Al subteniente Fortoul que se presente inmediatamente!
……………………………………
—A tus órdenes, don Pacho.
—Ensilla mi mula y vete a La Grita a llevarle este pliego a don Custodio García. Que lea y que me envíe el certificado que me prometió.
* * *
“Presentación. —Exmo. Señor. —El Sargento Mayor del 5° batallón y ahora segundo comandante de las fuerzas de N. Granada que obran en Cúcuta, ciudadano Francisco de Paula Santander, creyendo que su honor ha quedado manchado desde la acción del Llano Carrillo, al menos para con aquellas gentes que no se hallan impuestas en el pormenor de las cosas, me ha dirigido la adjunta representación para que poniéndole mi informe, la eleve al conocimiento de V. E.
De los hechos que dicen relación a la herida en la campaña de Santafé y a las acciones llamadas Capacho, Lomapelada y Las Palmas, lo he oído afirmar a los oficiales y soldados que presenciaron.
Mi antecesor el brigadier MacGregor tenía en buen concepto a este oficial y no es menos el que a mí me merece. Al venirme a La Grita le recomendé la comandancia de la guarnición de San Faustino. —Custodio García Rovira”.
— o o o —
Capítulo Décimo
Santander, abismo perfecto. – Sus reacciones. – Bolívar, por segunda vez en Nueva Granada (1814-1815). – Captura de Santafé. – Santander vence a Bolívar sin dejar huellas. – Don Custodio, Castillo, el clero, el padre Omaña, el canónigo Marimón. – Partidos políticos de la época.
X
¡Admirable el Santander de los años críticos de 1814 a 1816! Ya está perfecto. Su último error lo cometió en La Grita, al dejar pruebas. Ya nadie le verá sino envuelto en el manto de la obediencia. El perfecto desobediente es el que obedece: ¿para qué son los otros, los amigos?
Ría el estúpido con esa inocente enumeración que trae el documento, acerca de las balas que rozaron al hombre granadino, pero sepa que es tan abismo perfecto como perfecta altura es Bolívar.
“…si no conservare a pesar de todo un carácter que exige por naturaleza ser destinado a mandar, aunque sea un piquete”…
Esta frase se le escapa del subconsciente; es accidental en el documento, salida de su intimidad. Un hombre de 22 años, desacreditado, derrotado e insultado, que lanza este grito, no es un cualquiera. Es la serpiente, enemiga digna del león. ¿O acaso un bobo pudo vencer a Bolívar y presentarse en la historia como héroe nacional? Le amamos por momentos. ¡Nos da gusto que sea de aquí!
Primero. —Es genio defensivo; genio de la literatura sofística. Siempre, hasta la muerte, convivió con el clero católico.
Segundo. —Prototipo del que reacciona por envidia. Nadie puede estar por encima. Ansia de mando.
Tercero. —Genio del escape, la fuga y el misterio. Sus retiradas de Ocaña a Piedecuesta y luego a los Llanos de Casanare, son obras maestras de la fuga. Si hay arte, ahí está, y
Cuarto. —El trabajador de la oscuridad, sin huellas. ¡Hoy creemos que hacen bien en tenerle como héroe nacional! Le estamos amando mucho. Además, ¿quién más hijo de la Nueva Granada?
* * *
Segunda mitad del año de 1814:
Mueren gloriosamente Girardot y Ricaurte. El Sargento, en Cúcuta, goza y padece. Padece por la gloria ajena y goza por las muertes.
Bolívar y Boves amasan en sangre al pueblo venezolano. De su mutua carnicería nace la independencia que no estaba preparada. El Sargento padece por las victorias y goza por las derrotas.
En septiembre sale Bolívar derrotado. El Sargento parece un dios infernal iluminado.
Con Bolívar cae don Camilo Torres, en Tunja. Triunvirato: García Rovira, José Manuel Restrepo, Rodríguez Torices. ¡El Sargento es Coronel! La Nueva Granada es suya. Restrepo es antioqueño, está siempre con el que manda. ¿Quiénes vamos ganando?…
Llega a Cartagena el Libertador. Su plan es invadir a Venezuela por Maracaibo, valiéndose de las provincias de Santa Marta y Riohacha… Sube a Tunja a rendir cuentas… El Sargento sonríe; en la oscuridad será invencible…
“Ocaña y septiembre de 1814. —Mi querido Urdaneta: —…Tenga usted la bondad de procurar que el general Rovira y el coronel Santander se persuadan de la pureza de mis intenciones y del alto aprecio que hago de sus talentos y virtudes, sin que yo pretenda en modo alguno aspirar a privarlos de ninguna de las atribuciones que les corresponden: que por el contrario estoy resuelto a ceder por mi parte en cuanto lo exija la salud pública, hasta el punto de servir como soldado y obedecer a quien se quiera, porque yo cifro mi gloria en servir bien y no en mandar; en vencer a los enemigos y en ceder en todo la palma a mis conciudadanos”.
……………………………………
“P.D. —Septiembre 28. —Hoy ha llegado el correo de esos valles y por él he sabido que el general Rovira ha sido nombrado miembro del Poder Ejecutivo de la Unión, y usted, general en jefe del ejército del Norte………………………..
“Usted… se ha puesto con esto en aptitud de calmar cualquiera discusión que por falta de prudencia en algunos, u otros motivos, se hubiese difundido entre las tropas de la Nueva Granada y las de Venezuela. En fin, amigo, yo espero que usted con su acostumbrado tino y política concertará las cosas de tal modo, que a mi llegada nos veamos en disposición de abrir de nuevo la campaña con rapidez y felicidad…”. (De Bolívar a Urdaneta).
Llega el Libertador a Tunja, Torres no ha entregado aún el mando, y
“General: Vuestra patria no ha muerto mientras exista vuestra espada; con ella volveréis a rescatarla del dominio de sus opresores: el congreso granadino os dará su protección porque está satisfecho de vuestro proceder. Habéis sido un militar desgraciado, pero sois un grande hombre”.
El coronel Santander. —¿Ha leído, don Custodio, el discurso de Camilo Torres?… Su partido dizque se hace poderoso nuevamente con la llegada de Bolívar…
Don Custodio. —Sí. Me escriben de Tunja que Torres incita a Bolívar para que someta a Santafé, con el fin de levantar la opinión entre los congresistas… Y lo que desean es unificar el país bajo el mando de Bolívar: A mí no me engañan… ¡No son federalistas!
* * *
El partido de Torres se reanima con la llegada de Bolívar. Sometiendo a Santafé, los planes de éste quedarían asegurados. ¿Por qué no vencer su repugnancia por las luchas civiles? El Libertador se somete a la necesidad. Ataque y toma de Santafé…
Pero ¿no está el padre Omaña en la catedral? Excomunión de Bolívar; calumnias. Para defender la capital, se arma a los españoles.
“Yo, ciudadano presidente (se dirige a Manuel Bernardo Álvarez, presidente de Cundinamarca), me contemplo degradado a la esfera de nuestros tiranos cuando veo las huestes vencedoras de tantos monstruos, venir a manchar el brillo de sus armas invictas con la sangre de una ciudad hermana…”. “Santafé será respetada por mí y por mis armas mientras me quede un solo rayo de esperanza de que pueda entrar por la razón”.
¿Qué dice de la toma de Santafé el cronista Caballero? Ahí veremos el odio creado ya contra los venezolanos.
Los años de 1826 a 1828 están latentes en este de 1815.
“Noviembre 29. —Se echó bando, que el Congreso declaraba guerra otra vez contra Cundinamarca, y que todo hombre al oír tocar generala se presentase en la plaza con las armas que tuviese o sin ellas; y se despacharon postas a toda la provincia. ¡Bien hecho! Si el Señor Nariño no los hubiese largado con tanta nobleza, no se atrevieran ahora a volver a amenazar. Si el señor Nariño hubiera siquiera quitado un par de cabezas de estos, no pretendieran perdernos, perderse ellos mismos y perder todo el Reino: pues, señor, amenazados por el sur, que el Montes de Quito ha intimado rendición; Caracas y toda Venezuela perdidas y el enemigo tanteando nuestra conducta, para decir: Allá voy. ¡Oh Congreso! ¡Qué mal te portas! ¡Qué mal piensas! ¡Guerras civiles cuando el enemigo está a la puerta! ¿Y por qué? ¿Por qué quieres ser soberano y déspota? ¿Por qué quieres mandar en la capital de Santafé? ¿Por qué quieres sus aduanas, sus tesoros y Casa de Moneda? ¿Por qué quieres sacrificarnos con tus armas, con las nuestras y después con las de los godos? ¡Ah revolución, ah Patria, ah Libertad, qué caro vas costando!”.
“Noviembre 30. —En este día llegó la noticia de que Bolívar atacaba a Santafé. Buen provecho le haga, pero yo no me desdigo. Vengan enemigos, que teniendo a María Santísima y a Jesús de nuestra parte, no hay que tener cuidado, aunque nos estrechen hasta lo sumo”.
“Diciembre 1°. —Se tocó la generala y se comenzó a alborotar la gente”.
“Diciembre 2. —Mandó oficio Bolívar para que se entregase la Provincia, plata y gente, para la reconquista de Caracas, y que entrásemos en federación o entraría a sangre y fuego”.
“Diciembre 3. —Se echaron dos bandos: el uno que se iluminase toda la ciudad todas las noches; y el otro, que de todo hombre sospechoso se diese cuenta. Este día se comenzaron las trincheras”.
“Diciembre 4. —Se tocó la segunda generala; fue el día de mayor aprieto, porque dijeron que estaban las tropas enemigas en Torca. Al instante se juntó muchísima gente; en las trincheras se trabajó admirablemente, trabajando en ellas los padres de San Diego y San Francisco, que confundía ver a los sacerdotes con sus parihuelas, cargando tierra y cespedón, y lo mismo las mujeres (y aun las más señoras y decentes), las unas con camisón y las otras con sayas de seda: cargaban tierra, trabajaban como el más esforzado hombre, infundiendo ánimo y valor a los cobardes.
La causa de este valor y energía son las noticias que daban de que Bolívar venía saqueando los pueblos, estropeando a los sacerdotes, como que decían que había colgado de las manos al cura de Chocontá, porque no le daba dinero, y lo mismo había hecho con otros tantos, robando las alhajas de las iglesias, y varias crueldades y atrocidades. Ello puede ser, pero yo no lo creo; si fuera español, creería eso y mucho más; pero americano, lo dudo. Lo cierto es que para que las tropas se vigoricen y animen a entrar en un fuerte ataque, se riegan tales voces de que el contrario viene contra la religión, y lo mismo hace el otro allá. Esto lo digo porque he leído varias historias y he visto las intrigas y lo que se desacreditan los enemigos unos a otros”.
“Diciembre 6. —No quedó español que no cogiese las armas, por viejo o por inválido que estuviese; de los pudientes formaron un escuadrón de caballería famoso y bien armado. Al ver yo el entusiasmo de estos, se me metió que Bolívar venía contra ellos, porque ¿cómo se arman ahora con tanto ardor a la defensa, y cuando vino Baraya no lo hicieron?
Supimos que habían llegado las tropas a Chía y Puente del Común. Por Chía o por Cajicá toparon a Lorita, un español médico, y lo mataron; saquearon la casa de Marroquín, otro español pudiente, en la hacienda de la Yerbabuena, delante del Común.
¿Quién sabe? Desde el domingo que se tocó la segunda generala, no largó ninguno las armas. Hay ganas de pelear. ¡Quién sabe cómo saldremos!”.
“Diciembre 7. —Hoy sucedió que estando la caballería o compañía de españoles con otros varios de su devoción, en la plaza, prevenidos todos con armas de fuego, se le fue un tiro a Hurtado, criollo, y mató un caballo de uno de los sujetos que estaban montados, que del tiro cayó muerto, pero al jinete no le sucedió nada”.
“Diciembre 8. —Se veló una imagen que tengo de Nuestra Señora de la Concepción, muy linda, de bulto, en la Capilla del Sagrario, todo el día hasta las 7 de la noche, y desde las 6 de la mañana hubo misas hasta las 12”.
“Diciembre 10. —A la una del día se rompió el fuego: dentraron y se apoderaron de todo el barrio de Santa Bárbara. Los nuestros pelearon con ferocidad…”.
“Diciembre 11. —Día domingo. Se volvió a romper el fuego a las cinco y media de la mañana. No cesó hasta las 7 de la noche. Por cuantas calles tiene la ciudad se hizo fuego y fue muy rara la cuadra en que no quedasen enemigos muertos. Hubo esquina (obsérvese la delectación de Caballero), que fue la de abajo de Palacio, que en un solo montón había 17 cadáveres, y así había regados por todas las calles. ¡Asombraba la mortandad! Creo que pasarían de 300 oficiales no más. Murieron 11 de nuestra parte.
Los caraqueños mataron a sablazos a los chapetones que cogieron en la fuerza del ataque: dos por Belén; el uno era un tal don Vicente Vidal, sobrestante de la Catedral, y otro que lo acompañaba; por la Gallera mataron a Quintana, que había sido Fiscal Real; por Las Nieves, a Balboa; a otros, por la calle del Arco.
Ahora pregunto yo: ¿Y la compañía de españoles y regentistas, tan formidable y preparada con tantas armas, que parecía que con ellos solos bastaba para vencer y triunfar de los enemigos, qué se hizo?
Lo cierto es que yo no los volví a ver más, ni ellos entraron en acción. Lo cierto fue que se escondieron todos y nos dejaron a nosotros metidos en la grande. Hicieron lo que el capitán Araña, que embarcaba la gente y él se quedaba en tierra”.
“Diciembre 12. —Estábamos todos en la plaza esperando la orden para volver a embestir, pero parlamentaron el señor Presidente y el general Bolívar, y fueron de parecer que se hiciesen paces y se le entregasen las armas y la ciudad al General, lo que se ejecutó a las 9 de la mañana…”.
“Enero 7 de 1815. —Se hizo el funeral por los caraqueños que murieron en el ataque. Estuvo la función muy deslucida, porque los concurrentes eran, los más, caraqueños y socorreños. Predicó el sermón un clérigo llamado Blanco, capellán de Bolívar, y la mayor parte del sermón fue de las victorias que había ganado su General, nombrándolas y adornándolas con muchas mentiras. A nosotros nos trató de verdugos, crueles, enemigos de la Patria, y deseaba devorarnos entre sus manos. ¡A tanto ha llegado el encono de estos provincianos! Se lamentó mucho con la muerte de los oficiales venezolanos, y su sentimiento se le manifestaba en sus lágrimas y el mucho encono contra nosotros…”.
……………………………………
“Diciembre 21. —El General Bolívar salió a recibir al Congreso, que viene a instalarse aquí; salió con 130 hombres de caballería, bien uniformados (con todo lo que habían robado sus tropas a esta infeliz ciudad)”.
“Diciembre 23. —Se fue el general Bolívar para Cartagena, enviado contra Santa Marta… Por su causa se perdió después Mompós, Cartagena y todo el Reino. Esto sucedió por un hombre mal considerado, y así perdió a toda Venezuela, su patria”.
En estos apuntes de Caballero vemos el odio, desde la conspiración de La Grita, contra los venezolanos. Nueva Granada, repetimos, era realista; apenas quería gobernar en nombre del rey Fernando. Le repugnaba la energía.
Los mismos partidarios de Bolívar en el Congreso le ponían trabas a su acción: estaban envenenados por el espíritu de Santander, que gobernaba a través de don Custodio. Este Triunviro ejercía entonces la presidencia.
“El Congreso —dice Fernández Madrid—, considerando que las medidas de conciliación eran preferibles a las de rigor, me envió al Libertador con el propósito de impedirle la ejecución de los españoles, ligados con las principales familias del país. Apenas habíale indicado los deseos del Congreso, cuando me respondió: Dígale usted que será obedecido, pero que un día u otro tendrá que arrepentirse. Es imposible que un país así deje de ser pronto ocupado por los españoles; pero no importa: ¡yo volveré!”.
¿Y no murió don Vicente Vidal, sobrestante de la Catedral? ¿No están enojados los canónigos y el padre Omaña? El clero es aliado del partido de don Custodio contra Bolívar:
Durante la toma de la ciudad, a cada descarga prorrumpía el populacho reunido en la plaza: ¡Viva Jesús! A semejante profanación contestaba desde su balcón una dama bolivariana: ¡Muera Jesús! Era la mujer del Mocho Vargas, muy hermosa:
“Murió la ciudadana Ignacia París, mujer del teniente gobernador Ignacio Vargas, llamado el Mocho, una de las mejores mozas de Santafé, y que gastaba un completo lujo. Sabía montar muy bien a caballo, en galápago. Moza completa, de gusto y gran patriota. En el cabestrillo cargaba el retrato de Bolívar”. (Caballero de Ochoa).
“Fue imposible reconciliar al pueblo con los soldados; los clérigos le habían enseñado a mirarlos como enemigos de Dios. Y aunque las autoridades eclesiásticas levantaron la excomunión contra Bolívar y sus tropas, no fue posible evitar las consecuencias”. (O’Leary).
“Tal es la pastoral que USS., como gobernadores del arzobispado, dirigieron a estos diocesanos el 3 de los corrientes. Denigróse en ella mi carácter, y se me pintó impío e irreligioso; se me excomulgó y se incluyó en la excomunión a toda mi tropa: se me dijo autor de la muerte y de la desolación de estos países y se aseguró que todo mi ejército, sin ningún sentimiento de humanidad, venía a atacar la religión; sus ministros y altares; sus rentas y alhajas, y aún las mismas vírgenes y vasos sagrados. Medios tan bajos han sido siempre reprobados…”. (Oficio de Bolívar al clero santafereño).
* * *
Y mientras tanto ¿dónde está el Coronel? El Coronel está en las alturas del Chopo, atrincherado; por allá en Pamplona. Es el rey de la Nueva Granada. Don Custodio es presidente de la Unión; por consiguiente, Santander lo es.
Muy bien que Bolívar haya tomado a Santafé, para ellos. Se ha hecho odioso al clero y al pueblo fanatizado.
¿Su plan de reconquista de Venezuela? En Cartagena está Manuel del Castillo, que tiene las armas y recursos; en Bogotá está don Custodio, y el padre Omaña, en la Catedral. Hay que obrar con diplomacia, porque los bolivarianos son fuertes aún:
“Mientras Bolívar llevaba adelante sus aprestos para la marcha a Santa Marta, el Coronel Castillo publicó un libelo en Cartagena, atribuyéndole la pérdida de Venezuela y acusándole de faltas y de crímenes del carácter más grave. Para hacerle odioso, le pintaba como déspota vulgar, y para privarlo de la confianza, como desobediente al Congreso en la invasión de Venezuela”. (O’Leary).
En tal libelo se dice que la guerra a muerte fue la causa de las crueldades que se cometieron en La Grita y en el Llano de Carrillo contra las fuerzas de Santander. Que en Nueva Granada no se había derramado sangre hasta la llegada de Bolívar. ¿Quién es el autor intelectual del libelo? El mismo que en 1820 corrigió los primeros capítulos de la Historia de Colombia por José Manuel Restrepo, como lo veremos al llegar a ese año, y que le hizo escribir entonces esta apreciación:
“De esta manera (se refiere a la derrota de Santander en la llanura de Carrillo) los realistas desolaron los hermosos valles de Cúcuta, antes tan ricos, agricultores y poblados. Es probable que la declaratoria de guerra a muerte publicada por Bolívar en Mérida y Trujillo había exasperado los ánimos de los contendores, y que el español quería infundir terror a los patriotas granadinos…”. (Subraya F.G.).
A este libelo contestó Camilo Torres: “Por mí confieso que jamás he dudado de que Bolívar es el Libertador destinado por la Providencia…”.
¿Cómo vencer a Torres? El Coronel lo sabe:
¡Qué bello trabajo! Describámoslo en estilo de cinematógrafo.
Tomada Santafé, parte Bolívar a Cartagena en solicitud de armas… Pero ¿no es don Custodio el Jefe del gobierno? ¿No odia el clero a Bolívar? ¿Para qué nos hemos recibido doctores en la acción silenciosa, en cubrirnos? (su palabra favorita). ¿No está en Cartagena Manuel del Castillo; el padre Omaña, en la Catedral?
Encuentra Bolívar el río abandonado por las fuerzas patriotas; las armas y municiones están encerradas en Cartagena. Castillo se niega a todo, súplicas y amenazas; se burla de él. ¡Que envíen de Bogotá un mediador para que le convenza!… ¡Bueno, don Camilo Torres, enviaremos el mediador!…
Envían al canónigo Marimón, colega y amigo del padre Omaña… Llega. ¿Qué instrucciones secretas trae, que se encierra en la ciudad y más bien incita a Castillo a la rebeldía? ¡El diablo lo sabrá! ¡No hay huellas! ¿Que de España salió y llega una expedición de once mil hombres al mando de Morillo? ¿Que España está libre ya de la ocupación napoleónica y que va a apretar? ¡No importa! ¡Mejor los españoles que Bolívar con sus venezolanos!
El Libertador fue vencido así, en silencio, sin que aparezca la prueba. El Coronel está en las alturas de Chopo, haciendo zanjas, atrincherándose. Nadie sabe lo que escribe: boletas. En 1815 hizo su obra maestra, superior a la de 1828, pues quedó completamente limpio.
El Libertador se embarcó para Jamaica el 9 de mayo, a escribir la carta de las profecías y preparar se retorno. En 1819 entrará en Santafé con el Coronel… Bolívar se retira siempre a las islas después de sus derrotas, para acumular sentimientos e ideas universales, que luego consume en estos antros de egoísmo de Suramérica.
* * *
Los años de 1814 y 1815 en Nueva Granada, así como la acción bellísima de Santander (bello es el crimen perfecto), los entenderá el que se posesione del ambiente político y social de la época:
Dos partidos: el torrista y el rovirista o de Santander. La derrota del Libertador en Venezuela tumba a Camilo Torres. Se reanima su partido con la llegada de aquél a Cartagena y a Tunja. Hacen un esfuerzo por avivar la hoguera con el sometimiento de la capital del reino. Por su parte, Santander y García Rovira conspiran en la sombra. Éste corre a encargarse del ejecutivo. El odio del clero a los venezolanos, todas las circunstancias, les ayudan en su labor. Fingen obedecer… Se retira Bolívar. Marcha Santander a Ocaña, a tomar el mando de las tropas…, pero Morillo sitia a Cartagena; penetra por el río; Calzada invade por Cúcuta; Sámano se acerca por el sur… Camilo Torres es llamado nuevamente al gobierno. ¡Tardío arrepentimiento de los rábulas! Torres, disgustado, se retira de la vida pública. El Coronel huye a Los Llanos, llevando la latencia granadina que estallará en la conspiración de 1828.
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Capítulo Once
Ana Francisca de Ochoa. – Santander historiador. – José Manuel Restrepo y J. M. Baraya. – Hermosa retirada. – Cachirí. – Santander traiciona a don Custodio. – Santander huye con la Virgen de Chiquinquirá. – Paso de la tarabita sobre el Rionegro.
XI
Antes de proseguir con el héroe nacional, nos recogeremos ante el cadáver de Ana Francisca de Ochoa, mamá de Caballero, que acaba de morir, ahora, precisamente cuando el Libertador está redactando la Carta de Jamaica.
“Febrero 25 de 1815. —Día de la Encarnación y Sábado Santo, administraron a mi madre, Ana Francisca de Ochoa”.
“Febrero 26. —Se estrenó la Gallera nueva, con una guerrilla de 13 gallos; a un tiempo quedaron muertos en el patio 8; cuatro salieron huyendo, y el que ganó que era de Rublas”.
Como vemos, mi pariente iba a la gallera, a pesar de la enfermedad de su madre. ¡Así hemos sido los Ochoas! En cuanto a Rublas, es el Arrubla antioqueño en cuyas manos se perdió algo del empréstito de 1824… Su gallo fue el que ganó… ¡Viva Antioquia ladrona!
“Febrero 27. —Hirió Badanitas a la mulatica Teresa, que la iba degollando; la llevaron al Hospital”.
“Abril 1°. —Vino la noticia de la restauración de los jesuitas en Roma”.
¡Carajo!…
“Mayo 4. —Sacaron 1.700 pesos de la Hermandad de los Santos Lugares de Jerusalén, del convento de San Francisco, para gastos del Gobierno o para sus dietas. ¡Malo va esto! Ya comienzan a meter la uña en las cosas sagradas. Si así sigue, no les arriendo las ganancias. ¡Pobre República, cómo vas a dar al traste! (Mucha falta ha hecho el señor Nariño)”.
“Junio 2. —Por la madrugada murió mi madre Ana Francisca de Ochoa, de edad de 82 años, mujer de mucho trabajo toda su vida. Murió como verdadera cristiana: conoció su muerte y se dispuso a ella. Tuvo 11 hijos; se le murieron 6, chicos, y de los 5 grandes sólo habemos 4, por haber muerto la hermana mayor, llamada María Josefa Caballero, mujer de Joaquín Hernández, el 5 de junio de 1811. Se sepultó mi madre en la iglesia de Santa Bárbara, al pie del altar de San Antonio”.
“Junio 12. —Se le dio un vítor y baile al general Baraya, por ser víspera de su santo”.
“Junio 19. —Entregué la casa donde vivía mi madre al R. P. Fray Gregorio García, de la Orden de Predicadores, que corría con ella como Capellán, y me compró la sementera que dejó mi madre, que constaba de 21 surcos de cebollas, de 40 de turma y maíz, 2 de arracacha y 1 de alverjones y otras menudencias, todo trabajado por ella misma, siendo de la edad ya dicha. Hubo también la particularidad de no padecer de los achaques que comúnmente padecen los viejos, es decir, no fue corcovada, siempre mantuvo el cuerpo derecho; la pronunciación muy clara, con ser que le faltaban todos los dientes y muelas; nunca usó anteojos; no fue mocosa, babosa ni legañosa, como generalmente acontece a los viejos; nunca usó de muleta o bordón. Murió de hidropesía. ¡Dios la tenga en los santos reinos de su gloria! Amén. Me dio 10 pesos por la sementera, y me rebajó 19 días de arrendamiento. La casa valía 3 pesos por mes”.
* * *
Agosto de 1815. El Coronel está en Ocaña con 500 soldados. Vino desde los primeros días de julio a reemplazar a Bolívar. ¡Caramba! Es el logro de todas sus ambiciones. ¿Por qué no se mueve, pues? ¿Por qué no ayuda a Cartagena, sitiada y hambrienta? Son él y García Rovira los que mandan; ya está satisfecho el carácter que exige por naturaleza mandar, aunque sea un piquete… No se mueve porque está escribiendo; envía oficio tras oficio: que carece de embarcaciones; que le manden refuerzos, porque el enemigo es más fuerte y le ataja el paso, en Mompós. Permanece quieto, cinco meses, escribiendo.
Nació para mandar, pero desde Palacio; para derramar sangre, por mano de asesinos; para la guerra, pero en retirada…
Ahora, al atardecer, está arreglando sus documentos: el Archivo Santander en formación. Escribe la historia de su carrera militar, para publicarla, anónima, en una de las gacetas de Santafé.
En la psicología de Santander encontramos tendencia irresistible al anónimo y a la simulación: en 1819, ya de Vicepresidente de Cundinamarca, para adular al Libertador, escribirá el folleto titulado:
“El general Simón Bolívar en la campaña de la Nueva Granada. —Relación escrita por uno que en calidad de aventurero”, etc.
Uniendo las primeras letras de los apartes de esta producción se lee: Santander, su autor.
A poco, el Libertador, conociendo sus habilidades, le recomienda la simulación de cartas de Morillo y otros, que necesita para su política del armisticio, y Santander lo hizo tan bien, que O’Leary las publicó en sus documentos como auténticas.
En 1829 redactará en la prisión su diatriba anónima, titulada Historia de las desavenencias entre Bolívar y Santander. Payaso de Napoleón, llama a Bolívar.
Ahora escribe su historia militar poco más o menos así:
En el año de 1813, Santander, Jefe de las fuerzas de los valles de Cúcuta, obtiene los grandes triunfos de Lomapelada y Capachos, desbaratando las fuerzas de los guerrilleros Aniceto e Ildefonso. No les persiguió más allá de la frontera, pues el general Bolívar, con sus audacias y su guerra a muerte había creado la odiosidad de los pueblos contra los patriotas.
Vuelven Aniceto e Ildefonso, protegidos por los habitantes de aquellos valles, y reunidos a Bartolomé Lizón vencen a Santander en Llano Carrillo, a causa de la cobardía de los oficiales, que no obedecieron las órdenes de Santander (12 de octubre).
El ilustre Sargento Mayor hizo una retirada a Piedecuesta, famosa por la rapidez y porque no eran sino tres: sus primos José Concha, Pedro Fortoul y él. A los demás los mataron, porque les dio miedo y se metieron al monte.
El Soberano Congreso, para recompensarlo, envió a MacGregor y le dejó a él como segundo Jefe. Recuperan a Pamplona; Santander persigue a Ildefonso hasta San Faustino… Si no le hizo mucho daño fue porque no conocía bien el Zulia y porque los habitantes eran enemigos de los patriotas.
Liberados así los valles de Cúcuta, MacGregor renunció, y fue enviado Custodio García Rovira a reemplazarle (1814). Santander quedó como segundo Jefe, por sus desinteresados servicios a la Patria.
El 7 de septiembre de 1814 llegó el general Rafael Urdaneta, de su retirada desde Caracas; su tropa fue la única que se salvó del desgraciado intento que hizo Bolívar para libertar a su patria. Santander, coronel entonces, quedó como segundo Jefe, a las órdenes de Urdaneta.
Enviado a poco Urdaneta a Casanare, Santander salvó su ejército trepándose al alto de Chopo; haciendo cortaduras, zanjas y cegando caminos, permaneció allí hasta que llegó el Jefe.
Habiendo el general Bolívar atacado inconsultamente a Cartagena, para vengar ofensas personales y satisfacer odios pequeños, y habiéndose visto obligado a abandonar las playas de la Nueva Granada, huyendo de su conciencia que le acusaba, Santander fue enviado a Ocaña para tomar el mando de las tropas huérfanas, para auxiliar a Cartagena, sitiada por los realistas, y aquí está, en Ocaña, hace meses, sin poderse mover, porque no tiene embarcaciones, municiones, ni los refuerzos que diariamente solicita al gobierno de la Unión… Su honor está comprometido, pero los múltiples oficios que remite al Gobierno, explicando la situación, le cubren… etc.
¿Con qué elementos ha reconstruido el autor este anónimo que debió existir? ¡Pregunte a Cuvier con cuáles reconstruyó esqueletos prehistóricos!
Con estos:
Oficio de Santander del 9 de noviembre de 1814: explica el riesgo en que está comprometido su honor de tener que padecer eterno descrédito, porque se llevaron a Urdaneta y le han dejado solo: que el territorio es abierto, los pueblos, realistas, y sus 400 hombres, bisoños. Que si se viere comprometido en acción desgraciada me acarrearé el odio, la execración de mis conciudadanos; el eterno deshonor, porque unos me tratarán de temerario; otros, que he huido cobardemente de 4 ladrones que ocuparon a Cúcuta, porque la dejé indefensa. Mis conciudadanos que no quieren más sino que ataquemos, que venzamos y que se haga como se pueda.
Al pie del oficio hay esta nota: Con la misma orden quedará cubierto su honor. Dígase así a este Comandante. —Valenzuela. (Archivo Santander. Tomo II, pág. 422).
Oficio de diciembre 6: Que está cegando caminos y fortificando alturas; que no sabe dónde esté Calzada; que envió 30 hombres a San Faustino y se los tomaron prisioneros, etc.
“Tuve la fortuna de cumplir mis instrucciones, deteniendo por medio de cortaduras y fortificaciones irregulares la invasión enemiga”… (Santander. —Apuntamientos).
“No fue posible pasar a Magangué, desde Ocaña, porque todo el país intermedio se hallaba ocupado por los enemigos, ni emprender operaciones decisivas porque no tenía medios, y principalmente porque carecía de buques”. (Santander. —Apuntamientos).
Y sobre todo a Fernando González le ha servido la psicología del personaje.
* * *
Las fuentes de la historia oficial colombiana acerca de Santander son la obra de José Manuel Restrepo y las Biografías de J. M. Baraya. ¡Pues ambos escribieron bajo el dictado de Francisco de Paula Santander! Léase la correspondencia de éste con Restrepo, cuando en 1820 comenzó el funcionario antioqueño a escribir su malhadada historia en Rionegro:
“Rionegro, enero 26 de 1820. —…Acepto gustoso los Apuntamientos que usted me ofrece”. “Me serán muy apreciables como de un testigo ocular”. “No descuide usted, pues, robar algunos momentos a sus tareas e ir estudiando los Apuntamientos”. “Luego que los negocios lo permitan pienso hacer un viaje a ésa para tratarle y adelantar mis ideas”. “La historia es un género muy difícil…”. (Carta de Restrepo a Santander. —Archivo Santander. Tomo IV, pág. 78).
“Aguardo igualmente las memorias y documentos que usted me ofrece, propios para la historia”. (Carta de Restrepo a Santander del 26 de marzo de 1820, en donde consta que Santander le reunió los materiales para su Historia de Colombia. Archivo Santander. Tomo IV, pág. 197).
“Vuelvo a repetir a usted mi súplica sobre las memorias de que le hablé en el correo anterior”. (A. S. Tomo IV, pág. 209).
“Recibí la colección de impresos y manuscritos”. (A. S. Tomo IV, pág. 277).
“Doy a usted las gracias por la remisión de los documentos que me deben servir para la historia y que tuvo la bondad de mandarme con el señor Indalecio González”. (Carta de junio 16 de 1820. Archivo Santander. Tomo IV, pág. 346).
“Recibí sus apuntamientos, que están muy buenos. Espero los que me ofrece sobre las campañas de Venezuela desde 1816 hasta 1819 en que se ocupó a Santafé. Usted que tiene proporción, resuélvame este problema: ¿cómo es que habiendo recibido los pueblos de Venezuela al general Bolívar en 1813 con el mayor entusiasmo, muy poco tiempo después todos ellos se volvieron enemigos implacables de los republicanos?… Esto me da idea de que necesariamente hubo excesos en la administración, para hacer contrarios a los que eran amigos”. (Julio 9 de 1820. Archivo Santander. Tomo IV, pág. 391).
Tenemos, pues, que fue Santander el que escribió su Historia, oculto tras el nombre de José Manuel Restrepo, funcionario antioqueño amigo de las comodidades. ¡El Sargento que se opuso en La Grita a la invasión de Venezuela, fue el que le resolvió a Restrepo el problema de por qué Boves derrotó a Bolívar!
Éste, cuando en 1827 recibió en Bucaramanga la Historia de Colombia, editada en París, bajo los auspicios de Santander, se indignó. (Véase en Diario de Bucaramanga de Perú de Lacroix el comentario del Libertador).
Respecto de las Biografías de J. M. Baraya, basta decir que el general Antonio Baraya fue el héroe que en 1813 tenían Castillo y Santander para reemplazar a Bolívar, y que Santander hizo su traición a Nariño y su campaña de Santafé a las órdenes del brigadier.
¡Qué hombre tan curioso! A los veintiocho años era más genial que una araña; poseía un sentido del enredo, del ropaje, de la falsificación, que le coloca entre los raros de la humanidad. Sólo en país seminarista y andino puede explicarse el fenómeno de su nacimiento. ¡Genio de la simulación!
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1816. —¡Ya están satisfechos! Todos los abogados han saciado la necesidad de mandar, de ser presidentes, pues en el triunvirato alternan cada cuatro meses. Algunos no ejercieron, por culpa de Morillo, que no dio tiempo.
¡El desastre! Calzada ocupa a Pamplona; las huestes sitiadoras llegan por Ocaña; Sámano por el sur. Los jurisconsultos están sitiados en la altiplanicie frailuna. Los provincianos huyen a esconderse en curatos y cañadas. José Manuel Restrepo en zanja envigadeña, en rastrojo de La Sabaneta. Unificación del gobierno; Camilo Torres, presidente. ¡Tardío arrepentimiento! Torres acepta, por ironía:
—Ustedes, don Custodio y Santander, que saben tanto, vayan a pelear. Los nombro generales…
* * *
¿Qué hace el Coronel? ¡Ahora sí! Llegó el momento de sus habilidades: corre.
“Cuando Calzada ocupó a Pamplona, se creyó cortado a Santander, y lo estaba en efecto; pero lejos de arredrarse, dispuso y efectuó su retirada hacia el interior por el camino de Rionegro a Girón, pasando en el mayor orden cerca a las posiciones del enemigo y logrando reunir su columna a los soldados de García Rovira. La retirada de Santander se ha reputado como una de las mejores de la guerra de independencia”. J. M. Baraya. —Biografías, pág. 73).
“Tal retirada hizo mucho honor a Santander” (J. M. Restrepo. —I, pág. 372).
“La retirada se efectuó felizmente sin perder ni un hombre, con sorpresa del enemigo, que creía segura la dispersión de mi tropa, y con agradable admiración del gobierno general, que no esperaba que pudiese salvarla. Yo tuve la satisfacción de recibir oficialmente gracias muy especiales”. (Santander, Apuntamientos).
Lo más bello del párrafo es agradable admiración y satisfacción de recibir gracias… por la carrera.
* * *
¿Y qué van a hacer ahora estos genios, Santander y don Custodio?
Están en Piedecuesta. De todas partes les envían soldados. Les adiestran. Gastan semanas adiestrándoles. No atacan. Su habilidad son las alturas de Chopo o Cachirí, entre zanjas y cortaduras.
Calzada se hace el que huye. ¡Eso es que nos teme! Le hemos derrotado con nuestra fama. ¡Persigámosle! El español se mete por los desfiladeros y alturas de Cachirí. Oficio a Santafé: Hemos derrotado a Calzada; huye… El español da media vuelta y los mata a todos. Se salvaron don Custodio y el Coronel, a uña de caballo.
“Perseguidos por un puñado de valientes se entregaron a la muerte, sin saber por qué. Los fugitivos repetían las voces de Viva el Rey. Por Matanzas sólo pasó Rovira con unos treinta caballos”. (O’Leary).
“Febrero 28 de 1816. —Se recibió la infausta noticia de haber sufrido nuestro ejército un descalabro y derrota por las tropas de Calzada en las montañas de Cachirí. ¡Adiós Libertad! ¡Adiós Independencia! ¡Qué mal te han sabido conservar! Batieron la columna que mandaba don Custodio García Rovira. ¡Si estos no tienen práctica militar! ¡Si se han colocado en los empleos es por el sueldo y robar! Ya verán, no les arriendo las ganancias. Si no corren como gamos, yo no sé. Lo que siento es que paguen justos por pecadores”. (Caballero. Obra citada).
* * *
A don Custodio lo destituyen. ¿Y al Coronel? Al Coronel nadie le coge. Ha traicionado a su padre, pues don Custodio es su padre. Escribe y escribe diciendo y jurando que la culpa fue de García Rovira. Nombran de General al francés Manuel de Serviez, enemigo de don Custodio, y Santander queda de jefe del Estado Mayor:
“No es para unos apuntamientos —dice, refiriéndose a Cachirí— hacer el detalle de un suceso que facilitó a Morillo la reconquista de Santafé: yo para mí tengo que el gobierno general no tomó de antemano todas las medidas; que Rovira, aunque dotado de un valor personal admirable y empapado con muchas teorías militares, cometió la grave falta de querer hacer con tropas bisoñas lo que había leído”… “Yo me opuse al plan de defender la montaña de Cachirí”.
“Semejante plan me pareció peligroso”. (Santander. —Apuntamientos).
“Si Rovira se hubiese retirado a Bucaramanga, como Santander se lo indicó, su división no hubiera tenido un fin tan desastroso”. J. M. Baraya. —Biografías, pág. 74).
Lo más hermoso de Santander es que todo lo sacrifica a su destino: el de héroe nacional y hombre de las leyes. Presenta 300 testigos para purificarse.
* * *
Estamos en el mes de mayo de 1816. ¿Quiénes son estos, que a ratos parecen procesión y a veces ejército? Traen un gran cajón en andas, rodeado de soldados, mujeres y frailes. Vienen el prior y comunidades de religiosos dominicos, sollozando… Hay rifles y hay camándulas… ¡Es el ejército granadino, que viene en retirada, trayendo a la Virgen de Chiquinquirá!…
¿Cúya la idea? Del Coronel Santander, devoto siempre de la Virgen, cuya imagen se colocará en la espalda, repetidamente, al morir.
El Coronel huye a Los Llanos con la Virgen… y con las leyes.
“Marzo 9. —Vino posta de que los enemigos adelantan sus marchas. Ha salido la compañía de Zapadores a abrir fosos en Techo. Bien hecho; hacen bien en fortificar esa entrada, pues por ninguna otra parte puede entrar el enemigo, si no es por donde se le dé la muchísima gana. ¡No he visto órdenes más acertadas! Peladas y más peladas hasta ensuciarlo todo. Se han comenzado novenas a Nuestra Señora del Topo; a Nuestro Amo; al Espíritu Santo; a San Miguel y a Nuestra Señora del Descendimiento”.
“Mayo 11. —Ya toda la gente está para abrirle la puerta al enemigo. La gente dice que no sale a pelear si no salen los del gobierno también: el que come la papa que rece el Padrenuestro. Lo cierto es que hay mucho miedo, mucho godismo, mucho regentista, y de esta manera estamos vendidos”.
“Mayo 12. —Renunció don Camilo Torres y nombraron a don Pepe de la Madrid”.
“Mayo 19. —Se fijó edicto para que los emigrados del Socorro formen un cuerpo para la defensa. (¡Qué han de formar si tienen más miedo que Sancho Panza!)”.
“Mayo 23. —Baraya está avergonzado, porque nadie lo quiere y porque es el motor de estas desgracias. El ingeniero Caldas no piensa sino en poner una escuadrilla con cañones ligeros en el río Nare y ya dizque está todo ganado; pero no falta más que la madera para hacer las embarcaciones, manos que las sepan hacer, herramientas al propósito, dinero para la construcción, cobre para hacer los cañones, facultativo que los sepa hacer, plata y tiempo, que lo demás está todo corriente. Los inútiles y multiplicados empleos subsisten; se goza de los mismos sueldos, pero especialmente el Congreso está tal como su madre lo parió: las dietas corren y lo que hacen no compone un bollo. Algunos de sus miembros se han marchado ocultamente para que no peligre el pellejo. Salieron los de artillería. Saben tanto de artillería como los puercos de freno”.
“Domingo 24. —Entraron 200 hombres de tierra caliente armados con palos y zurriagos. ¡Vaya! ¡Qué armas para los chapetes! ¿Qué pensarán los calentanos? ¿Que los godos son sacas de marranos? Que se descuiden, que la trompada que les han de dar les va a meter lo que tengan afuera”.
* * *
¿Por qué tanto pánico y desmoralización? ¿Por qué renunció Torres? ¿Por qué se robaron la Virgen de Chiquinquirá? ¡Son cosas del Coronel!
Manuel de Serviez, airado y enérgico, buen soldado de Antioquia y Popayán, se ha convertido, como lo hacen todos los que se le acercan, en títere de Santander. Este es hombre poderoso; ninguno más hábil ha producido Suramérica.
Serviez despreciaba a García Rovira, el estudiante. Se indignó cuando le propusieron que sirviera bajo sus órdenes. Entonces, ¿cómo se las arregló Santander?
Cachirí. Proponen a Serviez la comandancia de los restos del ejército. Lo sabe Santander y se acerca a Tunja, tronando contra don Custodio, contra su padre… Grita que es un vanidoso, militar de libros, que tuvo la culpa de Cachirí…
—¡No acepte, si no destituyen a Andrés Rodríguez de la secretaría de guerra!…
Serviez pone estas condiciones: que le asciendan a general de brigada; que destituyan a Rodríguez y que Santander quede como Jefe de su Estado Mayor.
De suerte que el ejército está sublevado y se retira. El que manda es Santander y, por consiguiente, hay retirada.
Don Camilo Torres conoce la antigua enemistad; le repugna someterse a militares sublevados. Quizás su discípulo, Fernández Madrid, pueda arreglar esto.
Madrid acepta las exigencias y sale a convencerles de que deben pelear. ¡En vano! Envía entonces comisionados para capitular con los españoles. El ejército les ataja.
Conferencia de Madrid y Santander:
—Serviez no quiere; los venezolanos desean irse a Los Llanos. Yo nada puedo hacer. Si fuera el jefe, obedecería…
Tres días en Santafé, arreglando sus cosas, su haber militar. El padre Omaña se queda… Los españoles se acercan. Orden de Madrid para que Santander asuma el mando de las tropas, dé pasaporte a Serviez y traiga el ejército para la retirada al sur.
¿Cogeremos a Santander en violación de las leyes? ¡Nunca! Reúne un congreso de oficiales y
“unánimemente se resolvió que no se obedecieran las órdenes de un presidente cuyos pasos eran dirigidos a capitular con el enemigo y a sacrificar el ejército”.
Tiene sólo 24 años y lleva dos congresos de oficiales: el que desconoció a Nariño y éste de ahora. ¡Cuánta mezquindad en tanta juventud! Pero en ambas ocasiones echa la culpa a los otros, personalmente y por medio de sus historiadores-pantallas, Restrepo y J. M. Baraya:
“…fuese cualquier mira innoble y aun criminal, Serviez manifestó pocos deseos de dar una batalla”. (Santander. —Apuntamientos).
El cinismo de Restrepo llega hasta echar la culpa del desastre de 1816 a los venezolanos:
“…así, los venezolanos en ningún modo eran queridos, y muchos granadinos huían de asociarse con ellos. Aunque tales motivos de alejamiento honran las virtudes de los granadinos y la sensibilidad de sus corazones, produjeron en aquella época graves perjuicios. Esta oposición hizo que algunos de nuestros primeros patriotas prefiriesen caer más bien en manos de los españoles que ir a las llanuras del oriente”. (Restrepo. II. Pág. 401).
En este punto le expedimos a Santander el título de Hombre de las Leyes.
* * *
Se acercan, Santander con la Virgen, y Latorre y Calzada detrás. ¿Le cogerán?
“Mayo 3. —A las 11 y cuarto se alborotó toda la gente en la plaza, pensando que ya entraban las tropas de Calzada. Fue digno de ver cómo corrían todos los del mercado; se atropellaban unos con otros; por aquí caían unos; otros por allá; a unos se les caían los zapatos, a otros los sombreros; las mantellinas y gorras a las mujeres; los mercados de las revendedoras y forasteros, todos regados; los perros corrían con la carne, porque todos abandonaron sus ventas; los más listos cogían lo que querían, y este día asentó bien el refrán de a río revuelto ganancia de pescadores. Los pulperos cerraron sus tiendas; el Cabildo se cerró; los litigantes desaparecieron; los gatos volaron; los pollos andaban sueltos por la plaza; los huevos, apachurrados. Los que más resistieron fueron los lienceros; y con todo lo que dejaban, otros recogían; gritaban; corrían, hubo males de corazón, malparidas, lastimadas y 300 cosas más. Y en suma lo que vino a ser fue que eran 20 hombres de caballería que venían del ejército nuestro”.
“Domingo 5. —Dicen que el presidente Madrid se fue para el Sur”.
“Entró Serviez con toda la infantería, a las diez del día, y en medio de los dos primeros batallones la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la original, encajonada y envuelta en un toldo. ¡Qué dolor ver a una reliquia tan grande, nada menos que el Arca del Testamento de la Nueva Granada, en medio de una tropa insolente, cargándola ellos mismos con la devoción que se deja entender, cuando había de ser en hombros de sacerdotes, como cuando vino ahora 150 años! Pero entonces había más fe; eran las gentes más religiosas, y así la protección de la Señora era con más frecuencia; pero ahora que no hay más que robos, ambición, latrocinio, asesinatos y un Congreso que desde que se formó todo fue hacer peladas y más peladas; Congreso y gobernantes de estos 6 años, que se pueden reputar por una junta o cuadrilla de bandidos; y sobre todo, la falta de fe, pues la religión está como aquel que le coge un accidente mortal, primero con furioso escalofrío, que es la tibieza en la fe; después la calentura, que se va poco a poco aumentando hasta quitar la vida, que son las herejías y los cismas, que poco a poco la vendrán por fin a destruir. ¡Dios no permita tal cosa, pero es mucho de temer! Todas las religiones salieron hasta San Diego, debajo de Cruz alta, a topar a Nuestra Señora, pero no se les hizo caso alguno. Pasaron con una precipitación increíble. Siguió camino derecho por el puente de Santa Catalina para Cáqueza. Iban como 1.000 hombres. El llevarse a la Virgen no sé a qué se pueda atribuir. Yo me parece que el fin que él se propuso fue que como conoció que era una imagen que todos la tienen en tanta veneración, diría: pues llevándomela, todo el mundo la sigue y los soldados pelearán con más valor y confianza; no porque él tuviese fe a la Señora, pues según dicen no es cristiano”.
* * *
A las diez de la mañana del seis de mayo entraron a Santafé los curros (españoles). Un batallón salió en persecución de Santander para quitarle la Virgen. Le aprieta: le dispersa la gente. La culpa fue de Serviez, dice él. Por fin, en el alto de Sáname, en un rancho, deja a la Virgen, para estar más escotero; y ¿quién es ese hombre de 24 años que está colgado de la cabuya o tarabita de Cáqueza, sobre el Rionegro? Es el coronel Santander que se va, preñado de leyes y congresos, a internar en los llanos de Casanare.
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Capítulo Doce
Trinidad de Arichuna. – Excelentísimo Señor Presidente de la República de Casanare. – Jefe Supremo Militar. – Ternera llanera. – Páez. – Santander destituido. – Disolución de la República de Casanare-Apure. – Reacciones de Santander. – Campaña del Arauca. – Santander, soldado de infantería.
XII
Comienzo de agosto de 1816. Setenta días hace que los fugitivos pasaron la tarabita del Rionegro, afluente del Meta. Nueva Granada y Venezuela están en poder de los españoles.
¿Todo en poder de los españoles? ¡Mire usted! Estamos en Trinidad de Arichuna…
¿Dónde? Cerca de las orillas del Arauca; estamos en el invierno de ocho meses, en medio del mar de agua dulce, y este levantamiento del terreno se llama Trinidad de Arichuna.
¡Mire usted! Aquel rancho, al pie de la palmera, es el Palacio Presidencial; ese hombre joven, carón y apacible, descalzo, en calzoncillos y que tiene el pie derecho sobre la rodilla izquierda, la cabeza agachada muy atentamente, en actitud de sacarse una nigua, es el Excelentísimo Señor Presidente de la República, doctor Fernando Serrano, ex gobernador de Pamplona, amigo de Santander.
Más allá, a la entrada de otro rancho, estregándose los pies con una tusa, está el Ministro Secretario General de la Presidencia, doctor Francisco Javier Yanes. Los otros dos ministros, generales Manuel de Serviez y Rafael Urdaneta, están fuera: han ido a coger ramas de albarico para hacer lanzas.
El ejército son 150 hombres en pelota, por aquí y por allí… Estos y unos 200 ancianos, mujeres y niños de la emigración, son los ciudadanos de la República de Casanare-Apure.
Y en el rancho central, la gente dice que dormitando, pero es rumiando, se halla el Jefe Supremo Militar, coronel Santander. Se rasca la verija mientras medita en los problemas que bullen en su alma atormentada.
* * *
¿Quién hizo esto? ¡La Nueva Granada tiene personalidad! Esta República de Casanare de 1816 es la parte más hermosa y decidora de su historia; la gente que concibió eso en tales circunstancias está destinada a la inmortalidad; esa gente no es cualquiera. Y el hombre de 25 años que encarnó tal ocurrencia biológica, aparentemente ridícula, pero indicio de potencia, merece el título de héroe nacional de su Patria.
Es la obra de la Nueva Granada clerical, estudiosa y congresista; gente que toda quiere ejercer, por turno; que odia la guerra; que hizo la Patria Boba… Y el actor que encarna esta necesidad sociológica en Casanare es el carácter que exige por naturaleza mandar, aunque sea un piquete.
Hoy le queremos mucho; quisiéramos resucitar al Santander de Casanare, para abrazarle.
* * *
¿Qué problemas de su República bullen en la cabeza de este comandante que no abandona la hamaca?
—Coronel, estamos en la necesidad de salir de aquí; los caballos mueren de hambre…
—Yo también debo morir algún día, coronel Rangel…
Sus problemas son que no sabe nadar, colear toros, amansar potros, enlazar un caimán entre el agua sucia, pelear con chuzos…; que ya no puede salir del rancho, porque los llaneros se ríen del soldado de pluma; que Ramón Nonato Pérez no quiere someterse a las leyes y se quedó en la llanura de Cuiloto con 500 caballos y 200 llaneros; que hace días envió al coronel Páez a convencerle y a recoger potros; que todo está enredado; que él no sabe atacar; que están sitiados, en capilla. Desea morir: ¿por qué se metió en éstas?
* * *
¿Cómo se dio a luz esta República de Casanare?
El 11 de mayo los dispersó el capitán Antonio Gómez en la tarabita sobre el Rionegro, afluente del Meta; quedaron 200, sin la Virgen y sin equipajes. Corren por los llanos de San Martín; Latorre les pisa los talones; ya los coge; se echan a nado, como pueden, al cruel río Ocoa; se arrojan luego al Guaytiquía, al Upía, al Tonino, al Cuciana, Cravo y Pauto. Ríos crueles, sin piedras; ríos de llanura, soñadores, abismos, lodosos. Pásanlos sobre troncos, en artesas o agarrados a las colas de los caballos. Llegan a Pore, rancho capital de la Provincia, moribundos. ¡Les cogen ya! Corren para Chire, en busca del general Urdaneta, que ha reunido algunos jinetes; pero se les interponen otros españoles que también salieron a perseguirles por la salina de Chita; se pelea: ¡a vender cara la vida! Urdaneta les ayuda; pelea indecisa hasta el anochecer… Corren más; se arrojan al Casanare; llegan a Betoyes; corren aún días y días y se detienen en la última población granadina, Arauca, porque el perseguidor fue vencido por el invierno:
“Nos vimos detenidos —dice Morillo a su rey— por un mar sin término. Nos hicimos conducir por la zona más elevada, llegando el agua hasta la cincha de los caballos. Era imprudencia seguir adelante, pues hasta Guasdualito hay 9 días de jornadas iguales, nadando en los caños, para lo cual cada jinete del país suele llevar cuatro caballos”.
* * *
Les salvó la rapidez y el invierno llanero. A los sesenta días en Arauca; hay muchos fugitivos de las rancherías; los jesuitas habían tenido allí un próspero imperio ganadero.
Seguían su angustiada marcha, sufriendo privaciones y amarguras, perseguidos, teniendo que combatir a cada paso y dondequiera que el enemigo les alcanzaba. A pie, descalzos, hambrientos.
Rodeados de partidas enemigas, sin poder alejarse a una legua del rancherío, jefes y soldados dormían a campo raso, con temor de ser sorprendidos. Lluvias, inundación, calor y humedad destruyeron sus vestidos: peleaban entre sí por el cuero de la res, para arroparse de noche. Carne sin sal era el alimento. Caballos esqueléticos y carecían de sillas. Como armas, las púas del árbol llamado albarico.
En el Santander de esta huída hay algo de Moisés: quiso llevar consigo a la Virgen de Chiquinquirá (arca), y dentro suyo rebullía la latencia granadina.
Si alguien ha sido alguna vez encarnación plena del carácter de un pueblo, es el Santander de Casanare. Le amamos; el artista biólogo no puede menos de enamorarse de él como de obra perfecta. ¿Quiénes le rodean? Pueden morir y el drama continuará. Asesinen a Serviez, a Urdaneta, a Nonato Pérez; asesínenlos a todos, y el drama continuará. Nada indican; no están preñados de futuro. Dejen a Bolívar, a Santander y, secundario, a Páez, y la representación, el nacimiento de las repúblicas colombianas se efectuará. Ellos son los padres; instrumentos del Dios que está escondido. Bolívar es la cima, el Chimborazo; Santander, el abismo que el océano Pacífico tiene al pie de los Andes para tragárselos, y Páez el bravío, el instrumento que manejará Santander para perder al Libertador.
* * *
Es genial. Llega a Arauca y al otro día entendió la política. Todos son coroneles. Manuel Valdés es amo en Guasdualito y ha nombrado gobernador de Casanare a Juan Moreno. Nonato Pérez no obedece a nadie. Dos generales que no se aman: Urdaneta y Serviez. Tres fuerzas rivales: los fugitivos, Valdés y Pérez. Hay un sol pecoso, juvenil y terrible que se levanta dorando las fangosas aguas del Apure: ¡Páez!
Santander conoció allí por primera vez al llanero y su vivir.
“El llanero de Casanare en Nueva Granada, o del Apure en Venezuela, a caballo y con lanza, y sin más equipo que un pantalón corto, camisa de tela burda y un sombrero gacho, de paja y de ala extendida, es el tipo del hombre libre y del guerrero indómito, así como el guaso del Río de la Plata o el enlazador de Chile”. (Baraya. —Biografías, pág. 76).
“La insalubridad del clima, debida a esos inviernos de ocho meses que borran las rutas medio trazadas en los pajonales, convirtiéndolos en lagos inmensos”.
“Felices, si después de marchas por terrenos inundados y por entre ríos crecidos, encontraban por la noche una mata, oasis en esas llanuras, para dormir sobre el fango, mortificados por la plaga que incomoda aun a las fieras, tan abundantes allí”. (Baraya).
“Lo mismo que los gauchos, cuyos instintos guerreros y sanguinarios acababa de despertar Artigas, los llaneros son hoscos, ingeniosos e incansables. Acostumbrados desde niños a domar potros salvajes, su oficio es cuidar recuas de caballos y mulas y atender a las vacadas; defenderlas de fieras e intemperies, aislados durante meses en sitios altos de la llanura inundada…”. (Mancini).
* * *
¿Qué desea Manuel Valdés? Que el jefe no sea ni el general Urdaneta ni el general Serviez. ¿Congreso en el pueblo de Arauca? Valdés ha hecho la cita. Los generales están lejos. Contestan que delegan su representación en Santander; están seguros de que uno de ellos será el Jefe. Votan. El soldado de pluma, de quien no tienen celos, resulta elegido. Valdés y Páez votan por él. Así quedó constituida la República de Casanare.
* * *
Presidente, ministros y jefes se trasladan a Guasdualito. Pero dice Páez que es más sano Trinidad de Arichuna; que allí estarán mejor ancianos, mujeres y niños. La romería sale para Trinidad… Adelante cabalgan Santander y Páez. Aquél siente que el pecoso es fuerza bruta e incontenible; le mima; le ha hecho nombrar Teniente Coronel. Con él empleará siempre mucha astucia; sabe que por mal, le romperá el esqueleto; sus cartas más tiernas, más delicadas, de más fina psicología, serán siempre para Páez… ¡Son Venezuela y la Nueva Granada!
Pero Santander no sabe atacar. Están sitiados. Ya hizo su obra. Está organizado el Congreso, nombrado el Presidente y electos los Ministros. Ya no queda material para su genio. ¿Qué hacer? ¡Páez tarda! Y si trajere caballos y viniere Nonato, ¿tendrá que lanzarse a ese mar de los Llanos en busca del enemigo? ¡Nunca! ¿Qué hacer?
* * *
Amanece. Parece que al sol lo pariera la sabana inundada; sale allá, muy lejano, a ras del suelo, solemne, y sus rayos resbalan jugueteando con las aguas crecidas del Arauca. Hace dos meses exactos que existe la República de Casanare. Está fresco el amanecer. ¿Qué se mueve allá, al otro lado del río? ¿Alguna columna enemiga? Se va distinguiendo: potros, reses y llaneros. Se adelanta un jinete, se lanza al agua: es el centauro; llega, continúa su camino para Trinidad, sin mirar, seguro de que le seguirán todos. Siempre va adelante.
Veinte años; cabezón y melenudo; pecho enorme y nalgas prietas. El león no tiene nalgas y por delante es otro, cabezón, melenudo y potencia torácica: es el Teniente Coronel Páez. Pecoso, mirar de toro; pelo rubio, crespo, y cimero como el follaje de la palmera.
No mira; sabe que le seguirán y sabe que llegarán. Efectivamente, ejecutan la maniobra: Rondón, capitán de nado, agarradas sus piernas desnudas a los ijares del caballo, como grapas al madero, se echa al río y el rebaño le sigue. Allá vienen, las cabezas fuera, los ojos espantados. ¡Qué bello cortan la corriente! Otros hombres, en barquetas, a los lados de la hilera, gritan y golpean la corriente para alejar caimanes, gimnotos y pescados caribes.
* * *
A dos leguas de Trinidad esperan los oficiales a Páez.
—¡Oiga! Aquel granadino es un pendejo. ¡Usted es el palo de hombre que necesitamos!
Páez no contesta. Continúa su camino y le siguen.
—Espérenme. ¡A los ranchos! (Y se dirige al de Santander).
—Nonato prometió venir, pero no vendrá. Traje 200 potros del hato Lareño. Ahí está la gente alzada contra usted.
* * *
Páez se ha retirado a su rancho. Con sus hombres prepara el almuerzo: una ternera colgando de una estaca clavada en el suelo, ladeada, aviva la hoguera, con su gotear grasoso. Huele bueno. Secretan las glándulas digestivas: carne asada, ¡Agamenón, Aquiles!
Páez agarra su trozo con las manos; muerde y masca despacio. Gran señor en bruto, que apenas lleguen los místeres que traerá Bolívar, aprenderá a manejar tenedor y a escribir.
* * *
¿Qué es la bulla? Los soldados se forman al frente de su rancho. ¡Viva Páez, nuestro palo de hombre! Los oficiales se le acercan. ¡Usted es el jefe!
Entra al círculo, Santander; está pálido. Le acompañan el Presidente y el Ministro Secretario.
—Señores: yo soy el primero en reconocer que nuestro jefe es el coronel Páez; yo acepté, obligado por todos. Precisamente, desde hace días tengo escrita mi renuncia y aquí se la presento al señor Presidente para que resuelva lo conveniente…
—¿Y eso para qué, mi dotor? ¡Ya el jefe es Páez!
—Porque es preciso proceder en todo legalmente…
Creyendo que se trata de alguna trampa, los llaneros gritan vivas y mueras. Santander saca la espada, la clava en el suelo y exclama:
“¡Matadme con ella si no aceptáis que se proceda legalmente! ¡No podré vivir después de este deshonor que pesará sobre mí eternamente!”.
Intervienen Serrano y Yanes… Páez habla por fin:
—Estos venerables señores tienen razón. Y es lo mismo…
¡Viva Páez! ¡Viva Páez!
* * *
“Parecía natural que el nombramiento del Jefe hubiera recaído en el general Rafael Urdaneta, como de superior graduación y experto en la guerra de Venezuela, o en otro general, antes que en mí; pero los jefes de caballería tenían resentimientos con Urdaneta, y Serviez era extranjero. Inútiles fueron todas mis súplicas para inhibirme”.
“Demasiado preveía yo que todo lo que se estaba haciendo se desbarataría el día en que lo quisiese alguno de aquellos jefes que por la analogía de costumbres debía tener influencias sobre los llaneros”. (Santander. —Apuntamientos).
Cuando escribió sus Apuntamientos odiaba tanto al Libertador, que le echa la culpa de su destitución:
“…además, ya para entonces se me había tachado de enemigo de los venezolanos con motivo de las diferencias suscitadas en Cúcuta entre Bolívar y Castillo. El resultado correspondió a mis recelos: a los dos meses de mi nuevo mando, los emigrados de Venezuela hicieron revivir los celos entre granadinos y venezolanos, que tanto se habían fomentado cuando Bolívar bloqueó a Cartagena en 1815”. (Apuntamientos).
¡Qué Yago de hombre! Cada inciso suyo tiene libras de veneno.
“El 16 de septiembre regresó Páez a Trinidad y halló la novedad de que varios Jefes y Oficiales iban a proclamarle Jefe Supremo, porque no creían a Santander con la aptitud necesaria para salvarles de tantos peligros como les rodeaban”. (Restrepo. II. Pág. 324).
“Santander no poseía las dotes corporales para mandar a hombres semibárbaros, que no apreciaban sino al jefe que tuviera valor y fuerza corporal superior a los demás. Santander no había sido educado en estos ejercicios; sólo era un buen oficial del Estado Mayor, instruido y civilizado: así los llaneros iban a despreciarle en breve”. (José Manuel Restrepo).
Este historiador, como lo vimos, es pantalla de Santander. En ese párrafo hay odio a los venezolanos, pero la verdad se transparenta.
“La verdad del caso es que Santander tenía contra sí fuertes antipatías; que no era hombre para tanto y, por fin, que aunque dotado de capacidad distinguida, no poseía instrucción en su ramo ni disposición natural para la guerra. Estaba en el número de aquellos oficiales que los llaneros llaman de pluma por mal nombre”. (Baralt).
“Reprimida esta tentativa, yo no podía continuar mandando unos hombres propensos a la rebelión, y en un país en donde se creía deshonroso que un granadino mandase a venezolanos”. (Santander. —Apuntamientos).
Vemos por este último párrafo que la insistencia de Santander para que se le aceptase la renuncia, no era por amor a la ley (no la amó ni respetó nunca), sino para cubrirse: para poder decir: yo dominé la sublevación y luego, porque eran muy brutos, renuncié, me negué a mandarles.
* * *
¡Últimos tres meses de 1816, en la campaña del Cajón de Arauca! Fue la época de su vida en que Santander tragó más humillaciones. Allí quedó hecho lo que fue: explosivo de reacciones contenidas. Psicológicamente, en el Cajón de Arauca quedó sellada la muerte de la Gran Colombia en 1830.
Soldado de pluma—No es hombre para tanto—Hombre estudioso—Buen oficial de gabinete—¡Amanse este potro, mi dotor! A cualquiera le habría matado este sufrimiento. Pero Santander es un genio tan grande para abajo como Bolívar para arriba.
¿Cuál es la esencia del genio? Nutrirse aun de lo que a otro mata; alimentarse de la enfermedad; crecer con el dolor. Aprovechar todo para su fin, sea éste diabólico o divino. Adaptarse a las circunstancias para luego dominarlas.
Un cualquiera se habría quedado en Pore, con Juan Galea, entregado a la angustia y a odiar estérilmente. La esencia del genio maligno es odiar activamente. No se queda.
¿Qué hizo el granadino? Acercarse a Páez y acariciarle. Éste era león inocente; nunca dudó de Santander. Le nombró Comandante de uno de los tres grupos en que dividió a sus hombres.
Hay un capítulo de Maquiavelo titulado paladeadamente así: Del modo como se ingenió César Borgia para asesinar en Sinigaglia a Vitello Vitelozzo, al duque de Gravina Orsini, al duque tal y tal, etc. Luego describe cómo les fingió amor, y les invitó, y les recibió, y les asesinó despacio, y termina: ¡Qué bello!
Pues Santander es superior a César Borgia: más lento y más limpio en el asesinato. Lo que sucede es que por aquí no hay artistas pintores como en Italia. ¿Quién ha igualado la belleza de esta frase de Santander después del asesinato limpio de Mariano París?: ¡Yo que he amado tanto a esa familia de Parises! Y respecto del Libertador dijo: Yo, que le he salvado dos veces la vida… Definitivamente, hoy amamos a Santander como a un hijo. ¡Carajo!
Fingió amor y admiración por Páez; aceptó todo; asistió y aplaudió los heroísmos, como lo hizo después otro vecino de Cúcuta, Juan Vicente Gómez, con Cipriano Castro… Ocultó su pánico ante los peligros. Voluntad de acero. Tigre recogido.
En tres meses quedó Páez dueño del llano entre Arauca y Apure. Salieron armados de chuzos y casi todos en cabeza, y al mes tenían sombreros, carabinas y cañoneras; sitiado a San Fernando; ocupada Barinas.
¿Qué aprendió allí Santander? A conocer a Páez (Venezuela). Salió en potencia el que ejecutaría la obra de 1828: La Conspiración, de la cual nacieron las cuatro repúblicas-vergüenzas: Panamá, Ecuador, Venezuela y Colombia.
En forma de cuadros se entenderán mejor esta campaña de Arauca-Apure y las reacciones latentes que ella dejó en el alma de Santander.
* * *
Páez acepta y es General de brigada.
“¡Muchas gracias, pueblo y tropa! Ahora mismo salimos a buscar al enemigo”.
* * *
Segundo día de marcha. —¡Amansar potros por escuadrones! Una madrina (recua) de caballos cerreros está encerrada entre oficiales montados en caballos mansos.
“¡A coger caballos por escuadrones!”.
A esta voz, cada soldado enlaza uno, lo ensilla, lo venda y monta.
“¡Quiten los tapa-ojos!…”.
500 soldados jinetean a un mismo tiempo. Corren, corcovean, caen, se levantan. Páez agarra uno, manchado, y caen y se levantan: son un solo animal: El Llanero.
Santander, con sus oficiales granadinos de la campaña montados en caballos mansos, vigila a los costados del grupo de centauros, no para coger el jinete caído, sino para atajar al caballo que lo tumbó, para que no se vaya con la montura, que no hay muchas y que son fustes de madera de que penden correas crudas. Los únicos granadinos que jinetean como los mejores, son Jenaro Vásquez y José María Córdova. Santander aplaude, sonríe y busca a Páez para hablarle al oído. ¡Duro aprendizaje de cortesano!
—¿Quiere amansar éste, mi dotor?
Es un maldito mulato, Infante, el que se acerca e irrespeta al héroe nacional.
* * *
Marchamos lentamente por las sabanas inundadas del Arauca, pues son muchos los niños, mujeres, ancianos y sacerdotes de la emigración. Los padres José Félix Blanco, capellán de Bolívar, y Trinidad Travieso, van adelante, amansando potros y aguzando sus chuzos: tienen tabaco en la vejiga.
Casanare ha quedado casi desierto; apenas las guerrillas de Nonato, Juan Galea y la de Ortega, mayordomo del hato de San Ignacio.
* * *
Páez va siempre adelante con ocho compañeros, Vergara, Montilla, Urdaneta…
Octubre 6. —Páez iba adelante, más de una legua, con ocho ayudantes y ordenanzas. Llegó a un rancho en donde una mujer le dijo que por allí, en el hato de los Cocos, había enemigos… Parten al galope…
Cincuenta y cinco lanceros realistas, treinta de ellos con carabinas, se retiran con una madrina de cien caballos. Necesitamos urgentemente de estos. ¡Ataquemos! Nos recibe una descarga de carabinas…
¡Compañeros!, grita Páez, ¡me han matado mi caballo! ¡Venguemos su muerte! ¡A lanza! Sólo escaparon el jefe, Facundo Mirabel, con ocho. Tenemos cien caballos más.
* * *
¿Qué enemigo buscamos? Al coronel don Francisco López, que tiene mil setecientos jinetes; cuatrocientos infantes; cañoneras en los ríos; carabinas, pertrechos, ropa, comida, comunicación con Caracas y con el océano. Santander tenía razón: ¿qué hacer?
* * *
Apenas López supo que habíamos salido en su busca, se vino a encontrarnos. Hallábase en Queseras-Blanqueras, cuando llegó uno de los de la emigración, un tal Ramón la Riva, a quien el padre Blanco le dio unos puntapiés por irrespetuoso, y le dijo “que no aguardara en campo raso, porque esa gente, aunque era muy poca, no temía a los enemigos en combate de sabana limpia; que estaban resueltos a vender cara la vida y hasta matarse unos a otros en caso de un revés; que era mejor dejarlos morir de hambre y privaciones, retirándose donde la caballería no pudiera atacar”. Al mismo tiempo llegó Mirabel y le contó el ataque a lanza. López corrió a encerrarse en los corrales y casa del vizcaíno Elizalde, llamada Hato de Yagual, en la orilla izquierda del bajo Arauca, en donde tenía cañoneras.
* * *
Páez dejó en punto seguro a los de la emigración; la despedida fue con lágrimas, y seguros de que todos iban a la muerte. Los padres Blanco y Travieso no quisieron quedarse.
Páez se acerca a la casa; la deja a la derecha; hace un semicírculo; se interpone entre López y las dehesas en donde éste tiene muchos caballos de remonta. Se corta voluntariamente la retirada. Ya el enemigo está entre él y los de la emigración, las esposas, padres e hijos de los llaneros. ¡Ahora sí! ¡A morir o a vencer! ¿Quién puede huir, si deja a padres e hijos condenados a morir?
López tiene miedo. ¡Tantos y con miedo! A los infantes los encierra en el corral, defendidos por las tapias. En las puertas pone cañones.
La caballería de 1.600 está afuera, contra las tapias.
Ataca Jenaro Vásquez; se generaliza el combate. Seiscientos españoles muertos. Llega la noche. Todavía hay mil jinetes enemigos y los infantes y cañones. Duerme Páez en una laguna. Al otro día remonta su gente; come, que hace días no lo hace, y provoca al enemigo. Pero éste se va para Achaguas. Persecución. López pasa el Apure. Páez no tiene en qué.
* * *
Estamos a la orilla derecha del Apure. El enemigo al otro lado. Tienen cañoneras.
El capitán Vicente Peña ha cometido alguna falta. Para castigarlo, Páez le ordena que pase en una canoa, con ocho hombres, y ataque al enemigo.
“Los jefes allí presentes me observaron que semejante orden equivalía al seguro e inútil sacrificio de la vida de aquellos pocos hombres. Pero yo permanecí sordo, confiado en la buena suerte de mis empresas”.
Vicente Peña pasó y atacó. El enemigo, creyendo que era todo el ejército el que atacaba, pues no podía pensar otra cosa, se desconcertó; pasó más gente como pudo y ese triunfo nos dio las cañoneras, pertrechos, etc.
Sitio de San Fernando de Apure. Urdaneta marcha a Barinas.
* * *
Pero Santander está aterrado. Dicen que Morillo desciende la cordillera andina con cinco mil españoles aguerridos. ¡Qué matanza a chuzo limpio, será ésta!
Noticia de que Bolívar ha llegado a Barcelona; que trae un almirante, Brión; que trae imprenta, armas; que viene con Zea, el granadino…
“Casi todos los jefes y oficiales de infantería que no veíamos nuestra arma en el ejército de llaneros del Apure, nos trasladamos a la Provincia de Guayana…”. (Santander. —Apuntamientos).
De este párrafo cójase la belleza, es decir, la disculpa santanderista: porque no era soldado de caballería: es todo Santander.
— o o o —
Capítulo Trece
Santander tiene miedo a la muerte. – Un instinto granadino le guía. – Encuentro con Bolívar en Pao. – Héroe interior. – Prestamista. – Sus amores. – Francisco Antonio Zea. – Dos antioqueños en el Orinoco. – Campaña de 1818. – El Rincón de los Toros.
XIII
¿Qué fuerzas obran en este Santander que en febrero de 1817 baja por el Apure y el Orinoco en busca de Bolívar, que dizque está en Barcelona? El miedo a la muerte, y el instinto fortísimo que le orienta, como a hombre representativo que es.
Miedo de morir: en la campaña del Apure fueron asesinados por sus mismos hombres, para robarles, Serviez, Valdés y don Luis Girardot, glorioso padre de Atanasio… Gente mísera y heroica; generales desnudos que dormían sobre su tesoro: un cuero de res, un sombrero de paja y unos calzoncillos, para que no se los robaran.
En aquella mata está durmiendo Manuel de Serviez, en pelota. Midiendo su cuerpo, horizontalmente también, la lanza, chuzo de píritu en cuya punta se acomoda trozo de hierro de barrote arrancado a una ventana, aguzado en una piedra; eso se llama cuchara, y cuando la hunden en el cuerpo del enemigo que huye, si éste se mueve mucho, se tuerce… ¡No se rebulla, mi blanco, que me entuerta la cuchara!
Duerme profundamente el general Manuel de Serviez en la mata. Dicen que en su atado tiene un reloj de oro, botín tomado a un oficial español que derrumbó a lanzazos en la pelea de Yagual. Es media noche. En el firmamento, el corazón del Escorpión parece una tachuela, también de oro… Sigilosamente se acerca el zambo…
¡Manuel de Serviez ha muerto!…
Un gran miedo a la muerte impulsa a este granadino que baja el Orinoco y que camina por la Provincia de Guayana en busca del Libertador:
“Los oficiales de infantería que no veíamos nuestra arma en el ejército de llaneros del Apure…”. (Santander. —Apuntamientos).
El instinto fortísimo que le orienta es la Nueva Granada, que bulle toda en él: leyes, seminarios, vida apacible, goce de las riquezas.
Es hombre representativo en grado máximo.
Y si desde 1810 sabe quién es, hoy su conciencia es tan nítida como el sol. Se ha trazado el camino en las noches azarosas del Cajón de Arauca. Sabe que la única salvación está en Bolívar. Son tan poderosos su inteligencia e instintos, que acepta este conocimiento que le duele. Impulsado por el miedo a la muerte y por el ansia de dominio, camina por Guayana, en busca del odiado. Le hará olvidar todos los sinsabores; obedecerá; será modelo; dominará su odio, mayor valor que domar potros; padecerá su vanidad, gloria mayor que enlazar caimanes; ganará el amor del odiado y llegará a Santafé con él, adherido a él, y será feliz:
“Un carácter que exige por naturaleza mandar, aunque sea un piquete”.
Se encuentran, Judas y Cristo, en la villa de Pao, cerca del Orinoco. Bolívar todo lo perdona, si la obra lo exige. Anda con Bermúdez, que hace poco quiso matarle; con Mariño y con Piar que le traicionan; con el antioqueño Zea, que le despoja.
Bolívar está en Pao. Viene a conquistar a Guayana para establecer en la aldea de Angostura la capital de un mundo, su puerto sobre el océano, su imprenta, Universidad única, y su Congreso, cuya voz será escuchada por el universo. Salió de Barcelona con una veintena de hombres, pero está esperando a su almirante y escuadra, la imprenta y las armas que le suministrara el Negro de Haití, el sabio Petión, para quien toda América, menos Bolívar, ha sido ingrata.
* * *
—Aquí está el coronel Santander, que trae recomendaciones de Páez y noticias del ejército de Apure…
Bolívar enarcó las cejas; vióse toda la potencia de las cavidades oculares; cerró los párpados: hornos caldeados al retirar el fuego, evocando…: ¡Coronel Santander!… Sentimiento desagradable de vecindad de serpiente… ¡La Grita!… ¡Manuel del Castillo!… ¡Cartagena!… Pero más fuerte repercute en su alma: ejército del Apure; Nueva Granada; necesito granadinos para volver.
—¡Éntrenlo!…
“Caminando de la Provincia de Guayana para la plaza de Barcelona, donde se afirmaba haberse reunido un ejército al mando de Bolívar, nos encontramos nuevamente Bolívar y yo en la villa de Pao; Bolívar con el título de Jefe Supremo de Venezuela, y yo con el empleo de coronel. La acogida que me hizo el Jefe Supremo fue tan desabrida como era de suponer en un hombre que conservaba memoria de las mortificaciones sufridas en Cúcuta, y que ejercía la suprema autoridad del país. Pero esta frialdad insensiblemente fue desapareciendo” (2). (Historia de mis desavenencias con Bolívar. —Santander).
El Coronel Santander sale de la entrevista. Nadie adivina nada en su rostro inmutable. Nada cuenta. Está agregado a la Secretaría del Estado Mayor…
———
(2) Hemos cambiado la tercera persona del singular por la primera, pues Santander escribió esta diatriba en 1829, anónima, y luego la reconoció por suya. —N. del A.
* * *
Todo el año de 1817 y la mitad de 1818, en que triunfó, al ser enviado a Casanare, a preparar la expedición definitiva, fue insuperable el héroe granadino, y no podemos sino sentirnos orgullosos de él. Sujetó sus pasiones; modelo de obediencia y amor, respeto y trabajo. Heroísmo superior a todos. ¿Qué nos importa que no sepa vadear ríos, ni amansar potradas, ni pelear con chuzos, si se agarra a sí mismo y se esconde, apretada el alma en su puño de hierro? Su campo de batalla es interior. Se trazó un camino y lo recorre dolorosamente: hacerse amar del odiado y obtener su confianza; lo recorre con tanta perfección y padecimiento, como Bolívar ejecutó su obra y como César, Alejandro y Napoleón las suyas.
La dominación de Guayana por Bolívar fue lenta y difícil, y más lenta y difícil aún la dominación de los guerrilleros patriotas, inconscientes: Mariño, Piar, Bermúdez, Páez…
Todos ellos se alzan a cada instante. Invitan a Santander, cuyas andanzas conocen… ¿Quién le desviará? ¿Invitarlo a él, granadino iluminado? Él es el que más ama, el que mejor obedece y el que más respeta al Jefe Supremo.
Y siendo el que más le odia ¿no os parece que jamás América ha producido hombre semejante? ¿Qué decís de este párrafo suyo, escrito en los días amargos de 1829, en que se trasluce el goce interior del héroe diabólico?
“Pero esta frialdad insensiblemente fue desapareciendo. Agregado yo al Estado Mayor general en calidad de Ayudante General, procuré llenar mis funciones con exactitud, hasta donde lo permitía el estado informe de aquel cuerpo de tropas y los recursos del país, y desempeñé a satisfacción de mis jefes las comisiones que me confiaron. Fui nombrado subjefe del Estado Mayor en la reorganización del ejército, y este destino, junto con la franca y leal conducta que observé hacia la autoridad de Bolívar en las revueltas de Piar, Mariño y algunos otros que me convidaron para sus proyectos, me proporcionaron granjearme el afecto y confianza del Jefe Supremo”. (Santander. —Desavenencias).
La frase me proporcionaron granjearme el afecto y confianza del Jefe Supremo es toda la psicología de Santander en esta época.
Se ha hecho amigo (¡con esa amistad suya!) de todos los familiares del Libertador: Soublette, Briceño Méndez, José Gabriel Pérez… Les da dinero en mutuo; es el único que tiene plata en el Estado Mayor… A él acuden los amigos, para las juergas; lleva sus apuntes escrupulosamente. Es organizado y avaro: herencia de tesoreros. En el testamento hará una larga lista de préstamos.
“Con franqueza, mi amigo, si usted necesita dinero y puede por allá conseguirlo, gire usted contra mí un libramiento. Sé que la campaña ha estado muy brava y me consta que usted va siempre con el día. Si Anzoátegui, que es más previsivo, estuviese en igual caso, le hago un igual ofrecimiento, y de mi parte dígaselo”. (Carta a Soublette en 1819).
¡Pretende comprar a los íntimos del Libertador! ¡Es un genio!
Cláusula 17 de su testamento:
“Declaro por bienes míos propios las siguientes deudas: quinientos pesos del general Antonio Obando”. (Siguen otros diez créditos).
“Décima octava. Ítem. Declaro igualmente por bienes propios míos otras cantidades de pesos que me deben varias personas, las cuales sumas constan en obligaciones firmadas por ellas a estilo común y de comercio…”.
“Décima novena. Hay otras deudas en mi favor, que no quiero que se cobren, pero que las consigno aquí para comprobar que he estado pronto a servir a mis amigos con mi dinero, y que no he tenido la avaricia que mis enemigos me han supuesto”. (Sigue la lista, con sus fechas, y más adelante la examinaremos, porque allí está la prueba de que pagó a los autores materiales de la conspiración de septiembre de 1828).
¿Y de amores en esta época? Una que otra india. Su amor es el mando y el dinero. Cocineras de Casacoima o Angostura: entra, malpaga y sale, solemne.
Sus conversaciones más íntimas son con Francisco Antonio Zea, el sabio antioqueño, el intendente que se trajo Bolívar en la expedición que salió de los Cayos. Conversan de la Nueva Granada, de Mutis, de Frutos Gutiérrez y de congresos. Negocian en prendas, en joyas, con los botarates venezolanos. Son dos antioqueños en el Orinoco:
“Espero que con los diputados me mandará usted mi reloj, que habrá usted recobrado del padre Mariño, que se ha portado tan mal conmigo y con todos. Prefiero mi reloj, si no lo ha echado a perder, a las siete onzas de oro que me ofreció por él, y que a mí me costó”. (Carta de Zea a Santander. 1° de diciembre de 1818).
En todo antioqueño habita el usurero. Zea se enamora de Francisco de Paula; le adivina el futuro. Apenas le ve ahorrar, le llama hijo mío. Presiente que muy pronto gastarán juntos algún empréstito…
¡Dos antioqueños en el Orinoco! Se unieron Zea y Santander con los estrechos vínculos de la usura. Cuando dentro de poco el medellinense vaya a Europa por el empréstito, y el cucuteño esté ya de Vicepresidente, entablarán la más bella negociación: casarse Santander con la hija de Zea, de trece años, a quien no conoce… Santander, más vivo, destruyó sus cartas, pero se conservan las del otro.
“… Lo miro como hijo; me complazco en darle este nombre por cariño, y miraré como mi mayor felicidad dárselo por la ley, casándolo con mi hija…”.
“Ya he manifestado a usted en otra carta cuán lisonjero me es el título de padre con que usted me honra y me halaga… Pasado mañana tendrá mi familia el gusto de conocer por su retrato a mi querido hijo Santander. Pronto será grabado y remitiré a ésa multitud de ejemplares”.
¡Se hacían propaganda con el dinero del empréstito! ¡Malditos antioqueños!…
La niña de la compraventa se llamaba Felipa Antonia y se casó en 1834 con el vizconde Alfredo Gaulthier de Rigny.
Después veremos esta negociación, que no era para matrimonio, sino para el prest.
* * *
Termina el año de 1817 con la ocupación de Angostura y el sometimiento de los guerrilleros patriotas a la autoridad del Jefe Supremo: Piar ha sido fusilado y Páez le reconoce, de mala gana, pero le reconoce…
Con un puerto sobre el Atlántico y dominado el hermoso Orinoco, por cuyos tributarios puede penetrar al corazón de Venezuela y escoger el punto de ataque; Morillo está en Calabozo, esperando.
El primero de enero sale de Angostura el Libertador a reunirse con Páez. Su proyecto es ocupar a Caracas en veinte días. El Coronel va en el Estado Mayor, con su amigo Carlos Soublette, que a poco enferma y le deja el puesto.
13 de enero. —Reunión con el ejército de Apure en San Juan de Payara. Allí encuentra Santander a Jenaro Vásquez, Vicente González, su primo Fortoul, a todos los granadinos. Abraza a Páez; le habla al oído…
12 de febrero. —Sorprende Bolívar a Morillo en Calabozo. Le destroza. Éste huye. Hubiera quedado libertada Venezuela, pero Páez se opone a la persecución; desea saquear Calabozo.
“Lisonjeado Páez por algunos sediciosos, se creía el primer hombre del ejército, y estuvo para desconocer enteramente la autoridad del Jefe Supremo”. (Restrepo. Historia de Colombia).
¿Santander? Serio y solemne. No hay pruebas. Lo que hicieron Antonio Obando, Vásquez y Fortoul, no es prueba.
Lo que después hicieron Azuero, Vargas, González, Ospina y Carujo, tampoco es prueba. ¡Es hombre limpio!
Con Páez estaban todos los desgraciados granadinos que padecían.
Así fue como se perdió la campaña de 1818, desde el principio. ¿Qué podía esperarse ya de ejército indisciplinado? La unión se estableció en apariencia; la futura Gran Colombia va ahí, hacia Caracas: un seminarista astuto, un caudillo llanero inocentón, y Bolívar.
Marzo 16. —Gran batalla del Semen. Morillo, herido de un lanzazo, pero ganó la pelea.
Marzo 26. —Gran batalla de Ortiz. Muere Jenaro Vásquez. Derrotados los patriotas.
Abril 15. —El Jefe Supremo está hoy de mal humor. Se pasea a la sombra de un samán, en el punto llamado Rincón de los Toros. Medita: ¡Hubiera llegado a Caracas! A pesar de todo, llegó hasta Villa de Cura. Los realistas de Caracas huían ya… ¡Páez y sus consejeros!… El odio de los granadinos. Antonio Obando, Vicente Vargas…
Entra el oficial del Estado Mayor, Santander. El Jefe Supremo ni le ve ni le contesta. Reniega. Santander le repite que un sargento se acaba de pasar al enemigo.
—¡Déjeme, importuno!
—Conste que se lo advertí, dice al salir, dirigiéndose a sus compañeros.
Abril 16. —El Libertador descansa en su hamaca blanca bajo unos árboles. Son las cuatro de la mañana. La noche está oscura. El coronel Santander se acerca, seguido de nueve realistas… Llegan a la mata…
—En aquella blanca está…
…y se retira, gritando: ¡Mi general!…
¡Disparos!
¿Qué es esto? Que Santander le ha salvado la vida a Bolívar, como se la salvará en septiembre de 1828.
Oigamos al historiador pantalla:
“Renovales se encontró con Santander, subjefe de Estado Mayor. La identidad del lenguaje y de vestidos, la oscuridad de la noche y el decir Renovales que había sido enviado por el Jefe Supremo, hicieron que el Coronel Santander no conociera el engaño: él iba hacia la mata donde se hallaba el Libertador, a recibir órdenes, y la patrulla realista siguió en su compañía. Cuando llegaron, Santander se apartó un poco y los realistas hicieron fuego”. (Restrepo. —Historia de Colombia).
Páez cuenta así:
“Santander dijo a Renovales que viniera con él. Habiendo llegado a la orilla del grupo de árboles donde Bolívar y su séquito tenían colgadas sus hamacas, les señaló una blanca que era la de aquél; apenas lo hubo hecho, cuando los realistas descargaron sus armas contra la indicada hamaca”. (Páez. —Autobiografía).
Santander dice:
“…la otra fue el vivo esfuerzo que empleé en el Rincón de los Toros en salvar a Bolívar”. (Desavenencias).
Como estamos en la Nueva Granada, somos abogados, y el abogado crea la verdad, Santander le salvó la vida al Libertador varias veces. Éste quedó muy agradecido:
“Este hecho acabó de granjearme el afecto del Jefe Supremo, en términos que desde entonces me hablaba con más confianza, me distinguía en público y en privado, y al fin me confió la interesante comisión de levantar un ejército en Casanare, organizar la Provincia y preparar el día de la apertura de la campaña que debía restituir la libertad a este hermoso e importante territorio”. (Santander. —Desavenencias).
— o o o —
Capítulo Catorce
Nace la idea de la campaña de Boyacá. – José Félix Blanco o Miguel Talamás. – Crueldades de los españoles en Nueva Granada. – Policarpa. – Nueva Granada lista para la independencia. – Santander, General de Brigada, hacia Casanare. – Páez lo detiene. – Su obra en Casanare. – “Siquiera un par de victorias”. – Retirada. – “Tenía preparado un trique”.
XIV
Retrocedamos un poco. Se prepara la grandiosa idea de sorprender a los realistas en la Nueva Granada.
En Angostura, el 17 de noviembre de 1817. Bolívar ha llamado al presbítero José Félix Blanco, gobernador de las misiones del Caroní. Anuncian al clérigo; entra en compañía de Fernando Peñalver.
—¡Oh, padre Blanco! ¿Qué me trae?
—¿Qué le traigo? Plata…
—Eso es lo bueno, que estamos muy rotos, dijo Bolívar, señalando sus pantalones y zapatos.
El Padre entrega a Peñalver 300 pesos, producto de cueros de reses beneficiadas en Upata.
—¡Le hice venir para que me acompañe a libertar a Caracas!…
—Si me lo permite, no le acompañaré, y diré que usted no debería acometer eso…
—¿Por qué?
—Porque en el Reino (Nueva Granada) hay plata, recursos, población homogénea y opinión. Y usted tiene por allá el gran prestigio que le fundó don Camilo Torres… Acuérdese que yo le acompañé en 1815… Mientras que por aquí, el mismísimo José Gabriel Pérez huele a desobediencia. Ya todo está agotado en Venezuela, a causa de estos ocho años de pelea y… entre sus paisanos, los caraqueños (¡y no se enoje!), usted está un poco desacreditado… Nadie es profeta en su tierra… Hasta María Antonia habla del loco Simón, desde que le embargaron los bienes. Usted sabe lo que son los ricos: están diseminados por las islas, bregando por arreglarse con los españoles.
Bolívar escucha. Jamás nadie ha escuchado como él. Además, el padre Blanco es mitad sagrado y mitad profano. ¡Un palo de hombre!
—Pues usted, mi padre, se va ya, ya, disfrazado de lo que quiera, por el Meta; entra por Casanare, llega a Santafé, a Tunja, a Cúcuta y me trae noticias.
“Y en efecto, con mercancías facilitadas por Peñalver y el inglés Juan Alderson, hizo el viaje de exploración, entrando por Casanare. En su equipaje llevaba ejemplares del libro de Roscio, El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo. Operación delicada y peligrosísima para Blanco; por sus informes pudo el Libertador acabar de decidirse, y sobre ellos, que eran prolijos y valiosos, ejecutó la gloriosa campaña de 1819. En Pore le ayudó el coronel Molina, que le introdujo al coronel Leiva de Soatá, y a los Almeidas, guerrilleros de Cúcuta”. (Documentos para la Historia de la vida pública del Libertador. Tomo VI, págs. 646, 648).
En junio de 1818, luego de su campaña contra Caracas, en que ambos contendientes quedaron igualmente debilitados y en las mismas posiciones, debido a la desobediencia de los llaneros, recibe el Libertador el extenso informe que desde Pore le envió el padre Blanco con su dependiente Antonio Mayz.
¿Qué dice el informe? Muy fácil reconstruirlo:
“Abril de 1818. —Vino un turco, natural de Jerusalén, llamado Miguel Talamás, cristiano, posó en San Francisco. Decía que venía en pos de un hermano que le había traído $6.000, pero el Virrey lo retuvo porque sospechaba ser espía, pero después se le dio pasaporte y se fue”. (Caballero de Ochoa. —Obra precitada).
Miguel Talamás era el padre Blanco, y los informes fueron los siguientes:
“Noviembre 10 de 1817. —Le hicieron consejo de guerra a la Pola y a 15 de sus compañeros por un plan que dicen había hecho para mandar a los Llanos, donde los patriotas. Era esta muchacha muy despercudida, arrogante y de bellos procederes, y sobre todo muy patriota; buena moza, bien parecida y de buenas prendas. Salió en medio de los demás presos, sus compañeros. Iba en camisón de zaraza azul, mantilla de paño azul y sombrero cubano. Fue el Consejo donde el comandante Tolrá”.
Con esta muchacha le sobra a Colombia para ser grande. Torres, Nariño y la Pola son los dioses tutelares de nuestra patria.
“Noviembre 14. —Decapitaron a esta ilustre joven, con sus dignos compañeros, en la plaza, y sentada en el banquillo dijo: que cerca estaban quienes vengarían su muerte, y un oficial le fue a dar un vaso de vino, y dijo: que no lo tomaba de manos de un tirano; y al pueblo le dijo: ¡Pueblo de Santafé! ¿Cómo permitís que muera una paisana vuestra e inocente?; y después dijo: Muero por defender los derechos de mi Patria. Y exclamando al cielo, dijo: ¡Dios eterno, ved esta injusticia! Dijo y exclamó otras cosas dignas de eterna memoria. Así murió con 6 crueles balazos. ¡Dios haya tenido misericordia de su alma”. (Caballero de Ochoa).
Ésta es por derecho propio el héroe nacional de Colombia, y sus palabras son el himno sagrado, pero aquí hay muchos rábulas que pervierten a la juventud. ¡Santander, héroe nacional!
“Así se cumplen los indultos generales —continúa el cronista— ¡despedazando cruelmente el pecho tierno de esta heroína, de esta mártir de la patria, de esta constante e incomparable mujer! Y dicen que en la prisión le dijeron que negase y se desdijese y la perdonarían, y respondió que de ningún modo se desdecía y que siempre, libre o presa, había de buscar modos para la libertad de su patria. ¡Gran constancia! ¡Qué ejemplo para todo patriota!
……………………………………
“En este mes me fui para Chaparral, huyendo de esta gente, con pasaporte que conseguí por artes de calabazas, y por esta causa suspendo el diario que llevaba”. (Caballero de Ochoa).
¿Qué más informe para Bolívar? ¡Ya Nueva Granada tiene conciencia! La parió en el cadalso la muchacha virgen que, con la madre de Jesucristo, son las reinas de los verdaderos colombianos.
Pero el informe acerca de la situación del Reino continúa:
“Enero de 1817. —Desde este mes no he podido llevar el diario como hasta aquí por las muchas incomodidades que hay, pues lo he tenido que enterrar, junto con todas las gacetas y demás impresos, por libertarlos y libertarme. Mucho es lo que cada día se persigue a todo hombre; ninguno está seguro, y el Tribunal de Purificación nos aprieta terrible, pues el que menos culpado sale tiene que dar $200, $300 o $500, y el que no los da, ¡a las tropas!, para el Norte. ¿Qué diré yo, que desde la Revolución he servido, y que fui sargento veterano y después oficial? ¿No estaré pensando cuándo me caen? Yo pienso emigrar; Dios me ayude, pues hay uno de los nuestros que anda dando notica de todos los que han servido a la Patria. ¡Dios quiera que de mí no se acuerde!”.
¡Cuánto padeció mi querido pariente santafereño, el mejor escritor colombiano!
“Julio 1° de 1817. —Se echó bando de indulto general. Éste será como los que publicaron Calzada y Latorre y el general Morillo: anzuelo para pescar; así ha sucedido con los bandos pasados, y así han pillado mucha gente, porque nosotros los americanos somos muy confiados, y querrán con este artificio que se presenten los que han emigrado o andan fugitivos por los montes. (Sólo la presentación del niño Dios al templo ha sido buena). Todos los que se han presentado, hasta el palo no han parado, esto es, hasta ser pasados por armas. ¡Miren qué indulto de dos mil demonios! Si ellos conocieran mi interior, ¡qué muerte tan atroz me dieran! ¡Cómo me descuartizarían y mi cuerpo, dividido, lo pondrían por los caminos! Pero esto había de ser después de hacer yo una hombrada que no está lejos como yo tope quien…”.
Ilustrísimo pariente mío, santafereño, ¡qué patriotas somos tú y yo!, y qué hombrada haríamos si no tuviéramos el corazón débil, pues tú, como yo, todo lo gastamos en intenciones:
“…el 20 de mayo de 1818 por poner un arco triunfal en la Calle del Colegio, al levantar una viga la dejaron caer los peones, y yo que estaba atisbando levantarla, zafó el palo y me dio en la quijada derecha, que me la partió. Me tiró al suelo y del golpe me escalabró; duré media hora privado, pero después seguí poniendo el arco”:
¿Qué más dice el prolijo informe del pseudo Miguel Talamás, es decir, del padre Blanco?
Que diariamente Sámano y Tolrá asesinan en Santafé y que el Reino está listo para recibir al Libertador:
“Junio de 1818. —Arcabucearon a 5 en la Huerta de Jaime y después los colgaron en las horcas. Arcabucearon a Molano, chircaleño, que tenía buenos tejares. Cuando lo prendieron hicieron que su mismo hijo lo amarrase y lo trajese de diestro hasta la cárcel. Después de muerto le cortaron la cabeza y lo descuartizaron. La cabeza la pusieron en San Diego, y los cuartos en los caminos de San Victorino, Las Cruces y Santa Bárbara. Lo llamaban Juanchito Molano”. (Caballero de Ochoa).
Nueva Granada estaba exasperada. No como hoy, que han llenado de chapetones míseros a Santafé… para que enseñen a la juventud Historia Patria y otras cosas.
Tal fue el informe del padre Blanco.
* * *
La primera semana de junio de 1818 fue la más angustiada en la vida de Santander. Ha llegado a Angostura, enviado por los guerrilleros de Casanare, el capitán Uribe, para solicitar del Libertador el envío de un jefe; le comunican en las cartas que trae que la Nueva Granada está lista para la libertad, impaciente. Bolívar ha enviado una proclama a los granadinos, en que dice:
“El sol no completará el curso de su actual período sin que en todo vuestro territorio se levanten altares a la libertad”.
Los íntimos de Bolívar le cuentan a Santander que aquél está preocupado, buscando un Jefe para Casanare, y que su nombre no suena bien. El Coronel está pálido… Indudablemente que será un granadino. ¿O será Urdaneta? Aquí se halla el coronel Antonio Obando; también está Joaquín París, a quien el Libertador distingue tanto… Nonato Pérez….; a éste lo ha remitido preso el general Páez, y Bolívar nada le hace y le agasaja…
¿Para qué he dominado mi… amor por el Jefe Supremo? ¿Perderé el fruto de mi heroísmo? El destino de Santander está ahora en un cruce de caminos.
Desesperado, corre en busca de Zea, a la redacción del Correo del Orinoco, semanario que el Libertador acaba de fundar y que sale los sábados.
—Tú, hijo mío, has cometido imprudencias… El Libertador te ha perdonado, pero no puede menos de comprender que tú no eres el hombre para su deseo, que es precisamente formar un ejército de granadinos que colabore, unido, con los soldados venezolanos. Piénsalo bien y verás que no eres el hombre, que eres el imposible para esta obra ¡Acuérdate de Manuel del Castillo!…
—¡Pues usted es mi padre! Usted me tiene que ayudar. Todo eso fue en otro tiempo, en la inexperiencia de la juventud; hoy nadie ama al Jefe Supremo como yo. A usted le consta que Mariño, y Piar, y Páez y todos me han invitado…; usted mismo me llamó cuando el Congreso de Cariaco… Recuerde. Ayúdeme, que usted sabe que soy huérfano, y ahora usted es mi padre.
—Pues hijo. ¿Por qué no has escrito en el semanario, que eso le gusta al Libertador? Ya van dos números… Pues bien, escúchame: tú conoces aquel oficio de Morillo en que dice que la guerra en Nueva Granada fue obra exclusiva de los venezolanos. El Jefe sabe que tú te expresaste mal cuando leíste eso en casa de Soublette, en la plaza… Pues bien, escribe un artículo a propósito y en él gánate a Bolívar, mostrando alma conciliadora. Es la oportunidad de presentarte como el hombre necesario; yo se lo haré leer y aprovecharé la ocasión para hablarle de ti. Es lo único que se me ocurre.
Sábado 11 de junio. —Circula el número 3 del Correo del Orinoco.
—El señor Zea quiere hablarle a Su Excelencia.
—¡Que pase el hombre más bello de Angostura!…
* * *
—¿Y qué trae el semanario?
—Un artículo del coronel Santander, muy bueno.
—Léamelo, pues…
……………………………………
“Todo es obra de los venezolanos”.
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……………………………………
“Es verdad que los venezolanos fueron los primeros que proclamaron los derechos de su Patria y han mostrado la senda a otras regiones: ellos han sido los que han sostenido y defendido con una constancia que admira; ellos son los que han pulverizado la tropas enviadas de la Península; son los venezolanos los que actualmente asombran al mundo combatiendo sin recursos contra ejércitos a quienes todo ha sobrado, y son seguramente los venezolanos los que arrojarán de la Nueva Granada a los tiranos que la oprimen”.
“Aunque he nacido en Nueva Granada, no soy más que americano, mi Patria es cualquier región de América en que no tenga el más pequeño influjo el gobierno español. Dos años de guerra en Venezuela en la actual época me han dado ocasión de admirar al soldado venezolano, y el tiempo que ha corrido desde nuestra transformación me ha hecho conocer el entusiasmo, patriotismo y odio a los españoles que abriga en su corazón cada individuo de esa republica. (¡Felices los venezolanos que han tenido en su seno al genio de la América, que ha sabido poner en movimiento tan sublimes virtudes y guiar a sus conciudadanos a la cumbre de la gloria!). Firmado: el coronel Francisco de Paula Santander”.
……………………………………
—¿Qué opina Su Excelencia?
—Que ése sería el hombre… si no le sobrara amor por los venezolanos. Pero…, en fin. Mándemelo; que venga a almorzar conmigo…
……………………………………
Sale del almuerzo. ¡Es General de Brigada! Renegó de su Patria y marcha para Casanare. Traicionó a su madre y es General de Brigada.
* * *
El 26 de agosto se embarca el general Santander y apenas a los 4 meses llega a Casanare. ¿Por qué la demora?
Porque en su alegría el alma se le escapó de su puño de hierro. Tuvo debilidad que casi le pierde, pero que le perdonaremos y le perdonó el Libertador: escribió a su primo Fortoul, que servía en el ejército de Páez:
“Es preciso que nos reunamos en Casanare todos los granadinos, para libertar nuestra patria y para abatir el orgullo de estos malandrines follones venezolanos”.
Páez cuenta en su autobiografía:
“No recuerdo cómo llegó esta carta a manos del coronel Miguel Antonio Vásquez, quien la puso en las mías”.
“Alarmáronme mucho las palabras que he citado, y mandé la carta a Bolívar, ordenando al mismo tiempo al capitán Laureano Silva que fuese a la boca del Meta a detener a Santander”.
“Santander se detuvo, pero me escribió diciendo que lo dejara pasar…”.
“Escribióme el Libertador diciéndome que me autorizaba a obrar como yo creyese más prudente”.
Santander remonta el Orinoco en una flechera: dos buques, otro menor y una lancha. 1.200 fusiles y pertrechos. Va con los coroneles Antonio Obando, Vicente González y el sargento mayor Joaquín París, granadinos; les acompaña el venezolano Jacinto Lara.
¿Qué conversan? Que éste ha sido enviado como espía:
“En el Orinoco nos alcanzó el coronel Jacinto Lara, destinado también para Casanare como de espía del general Santander, porque desde entonces le tenía el general Bolívar cierta antipatía o tema al general Santander”. (Autobiografía de Antonio Obando).
¡Almas bajas! Marchan llenos de honores, llevando todo el armamento disponible y la confianza del grande hombre, y susurran estos enredos que años después escribirán.
¿Qué hacen en los largos días de la navegación? Santander arregla su archivo. Antes de partir pidió a Soublette un prolijo certificado de buena conducta.
* * *
Mientras ellos conversan así en voz baja, el Libertador escribe cartas y oficios para allanarles el camino:
“He determinado aprovechar la más bella ocasión para emprender con buen suceso la libertad de la Nueva Granada”.
“Con este objeto marcha el señor general de brigada Francisco de Paula Santander, con un numeroso parque de armas, municiones y cuantos elementos son necesarios en Casanare, a tomar el mando y a levantar, organizar y disciplinar una división respetable”.
“He oficiado a todos que queden bajo sus órdenes y a las autoridades civiles que le auxilien con cuanto necesite, para aprovechar el tiempo y obrar con prontitud”.
“La operación que intento sobre la Nueva Granada debe necesariamente producir, tanto para ella como para Venezuela, incalculables ventajas”.
Santander lleva una proclama del grande hombre:
“¡Granadinos! El día de la América ha llegado, y ningún poder humano puede retardar el curso de la naturaleza”.
“Reunid vuestros esfuerzos a los de vuestros hermanos: Venezuela conmigo marcha a libertaros, como vosotros conmigo en los años pasados libertasteis a Venezuela”.
Y el que no fue a libertar a Venezuela les susurra a sus compañeros para irlos envenenando: Lara viene de espía, pues Bolívar me mira con malos ojos.
* * *
En Caribena, Páez detiene a Santander. Larga demora. Santander le susurra al oído; cartas; juegos de mano: Páez era locuaz con sus inferiores y no esquivo a los juegos de manos. Santander le da prestado algún dinero: en Páez la codicia era pasión dominante. En fin, el diablo sabrá cómo se ingenió Santander para aplacarle. Pero lo cierto es que continúa su viaje con cartas y proclamas del llanero:
“Habitantes de Casanare: un nuevo Jefe es destinado para mandaros: el general Santander, cuyas virtudes conoce todo el mundo y en quien es innato el valor…”.
Santander guarda esto en su archivo, para comprobar que los venezolanos le admiraban.
“Puede Usía seguir a su destino a Casanare, cuya marcha había mandado suspender”.
“Buen viaje, pues, y doy las gracias porque me quitan de encima el peso de Casanare”.
“Esa gente está endemoniada: acaso será porque es venezolano el que los manda. Esta maldita rivalidad, o más bien, esta distinción de nombres me irrita, y Dios quiera que no nos traiga una guerra civil, si desde ahora no nos esforzamos en destruirla”.
Ahí está pues el general Páez dando lecciones al héroe nacional.
* * *
Santander llega a Casanare en diciembre de 1818. Escribe a todos los oficiales granadinos en Venezuela para que se le reúnan:
“Allá va su primo Concha; siento no ser de la partida. Saludo a Obando, París, González, Arredondo y demás de la partida y paisanos”. (José María Vergara).
A los granadinos les escribe llamándoles hijos, etc. Con fecha 9 de abril le pide a Bolívar el grado de Coronel para Fortoul.
Al mismo tiempo, ha desesperado a Jacinto Lara. Le ha hecho imposible la vida. Se va:
“Exmo. Señor: El coronel Lara hace dos meses (apenas llegaron) que solicitó volver al ejército venezolano (obsérvese el término) apoyado en razones que a él le parecieron fuertes y a mí débiles”.
“De nuevo ha instado por su pasaporte. No teniendo aún un destino que darle, ni siéndome agradable tener un Jefe que siempre está temiendo ser desairado, no por mí sino por los demás jefes, me he resuelto a permitirle…”.
¡Aquí está! No soy el que molesta a Lara, sino los otros.
El Libertador escribió a Santander para censurar las divisiones y para aconsejarle la unión de los pueblos.
Santander mira la carta, buscando cúya es la letra; reconoce en ella a Briceño, y, según procedimiento suyo, se dirige a este íntimo del Libertador:
“He recibido una carta del general Bolívar y escrita de letra de usted sobre los motivos que obligaron a Lara a separarse del ejército. Yo he leído esta carta más de cuatro veces y en cada una mi corazón ha sido despedazado al contemplar la horrorosa futura suerte que se nos espera a los que habitando un mismo país y combatiendo por una misma causa estamos divididos en pequeñeces…”.
“Cuando personas de alto rango en Venezuela insultaban a toda la Nueva Granada por su última desgracia, de cuyos insultos a veces yo he sido testigo, sólo el general Bolívar ha tratado de sostener el honor de aquel pueblo”. “Jamás averiguo el lugar de nacimiento del hombre de virtudes”.
* * *
Al Santander de los cinco meses de mando en Casanare nadie le conoce, porque el Libertador no tenía alma delatora (cifro mi gloria en ceder la palma de mis conciudadanos) y porque la historia al respecto fue escrita por Santander y su empleado José Manuel Restrepo.
En su vida ese tiempo es muy curioso; se redujo a crear abismo entre venezolanos y granadinos.
Desde abril de 1818 comenzó Santander la intriga para quitarle a Páez el mando en Casanare. Escribió al Apure, al capitán Faustino Uribe, una carta de insultos a los venezolanos, que cayó en manos del llanero. Éste se la remitió en copia al mismo Santander, junto con una suya en que le reprocha y le dice que esos son procederes de hombre criminal.
Santander le contesta en junio 22:
“He recibido la suya del 29 de mayo con la copia de una carta que yo había escrito a Uribe a Casanare”.
Se queja luego de que le intercepten sus cartas, estando bajo los auspicios de un Gobierno libre. La libertad para él consiste en que no le cojan pruebas. La ley, para él, es mampara.
En seguida le explica que los venezolanos odian a los granadinos, les humillan y les tratan como a colonos.
A los sesenta días recibe el nombramiento para Casanare y, escritas sus cartas para el primo, es detenido por Páez en la boca del Meta. ¿Usará ahora el mismo lenguaje de cuando estaba muy seguro, al lado del Jefe Supremo?
“Usted ha visto todo el interés que he tomado por usted en la fortuna y en la adversidad, y que sus glorias y sus destinos me han sido muy satisfactorios”.
“Somos dos amigos y dos compañeros; pero tales que usted no tendrá motivo de arrepentirse”.
“Otras veces he combatido a su lado y a sus órdenes y lo he hecho sin disgusto. Creo que usted ha conocido mi carácter incapaz de doblez ni de intrigas” (subraya F. G.)
“Usted, por tanto, debe hablarme siempre con franqueza, aconsejarme y ordenarme cuanto sea conducente al buen éxito de mi comisión”.
“Crea que yo soy más amigo de usted que muchos que se lo hacen creer”.
“Recuerde usted, mi amigo, que las reliquias de la Nueva Granada en 1816 han debido a usted su salvación; que Santander desde 1814 es su amigo con toda decisión. Remito a usted la proclama que he preparado para consolar a mis compatriotas”. (Carta de Santander a Páez. 3 de octubre de 1818).
¡Nada! No pasa hasta que resuelva el Jefe Supremo. Entonces le suplica:
“No me deje usted, mi amigo, sin el pequeño ejército de infantería de Casanare”.
Y como sabe que Páez abre la correspondencia ajena, le dice:
“Pienso que por esa vía llegará más pronto al Jefe Supremo el adjunto pliego. Tenga usted la bondad de mandar darle curso. Espero con impaciencia cartas de usted y noticia de que se ha cubierto de nueva gloria”. (Carta escrita en Caribena el 20 de octubre).
El oficio para Bolívar:
“El pequeño ejército de infantería de Casanare espero encontrarlo bien, pues el interés del general Páez por la Nueva Granada le obligará a no hacer uso de él…”.
“Pero si desgraciadamente me engañare, el mundo juzgará e imputará la gloria o el deshonor al que lo mereciere”.
—¡Que pase!…
Llegó a Casanare en diciembre.
* * *
Desde su cuartel general en Laguna o en Pore, al pie de la cordillera que le separa del colegio del Rosario, Santander escribe. En treinta días consume el papel que le comprara a Antonio Mayz, agente de Fernando Peñalver, el que hace el comercio del Orinoco: carne salada a cambio de telas, papel, tabaco…
“Mándeme papel, que no tengo ninguno, ninguno. La organización de cuerpos me ha acabado todo el que traje y el que compré a Mayz. ¿Cuándo escribiré a ustedes noticias gordas y siquiera un par de victorias?”. (Carta a Soublette y a Briceño Méndez).
Siquiera un par de victorias. Este deseo de siquiera un par de victorias… para contarles a sus amigos del Estado Mayor del Jefe Supremo… ¡es conmovedor!
Es el mismo hombre que hemos conocido, perfeccionado. Tiene 28 años y al llegar enfermó: el hígado.
Escribe a Páez; establecen cierto entendimiento doloso, germen de las actuales repúblicas; escribe a los guerrilleros; a Arredondo, que está en la serranía, enemistado con Páez; le llama; escribe a Nonato Pérez a Guasdualito; escribe a Zea, a todos los granadinos: que vengan; que le envíen a José Concha. Forma su partido. Dondequiera que se sienta a escribir aparecen un partido y una conspiración, sin que jamás haya prueba contra él. En un mes destruye a Juan Galea y a Juan Moreno: los echa el uno contra el otro:
“Pido licencia a Usía para viajar por corto tiempo, pues Moreno me ha privado el que yo tenga quien me cuide mis caballos”. (Galea a Santander).
El Apure y Guayana se despueblan de granadinos.
* * *
La jurisdicción: este sentimiento es protuberante en Santander. Se queja de que otros entren a su Casanare: en carta para Bolívar se lamenta de que haya autorizado a Nonato Pérez para recoger potros en Arauca, pues este Jefe ha tenido buen cuidado de aumentar sus ganados con los ajenos que no tienen hierro. ¿Qué hará ahora, autorizado con una comisión?
* * *
Es avaro, pero sabe manejar el dinero para su política. ¿Dónde inventar diez mil pesos? Coge la plata de las iglesitas de Casanare y acuña moneda, con sello propio.
En su cuartel general está latente la conspiración de 1828. Le rodean financistas averiados, abogados y conspiradores. Los Sotos, Azueros, Arrublas, González, Obandos y Flores, y hasta Mariano Ospina Rodríguez, gatean por Casanare.
Hombre de frontera. Nada más que la Nueva Granada. Inmediatamente que llegó, lo primero fue:
“En la ciudad de Pore, a 18 días del mes de diciembre de 1818, reunidos en Congreso provincial los representantes del Estado libre de Casanare…
“Artículo 1°. —Que el Estado de Casanare representa toda la Nueva Granada”.
En los artículos siguientes se determina que habrá un presidente de la Nueva Granada, etc.
¿Está sublevado? No. Dondequiera que llega forma un Congreso. Bolívar lo sabe y sonríe: es el hombre de las leyes.
El Libertador ordena a Santander que reconozca al gobierno y que envíe diputados a Angostura. Contesta que está muy ocupado, que con su palabra de honor basta, y envía a sus amigos al Congreso. Al fin se decide a reconocer al gobierno de Venezuela:
“Señores Oficiales, soldados: …al General Simón Bolívar; a este hombre grande delante de las naciones; más grande delante de los pueblos a quienes con su espada ha roto la cadena; grande delante de los sabios, y sólo pequeño delante de sí mismo…”.
¿Cómo es esto? Pues que Lara, el venezolano, se fue disgustado para donde Bolívar, a darle quejas…
¿Y el par de victorias, para contarles a sus amigos? Estos le escriben irónicamente que ya lo creen en Santafé…
“Plácemes y enhorabuenas me ha dado por el bien que vamos a recibir de los triunfos de usted”. (Carta de Sucre).
“Entre tanto desea a usted los triunfos de César su más apasionado amigo y compañero, Manuel Valdés”.
“Adiós, mi apreciado Santander; deseo con ansia saber que el pabellón tricolor tremola en la capital de Santafé, conducido por el bravo Santander”. (Carta de Anzoátegui).
¡Pues llegó el momento! Con 2.300 soldados baja Barreiro a pelear. Se acerca. Santander le escribe a Nonato Pérez, a Páez, etc., que el enemigo viene. A Bolívar le dice que él no comprometerá su ejército; que se retira al Meta; que ya ha mandado la gente y ganados…
¿Le cogerá Barreiro?
Llega a Labranzagrande… No ve a nadie; no hay sino ganado arisco… Sigue en dirección a Pore… No encuentra a nadie. En cuatro días sólo halla un loco y una mujer… A lo lejos se percibe algo como partidas enemigas, ¡pero nada!…
El 9 de abril ocupa a Pore…: la ciudad capital está desierta… Sigue para la Laguna… ¡Nada! A lo lejos se percibe la caballería enemiga que huye, al acercársele…
“Porque Barreiro había perdido la esperanza de hacer combatir a los republicanos, y porque las lluvias comenzaban, se retiró”. (J. M. Restrepo).
Escribe a su amigo Soublette diciéndole que los Llanos están ya libres y que él tenía preparado un trique para destruir a Barreiro, pero que huyó…
“La conducta prudente de usted ha salvado al país… Doy a usted las gracias por estos sucesos que, aunque pequeños, son preliminares seguros de otros más completos y decisivos”. (Bolívar, mayo 18 de 1819).
— o o o —
Capítulo Quince
Campaña de Mantecal a Boyacá. – El secreto. – Cómo trabaja el genio: convierte el mal en bien. – En Llano Miguel realiza Bolívar la emancipación de Suramérica. – Páramo de Pisba. – Puente de Gámeza. – Santander contuso. – Pantano de Vargas. – Boyacá. – Epílogo.
XV
La idea de libertar a América nació en Bolívar con él. La idea de libertar a Nueva Granada, interponiéndose entre los realistas del Sur y los de Venezuela, arrebatándoles el territorio de más recursos, virgen de guerra a muerte, nació en Bolívar en 1817; y se decidió por ella en marzo de 1818, cuando abandonó su campaña contra Caracas y se retiró enfermo a San Fernando de Apure: envío de Santander a Casanare.
Desde entonces el Libertador se entregó a su idea, como sabía hacerlo. A nadie le comunicó detalles: el éxito dependía del secreto; dependía de entretener a Morillo en Venezuela. Todos, incluso éste, estaban admirados del cambio en el héroe: no atacaba; disciplinaba su ejército: hasta la Guardia de Honor de Páez se disciplina, le escribe Soublette a Santander. Morillo se presenta en el Apure: el Libertador lo cansa en marchas, contramarchas y amagos. El español establece sus cuarteles de invierno en los Llanos. Bolívar hace que sus guerrilleros le amenacen por Caracas, por el Oriente, por Barinas… Espera tres mil ingleses que deben llegarle ya; propaga la noticia y que Caracas será libertada. Morillo está listo.
Los ingleses no llegan; apenas quinientos. Comienza el invierno llanero.
Mayo 20. —Estamos en Cañafístolo, en el Apure. El Libertador escribe en secreto a Santander:
“Aún no sé positivamente el día, ni me he decidido sobre el modo en que debe ejecutarse; me limito a decir a usted y a encarecerle con el último encarecimiento el secreto, sin el cual nada podrá hacerse. Usted solo, solo, debe saberlo”.
¿Qué va a hacer este hombre? El 24 de mayo comienza el invierno-diluvio. ¿Cómo arrastrará a Páez hacia la altura… fría? ¿A los llaneros, pegados a su llanura? Ni Páez es capaz de exigirles campañas en invierno, tiempo de cuidados domésticos. Ya no tienen habitaciones; las han sacrificado; las familias, esparcidas en lejanos retiros. ¿Cómo arrastrará al llanero por el páramo de Pisba?
“…respecto de este punto guardó el Presidente la más profunda reserva”. (O’Leary).
Mayo 23. —En la aldea de Setenta. Somos la división Anzoátegui y la Legión inglesa del coronel Rook: 1.800 infantes y 600 jinetes. Bolívar reunió a los Jefes: que si toman cuarteles de invierno en Apure, el ejército padecerá; que ha decidido invadir a Nueva Granada…
—¿Por dónde?
—Por los valles de Cúcuta, respondió…
Mayo 25. —Bolívar escribe a Angostura:
“Mi pensamiento es marchar a Cúcuta con la mayor parte de este ejército, dejando aquí el resto para la seguridad del Bajo Apure”.
Ved la genialidad inimitable: partir en dos a los realistas: apoderarse de Nueva Granada. Hace nueve años que Venezuela no siembra y se han consumido sus ganados y caballos. Nueva Granada es riqueza virgen. Situado allí, vencerá a Morillo al Oriente y luego irá al Río de la Plata. Quien posea la Nueva Granada será el vencedor. Si Morillo lo supiere, reforzará la Tercera División, que se halla en Nueva Granada, y todo estará perdido. Si lo supieren los llaneros, desertarán. En fin, tiene fama de ser desgraciado en sus empresas atrevidas… Zea es indiscreto; Páez, celoso; Santander, traidor.
Mayo 27. —Salimos de Mantecal y acampamos en el Hato de los Díaz.
Mayo 28. —Acampamos en el Hato Bezcanzero.
Mayo 29. —Acampamos en Hato Avileño.
Mayo 30. —Acampamos en Hato Guerrereño.
Mayo 31. —En la Mata de Valentín.
Junio 2. —Entramos a Guasdualito, casa de Páez.
El 2 y el 3 nos quedamos con Páez. Los ojos del Libertador eran irresistibles. (Páez. —Autobiografía).
¿Qué conversaron? Páez dijo que sí, que sí atacaría por Cúcuta, y le dejamos nada más que mil hombres.
Junio 4. —Llegamos al Arauca y comenzamos a pasarlo inmediatamente.
Junio 5. —Acabamos de pasarlo, nos formamos en la Villa y fuimos a Las Cuatro Matas.
Junio 6 y 7. —Pasamos el famoso estero o laguna inmensa de Cachicamo. Por todo el camino se nos han desertado muchos.
Junio 8. —Vadeamos el caño La Redención y pasamos el río Lipa.
Junio 9. —Pasamos el Cuiloto y acampamos en Mata de Chaparro Negro.
Junio 10. —Todo el día y la noche pasando el río Ele, muy crecido. Desertaron muchos…
Junio 11. —Pasamos el Cravo y acampamos cerca de Macolla de Guasduas.
Junio 13. —Llegamos a Tame, situado en bonita altura.
Junio 14. —Llegamos a Betoyes, casa de Santander. Nos dieron plátanos y estamos felices.
* * *
El Libertador se pasea por el corredor de la casa en donde ha colgado su hamaca blanca. El coronel Rook le divierte con su flema británica. Le dice que no hay mejor comida que el plátano dominico. El general Santander está siempre a su lado, narrándole… El coronel Antonio Obando ha pedido permiso para hacer maniobrar su gente delante del Libertador. Éste firma los decretos de ascenso que Santander y don Francisco Soto le presentan…
Antonio Obando fue el que se apoderó de la Salina, cuando vino Barreiro… Santander le presenta al Libertador un ascenso para Obando, de Capitán a Teniente Coronel. Se lo envían con un edecán. Éste regresa y dice algo al oído de Santander…, quien en voz baja le responde: Es que el General está disgustado con él por lo de Lara…; dígale eso…
“…y estando presente el general Bolívar, le pedí permiso y mandé el ejército en la plaza. El general Santander le había pedido los ascensos para todos los oficiales de la División. Después de haber mandado el ejército, se me acercó el teniente coronel Vicente González y me entregó un despacho en que me ascendía a teniente coronel, suponiéndome capitán. Puede usted devolvérselo al general Bolívar y decirle que desde 1815 soy teniente coronel. El General Santander me manifestó que yo tenía razón y justicia. El general Bolívar venía prevenido contra mí por lo de Lara…”. (Antonio Obando. —Autobiografía).
Junio 17. —En estos cuatro días se organizó el ejército para la campaña.
Junio 18. —Pasamos el río Tame.
Junio 19. —El Casanare.
Junio 20. —En Cantón Cordero.
Junio 21. —En el trapiche del Toche.
Junio 22. —En Pore, la capital.
* * *
El ejército está al pie de la altísima cordillera que lo separa de la rica altiplanicie andina. Bolívar está más inquieto que nunca. Se le acerca Lara a contarle del enredo de Santander con Antonio Obando.
—¡Déjelos, mi amigo!… ¿No ve usted que se trata de fuerzas? ¿No ve usted que la naturaleza me ha suministrado estas fuerzas antagónicas y que yo debo conseguir el suceso (galicismo muy usado por el Libertador en sus escritos), combinándolas? ¿Cómo usarlas para el suceso?…
Efectivamente, el problema de Bolívar era este:
Por naturaleza, al llanero le repugna la tierra fría; muere en ella. Ni ropa para el clima, ni caballos para caminos pedregosos. El caballo llanero no tiene herraduras, porque allá no hay piedras, y enferma y muere al cambiar de pastos. El escuadrón Húsares desertó la víspera de la marcha gloriosa. En el camino de Mantecal a Guasdualito hubo conspiración para corromper la fidelidad de los oficiales: pretendían deponer al Presidente, alegando la mala suerte que tenía en sus empresas, y reemplazarlo con Páez. A esto se agrega la rivalidad creada por Santander entre granadinos y venezolanos; mal recibidos estos por aquéllos… ¡pues no marchan!
¿Cómo aprovecharse de este mal para crear el bien? ¿De estas fuerzas opuestas, para que concurran a la obra de llegar a los fértiles valles del Sogamoso? ¿Y por dónde? Hay varios boquerones en la cordillera, todos ellos guardados por las fuerzas de Barreiro: al primer fracaso, desanimado el ejército…
¡Pues ya está en la mente del Libertador el fin, el camino y la estratagema!
El fin es el pueblo de Socha, el camino es el Páramo de Pisba y la estratagema es el hombre de las leyes.
El valle de Sogamoso, porque es rico. El Páramo de Pisba, porque es increíble: no lo esperan; y la estratagema, convertir en emulación el odio, en grandeza la pequeñez.
* * *
Aquí está el genio de América, al pie de la cordillera, y va a desarrollar su plan, y en cuarenta días estará en Santafé y libertada Suramérica. Para el genio no existe el mal: lo convierte en bien. Así como del pecado de Adán y Eva creó Dios a Jesucristo, de la perversidad de Santander sacará Bolívar el paso del Páramo de Pisba.
* * *
¡En marcha, pues!
Junio 23. —De Pore a Nunchía.
Junio 24. —Ríos Nunchía y Tocaría.
Junio 25. —Pueblo de Morcote.
Junio 27. —Páramo de Los Llaneros. Llano Miguel.
Aquí es donde el Libertador nos revela genio divino: en cuatro días de marcha por las primeras pendientes, los caballos mueren o se estropean; el ganado que llevamos para comer se inutiliza. No escampa; el frío comienza. Los Andes se presentan: muro infranqueable, musgoso, lloroso; por caminos, zanjones. El llanero quiere devolverse…
Esto es lo que esperaba el Libertador. ¿Qué hace? Nadie sabe por dónde pretende subir; todos creen que es por Paya, Labranzagrande, etc.
En primer lugar, separa a granadinos de venezolanos; que marchen los bravos granadinos a tomar a Paya, les dice que ese lugar se llamará Termópilas de Paya. Envía toda la División granadina. Él espera en Llano Miguel. ¿Quiénes hay en Paya? Trescientos realistas… Huyen… Bolívar dice a sus llaneros:
¡Los granadinos han forzado las Termópilas de Paya!… ¡Gloria para los granadinos!
El llanero baja la cabeza…
* * *
¿Qué más? Llama a Santander; reúne a los Jefes: Anzoátegui, Santander, Soublette, Lara y Salom:
—La empresa es grandiosa; pretendo pasar el Páramo de Pisba; allí morirán los caballos; se aguantará hambre y frío; morirá la mitad de nosotros… ¿Retornamos a los Llanos?
Santander protesta; grita que ansía siquiera un par de victorias; que no se devuelve. ¿No decían, por ventura, en los Llanos, que el granadino es cobarde? Mira despectivamente a Lara y Anzoátegui. Éste, hombre airado, y Lara, ofendido, dicen que el llanero pasará por donde pase el granadino. Gritos; parece que se fueran a las manos… El Libertador sonríe y los apacigua… Los envía a consultar a las tropas… Van; narran lo ocurrido, y… ¡ni la naturaleza detendrá en el Páramo de Pisba a estos soldados!…
Desde ese día no se oye una queja. Murieron muchos; de hambre y emparamados, y nadie se quejó. Una mujer parió en el camino, en la cima, y ahí mismo continuó la marcha con el hijo en brazos… ¿Comprendéis ahora por qué Bolívar llegó a Santafé con el traidor?
“…Convocó Bolívar una junta para consultarles sobre la continuación de la campaña. Sabía las murmuraciones y descontento de parte de los venezolanos y aun de algunos oficiales de graduación que opinaban que se les conducía a empresa arriesgada en extremo…”. “…después de haberles manifestado todos los obstáculos y la ventaja que se obtendría si la fortuna coronaba sus esfuerzos, los Jefes opinaron que se llevara adelante”. (Restrepo. —Historia de Colombia).
Santander en sus Apuntamientos dice que él insistió en proseguir: que Lara también y
“El general Anzoátegui, que tenía la creencia de que era capaz de hacer lo que otro hiciera (obsérvese el odio y la caída en la trampa), ofreció ejecutar lo mismo que yo proponía, y de este modo logramos hacer cambiar de plan a Bolívar”. (Subraya F. G.). (Santander. —Apuntamientos).
Nunca ningún genio igualó al Bolívar de Llano Miguel: usar del mal para producir el bien. La campaña de Boyacá terminó allí: ya está libertada América. El problema estaba en marchar y en ir decididos a morir o vencer. ¡Oh, Padre de América!
* * *
Adelantémonos a 1837. Bolívar ha muerto. El hombre de las leyes está hepático; ha asesinado a muchos, atisbando siempre las agonías a través de los visillos de palacio. Está entregado al clero. Pretende engañar a Dios: cree que Dios está en Pao, en la villa de Pao, donde encontrara a Bolívar en 1817, y que le ascenderá de general de división al grado que tuvo Sucre, otra de sus víctimas… Escribe sus Apuntamientos… Acaba de recibir el tomo de la Enciclopedia Británica en donde está el artículo Colombia que él ayudó a redactar, cuando su destierro… Escribe:
“En la traducción que recientemente se ha publicado en esta ciudad del artículo Colombia, de la Enciclopedia Británica, se ha hecho mención de un hecho importante, que hubo interés de parte de Bolívar en no mencionarlo”. (Santander. —Apuntamientos).
Y a continuación cuenta la junta de Llano Miguel…
Así es como varios letrados colombianos, de cuyos nombres no quiero acordarme, dicen que Santander fue el autor de la campaña de Boyacá. La necesidad de crear un héroe nacional que sirva de apoyo a gobiernos que venden y compran y que tuercen el camino de la juventud…
* * *
Cinco días estuvimos en Paya. El Libertador no puede ocultar su alegría. Para dar idea de la emulación que reina en el campamento, ahí tenéis al jefe de la Legión Británica, coronel Rook, que se va a batir en duelo con el doctor Foley, médico mayor del ejército, su compatriota… ¿Por qué? Porque Rook dijo que Caracas es mejor que Santafé, y Foley juró lo contrario… Disputan… Duelo…
—Pero señores, si ustedes no conocen esas ciudades…
—Tiene razón…, contestó el bondadoso Rook.
* * *
La alegría del Libertador se transparenta… Me tienen confianza en la Secretaría; me dicta el Libertador:
“Un mes hemos marchado por Casanare, superando cada día nuevos obstáculos, que parece se redoblaban al paso que adelantábamos. Los ríos navegables que inundaban el camino creí que fuesen la gran dificultad de mi marcha, pero he tropezado con obstáculos que sólo la constancia a toda prueba puede allanar. La aspereza de las montañas es increíble a quien no la palpa. Basta saber que en cuatro marchas hemos inutilizado casi todos los transportes del parque y hemos perdido todo el ganado”. (Oficio para Angostura).
—¡En marcha, pues, por el Páramo de Pisba!
Julio 2 a 6. —Lo que interesaba al Libertador era que pasaran el páramo y llegaran a los altiplanos batallones granadinos y llaneros; luego se vería cómo hacer llegar a los retrasados y el parque. ¿No dice Santander que él es capaz de ir solo? ¿Y Anzoátegui? ¿No afirma que irá donde cualquiera vaya? ¡Marchen, pues!… En cuatro días están Santander y Anzoátegui en Socha, en las verdes praderas del Sogamoso… Ya el grueso del ejército y el parque no se perderán. Así es como trabaja el genio.
Veinte días gastó todo el ejército, pues los ingleses llegaron el 22 a Bonza. Pero lo necesario para pelear, para ir peleando mientras llegaba el resto, pasó con el Libertador en cinco días.
No había camino; eran zanjones ahondados por las lluvias y obstruidos por inmensas rocas y por árboles caídos. La ración que nos dieron fue de carne y arracacha para cuatro días; pero desde el primero, al llegar al páramo, el soldado arrojó todo menos el fusil. Los pocos caballos que aún vivían, murieron. Las noches en el páramo fueron infernales. Allí no hay ninguna habitación. Llovía; las fogatas eran imposibles por la lluvia y el viento helado y constante. Granizo. Los llaneros, de calzones y camisa, morían; caían repentinamente enfermos y morían. Morir emparamado: sólo en los Andes saben qué es esa muerte. La flagelación es el remedio para el emparamado. A un coronel de caballería, natural de Nutrias, le vi flagelar y le salvaron la vida.
¿El Libertador? Iba y venía a caballo, animando, felicitando a los que bajaban… Puede decirse que él pasó cuatro veces el páramo, pues iba a la vanguardia y volvía, feliz el hombre, como si estuviese en la gloria.
* * *
Estamos en Socha, primer pueblo de la Provincia de Tunja, recibiendo a los grupos que van llegando, dispersos. Nos dan chicha, tabacos, pan y tragos de aguardiente. Nos han recibido muy bien los habitantes. En dos días están organizados hospitales; comisiones en busca de caballos y mulas; espías enviados en todas direcciones; conseguidos alpargatas, víveres y medicinas; proclamas. El gran coronel Lara, el mejor ejecutor que tiene el Presidente, ha vuelto al páramo con todas las mulas que pudimos recoger, a traer el parque abandonado por ahí… Ya podemos comenzar a pelear.
* * *
¿Con quién? Con el general Barreiro, comandante de la Tercera División realista, la que custodia a Nueva Granada. Está aquí cerca, en Sogamoso, con 1.600 soldados, bien vestidos, mejor prest, mucha plata, bien armados… El resto de su ejército lo tiene custodiando los pasos de la frontera, unos en Chita, otros en Labranzagrande… ¡Qué iba a imaginar que vendríamos por donde no se puede! Ya sabe que estamos aquí y se nos viene encima. Y lo mejor es que el Libertador también quiere írsele encima, porque Páez fue infiel y no se movió del Apure, y para evitar que Barreiro aumente su fuerza…
* * *
Julio 10. —Llegó Barreiro con mil hombres de infantería y 200 de caballería. Dizque está aquí cerca, en Gámeza… ¡Y ni la columna de Nonato Pérez, ni la Legión británica han llegado!
Barreiro nos dispersó una compañía de Santander que estaba en Gámeza, y otra de caballería que estaba en Corrales recogiendo caballos; nos tomó algunos prisioneros, y los amarró de dos en dos, espalda con espalda, y los hizo alancear.
Julio 11. —Parten Santander y Anzoátegui a vengar eso; el Libertador los incita. Aquí se va a decidir la disputa que traen desde Llano Miguel.
En marcha. Barreiro viene también en busca de nosotros; nos ve y retrocede; repasa el río Gámeza y se trepa a dos peñascos que custodian el paso del puente. Los realistas lo defienden con sus fuegos cruzados. No importa, dice Bolívar; ¡pasen el puente!…
Entonces… El Libertador iba adelante; alcanzó a ver que Santander se apeaba del caballo, como herido y caía horizontalmente… ¿Ha muerto el hombre de las leyes? ¡Nunca!
“Durante la acción sufrió el general Santander una contusión ocasionada por una bala perdida, y Bolívar, al observar que se había desmontado del caballo, volvió riendas a indagar con toda solicitud la causa de la alarma y se afectó no poco al saberla”. (O’Leary. —Narración).
No sabíamos que hubiese balas perdidas que causaran contusiones, pero recordamos que una bala rozó la mano que tenía puesta; otra rozó el árbol en donde estaba recostado mandando la acción, y otra hirió al caballo en que estaba montado, y que en Santafé lo hirieron aquellas rameras.
Se combatió durante ocho horas; los realistas, desalojados del puente de Gámeza, se retiraron a Molinos de Tópaga, posición inexpugnable.
La honra de Nueva Granada quedó en limpio, pues nadie tuvo allí el arrojo del teniente coronel Arredondo, el guerrillero español-casanareño que ya conocimos. Murió en la acción.
“El primer batallón de cazadores se ha portado con un arrojo que aterró a los contrarios… Heridos, los capitanes Guerrero y Gómez, y el general Santander contuso”. (Boletín oficial del ejército, del 12 de julio).
* * *
20 de julio. —Barreiro no se movía de su posición inexpugnable, esperando reunir todo su ejército. El Libertador afana a Soublette para que apresure la llegada de los retardados en el páramo. Al mismo tiempo se mueve a Santa Rosa, para dominar el fértil valle del Sogamoso y sacar al enemigo de la peña en donde está.
Hoy el enemigo se ha retirado a Molinos de Bonza, cerca de Tunja. Está parapetado allí, detrás de barrancones y tapias. No hemos podido que salga a pelear… Como va a ser el cumpleaños del Libertador, hay que dar una función buena…
25 de julio. —Marchamos al amanecer a pasar el Sogamoso, para coger a Barreiro por detrás. ¡Hoy tiene que haber función!… A las doce nos salió al encuentro el enemigo, cuando desfilábamos por el Pantano de Vargas.
Mal situados: el pantano a la derecha; a la izquierda una altura, y el enemigo, que escogió el terreno, en tierra alta, al frente de nosotros.
—¡Que marche Santander a ocupar la altura de la izquierda, para que no se apoderen de ella y nos ataquen por la retaguardia!… Ya está Santander arriba…
Barreiro comienza la batalla, precisamente atacando a Santander, y éste abandona la posición sin pelear; entonces nos acomete por el centro, con denuedo, creyéndose ya vencedor, y efectivamente nuestros batallones le abren paso…
Bolívar corre a reunir los dispersos; ordena a Rook que desaloje de las alturas al enemigo, lo que el inglés hace al pie de la letra, quedando herido… Pero Barreiro se repone: nuevo ataque furioso a nuestro frente… ¡Estamos perdidos!
—Coronel Rondón, grita Bolívar, ¡salve usted la patria!
El escuadrón de llaneros se lanzó arrollador. Y todos le imitaron:
“La desesperación —dice Barreiro en su parte— les inspiraba un valor sin ejemplo. Sus infanterías y caballerías salían de los barrancos adonde se les había arrojado, y luego trepaban con furia las alturas que habían perdido. Nuestra infantería no podía resistirles”.
500 españoles muertos: muchos prisioneros y dispersos…
Aquí puede decirse que se ganó militarmente la campaña de Boyacá; moralmente en Llano Miguel. Lo que falta es más bien una persecución.
* * *
Casi perdemos la batalla, a causa de Santander.
En el parte oficial se dice:
“Todos se han distinguido, pero merece mención particular la conducta del Comandante Rondón, del Teniente Carvajal y de las compañías británicas”.
—¿Cómo redactamos lo de Santander?, pregunta Manrique.
—¡Escriba!, contestó el Libertador:
“El batallón 1° del Rey se dirigió por nuestra izquierda a ocupar las alturas que nos dominaban, y se opusieron los dos batallones de vanguardia”.
Dice O’Leary, quien fue herido allí:
“El ejército republicano se vio obligado a ocupar una posición desventajosa, lo que se procuró remediar haciendo que Santander subiese con su División a las alturas que dominaban la izquierda del ejército libertador… Barreiro empezó la acción ejecutando un movimiento sobre la izquierda del ejército patriota, para caerle luego por detrás, y se posesionó de la altura, en donde Santander le opuso muy débil resistencia”.
* * *
¿Qué dirá ahora J. M. Baraya de este héroe nacional? El granadino santanderista no se da por vencido. Dice:
“En esta campaña Santander se hizo notar entre todos. Testigos presenciales de la mayor respetabilidad han asegurado que a él se debió en gran parte su feliz éxito…”.
Pero hoy, en 1940, hemos adelantado mucho: los letrados cuyos nombres he olvidado, escriben: Santander fue el autor de la campaña de Boyacá; por lo tanto, de la libertad de América.
* * *
Barreiro dice:
“Di orden para que un batallón ocupase los cerros de la espalda. Este bizarro cuerpo a pesar de la multitud de enemigos, se apoderó de todas las alturas con la misma prontitud que si no hubiese hallado obstáculos, poniendo en vergonzosa dispersión al enemigo”.
Y a continuación, Barreiro relata el heroísmo de Rondón, los británicos y demás soldados, conforme ya lo transcribimos.
¡Tal es vuestro héroe nacional!
* * *
Al apacible y estoico Rook, verdadero héroe, le amputaron el brazo: de pies, a sangre fría… Ya va a caer el brazo…; lo agarra con la otra mano y grita en su mal español: ¡Viva la Patria!… A los tres días murió. ¡Nada que recuerde su memoria en Nueva Granada! ¡Todo es para Francisco de Paula!
* * *
Julio 27. —En Tasco. Consumimos en Pantano de Vargas todos nuestros pertrechos. Parecemos esqueletos. Páez nos traicionó. Afortunadamente, Barreiro está peor, esperando refuerzos de Santafé y de Morillo.
Ley marcial. Se han presentado muchos reclutas, indios ruanetas que apenas disparan el fusil, cierran los ojos, pero que serán más tarde los libertadores del Perú. En Boyacá serán ochocientos. ¡Qué actividad la de Bolívar!
Agosto 1°. —Nos han llegado pertrechos de Casanare.
Agosto 3. —Marcharemos sobre Barreiro, quien se retiró de Paipa. Nos obstruye el camino a Tunja.
Agosto 4. —Contramarcha… Barreiro cree que nos retiramos… Pero al anochecer, media vuelta, y a Tunja por el camino de Toca. A las 11 en Tunja, el día 5.
Agosto 6. —Barreiro, aterrado, corre a interponerse entre Tunja y Santafé.
Agosto 7. —Salió Bolívar en persona a cerciorarse del camino que lleva Barreiro. Nos dejó formados en la plaza ¡Al puente de Boyacá!…
Son las dos. Llegamos al puente cuando la primera columna realista lo cruzaba. Santander apareció con su división en la altura que domina a Barreiro. Jiménez, con una columna realista, logró pasar el puente y se formó una batalla para defenderlo; Barreiro no pudo pasar con el grueso del ejército y está a una milla del puente; está cortado su camino a Santafé.
A Santander, que ataque a Jiménez y fuerce el puente; a Anzoátegui, que ataque a Barreiro por la derecha y el centro. Tales son las órdenes de Su Excelencia.
Anzoátegui con sus lanceros ataca el ala derecha y se apodera de la artillería; el batallón Rifles ataca de frente.
La caballería enemiga, acuchillada.
Carga a la bayoneta, a la infantería, decidió de todo…
¿Y Santander?
Mírenlo allí, detrás de una columna del puente: las balas le rozan la mano que tenía puesta… Jiménez le tiene en jaque.
“Jiménez, que defendía el puente y tenía en jaque la división de Santander, al observar el desconcierto de Barreiro, cejó, y la derrota se hizo general”. (O’Leary. —Narración).
“Su vanguardia opuso mayor resistencia al general Santander, que sólo había combatido al frente de los Cazadores… Empero, reforzado por algunas compañías del batallón de línea y con los Guías de retaguardia (de Anzoátegui) pasó el puente”… J. M. Restrepo).
Ha terminado. 1.600 prisioneros, entre ellos todos los oficiales. Morillo cree a Bolívar ocupado en pasar los ríos llaneros, cuando éste entra a Santafé. ¡América es libre! ¡7 de agosto de 1819!
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Epílogo
40 días después…
Septiembre 18. —En Santafé. Ese, ojinegro, inquieto, de treinta y seis años, es el Libertador. ¿Qué hace? Está en la plaza, rodeado de multitud agradecida… Se despoja de la corona cívica, la coloca alternativamente sobre las cabezas de Anzoátegui y de Santander, y la arroja luego sobre sus soldados…
¿Por qué primero a Anzoátegui?… ¡Así piensa vuestro héroe nacional!
“Acción fue aquesta (obsérvese bien el término) que aunque no original en sus circunstancias, mereció de mí el debido aprecio”. (Santander. —Desavenencias).
* * *
¡Siquiera un par de victorias!…: allí está, 28 años cumplidos, paladeando las peculiares de su carácter: atisbando, detrás de los visillos de Palacio, la agonía lenta de los que mandó asesinar. También atisba… una casa para vivir con Josefa, y una hacienda productiva…
Pero… ¡esto corresponde al capítulo primero de la segunda parte!
Fuente:
Santander. Medellín, Bedout, 15 de mayo de 1971.
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Ultima revisión en diciembre 17 de 2010