Del latín y otros olvidos

Por Ernesto Ochoa Moreno

La semana pasada se inició en Otraparte, en Envigado, un curso de latín, dictado por Camilo Arango Vélez, profesor de Eafit. Suena extraño. Latín en Otraparte, la casa de Fernando González.

Músico con énfasis en Dirección Orquestal, Arango Vélez, es magister en Hermenéutica Literaria y candidato a doctor en Estudios Hispanos y Latinoamericanos de la Universidad de la Sorbonne Nouvelle de París. Él y tres alumnos a los que les llamó la atención el anuncio, empezaron por recitar la primera declinación «rosa-rosae» y tímidamente tradujeron su primera frase en el idioma de Cicerón. Parva puella pulchrae dominae coronam rosarum suis amicis dat. ¿Suena bien, cierto?

¿Latín? ¿Por qué, para qué? La lengua clásica que dio origen al español y demás lenguas romances es, hoy por hoy y desde hace mucho tiempo, una lengua muerta. En la Iglesia católica, que por siglos se ufanó de mantenerla viva como lengua eclesiástica, el latín se murió con el Concilio Vaticano II. Roma dejó que se muriera, la fue matando sin conmiseración en el mundo eclesiástico. La dejó morir y la enterró sin mucho duelo. El latín, qué pena decirlo, terminó siendo eso: un cadáver exquisito. Bello, pero cadáver.

Estas clases de latín en Otraparte son un homenaje a la lengua madre. Y no deja de ser curioso un dato que muy pocos conocen. El filósofo de Envigado sabía latín, claro. No me consta, pero lo presumo así por las nociones de latín que se impartían en las escuelas de Derecho de la época, para estudiar la doctrina general del derecho y el estudio del derecho romano y del canónico.

Y hay otro dato curioso e increíble: Fernando González es el escritor en español del que más obras han sido traducidas al latín. Resulta que su sobrino sacerdote, el recordado y meritísimo padre Daniel Restrepo González, como estudioso y cultor del latín, tradujo, vertit al latín, nada menos que doce libros de su tío. No es carreta. Ahí van los títulos: Pensamientos de un viejo (Vetuli cogitationes) (1916); El payaso interior (Mimus intimus) (1916); Una tesis – El derecho a no obedecer (Thesis quædam – Ad non obediendum jus) (1919); Viaje a pie (Pedestre iter) (1929); Don Mirócletes (Dominus Mirocletes) (1932); Salomé (Salome) (1934); El remordimiento (Remorsus) (1935); Los negroides – Ensayo sobre la Gran Colombia (Nigroides – De Magna Columbia prolusio) (1936); Nociones de izquierdismo (Ad lævam notiones) (1936-1937); El maestro de escuela (Scholæ magister) (1941); Libro de los viajes o de las presencias (Liber itinerum vel præsentiarum) (1959); La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera (La tragicomœdia patris Eliæ et Martinæ, candelarum opificis) (1962).

P. D. El próximo martes, si Dios nos da vida, será la presentación en la Casa Museo Otraparte de mi libro Agua para una sed, que recoge artículos de opinión sobre los carmelitas y oros temas de espiritualidad. Lo presentará el padre Hernando Uribe Carvajal.

Fuente:

Ochoa Moreno, Ernesto. «Del latín y otros olvidos». El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», sábado 21 de octubre de 2023.