Fernando González,
permanente asombro
Por Ernesto Ochoa Moreno
Ayer, 16 de febrero, se cumplió un aniversario más de la muerte de Fernando González. Al anochecer de ese día en el año 1964, “no se dirá murió, sino lo recogió el Silencio”, como él mismo calificaba el morir. Para honrar ese silencio suyo, que es vivencia viva en la Intimidad, he releído durante esta semana algunos de los artículos que he publicado sobre el filósofo de Otraparte. Es una forma de reencuentro.
Hoy quisiera compartir con los lectores apartes de una columna de hace veinte años largos, cuando apareció en 1997 la edición de la Revista Antioquia en la Editorial de nuestra Alma Mater, con excelente prólogo del siempre recodado y admirado Alberto Aguirre. El libro bien merece una nueva edición, aunque no sobra decir que Otraparte.org ofrece una lectura virtual. La obra de Fernando González queda trunca si no se leen los 17 números de ese gozoso y angustiado esfuerzo del autor envigadeño de publicar por entregas su producción literaria entre 1936 y 1945. Aunque muchos de sus coetáneos lo admiraban y la aparición de sus libros ponía en vilo a la opinión colombiana, se le habían cerrado las puertas, había sido excomulgado por la Iglesia y por la sociedad, y era zaherido en los cenáculos políticos y literarios del país.
Al encomiar el acierto de la edición, decía entonces que en ella se recuperaban, por un lado, valiosísimos textos desconocidos para la mayoría de los lectores. Pero sobre todo, lo advertía también, se recuperaba un pensamiento vivo y palpitante y se volvía a mostrar al Fernando González de esa época y de siempre, viviendo a la enemiga, gritando en voz alta dolorosas verdades sobre Colombia y sobre el ser humano. Un Fernando González que ahondaba en sus búsquedas interiores, solitario y rechazado.
“Esta colección de la Revista Antioquia —dice Aguirre en el prólogo—, recogida aquí por primera vez entre dos tapas, es un libro de filosofía, escrito a veces en clave de poesía o de novela o de sociología o de crónica de la realidad. Fuera de todos aquellos atisbos y manifestaciones, a cada paso brotan las observaciones penetrantes, los asedios, las propuestas, las interrogaciones, las inquietudes. El filósofo se manifiesta por múltiples modos. Y lo que nos propone es la inquietud, el desasosiego. Y el permanente asombro”.
Eso, permanente asombro es y sigue siendo Fernando González. Repitámoslo: “No se dirá murió, sino lo recogió el Silencio”.
Fuente:
Ochoa Moreno, Ernesto. “Fernando González, permanente asombro”. El Colombiano, sábado 17 de febrero de 2018, columna de opinión Bajo las ceibas.