Fernando González, un
pensador de otra parte
Por Daniel Grajales
¿Cómo vivir en un lugar y solo pensar en estar en otra parte? No lo sabemos, pero acorde a la invitación de Fernando González a buscar siempre preguntas, antes de querer tener respuestas, esperaremos responderlo.
Mañana domingo será 16 de febrero, al igual que lo fue hace 50 años, en 1964, cuando el universo se quedó sin un pensador que no fue de aquí, sino de otra parte. Sí, un domingo también partió, dejando enseñanzas y preguntas por responderse a sí mismo, un hombre que hizo filosofía para pensar, que narró en su obra toda una corriente, sin tener que detenerse a explicarla, ya que ella se explicaría por sí sola en el acontecer de su vida entera.
Así hablaría de sí mismo el autor: “Me definiré: creo ser detective de la filosofía, de la teología y de la virtud. Mi madre me parió cabezón, pero infiel; Dios me atrae, pero las muchachas no me dejan. Me explicaré: unas diez veces he creído acercarme a la verdad, y las muchachas me han hecho caer. Ocho por ciento tengo, pues, de filósofo. El resto está entregado al mundo y al demonio, pero nunca he dicho una mentira. Resumiendo, diré que soy un hombre, espíritu que desde la carne y por medio de los sentidos atisba con fruiciones a La Verdad Desnuda. Soy, pues, retratista”.
A ello, le agregaría también que “yo no soy uno, y de allí los remordimientos de conciencia. El 20 % de mi ser es místico; el 10 % peón; el 30 % enamorado de la belleza y el resto bobo”.
¿Fernando González?, sí ese es el nombre del homenajeado. Hombre que no podría ser merecedor de una sola fiesta, su prolífica obra amerita que sean dos: una en el Teatro Pablo Tobón Uribe, donde será entregado el escenario a la majestuosidad escénica del Teatro Matacandelas para que a las 6:30 p.m. comience el homenaje “50 años del ocultamiento de ‘El mago de Otraparte’”, en el cual será llevada a las tablas la obra “Velada metafísica”. A su vez, la casa de González, la Corporación Otraparte conversará, en el mismo horario, sobre su creador en una velada en la que se reunirán investigadores de su obra, biógrafos, conocedores y gestores culturales que se han dedicado a que su magia no desaparezca, a que siga viva en los imaginarios para continuar cuestionando al mundo, lo hará con una jornada de su “Literatura a manteles” en homenaje a él.
El auténtico
“Primero me leí la obra completa de Fernando González, después lo conocí y me volví su discípulo, hasta que murió en 1964. Veinte años después decidí escribir su biografía. Es un maestro de la juventud, del encontrarse a sí mismo, el no mentir, interpretarse y no vivir de modelos ajenos. Es una obra muy variada, tiene metafísica, tiene historia, ensayos y novela”.
Con estas palabras el escritor Javier Henao Hidrón, quien se encargó de reunir en su obra Fernando González, filósofo de la autenticidad una biografía completa del autor, define al que fue por años su objeto de estudio y del que conoció diferentes facetas.
En su concepción, González es un “escritor y filósofo intimista, que todo lo parte de su mundo interior, él no recopila textos, es una metafísica viva, no abstracta o conceptual sino viva, pues nace del análisis de su mundo interior”. Un mundo interior que describió como un mundo pasional que luego de ser superado pasa a ser un mundo mental y finalmente llega a convertirse en un mundo espiritual y la beatitud.
Para resumir su forma de vida y el interés principal de su obra, Henao Hidrón utilizó una palabra que varias personas consideran es el calificativo indicado para hablar de González, la autenticidad.
“Siempre creemos que los filósofos son de Grecia o de Alemania, y Fernando González dijo no, aquí también se puede pensar. Él, desde el Parque de Envigado, se dedicó a pensar en las grandes preguntas de la humanidad, a proponer un estilo propio”, dijo el director de la Corporación Otraparte, Gustavo Restrepo, quien precisó además que su reflexión está ligada al autorreconocimiento y a la aceptación de lo que se es para lograr mostrarse a los demás.
Escribiendo pensamientos
Entre risas, Restrepo aseguró además que es imposible cuantificar la obra de González, que su extensión es demasiado amplia. Sin embargo, dijo que podría hablarse de sus facetas y momentos, esos en los que quiso comprender el mundo desde sus pensares, una idea de diversidad que comparte con él Ernesto Cardenal, un poeta, sacerdote, teólogo y escritor:
“¿Quién es Fernando González? Es un escritor inclasificable: místico, novelista, filósofo, poeta, ensayista, humorista, teólogo, anarquista, malhablado, beato y a la vez irreverente, sensual y casto… ¿Qué más? Un escritor originalísimo, como no hay otro en América Latina ni en ninguna otra parte que yo sepa”.
“Desde niño fue muy rebelde —narró también Restrepo—, expulsado de varios colegios. Entonces se refugió en una finca a pensar, a andar por los campos, a meditar, de ahí nació su primera obra Pensamientos de un viejo, que comenzó como una serie de entregas para el diario El Espectador, un libro criticado por la Iglesia por esas temáticas polémicas para ese tiempo”.
Su lema, “enseñar a pensar”
¿Quién es el ser humano?, ¿qué es el universo?, ¿por qué como pueblo mestizo no desarrollamos nuestra propia personalidad?, ¿por qué creemos ser menos que otras culturas?, ¿existe Dios?, ¿es válida la búsqueda espiritual?, ¿cómo se puede un ser humano acercar a Dios?, ¿se puede hacer metafísica?, son apenas algunas de las miles de preguntas que se hizo González durante su vida. No tenemos las respuestas, tampoco las tienen los expertos en su obra, lo importante es que sabemos que con ellas invitaba a una reflexión, su principal intención: “A él le interesaba que la gente por sí misma se cuestionara, pensara. No quería solo pensar, quería enseñar a pensar”, explicó Restrepo.
Un planteamiento en el que coincidió con el director del Teatro Pablo Tobón Uribe, Sergio Restrepo, quien enfatizó que: “Fernando, más que intentar proponer un método filosófico, se gastó la vida en plantearlo. Su método es vivencial, es un camino y hay que vivirlo, su recorrido refleja a un personaje que está viviendo esa obra. Él se presta como personaje de su obra”.
Un mestizo orgulloso
Si su invitación era a reflexionar y su rasgo la autenticidad, Fernando González no pudo dejar una mayor invitación, en una época llena de contradicciones y cercanía indivisible entre la Iglesia y la academia, fue buscar la apropiación de lo que se es y el cuestionamiento de lo que está impuesto.
“Él siempre estuvo preocupado por pensar lo que significa ser mestizo latinoamericano y por qué siempre estamos copiando a los europeos o a los estadounidenses. Primero escribió Los negroides, libro en el que planteó esta reflexión, luego se interesó por Simón Bolívar, Santander y Juan Vicente Gómez, para analizar lo que fueron y representaron estos líderes. Sus obras sobre ellos tres fueron muy polémicas, por sus críticas hacia ellos”, explicó Gustavo Restrepo.
Ese conocimiento personal y cultural que indagó por tantos años este autor no se quedó solamente en sus palabras, su obra también lo cuenta.
“Su obra refleja a un personaje que está viviendo esa obra, él mismo es Manuelito Fernández, Lucas de Ochoa, don Mirócletes o el padre Elías. En esa misma lógica es cada uno de sus propios seres que en su obra se convierten en enunciadores de planteamientos y cada uno de ellos genera problemas”, dijo Sergio Restrepo.
Como ejemplo puso al personaje Fernando González en el Libro de los viajes o de las presencias, el malo de la obra, quien mientras Lucas de Ochoa está escribiendo en libretas, está buscando cómo robárselas. Una situación que analizó como una batalla de dos de sus yoes: “Fernando se enfrenta a sí mismo casi con un desdoblamiento, que no es otra cosa que su lucha entre qué publica y qué no publica”, explicó.
También habló de Manjarrés en El maestro de escuela y Manuelito Fernández en Don Mirócletes en el que dijo que “lo que hay es un gran hombre incomprendido que está buscando método para disciplinarse, que es el maestro de escuela, y el segundo para dejar los vicios. Lo que está haciendo es viviéndose a sí mismo en sus letras”, concluyó.
Sin intentar responder ninguna de sus preguntas, ya que él mismo en su alma siempre las quiso dejar abiertas, solo resta concluir con dos reflexiones, o más. La primera es el reconocimiento de lo propio, darle valor a la autenticidad, por quebrantos que requiera hacerlo; la segunda o las otras más usted puede encontrarlas en su obra, en la que se encuentran textos suyos con más interrogantes como este:
“Quien huye de la vida es porque ama demasiado a la vida. Los hombres vulgares creen que un filósofo es un hombre de alma árida. Todo lo contrario. ¿Cómo puede analizar la vida el que no tiene el corazón repleto de vida? ¿Cómo puede conocer las pasiones, y los deseos, y los movimientos del alma, el que no tenga un alma atormentada?”, tomado de Pensamientos de un viejo, Fernando González, 1916.
Fuente:
El Mundo, sábado 15 de febrero de 2014, sección Cultura.