Fernando González:
quincuagésimo aniversario

Por Guillermo Maya

“Parece mentira que esto se llame así, tan hermoso: Colombia” (F.G., 1945).

Fernando González (abril 24 de 1895 – febrero 16 de 1964), más conocido como el filósofo de Envigado, por su origen, pero más colombiano que ninguno, ‘vivió a la enemiga’ con la mayoría de sus contemporáneos, especialmente la clase política, por no estar a la altura de sus exigencias éticas, políticas, y por la falta de autenticidad, que F.G. llamó “complejo de ilegitimidad”.

Sus ‘enemigos’ le devolvieron el favor, y cuando F.G. fue candidatizado al Nobel de Literatura en 1955, la Academia Colombiana de la Lengua le dio la muy colombiana zancadilla, y candidatizó a Ramón Menéndez Pidal, que no fue escogido, sino Juan Ramón Jiménez. Y todavía hoy, su legado permanece ignorado, por la estrategia de volverlo invisible, como ‘si no hubiera existido’, por parte del ‘mundillo oficial’, “y ello es como si Francia hubiera borrado la obra de Voltaire, como si nadie hubiera oído a Sartre en el siglo XX” (W. Ospina, 2013, Pa’ que se acabe la vaina, p. 98).

Los libros de Fernando González, cuya ‘lectura (fue) prohibida bajo pecado mortal’, algunos de ellos, por obispos y arzobispos, contienen una riqueza todavía no explorada, de su conocimiento sobre los asuntos económicos colombianos, porque nada escapaba a su aguda inteligencia, asuntos que todavía son importantes en la Colombia de hoy.

En Cartas a Estanislao (1935), por ejemplo, hay una carta titulada ‘A la Juventud’: “Los colombianos tienen tan variadas intenciones y múltiples propósitos, que no puede afirmarse que Colombia tenga carácter propio; no se puede afirmar que aquí hay un porvenir. El Gobierno ha carecido siempre de finalidad, a menos que se llame así al robar, al enriquecerse de los funcionarios, a la venta paulatina de la tierra y sus riquezas (…). No se percibe en Colombia que haya deseo de obras nacionales, caminos, marina, industrias: existe el deseo de contratar eso con extranjeros (…). Prima en Colombia el concepto de que civilizarse es comprar vestidos automóviles y aviones. Los colombianos no presienten siquiera que civilizarse es trabajar y manifestar en la naturaleza física las características de la personalidad”. Colombia nunca tuvo unos pillos como los que tiene actualmente, que fueron capaces de robarse, entre otros, un billón de pesos a Bogotá. Otros, los ‘honrados’, tienen sus ‘torcidos’ en paraísos fiscales.

A propósito de los tratados de libre comercio, en los que la clase dirigente colombiana ha puesto todas sus apuestas, equivocadamente en manos de los más poderosos del planeta, como si de ellos dependiera cambiar nuestro destino, y no a nosotros mismos, F.G. se preguntaba en el contexto de su época: “¿Qué significado tiene un pueblo que llame a otros y les encomiende caminos, edificios, cultivos, aviones, etc.? ¿Podrá llamarse a tales gentes una nación? ¿No se dirá que son perezosos, que viven de ajena disciplina, que son deshonra del género humano? (…) ¿Qué significa eso de contratar ferrocarriles con españoles? ¿Qué significa eso de oleoductos, aviones? (…) ¿Qué es esto de capital extranjero con que nos están engañando, para robar? Muéstrenme el capital que tienen en el país los bancos extranjeros, los comerciantes extranjeros, etc.”. Hoy, igualmente, las preguntas de F.G. son pertinentes. La emisión monetaria se ha convertido en un instrumento de los países desarrollados para transferir riqueza, de los países en desarrollo, hacia sus economías.

Igualmente, en F.G. se asoma la crítica a la minería y al hecho de que sean los extranjeros quienes explotan nuestros recursos naturales, al igual que los servicios públicos: “¡Mucho oro está produciendo Colombia! Pero las minas son de extranjeros. Bananos, ídem. El café tiene un precio reducido, cuando es cosecha, y apenas está en manos de yanquis, sube… El platino ¿de quién es? ¿Cúyo es el petróleo? (…) ¿Qué producen las esmeradas? ¿Qué las minas de Marmato y Supía? ¿Cúyos son los teléfonos y el correo y la navegación aérea?”. En Marmato, actualmente, la canadiense Gran Colombia Gold, escondida en el nombre Colombia, trata de apropiarse el oro escondido en este pueblo.

F.G. expone de qué manera le respondían sus cuestionamientos: “Ayer discutía con un político. Me decía: ‘Es irremediable que seamos dominados; somos pobres y débiles y el rico fuerte siempre manda. Aquí no tenemos con qué explotar minas. La enajenación es tan irremediable como el hecho de llover, cuando hay nubes, etc., etc. (…)’. El nacionalismo trata de ser disciplina, de crear motivaciones, de estimular las fuerzas que intervienen el devenir. Nacido en nuestro pueblo el sentimiento de egoencia, diferentes serán los sucesos”.

En la Revista Antioquia (RA) decía: “Todo es falso en Bogotá: en las cuentas que publican para mostrar que el país es muy rico, colocan en el renglón de las entradas el producto de los hidrocarburos, bananos, oro y platino, los cuales son de (…) los ingleses de Estados Unidos y de Londres” (RA, n.° 12, 1939). Si los activos colombianos pasan a manos de extranjeros, esos bienes y servicios producidos estarán en nuestro PIB, pero no harán parte de la riqueza nacional, por eso decir que Colombia exporta carbón es impreciso, lo hacen las transnacionales. Contabilidad simple.

Hacia 1945 en RA, criticaba, adelantándose a su época, de manera acertada, el modelo de substitución de importaciones, como se ha conocido después, el modelo industrial que surgió bajo la protección arancelaria, porque fue un modelo que no avanzó hacia niveles tecnológicos más complejos. Además, F.G. percibió que en estas circunstancias, este era un modelo rentista, que solo enriquecía a unos cuantos: “Industrias, transformadoras de materia prima importada, que viven de la protección aduanera y que ganan mucho… mucho dolor del pueblo, para veinte familias privilegiadas; nada de agricultura; nada de metalurgia, fabricación de máquinas y utensilios (…). ¡Qué fracaso ha sido la clase directora colombiana!” (RA, 16, p. 599, 1945).

Sobre nuestro país, tratando de explicar su ser paradójico, afirmaba: “País pendejo es Colombia; no tiene razón de ser si no fuere como ejemplo de que en el universo hay cosas muy raras” (RA, 13, p. 527, 1939).

Finalmente, no sobra rendir un tributo de admiración a F.G., por su capacidad crítica, de inconformismo y de pasión por Colombia, y que todavía sirve de faro, en la oscuridad, para guiar el destino de una Colombia mejor.

Fuente:

El Tiempo, febrero 10 de 2014.