Una tarde en Otraparte
Por David Araque Restrepo
La tarde es soleada y el viento, a veces tan escaso en los días de verano, es el principal protagonista cuando estoy llegando a Otraparte. Ingreso por una pequeña portada de hierro. Se ve vieja y me pregunto si era por aquí por donde el maestro Fernando González entraba y salía de esta, su casa. “Venga toda la juventud, toda la niñez, todo lo que es porvenir, a la oposición, porque nos han engañado y van a decir que no dejamos huellas en la bendita tierra que habitamos”, reza una gran valla que adorna la entrada. El mismo Fernando, hijo ilustre del municipio de Envigado, nos invita a visitar la que desde el 10 de abril de 2002 es la casa de todos los que día a día nos hacemos presentes en la Casa Museo Otraparte.
Tras los primeros pasos, por un sendero de piedras que lleva hacia la casa, me encuentro con una fuente que adorna un hermoso jardín. Al fondo, una formidable construcción de principios del siglo pasado me recuerda el por qué es que Otraparte también es considerada un museo. Mientras recorro sus pasillos y habitaciones, con una música tranquila que acompaña mi visita, siento a Fernando González en cada espacio de la que, todavía, es su casa. Él está en todas partes. Es esa la magia de aquel lugar.
Ingreso a la librería, única, por su estilo, en el Municipio, y veo la gran variedad de libros, escritos, ensayos e ilustraciones que la conforman. Otraparte, como ente dedicado plenamente a la cultura, pretende forjar una sociedad amante del vicio de leer y de aprender. Por eso es normal ver que, semana tras semana, se realicen aquí un sin número de actividades dedicadas al arte y la cultura: música, cine, poesía, relatos, conferencias, encuentros y muchas otras cosas más se viven y se disfrutan en la Casa Museo de Fernando González.
“Es cierto que se aprende estudiando; pero se aprende mal y nada acerca de los hombres y de la vida. Se aprenden enumeraciones. La vida es preciso vivirla”.
Después de hacer el recorrido, y de hablar con un par de personas que allí trabajan, por fin puedo sentarme, tranquilo, a ojear la carta de El Café de Otraparte, que en sí, es una obra de arte. Página por página, imágenes, citas de grandes obras de literatura y frases sabias del Maestro González, muestran los productos que allí se venden: desde un simple tinto o una aromática, pasando por todo tipo de cervezas, nacionales y extranjeras, hasta llegar a deliciosos sándwiches gourmet. Es un lugar con proyección internacional, sin dudas, y su carta y su apariencia, dignas de mostrar y de admirar, así lo ratifican.
Decido tomarme un Milo, que tal vez está un poco dulce. Saco el libro que llevo y me pongo a leer. Los minutos pasan rápido y cuando menos lo pienso, ya comienza a anochecer. Miro a mi alrededor y veo que hay varias mesas ocupadas, y entre los demás visitantes, alcanzo a ver un grupo de extranjeros que disfrutan del lugar. Me lleno de orgullo y pienso que sí es posible cambiar a nuestro país, si existieran más sitios como éste.
Ya es tarde y no me queda casi dinero. Es hora de irme.
“Estoy triste porque no hallo un fin que me interese. Si todo es igual, ¿por qué no adoptar el de la alegría? En eso consiste el ser buenos, en alegrarnos”.
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