El hereje iluminado

Por Ernesto Ochoa Moreno

Se cumple el próximo 24 de abril un nuevo aniversario del nacimiento (1895) de Fernando González Ochoa. Volver a leerlo, y más este año en que también se conmemoran en agosto los 50 años de la primera edición del “Libro de los viajes o de las presencias”, es siempre la sorprendente experiencia de encontrarse, como si fuera una primera lectura, con la vigencia de su filosofía y de sus enseñanzas. Y con la belleza literaria de sus escritos.

Eso he sentido estos días, embebido en la lectura del libro “Mensajes de Fernando González a los jóvenes de América”, publicado por Daniel Restrepo González. En la solapa, un inesperado aviso: “Distribución gratuita”. Y de hecho, según me cuenta Gustavo Restrepo Villa, director de Otraparte, los libros regalados se agotaron en un santiamén y sólo haría falta que un mecenas apoyara una nueva edición. Sería un buen regalo para esos “lectores lejanos” (jóvenes hoy, claro) para quienes escribió Fernando González y para quienes son precisamente estos mensajes compilados, al sombrajo de una fecunda senectud, por su sobrino sacerdote.

El volumen, de poco más de 300 páginas, se divide en dos partes. En la primera (16 capítulos) se enhebran los textos entresacados de sus obras en que se hace referencia a los temas enunciados en cada título, con breves pero sustanciosos comentarios del compilador, avezado orientador de juventudes. Algunos ejemplos: “Sinceridad, verdad, mentira”, “Autenticidad, Egoencia, autoestima”, “Suramérica y su mentira”, “Las muchachas”, “La búsqueda de Dios”, “La escuela”, “La universidad”, etc., etc.

En la segunda parte se presenta, como dice el autor, “el elenco completo de los textos que Fernando González dedicó a los jóvenes o en que aludió a ellos”. Es una antología exhaustiva entresacada, en orden cronológico, de todas y cada una de las obras del maestro de Otraparte. Uno descubre que aunque ha leído y releído a Fernando muchas veces, todo suena nuevo, fresco, joven. Y entonces entiende que al ritmo de sus enseñanzas, también uno vuelve a ser joven, o sigue siendo joven. La verdad, la sinceridad, la “vivencia”, la Intimidad, eso que enseñó Fernando González, es el elíxir de la eterna juventud de la que él hablaba. ¡No estamos viejos, envigadeño descalzo!

El año pasado, Daniel Restrepo había publicado otra profunda y voluminosa obra sobre el filósofo envigadeño: “San Fernando González, doctor de la Iglesia” en la que rastrea a fondo la vivencia espiritual y cristiana de su tío. En este nuevo librito, que hoy comentamos, propone —con acierto— como maestro de juventudes al pensador anatematizado, al escritor prohibido y vilipendiado, al filósofo rebelde que desnudó las mentiras de la patria y de la sociedad. Nunca es tarde para hacer el viaje al lado de nuestro hereje iluminado.

Dice Daniel Restrepo en la contracarátula:

“A Fernando González lo mira la gente superficial como a un patán y charlatán; lo miran como a un rapazuelo irrespetuoso, cómico y grosero que insultaba con desfachatez a jerarcas, gobernantes, políticos y periodistas; lo miran como a un escritor contumelioso y cínico de infundios atrevidos, repletos de insolencia; lo miran como a repentista gárrulo, como a panfletario impertinente y osado, sin consistencia ni criterios definidos y firmes; lo miran como a un ateo anticlerical, irreverente y blasfemo, sin fundamentación religiosa alguna, descreído, burletero, cínico, sarcástico y volteriano; lo miran como a un escritor procaz que empleó sin pudor vocablos como puta y palabrotas feas… Lo miran como al viejo verde perseguidor de muchachas, manilargo y soez, vulgar y liviano, pornográfico, sensual y lascivo; lo miran con asco, con miedo, con recelo y con desdén como a un satancito de la paila mocha.

Se engañan en esto. Es todo lo contrario: Fernando, amén de pensador y filósofo serio, profundo, coherente y vertebrado, fue religioso y místico. Y fue un santo. Fernando es orgullo de Envigado, de Antioquia y de Colombia…”.

Fuente:

El Colombiano, sábado 18 de abril de 2009, columna de opinión Bajo las ceibas.