El remordimiento, 70 años
Por Ernesto Ochoa Moreno
Tengo entre mis manos, envejecida por el pasar de los años y de otras manos lectoras, pero al mismo tiempo juvenil y lozana, la edición príncipe de El remordimiento, de Fernando González. «Se acabó de imprimir este libro en Manizales, el 10 de junio de 1935». Ayer hizo, pues, exactamente, 70 años.
Fue publicado por la Casa Editorial y Talleres Gráficos de Arturo Zapata: el ejemplar costaba un peso; el tiraje fue de 3.000 ejemplares; la carátula, de Arango, según se advierte en el borde superior de la contracarátula, es simple y escueta: sobre fondo negro aparecen en letras blancas mayúsculas, dibujadas con círculos y ángulos, el nombre del autor y el título, partido éste por un guión pues no cupo en una línea: EL/ REMORDI-/ MIENTO.
En la solapa se lee: «Este libro acerca de Tony y de fenómenos morales, lo escribo para la juventud de mi patria. El que sepa desnudar a la muchacha alsaciana, entenderá la lección. Fernando González». El título completo es EL REMORDIMIENTO (Problemas de Teología Moral) y está dedicado «A mis amigos franceses Auguste Bréal y Alban Roubaud».
El libro arranca con una Nota del Editor, que reza así: «Las dos cartas que siguen explican a libreros y lectores de mi editorial por qué esta obra de Fernando González, anunciada para abril, en “La Cosecha”, entrega de marzo, se retardó un poco». Y se transcriben entonces sendas cartas, la primera de Alfonso González, el hermano de Fernando, que era su agente editorial, fechada en Manizales el 2 de marzo de 1935, y la segunda, en la que el autor responde desde Envigado (Villa «Bucarest») con fecha del 19 de marzo del mismo año.
Estos dos textos son un bello y antojador preámbulo a El remordimiento, libro clave no sólo en la producción literaria del escritor envigadeño, sino también y sobre todo en el proceso de su búsqueda filosófica y espiritual. Pero aún más, en este cruce epistolar entre los dos hermanos queda plasmado el sentimiento de incomprensión y escándalo que rodeó al libro desde su aparición y ha llevado a muchos a malinterpretar su experiencia y su enseñanza de lucha y de superación que parte de su concepción del remordimiento, cuyo símbolo son «los calzoncitos de Tony», metáfora de la ascesis y del renunciamiento.
Su hermano Alfonso le escribe: «Al sacar en limpio los originales de El remordimiento hice supresión de escenas y cambios de vocabulario en las dos primeras partes, es decir, en la confesión a manera de penitente escrupuloso. Tu personaje se confiesa un poco demasiado honradamente. Me pareció impúdico y he querido velar, en busca de aquello que te decía Tomás Carrasquilla: “Escriba un libro para mujeres, que todas quieren leerlo y los curas no las dejan”». (Los subrayados son del original).
Fernando le contesta: «Ayer recibí la copia-extracto del libro “Mademoiselle Tony”, desde páginas 35 a 53 inclusive, y fue como si me hubieran dado un garrotazo en el cerebro. […] No se publicará el libro, pero vas a ver cómo tengo razón. Si Tony, si la vida no es propia para Colombia, si no tiene la belleza legal colombiana, ¡mejor!».
A continuación va refutando uno a uno los cambios que hizo Alfonso al manuscrito: «Tú extractaste mi libro, extractaste de él los himnos y mis conclusiones y le pusiste camisa púdica; abandonaste la vida. […] Vamos a las supresiones: ¿Crees tú que la escena de la olida de los calzoncitos de Tony es inmoral? ¿Es mala? Entonces eres moralista, has perdido la inocencia vital. […] ¿Cómo te atreviste a poner “calzones” de Tony, en vez de “calzoncitos”? La muchacha tiene “calzoncitos”, o sea, pequeños, limpios […]. Pusiste “prendas de su feminidad íntima”, en lugar de “ropitas de Tony”». Y concluye Fernando González: «Así, pues, la Tony quedará en manuscritos, para mí. No quiero darla a este pueblo de hipócritas. […] ¡Deja virgen a Tony! Que no se publique».
Acceda el lector a la obra, empezando por esas dos cartas, y encontrará a Tony, símbolo de la vida; entenderá el remordimiento como concepto clave en el pensamiento y en la búsqueda espiritual y mística de Fernando González.
Hace 70 años apareció El remordimiento. En mis manos esa primera edición de 1935 se estremece como un águila vieja que todavía rasga y hiere con sus garras y su pico, con ansias de nuevos vuelos. «En El remordimiento (en el cual hay cosas muy nuevas acerca de este ángel acicate) descubrí que el remordimiento es el que nos lleva a nosotros mismos, y, por allí, al Padre, al Paraíso», dijo el autor en 1960.
Fuente:
El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», sábado 11 de junio de 2005.