Colombia padece lo que merece
Por Ernesto Ochoa Moreno
En la página web sobre Fernando González (Otraparte.org) de Gustavo Restrepo Villa han sido reproducidas recientemente dos cartas inéditas del filósofo envigadeño a su sobrino, Alberto Restrepo González, escritas en Bilbao (España), cuando el escritor era cónsul de Colombia en esa ciudad del país vasco. Fechadas una en mayo 21 de 1955 y la otra en mayo 18 de 1956, son pequeñas joyas del género epistolar, que es sobresaliente en la obra del autor. Encontradas al azar entre viejos papeles de la Casa Museo Otraparte, donde ahora funciona la Corporación Fernando González – Otraparte, que dirige el mismo Gustavo Restrepo, hay en estas dos cartas sendos párrafos que merecen ser leídos, por su visión profética de lo que está actualmente viviendo Colombia. Para contextualizar, hay que recordar que esos dos años, 1955 y 1956, marcaron momentos cruciales de la dictadura de Rojas Pinilla.
Dice Fernando González en su primera carta: «Respecto al estado social, político, económico y administrativo de esa pobre tierra colombiana, es un castigo o consecuencia de la mala vida pasada, porque Dios castiga no con palo ni con rejo, sino con pelos del mismo perro. Tenemos un gobierno sin apoyo ninguno en doctrina alguna social, económica ni nada: no es un movimiento vivo; son los policiales vulgares que se alzaron con la mesa, por la anarquía política o falta de instituciones verdaderas. Hay que proceder como lo están bregando con éxito en España, a saber: apoyados en la historia y fuerzas latentes de la nación, formaron un programa total y crearon el movimiento. Toda España está unida; todo español está interesado y trabaja con amor, y todos los actos y ordenaciones se ejecutan y ordenan para la consecución inteligente de ese fin, que es la grandeza y bienestar de España. Allá, todo es anárquico, lo de ahora contradice a lo de ayer, y ¿qué fin persiguen los directores? Ninguno, a no ser el sostener su falso endiosamiento. No hay por qué admirarse, pues, de que esos pobres campesinos y obreros ignorantes anden matando y robando. Lo malo es que este castigo apenas comienza ahora y no acabará hasta que el mismo dolor haga levantar la cabeza al cielo y anhelar la luz y la belleza como anhela la vida el que ya está muriendo. ¡Pobre patria!». Más adelante, al comentar la noticia de la enfermedad de su madre, Pastora Ochoa: «Veo que Pastorita está ya muy vecina a la eternidad. Tú sabes lo que es perder la madre. Y estamos perdiendo también la patria, porque eso así, profanado por soldados, no es patria. De suerte que ¿para qué ir por ahora? No dejan hablar ni escribir; asesinan por una coma. ¿Qué haría por allá?».
En la otra carta, de 1956, Fernando González insiste en su análisis, que resulta profético: «La carta de Laureano es muy bien escrita y es natural lo que dice de los obispos y del cardenal Luque, pues él los hizo y le pagaron mal. Pero la situación tan terrible de la sociedad colombiana también es natural, pues de esos polvos salen tales lodos. Colombia padece lo que merece. De cómo se vivió durante tantos años no podía nacer el paraíso, y creo que el castigo será largo, muy largo, pues hoy tenemos el gobierno que merecemos. No creas que estas cosas vienen al azar, sino por leyes naturales, y sólo cuando los colombianos hayan padecido mucho y sientan náuseas de su vivir y anhelen un vivir noble, levantará su mano el Altísimo. Hoy por hoy todo será oscuro y bajo, venal, sombrío».
Sobran los comentarios. En otras oportunidades lo he dicho: para entender esta Colombia de ahora hay que leer los análisis y planteamientos de Fernando González, sus duras críticas (que nunca le perdonaron) sobre la realidad política y social de nuestro país. Desde la década de 1930 alertó sobre la podredumbre en la que se estaba sembrando esta Colombia de hoy, dolorosa y y sufriente que estamos padeciendo.
Fuente:
Periódico El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», 3 de agosto de 2002.