Boletín n.º 205
12 de septiembre de 2023
La máquina de
Gonzalo Arango
Donación de Jotamario a
la Casa Museo Otraparte
~ Fiesta del Libro y la Cultura ~
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Viernes 15 de septiembre
~ Universidad de Antioquia ~
Sala de Artes Performativas
Teresita Gómez
Hora: 6:30 p.m.
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Ver grabación del evento:
YouTube.com/CasaMuseoOtraparte
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En el Mes del Patrimonio y en el marco de la Fiesta y la Cultura de Medellín, la Corporación Otraparte y la Universidad de Antioquia se unen en este evento en el que el poeta nadaísta Jotamario Arbeláez, guardián de la máquina de escribir de Gonzalo Arango, la dona generosamente a la Casa Museo Otraparte y a la ciudad, a los lectores que todavía hacen posible la aventura poética y su permanencia en un tiempo de afanes tecnológicos y grandes desolaciones.
Intervención del Club de Lectura Gonzalo Arango y lectura de «Medellín a solas contigo» a cargo de los poetas Fernando Cuartas, Karla Jazmín Arango, Natalia Jaramillo, Pedro Arturo Estrada, Sarah Beatriz Posada y Andrés Uribe Botero, coordinador de la Internacional Nadaísta en Santa Elena, con el acompañamiento en la guitarra de Simón de Canterville.
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«La pasión y la máquina de
escribir en el nadaísmo»
~ Fragmentos ~
Sucedió siendo yo muy joven que llegaron a mi ciudad de Cali unos a la vez tiernos y atorrantes profetas, quienes me enseñaron a escribir con pintura en los muros. Todo es cuestión de soltar la mano, dijeron, y el estilo llegará por añadidura. Te declaramos apto para la brocha y la muralla.
La ciudad estaba recién encalada. Mi misión consistía en escribir con buena letra y óptima ortografía consignas nadaístas de la cosecha 1959, de Gonzalo Arango y Amílkar U. El galón de pintura roja manchó varias manzanas a la redonda donde quedaron consignadas, además, algunas de mis incipientes barrabasadas.
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Pero escribir a mano me parecía cosa bastarda existiendo la máquina de escribir. Las manos estaban bien para boxear, para esculcar las carteras de las señoras o desapuntarles el brassier o el collar, para jugar al póker o lanzar piedras. Para escribir bastaba la yema del dedo. Esta yema índice de la mano derecha que hundo desde entonces desaforadamente para mantener el prestigio de escritor, aunque no niego que ha tenido oficios más gratos.
Prestigio de escritor, escribí en el párrafo de atrás. Prestigio de aguafiestas, de incipiente filósofo sofocado. El único que tenía máquina era Gonzalo y no se bajaba de ella sino para ir a orinar entre sus amantes. Entonces caíamos sobre ella los profetas menores y chuzando cada uno una tecla facturábamos los impecables e impublicables manifiestos que atascaban los teletipos. Más que una prohibición había un rechazo unánime a todo tipo de trabajo que implicara unos honorarios; pues la sucia retribución del esfuerzo era considerada atentatoria contra la dignidad de la poesía y contra la filosofía de las aves del campo. Sin embargo X-504 se metió a trabajar hasta muy tarde para comprar por cuotas una máquina de escribir un viernes santo 13, artefacto bendito que levantaron de recuerdo los ladrones el domingo después de misa. Darío Lemos en tanto clamaba en Medellín su carencia: ¡hay que salvar el país con máquinas robadas! Yo volé a San Andrés por una de contrabando con cinta azul como las olas, que colocaba para escribir mis herejías sobre una caja de jabón. La de Eduardo Escobar se la dio la novia de regalo de bodas en vez de torta. La de Armando Romero se la trajo el Niño Dios que son los papás. Elmo Valencia ganó la suya en un bingo. Cachifo adquirió la propia a cambio de una pistola. Barquillo la fabricó con sus manos y con la ayuda de la escultura de chatarras de Feliza Burzstyn. La de Amílkar durante muchos años no tuvo ñ y por eso se la pasaba comiendo conos. Las de todos viajaban frecuentemente del panfleto a la prendería.
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En Medellín, Bogotá, Cali y otras ciudades de Colombia la noche de varios años fue pespunteada por la mecanografía de unos brujos. Era la verdadera sinfonía para máquinas de escribir con dos dedos de que hablaba Dariolemos que no vio una. Nunca tan pocos gastaron tanto papel y tampoco era para tanto.
La máquina de Gonzalo Arango en que verso estas prosas era a la vez instrumento principal y batuta. Alimentados con café tinto, insomnio y aceite tres en uno, despachábamos a diario cientos de líneas como teletipos impenitentes. Del obstinado manifiesto al poema desvertebrado, de las cartas de amor al eterno ensayo de moda demoledor, de los pactos secretos al escándalo público, entre todos tejíamos la tela del desastre como un gran juego de palabras cruzadas.
(Ver texto completo aquí…)
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(Leer «El cha-cha-chá de
la Resurrección» aquí…)
Mientras Gonzalo agita y escribe, escribe, aporrea la máquina de francotirador de escribir, sus sobrevivientes discípulos de buena o mala gana apoyan el enfebrecido tecleteo de la Olivetti del Profeta, sostenida a punto de huevos tibios, Nescafé y fe, con atropellos y escándalos en sus provincias.
Eduardo Escobar
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1. Cédula original de Gonzalo Arango, donada por Jotamario Arbeláez a la Casa Museo Otraparte en febrero de 2023; 2. Amílcar Osorio (Amílkar U.) y Gonzalo Arango; 3. Gonzalo Arango; 4. Gonzalo Arango con don Cantalicio en Todaspartes; 5. Jotamario Arbeláez.
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Querido Fernando Botero: la fama te ha vuelto tan invisible que para verte tengo que apelar a la máquina de escribir, y aun así no sé si te alcanzo. Me gustaría tanto darte un abrazo y tomarnos un aguardiente. Si no, un fuerte abrazo.
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