Boletín n.º 126
Abril 23 de 2015
Libros libres en el
Metro de Medellín
En el marco de la celebración
de los 120 años de
Fernando González
(1895-2015)
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La siguiente imagen (clic para ampliar) corresponde al adhesivo que incluimos en cada uno de los 2.800 libros que liberaremos mañana viernes 24 de abril en diversas estaciones del Metro de Medellín en asocio con esta entidad.
La liberación se realiza en el marco del Día del Idioma y de la celebración de los 120 años de Fernando González (Abril 24 / 1895 – 2015).
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Soñé despierto con esos papeles, y veía ya en mis manos el primer ejemplar del librito empastado en rojo oscuro, casi negro, y que cabía en el bolsillo de la chaqueta. Todo libro debería caber en el bolsillo; hay que llevarlo, tiene que ser manual, para leerlo al pie de los árboles, al lado de las fuentes, en donde nos coja el deseo. Un libro bueno tiene que ser manoseado, vivir con uno, pasear con uno. En fin, este amor ilegal por los libros se apoderó de mí y no me dejó dormir, como una muchacha que hubo en casa, cuando yo era joven…
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Fragmento de
“Mi Fernando González”
La biblioteca
Por León Posada Saldarriaga
No pocas personas —intelectuales especialmente— gustan coleccionar libros; mantienen llenos hasta el tope los anaqueles de su biblioteca, guardan obras de autores clásicos y modernos, con los temas y géneros más diversos, escritos en varios idiomas. Muchas ediciones de lujo con pasta de cuero, dorados y muchas cintas como si abrigaran la esperanza de que su talento fuera a medirse por el número y calidad de las obras que coleccionan. Sin embargo, la mayoría de esos libros duermen el sueño de los justos porque sus dueños como que se han contentado viviendo en el sobrehaz de lo que tan celosamente guardan. Por eso desconcierta cuando se mira la biblioteca que dejó el Maestro González. Muy pocos libros lo acompañaron. Pocos autores. Los libros que dejó al morir creo que no llegan a los dos centenares, su mayoría en rústica. Nada de alardes, nada de adornos, como si este hombre fuera un ermitaño que no necesita más que de su breviario para abrírsele el infinito. ¿Las causas de esta parquedad? Fernando González lo que tenía para escribir no lo encontraba en los libros.
Él era un inmenso libro que resumía lo que Dios y el universo le ofrecían. Además sabía perfectamente que el libro más hermoso y profundo era el que cada cual escribiera exprimiendo su propio ser. Y esta parquedad de su biblioteca la hizo extensiva el Maestro con su cotidiano vivir. Su comida frugal, sencillo en extremo su vestido, nada de fiestas ni espectáculos. El espectáculo magno para él era el hombre en su vasta complejidad. Se le veía husmeando por todas partes; en iglesias, en cementerios, en tiendas y parques. Dialogaba con el campesino, con el bobo del pueblo, con los niños. Perseguía sin desmayo las causas recónditas que llevan al hombre a gozar y a sufrir, a esperar y a desesperar. No nos extrañe, pues, que Fernando González hubiera hecho a un lado todo atavío inútil, que hubiera arrojado todo el lastre que ata al hombre a la tierra y se hubiera quedado desnudo, a solas, con su espíritu, pues era la única forma de sentirse él, Fernando González en “presencia” del Dios omnipotente.
Fuente:
Posada Saldarriaga, León. “Mi Fernando González”. En: Escritos Breves. Medellín, Susaeta Ediciones, octubre de 1975, pp. 45 – 73.
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