Boletín n.º 101
18 de mayo de 2011
Día Internacional
de los Museos
Museo y Memoria
~ Thornton Wilder ~
Thornton Wilder (1897-1975)
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La Corporación Otraparte se une a la celebración del Día Internacional de los Museos compartiendo con sus amigos algunas de las cartas que escribió el dramaturgo estadounidense Thornton Wilder al maestro Fernando González a comienzos de la década de 1940. El Comité Consultivo del Consejo Internacional de Museos (ICOM) propone cada año un tema que los museos pueden utilizar para valorizar su posición en el seno de la sociedad. El tema para el Día Internacional de los Museos 2011 es «Museo y Memoria». Los museos guardan la memoria y cuentan historias. Conservan en sus colecciones objetos fundamentales para la memoria de las comunidades en las que vivimos. Tales objetos son la expresión de nuestros patrimonios natural y cultural. Muchos de ellos son frágiles, varios están en peligro, y todos necesitan un cuidado y una conservación especiales. El Día Internacional de los Museos 2011 será la ocasión de descubrir y redescubrir nuestras memorias individual y colectiva.
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La dedicatoria de El maestro de escuela de Fernando González está redactada con estas palabras: «Homenaje a Thornton Wilder, el creador del drama eterno Our Town».
Durante los meses de marzo, abril y mayo de 1941, Thornton Niven Wilder, novelista y dramaturgo norteamericano, realizó una gira por Colombia, Ecuador y Perú en cumplimiento de una misión de buena voluntad en relaciones culturales, conferida por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Precedido de merecida fama como ganador en dos veces del Premio Pulitzer (en 1928 con The Brigde of San Luis Rey y en 1938 con Our Town), Wilder, profesor de la Universidad de Chicago, fue recibido con respeto y entusiasmo en los países mencionados, en los cuales tuvo la oportunidad de entrevistarse con numerosos literatos: Guillermo Valencia, Baldomero Sanín Cano, Eduardo Caballero Calderón, Rafael Maya, Jorge Icaza, Demetrio Aguilera, Ciro Alegría, José María Arguedas, Jorge Fernández, Humberto Salvador, Romero Castillo, Xavier Abril, Jorge Basadre, Héctor Velarde, etc.
Los días domingo 30 y lunes 31 de marzo, en La Huerta del Alemán [hoy Otraparte], sostuvo intensos diálogos con Fernando González. De éste dijo haber leído, con gran admiración, tres de sus libros: El remordimiento, El Hermafrodita dormido y Los negroides. Y después de conocerlo personalmente, expresó su interés por estudiar en profundidad el conjunto de la obra del pensador antioqueño. Constituye el antecedente más inmediato de aquella entrevista, una carta suscrita en Bogotá el 21 de marzo de 1941, en la cual Wilder manifiesta a Fernando González el deseo de tener una conversación sobre asuntos literarios y filosóficos. «Yo hablo francés y alemán —precisaba— y estoy haciendo diariamente progreso en la lengua española». (…)
Una vez más en Bogotá, Wilder dirigió una nueva carta a Fernando González con fecha 4 de abril, en la cual consigna este sentimiento: «Mi experiencia más viva, estimulante y feliz en Colombia es haberlo conocido a usted, su trabajo y su casa». Gratamente sorprendido con la dedicatoria de El maestro de escuela, le escribe desde Quito el 11 de abril: «Es el primer libro que jamás ha sido dedicado a mí», y agrega: «Non dignus sum, non dignus sum».
Tras la lectura, Wilder consideró que era al mismo tiempo «brillante y terrible», «cruel y piadoso». Impresionado por la fuerza expresiva y, ante todo, por la originalidad, en el sentido grande: «cada momento completamente uno mismo», sintetizó su pensamiento con este elogioso y revolucionario concepto: «Usted ha re-inventado la novela. Usted ha creado la novela: Siglo veinte. La narración ha muerto. ‘El pasó aquello y después pasó aquello y después pasó aquello’, ha muerto. Esta es la Nueva Novela».
Javier Henao Hidrón
De El filósofo de la autenticidad
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Tres cartas de
Thornton Wilder
Marzo 21 de 1941
Señor Fernando González,
Envigado, Medellín,
Antioquia, Colombia
Querido Señor González:
El Departamento de Estado de los Estados Unidos me ha enviado en una visita a Colombia, Ecuador y Perú bajo una misión de buena voluntad en lo referente a las relaciones culturales. Soy novelista, dramaturgo y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Chicago. Hablo francés y alemán, y diariamente estoy haciendo avances en la lengua castellana.
He leído con una gran admiración sus libros: El remordimiento, El Hermafrodita dormido, y Los negroides. No tengo que decirle con cuánto interés espero tener una conversación con usted, ni cuántas preguntas me gustaría ofrecer a su consideración, en materias literarias y filosóficas, nacidas de la lectura de esos volúmenes.
Espero estar en Medellín —en el Hotel Europa— el sábado 30 y el domingo 31 de marzo. ¿Sería posible para usted acompañarme a tomar el té uno de esos días, o me permitiría visitarlo en Envigado?
Su libro Los negroides ha arrojado tanta luz sobre los problemas y el genio de la naturaleza colombiana, que sólo me ha servido para aumentar la admiración y el respeto por los hombres y las cosas que veo a mi alrededor, y debo reconocer que incluso bajo presión usted expresa el mismo afecto y esperanza apasionados que Colombia inspira en todos quienes la aman.
Con respeto y admiración,
Sinceramente suyo,
Thornton Wilder
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(Dirección: durante todo abril en el Consulado de los Estados Unidos, Quito, Ecuador. Y durante todo mayo en la Embajada de los Estados Unidos. Lima, Perú).
Abril 4 de 1941
Querido Fernando González:
En el transcurso de estos complicados días —días llenos de extraños e indigestos encuentros, conversaciones, «fiestas», «deberes»— la lectura de los libros que usted me dio ha sido la única cosa que he hecho constantemente, y la única que ha sido significativa para mí.
Leyendo primero una cosa, luego otra en los cortos fragmentos de tiempo que me es dado encontrar. Y siempre asombrado en la variedad, en la diversidad de sus talentos. La «Semana Santa en Envigado», las historias cortas, la historia de la vaca (¿es la misma que yo vi?), más del Santander. Vaya buen humor, vaya un buen oído para el habla (¡el coloquio de los curas viejos!). Qué precisión en el realismo —esa única salvación por el realismo—, un realismo que, por su precisión, se torna cósmico.
Pero ante todo la franqueza, el sólo-puedo-decir-la-verdad.
Y al fin he recibido la traducción de El maestro de escuela (las primeras 95 páginas —luego, hoy, de la página 99 a la 112 y de la 129 al final. Las páginas 113 y 128 no estaban listas aún. Debo esperarlas).
¡Oh, Señor! Cuánto dolor y desesperación, cuánta negación, pero salvada por la belleza, y por el arte gracias a la franqueza, y al Decir la Verdad. Y por la Fuerza Cómica.
Y cuán brillante es —brillante y terrible—. Inolvidable. Se añade al tesoro de lo que uno observa y sabe de los seres humanos.
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El sábado y el domingo les estaré hablando a Sanín Cano y a Guillermo Valencia sobre este libro.
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Ayer le dije a un reportero de un diario que «la nueva casa de Fernando González en Envigado tiene más buen gusto en ella que todo Chapinero».
(De usted estoy aprendiendo el cómo decir verdades desagradables a voz en grito).
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El día 8 cruzaré de Colombia hacia el Ecuador.
La experiencia más viva, estimulante y grata que tuve en Colombia ha sido conocerlo a usted, su trabajo y su casa.
Va un saludo entrañable para la Señora González,
Con sincero afecto,
Thornton Wilder
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Hasta el 25 de abril en el Hotel Metropolitano, Quito. (Luego, durante todo mayo: —cuidado: en la Embajada de los Estados Unidos, Lima).
Abril 11 de 1941
Querido Amigo:
Primero: no puedo expresarle cuán orgulloso estoy. El maestro de escuela dedicado a mí. Non dignus sum, non dignus sum. Es el primer libro que alguna vez me haya sido dedicado. Oh, querido amigo, este orgullo y esta esperanza hacen que yo pueda justificar que este detalle permanecerá conmigo siempre. Y algún día le demostraré de nuevo cuánto la valoro.
Segundo:
Sí, la dificultad de estar seguro de que nuestras cartas lleguen a alguien más.
Cuando le escribí desde Bogotá, temía que la señorita de Correos Aéreos quitara con la lengua la estampilla y desechara mi carta.
Hasta el momento tenemos buena suerte.
Recibí sus dos cartas y la copia de Mi Simón Bolívar. De nuevo le doy las gracias. Acabo de concluir la lectura de Viaje a pie. Y estoy a punto de empezar la lectura de Mi Simón Bolívar. Viaje a pie — ideas, encanto, juventud y vida. Cómo unas pocas personas pueden manejar, pueden alcanzar el Yo. (Sin embargo, usted sigue usando esta forma: ¡Nosotros!).
Su Yo es genuina honestidad. Genuino auto-retrato. Comparados con el suyo, otros usan un Yo de madera, o de cartón, o de yeso. Otros viven profundamente en lo que Platón llamó el mundo de la opinión; les gusta, nadan en él. Crean actitudes ante los ojos de los hombres. Veo que en Mi Simón Bolívar encontraré mucho más de ese Yo Franco, de Alma Abierta. ¡Lo cual es estupendo!
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El Maestro Sanín Cano no estaba en Popayán, después de todo. Pero tuve dos largas tardes con el Poeta. Le hable de mi júbilo en Medellín, de mi admiración por sus libros y de mi entusiasmo por El maestro de escuela. Él dijo: «Oui, M. González est un grand écrivain». Tengo muchas reflexiones referentes a esa visita a Popayán, que luego le contaré: cuando las impresiones ¡«se hayan desenredado»!
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Este es mi tercer día en Quito. Todo lo que puedo contar hasta ahora es mi impresión de los indios. Miles y miles de ellos han bajado de las montañas para ver las iglesias durante la Semana Santa. Las mujeres, descalzas con sus bebes a la espalda. Con sus hermosas frazadas o mantones de un rojo profundo. Rostros maravillosos —ojos maravillosos—. Paciencia invicta. Dignidad. Sin miedo. Un maravilloso sentimiento, en lo que refiere a La Familia.
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Las noticias acerca de la Guerra son terribles. Pero al pensar en la Civilización —de Platón a Cristo a Tomás de Aquino a Dante a Shakespeare a Voltaire a Goethe a Simón Bolívar— digo, como Galileo: Eppur si muove.
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Sí, desearía poder ver la casa. Y a todos ustedes en ella, y los nuevos muebles. Los pensamientos son energía: la mía está cruzando los Andes para sentarse con todos ustedes. Va mi saludo a la Dueña de una casa tan hermosa.
Le escribiré de nuevo pronto. Esta carta es de un hombre hecho orgulloso y feliz por la dedicatoria de un sabio y profundo, muy profundo y entendido libro.
Su amigo,
Thornton Wilder
(Traducción de Daniel Torres Gómez)
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