Boletín n.º 40
Enero 18 de 2006
75 años de
Gonzalo Arango
(1931 – 2006)
Fotografía cortesía de Juan Carlos Vélez Escobar, quien la utilizó en la portada de su libro Gonzalo Arango – Pensamiento Vivo.
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“Me faltarán palabras y siglos para bendecir los ojos azules y arcanos de mi madre, y los ojos negrísimos y fulgurantes de mi padre, y ese momento palpitante de angustia y de placer en que me miraron y me vieron, y yo caminé desde el abismo de mi posibilidad en dirección a la Tierra a través de relámpagos, túneles y un firmamento de truenos que saludaron mi llegada a la vida por entre un cálido laberinto de vísceras y venas que acreditaban las dulzuras del mundo, la inefable belleza de un reino bajo el sol, a cuyo conocimiento sacrifiqué desesperadamente la razón para llegar a él”.
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Gonzalo Arango
y el Nadaísmo
Por Fernando González
No he podido redactar algo para la edición del HK-111, de Gonzalo Arango. Es porque he pretendido escribir algo muy bueno, porque amo a este joven nadaísta.
Cuando uno quiere y brega por hacer algo muy bueno, pues sencillamente adorna, escribe para el público, para alguien, y pierde la Intimidad, se aleja del manantial vivo, que es único y es nuestra vida misma… Pero ¡como uno desprecia su vida en cuanto es vulgo y somos vanos casi todo el día, para ser otro se hace ejecutor de bonituras! ¡Qué asco! ¡Por consiguiente, vade retro, Satanás! ¡Al grano!
Yo le oí a un amigo, Félix Angel Vallejo, noticias de un joven que estaba en Cali, un desesperado que le escribía acerca de náuseas por la poesía, la metafísica normal, la novela, y por todo lo humano; que las náuseas eran ya vómito por nuestra universidad, por los maestros y por los personajes de la patria; que ese estado se llamaba Nadaísmo y que eran sinnúmero ya sus compañeros.
Inmediatamente viví que eso era una aurora en Suramérica.
—¿No ve usted, Félix Angel, que se están desnudando y arrojando los culeros a los padres, a los padres de la patria, de la juventud? Lo primero, Félix Angel Vallejo, para nacer de nuevo, es morir, vomitar y morir, y se encuentra la Intimidad y principia entonces el camino: nacen la patria, la verdad, los maestros…
Entonces se halla uno enamorado y es un viajero en la Presencia. Eso cuya esencia es la presencia y en quien existimos y viajamos. De tal manera que ese deseo expresado con susto de mantener al rector magnífico Félix Henao Botero, es trascendental en el psicoanálisis. Con eso expresan el vómito por el mascarón de jerarcas y personajes que ahogan a la Intimidad en nosotros. No quieren mantener a la Intimidad que subyace hondo, muy bonito en Félix Henao.
No. Desean apedrear al vano globo decembrino que estaba inflado con un kilo de petróleo y que ya cae hediondo a mecha apagada, tal como los muchachos envigadeños apedrean a sus vanas ilusiones cuando caen en la mangada de ese viejo loco (yo)…
Sí. Voy a orar por ese joven que se está desnudando, el primogénito en esta América pajosa de complejos coloniales.
A los días leí un cuento titulado: Yo recojo mi cadáver. Pero… ¡Qué lleno de angustia, qué sospecha de un gran amor incierto y de un infinito desamor a las cosas bonitas, a los cascarones sin Intimidad! ¡Este joven nos da una intimidad! Este joven al describir con estilo de otraparte al suicida y al suicidio, la resurrección, al agente de tránsito que asiste a la resurrección y que persigue asustado al camionero para sancionar todo eso anormal, y al resucitado, que se pasea y ve con otros ojos a su novia y a las gentes de la patria que van por las calles, y que, por último, movido por no sé qué, recoge su cadáver.
Luego, Gonzalo Arango me envió el Manifiesto nadaísta y leí allí: “Tengo 27 años y esta es mi última oportunidad”.
Sí, le dije a Félix Angel, este es mi joven. Este es de Jericó o de Andes, que es lo mismo, y de allí era Zaqueo, y este joven está corriendo, en pelota ya, y se va a trepar al cabrahígo, para conocerlo de vista (a la Intimidad, que es el Cristo) y ya está gritando: “Tengo 27 años, estoy desnudo y esta es mi última oportunidad”. Ultima oportunidad para recoger el cadáver limpiado de las inmundicias de la historia patria y nacer de nuevo.
¡Arriba el ánimo, juventud! Animo Amílkar U., y todos los bulliciosos y ágiles putillos compañeros de Gonzalo Arango, que el Señor ya va a pasar y a entregaros el camino. En pelota, trepad al cabrahígo y desde allí arrojad los culeros coloniales, la cultura formal, y vomitad en la cara de los padres de la patria, de los gobernantes, de Laureano y Ospina Pérez, de la prensa, de los rectores magníficos, porque el Señor no pasa y convive sino con los desnudos, con los cadáveres que conllevan la resurrección.
Luego, un domingo, se me apareció en un café de Envigado, y lo reconocí y fue como si me hubiera llegado yo mismo a mí con los ojos asustados y atisbadores de mis 27 años. Fue una fiesta en mi larguísimo viaje que ni el ojo vio ni el oído oyó y nadie podrá ya borrar ese encuentro.
Después me envió desde Bogotá esa piedrita guiñadora que se llama Leyendo a Descartes. Está el joven que piensa en la muerte y el suicidio (siempre morir) en la mesita de un cafetín, y sobre la mesa El discurso del método de Descartes y un revólver. (Siempre morir y nacer de nuevo: Descartes quería morir, dudar de todo, para resucitar. El revólver es la muerte larvada). Hay unos borrachos, juventud y vejez borrosa, que es la nada, la Intimidad tapada por la nada. Hay un camarero que insiste en que le presten a Descartes, sin saber nada de nada, pero todo hombre, por ser apariencia con Intimidad, lo sospecha todo. La cantaleta del mesero es: Préstame el libro. Porque todos estamos angustiados y lo buscamos en el librito, o en la puta, o en la señora. ¿A quién? A la Intimidad, y eso es el Cristo, el Hijo del Hombre e Hijo de Dios. Luego hay una charca de sangre en la mesa de los borrachos; un disparo y una charca de sangre y desaparecen los borrachos, la nada, el joven, asustado, pido de cuentas, pero el camarero ha visto un milagro y grita: “Hoy es día excepcional. Por esta vez, ¡la Empresa paga!”. Sale el joven y en la calle se ve con las monedas en la mano y echa a la cara y sello si va a cine o si compra unos mamoncillos. Así es como suceden los sucesos del camino, de modo que uno, en la calle ya, es Gonzalo Arango – Finis.
No se lee ni se cita a Descartes, pero ahí está vivo, es el personaje central. Es el tratado que más me gusta acerca de Renato Descartes.
Y, por último, en este drama HK-111, ya hay un asomo del Señor, el Néant, pero muy lejos, como él aparece siempre, como fúlgido relámpago o como áureo lagarto de vallado, que no sabemos si fue verdad, pero que algo en uno sabe que fue verdad. Es la categoría de la Intimidad, eso de certeza incierta, porque El Señor no es como una muchacha de carne y hueso, sino que es como nada, porque lo que se sucede es en su Presencia.
El señor sabio dice que el vuelo del HK-111 y el eclipse, y todo lo del señor Be es para el progreso de la ciencia. Adán Be creía que le llevaba un regalo a la novia en la cajita que ajustó el precio exacto de su destino… El padre Lombardi cree que trabaja para un mundo mejor… ¿Mejor que cuál? Kruschev y los escritores rusos dicen hoy que “trabajarán para hacer un hombre nuevo, uno que sea como Kruschev”. Todo es vanidad, todo es decir, pero todo es intimidad, sucede en la Intimidad.
Nadie quiere cambiarse por otro, ni tampoco su mundo por otro. Lo que queremos es ser nosotros mismos en la Intimidad. Queremos tener más y más Presencia. Pacholoco, el pordiosero, me contestó que no se cambiaba por el rey de Inglaterra, y Polito tampoco quiere cambiarse por otro, ni cambiar a Teresa, a La Minga, su hija, ni su casita en La Ayurá. Pero Pacholoco acepta la cosa así: Yo, Pacholoco, rey de Inglaterra. Y Polito convino al fin con eso: Yo Polito, millonario casado con Teresa, reina, y con Minga, princesa, vivo en el palacio de La Ayurá. Quiero decir que hay algo incambiable, fuera de mudanza y de muerte: es la Intimidad que ansía y persigue presencias del Padre o Néant. El moribundo no se cambia por los que ambulan a su lado; lo único que anhela es vivir, ser él mismo con Presencia.
No hay sino este mundo, la nada, con presencias infinitas. ¿Qué pasa, pues, padre Lombardi y señor Nikita? Que lo que los hombres quieren y para lo que trabajan es para ellos mismos, la Intimidad en la Presencia infinita. El secreto está en el Hijo de Dios e Hijo del Hombre, que es el sucediendo, y en el Padre Néant, y en el Espíritu Santo. Nosotros somos sucediéndonos en esa Trinidad: el viaje infinito de inenarrable beatitud. El Mundo, la casa de Polito, tiene la realidad que le da la Presencia. ¿No hay, por ventura, gente beata que anda en galeras? Porque en verdad amigos, por allá debe ir un arrastrador de cadenas con el cielo entre los ojos claros.
De tal suerte que eso de un movimiento para crear un mundo mejor, que es lo del padre Lombardi, es cosa de Bolchevique o como los cohetes con que el señor don Arredondo llamaba a las urnas. Y eso que publican hoy de “nosotros, los escritores soviéticos nos comprometemos a trabajar en nuestras obras por el partido, para crear un mundo nuevo y un hombre nuevo semejante a nuestro Nikita Kruschev que ha hecho más labor que toda una generación”, es pura adulación asquerosa. Estos bolcheviques, que se llaman comunistas, lo que son es arrodillados hombres, que los apremian o los fustigan. Los comunistas somos nosotros.
Lo que está sucediendo es que ahora todos, católicos, protestantes, ricos y pobres, están viviendo el mundo de Marx, padeciendo y digiriendo el mundo de Marx-Lenin-Stalin-Nikita, y está bien, porque somos caminantes en las presencias. Marx es una de las habitaciones en este mundo, de las infectorum o infernales, si se la considera desde mayor presencia, y de las celestiales, si se considera desde este Cocito o lugar de la bulla que es América.
Y no sigo, porque en mi última conversación con Gonzalo Arango le dije:
—No diga usted nada de esta obra, no la determine con imprudentes proposiciones, porque es de la Intimidad y está, como todo lo que tiene cordón umbilical en ella, en ese ambiente de incierta certeza que nos guía en el viaje.
Tres piedritas guiñadoras preciosas. Porque sólo son preciosas las obras de los viajeros en la Eternidad, las que tienen ombligo que indica otras partes y que a ellas conducen. Conducen a aquello que es nada, porque su esencia es la Presencia.
Otraparte, 18 de noviembre de 1962.
Fuente:
Magazín Dominical de El Espectador, N° 153, marzo 2 de 1986, pp. 6 – 7.