Boletín n.º 15
Septiembre 3 de 2003

“Testigos de mi pueblo”

Fernando González y Tomás Carrasquilla - 1935

Fernando González y
Tomás Carrasquilla – 1935

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Para celebrar el primer aniversario de la reapertura oficial de la Casa Museo Otraparte, la Corporación Otraparte comparte con sus amigos el siguiente escrito del sacerdote Alberto Restrepo González, sobrino de Fernando González y autor de “Testigos de mi pueblo”, “Raíces aldeanas de la corrupción” y “Para leer a Fernando González”.

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Voces nuestras

Por Alberto Restrepo González

Voz campesina de Gutiérrez González, cantando en lenguaje montaraz el trabajo, la pobreza y la piedad, mitos constitutivos del pueblo antioqueño.

Voz apacible de Epifanio Mejía, alabando las tórtolas, las hormigas y las hojas, y entonando, estremecido, el himno a la libertad, esencia del alma antioqueña.

Voz ruda de Emiro Kastos, tratando de pergeñar el retrato de la naciente sociedad antioqueña, un tris rústica, un tris austera y un tris avarienta.

Voz airada del Indio Uribe, poseso de la desmesura, bendiciendo radicalismos liberales y magnificando descreimientos anticlericales.

Voz multifacética de Tomás Carrasquilla, novelando e historiando el acontecer del pueblo antioqueño, hogareño, laborioso, comarcano y “guasamayeta”.

Voz seria, dolorida y clásica de don Marco Fidel Suárez, exorcizando la violencia del mundillo político colombiano, injusto y maltratador.

Voz trágica y mística de Porfirio Barba Jacob, circunnavegante del mundo moral, cantando la miseria del hombre y su ardiente esperanza.

Voz erudita de Luis López de Mesa, tratando de universalizar la riqueza del acontecer terrígeno, desde la riqueza conceptual y el escrutinio sociológico.

Voz musical, spleenética, escéptica y jacarandosa de León de Greiff, pregonando la desadaptación del blanco europeo, hastiado del mestizaje y transido de nostalgias, entre la luz cegadora del trópico.

Voz filosófica de Fernando González, denunciando la mentira latinoamericana y llamando a la autenticidad y la autoexpresión, a través de la metafísica de las vivencias.

Voz mística de Laura Montoya, investigando mundos de misterio y testimoniando vivencias de iluminación, desde las montañas pobladas de indios.

Voz ardiente de Gonzalo Arango, denunciando la insignificancia del establecimiento venal y de las instituciones caducas.

Voz tradicional y barroca de Jorge Robledo Ortiz, cantando nostalgias de ancestro e hidalguías de montaña y de aldea en decadencia.

Voz simple de Juan José Hoyos, describiendo el paraíso que perdimos, por obra de la transculturación norteamericana, generadora del narcoterrorismo.

A pesar de tantas voces ciertas, tantas palabras claras, tanta belleza expresiva, tanta alma antioqueña expresada, tantas utopías posibles, tantas convocatorias válidas, los antioqueños seguimos despreciando los testigos de nuestro pueblo.

Fuente:

El Colombiano, viernes 22 de agosto de 2003, página 5A, columna de opinión Escuelita.