Cave canem seu domus dominum
«Cuidado con el perro, o sea,
con el señor de la casa».
Quiero decir, en síntesis, que Fernando González fue el más santo y el más humano de los hombres que conocí. Se liberó de su cuerpo por un acto de voluntad y ascendió con su muerte a un Reino Espiritual donde ya no lo alcanzamos. Algo así como otra “Otraparte” sin naranjos en flor, pero la verdadera patria de su espíritu. A él le suplico que siga existiendo Allá, pues tal vez algún día le rezaré como santo, para recordarle que nunca lo olvidaré como hombre y como escritor.
Gonzalo Arango