Grupo de Lectura
Walden
Coordina: Juan Rúa
—Julio 25 de 2019—
«Walden», la cabaña donde
vivió Thoreau entre 1845 y 1847.
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Lectura y conversación alrededor de «Cartas a un buscador de sí mismo», libro que revela una faceta más íntima de Henry David Thoreau, quien aquí no le habla a un público indeterminado como en sus conferencias y ensayos. Si bien Thoreau se muestra siempre cercano a sus lectores, con un lenguaje que expresa en palabras sencillas su experiencia, su propia vida, el grueso de su obra es casi una meditación, una autorrevelación de su propia dialéctica.
«Cartas a un buscador de si mismo» es un epistolario dirigido a Harrison Blake, un amigo que Thoreau conociera gracias a R. W. Emerson. Infortunadamente desconocemos las respuestas que Harrison remitiera al filósofo anarco-naturalista, pues se han perdido en el transcurso de los casi 150 año transcurridos desde entonces. En el Grupo de Lectura «Walden», dedicado al estudio y la difusión de la obra del pensador estadounidense, realizaremos la lectura comentada de estas cartas con el ánimo de conocer mejor este libro poco difundido y en cuyos caracteres podremos suponer ser parte de una conversación cercana, no editorial, entre el autor y un caro amigo.
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La diferencia que existe entre un hombre y una mujer, lo que les hace atractivos el uno para el otro, no ha sido aún satisfactoriamente descrita por nadie. Quizá debamos admitir lo justo de la distinción que asigna al hombre la esfera de la sabiduría y a la mujer la del amor, pese a que ninguna pertenezca en exclusiva a cualquiera de ellos. El hombre repite continuamente a la mujer: ¿por qué no eres más juiciosa?; la mujer repite continuamente al hombre: ¿por qué no eres más cariñoso? No está en su voluntad ser juiciosos o cariñosos; y sin embargo, a menos que cada uno sea juicioso y cariñoso, no habrá ni sabiduría ni amor.
Toda bondad trascendente es una, pese a que puede apreciarse de diferentes maneras o mediante distintos sentidos. La vemos en la belleza, la escuchamos en la música, la olemos en una fragancia, la saboreamos en un bocado, y todo el cuerpo la siente como una salud extraña. La variedad está en la superficie o la manifestación, pero fallamos al expresar su identidad radical. El amante, es cierto, ve en la mirada de su amada la misma belleza que aparece dibujada en los cielos del Oeste. Es el mismo daimon, al acecho aquí tras un párpado humano, allá tras los párpados declinantes del día. Aquí, a pequeña escala, se encuentra la antigua y natural belleza del atardecer y el amanecer. ¿Pero qué amante astrónomo ha conseguido alguna vez penetrar las etéreas profundidades de los ojos?
La joven esconde una flor más clara y un fruto más dulce que cualquier cáliz de la tierra, y si acude retraída, confiando en su pureza y resolución, conseguirá que, retrospectivamente, los cielos y toda la naturaleza la proclamen su reina.
Bajo el influjo de este sentimiento, el hombre es como las cuerdas de un arpa eólica, que vibran con los céfiros de la mañana eterna.
Henry David Thoreau
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Henry David Thoreau y su obra
Se conoce a Henry David Thoreau (1817-1862) como uno de los grandes filósofos, poetas y naturalistas estadounidenses, principalmente por sus obras Del deber de la desobediencia civil (1849) y Walden (1854), libro basado en Una semana en los ríos Concord y Merrimack (1849) y los diarios escritos entre 1837 y 1861.
En Del deber de la desobediencia civil expone su pensamiento político, ataca el esclavismo, critica los malos gobiernos, las leyes injustas y la guerra de su país contra México para arrebatarle una porción de territorio. Estos temas se desarrollan de igual manera en conferencias y ensayos como «Esclavitud en Massachusetts» (1854), «Una defensa del capitán Brown» (1858) y «Una vida sin principios» (1863), entre otros.
En Walden, Thoreau reflexiona sobre la vida sencilla, la austeridad, el amor y el respeto por la naturaleza; sobre el autoesclavismo impuesto por los individuos que desperdician sus vidas trabajando para otros; sobre las comunicaciones cada vez más rápidas, pero menos reflexivas, y sobre gran cantidad de mentiras convencionales.
Otras obras representativas de Thoreau son Historia Natural de Massachusetts (1842), Caminar (1862), Los bosques de Maine (1864) y Un yankee en Canadá (1866), así como una copiosa correspondencia, conferencias, ensayos, traducciones y poemas.
Thoreau perteneció a un grupo filosófico, político y literario, integrado por Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman, Margaret Fuller, Emily Dickinson, Amos Brown Alcott, Louise Alcott, Elizabeth Peabody y Nathaniel Hawthorne, entre otros, conocido como Los trascendentalistas, que floreció entre 1836 y 1860, y que predicaba una relación original con el universo a través de la conciencia individual, sin necesidad de milagros, jerarquías religiosas ni religiones.
El maestro Fernando González profesó admiración por la obra de Thoreau. Aunque no está claro en qué época leyó sus libros, su sintonía filosófica puede apreciarse estableciendo paralelismos entre El derecho a no obedecer (1919) —tesis para grado en Derecho, U. de A.— y Del deber de la desobediencia civil, así como entre los textos Viaje a pie (1929) y Caminar. De igual forma, su hijo Fernando González Restrepo «Nano» fue también un admirador y juicioso lector de la obra del autor norteamericano, tal como puede apreciarse en los apuntes y glosas que se encuentran en las diversas ediciones que coleccionó y que hoy forman parte del archivo de la Casa Museo Otraparte.
En consecuencia, nos parece pertinente iniciar un grupo de estudio quincenal sobre la obra de Thoreau y, en un primer momento, su relación con Fernando González y otros escritores colombianos. Con este grupo de estudio nos proponemos trabajar de la mano con The Walden Woods Project y The Thoreau Society, entidades constituidas para preservar y difundir el pensamiento y el legado de Thoreau. Los esperamos.
Jorge Iván Correa
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