Érase una vez… en Otraparte

Lecturas en voz
alta para niños de
todas las edades

—Julio 9 de 2017—

Ilustración de niños lectores en un árbol de libros

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Este será un espacio para leer juntos, para acercarnos a las palabras, al disfrute que ellas nos proporcionan desde siempre. Palabras que se trenzarán en poemas y cuentos para chicos y grandes, imágenes que saltarán por las ventanas hasta nuestros ojos, sensaciones de no tiempo y no lugar como en el paraíso de la infancia. Paladear los acentos, los ritmos y las desconocidas sonoridades que llevarán de la mano a nuestros niños (y a nosotros mismos) por paisajes e historias que de otro modo no habríamos soñado.

Se trata especialmente de abrir a los niños, en su experiencia cotidiana, un lugar para que no pierdan el asombro ni las preguntas, para cultivar su mirada y su sensibilidad, su percepción de la vida. Se trata de restituirles una región de la belleza y el sueño que en esta época de consumo y derroche tecnológico han empezado a perder.

La lectura y disfrutar el arte libremente será para ellos una experiencia enriquecedora que el tiempo, nuestra ciudad, nuestro país y la vida misma sabrán agradecer.

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El Principito

A León Werth

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada.

Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria:

A León Werth cuando era niño

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Actividad en el marco del proyecto “Leer es mi cuento” de la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa —Relata— del Ministerio de Cultura.

redrelata@mincultura.gov.co

Ministerio de Cultura de Colombia / Leer es mi cuento

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La niña de la caja de cristal

Cuento popular de Suiza (anónimo)

Érase una vez una linda y preciosa niña que vivía en un pueblecito de Suiza. Su madre la adoraba y le daba todo el amor que os podáis imaginar, pero vivía siempre preocupada por si algo malo le pasaba. A menudo se quedaba mirándola embelesada y le decía con ternura:

—¡Qué bonita eres, hija mía! Tus ojos son hermosos, tu piel es suave como la seda y tu cuerpo es frágil como una porcelana. No quiero que nada te perturbe ni nadie te haga sufrir.

Tal era su obsesión por protegerla, que una mañana decidió que lo mejor era meterla en una cajita de cristal. Ya no podría salir, pero al menos la mantendría para siempre a salvo de cualquier peligro.

A través de un agujerito, le pasaba cada día la comida y el agua para beber. Si hacía buen tiempo, cogía la caja y la llevaba hasta el jardín que había frente a su casa. Allí la niña se sentaba a mirar el paisaje, veía volar lindas mariposas, escuchaba el trino de los pájaros y se quedaba contemplando pasmada el bello cielo azul. Si hacía frío o llovía, ponía la caja en la parte central de la casa, que era el comedor, para que pudiera ver cómo barría, limpiaba el polvo o realizaba cualquier otra tarea cotidiana.

La niña sólo miraba, sentadita tras el cristal. Nunca le daba el aire, no tomaba el sol, no podía correr, no podía jugar… Con el paso del tiempo, empezó a debilitarse. Cada día estaba más pálida, ojerosa y triste. Dejó de interesarse por lo que sucedía a su alrededor y ya nada le importaba.

Un día la madre tuvo que ausentarse y la dejó junto a la puerta que daba al jardín. Un grupo de niños jugaban y reían felices en la calle, sin darse cuenta de que una chiquilla de su misma edad les observaba desde una celda de cristal. La pobre empezó a llorar. Enormes lágrimas resbalaron por sus mejillas y se sintió muy desdichada ¡Solamente deseaba ser como los demás!

De repente, un duende apareció por sorpresa y, pegando su nariz a la caja, la invitó a unirse a los chiquillos. Pero la muchacha negó con la cabeza, pues no podía abrirla de ninguna manera. El duende, apenado, silbó a los chavales y todos se acercaron a ver qué sucedía. Cuando vieron que había una niña encerrada en una caja transparente intentaron liberarla, pero resultó imposible.

El viento, que ese día soplaba fuerte, se compadeció y acudió en su ayuda en cuanto vio lo que estaba sucediendo. Ordenó a todos que se apartaran y sopló y sopló hasta que la caja de cristal se rompió.

La niña sintió una ráfaga de aire fresco en la cara, aspiró el aroma de las flores y escuchó fascinada el canto de las cigarras, que casi había olvidado. Después, descalza como estaba, empezó a corretear y a tirarse sobre la hierba para sentir su frescor ¡Qué felicidad! El color regresó a sus mejillas y sus ojos recobraron el brillo de antaño.

Cuando nadie lo esperaba, su madre apareció y se asustó al descubrir que su pequeña había sido liberada y estaba riendo y saltando con varios niños y un duende de traje verde y sombrerito de pico. Su primera reacción fue reprenderla y decirle que era una insensata ¿Y si alguien le hacía algo? ¿Y si se caía y se lastimaba? ¿Y si…?

Pero se paró a mirarla detenidamente y la vio tan feliz y tan llena de vida, que se acercó, la abrazó con mucho amor, y después fue por una escoba para barrer los cristales y olvidarse de la caja para siempre.

Fuente:

Mundoprimaria.com.

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Ilustración de una niña y animalitos lectores