Con su Música a Otraparte
Rubén Jaramillo
Ensamble de percusión y vientos
—29 de noviembre de 2024—
Rubén Jaramillo Restrepo
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Según descripción del periodista e investigador musical Diego Londoño, «Rubén Jaramillo es uno de esos pocos seres que con solo la mirada refleja pasión, confianza y admiración. Es un músico “natural” en el buen sentido de la palabra, nacido en Envigado, el 23 de octubre de 1950. Desde muy pequeño estuvo al lado de la música y sobre todo de los instrumentos de percusión, esto gracias a su padre Jesús María Jaramillo, el músico y zapatero “Negro Suso Jaramillo”, personaje reconocido en Envigado por su taller de zapatería, que mantenía animado con rumba, porro y pasillo. Su primer acercamiento a la música fue en la celebración de su primera comunión a los ocho años: “Mi papá llegó con unos amigos para amenizar la fiesta, la orquesta empezó a tocar y yo iba a bailar, pero no me dejaron, me pararon al lado de mi papá, y luego de que él tocara un tema, me dijo: ‘¡A tocar!’, y lo hice. Aunque yo no sabía nada, todo lo hice por naturaleza y ese fue el inicio; es por eso que mi musicalidad ha sido siempre muy natural”».
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… en los últimos años de la universidad, por esas cosas de la vida, apareció en mi casa Rubén, un viejo amigo de mi padre, solo un par de años más joven que él, y convenció a mi hermano mayor de que tocaran juntos e hicieran un ensamble de percusión. Mi hermano tocaba la batería y Rubén las tumbadoras y muchos otros instrumentos de percusión menor. La idea era tocar sin parar, poner una base rítmica, y el Negro Rubén (como le decían y le dicen muchos) se desfogaba, se desdoblaba, y hacía unos solos impresionantes de percusión, sin parar, cambiando patrones, cambiando instrumentos, subiendo y bajando el volumen y la intensidad, transitando un éxtasis rítmico que solo podía ser un vislumbre de una posesión de los orichas. Los golpes encarnaban las antiguas historias y los ritmos que se inventaron bajo los baobabs de la madre África. Me pareció encontrar al Muntu americano de Manuel Zapata Olivella, vivo, palpitante, extático…, ahí, a mi lado, y su hechizo fue irresistible. […] A Rubén lo encuentro por ahí con frecuencia, con su afro blanco como una nubecita, y nos saludamos con un cariño genuino, de gente que compartió partes de su alma. Hace algo más de un año hicimos un viaje de tres días en bicicleta por el Magdalena. Espero que podamos compartir algún otro todavía. A sus 74 años es más joven que muchos. Espero que llegue a más de 100, siempre y cuando pueda seguir haciendo música, y vibrando, y moviéndose más que una hormiga en un mango.
Daniel Álvarez Betancur
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