Conversación
Lectura de Viaje a pie
desde el camino
Sexta versión del recorrido
—Abril 24 de 2014—
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Al igual que El Brujo de Otraparte fuimos héroes al levantar nuestros pesados cuerpos, parásitos gravitatorios de ese lecho lleno de deseos, espantos, pesadillas y frustraciones, donde rondan fantasmas en noches lúgubres, frías y profundas. El premio fue el fuerte abrazo cargado de calor de piel, la sonrisa energizante que de inmediato nos hizo olvidar todas las neurosis e histerias colectivas, y por supuesto el seductor hálito del fantasma del Brujo rondaba en su huerta de Otraparte y nos llenaba el pecho de testosterona. Sentíamos la fuerza espiritual circulando y haciendo hervir nuestra sangre ese dos de enero antes de nuestra partida. El Brujo seducía nuestras piernas para no subyugarnos a pesadas barrigas, cuerpos exudando colesterol y tocino descompuesto, para sentirnos exploradores en el laberinto del paisaje montañero, para reír y danzar con el canto de la naturaleza, fundirnos en el rocío mañanero, danzar con las nubes y volar con el silbido del viento. Dejamos atrás la ciudad del diablo, la ciudad del peor miedo, como en ningún lugar del mundo, atestada de guardianes, policías y mercaderes de la muerte, la ciudad donde en cada paso se es un sobreviviente, donde la industria del robo, el cemento y la contaminación es un negocio pulpito. Estos caminantes panidas, locos chiflados, seducidos por el dios Pan, conectados con lo salvaje y lo bárbaro de una sociedad timorata y neurótica.
Nos enterramos vivos en el canalón que de Envigado sube al alto de San Luis, sentimos el paso de agotadas bestias y sudorosos animales subiendo esta escarpada pendiente: los jadeos de los caminantes recordaron una vez más la dificultad para que este parásito terrestre se torne alado. Por un camino nos topamos con el eterno retorno de un paisaje aniquilado diariamente por manos oscuras destruyendo el agua, la vida, y de paso los caminos. La ecuación es sencilla: sólo a donde no llega la civilización, a los paisajes que permanecen indiferentes al progreso, encontramos nuevamente el camino y el riachuelo pletórico de felicidad, amigos íntimos de noches estrelladas. En Abejorral, Aguadas, Pácora y Salamina los caminos se resisten a su holocausto, y esta frase brotó de los sentidos efervescentes: “¡Mercenarios del territorio, del paisaje prístino y de la vida, ustedes acaban el camino en su bulimia de poder, pero nosotros lo abrimos siguiendo nuestros delirios…!”.
Cándidas y amables gentes nos ofrecieron lo mejor de sus sonrisas y deliciosos banquetes. Como héroes vagabundos, errabundos y barzoneadores fuimos recibidos en los pueblos del maíz, el café, el Putas, las tejedoras, las matracas, los hermosos balcones; conocimos las andanzas de Robledo, Pipintá, Maytamá y Cyrigua, las tierras de Cuycuyes, Paucuras, Pozos, Carrapas y Picarras nos ofrecieron lo mejor de su cultura y aparecieron castillos en el lomo de la montaña con hermosos y pálidos atardeceres. Los colores de Pantanillo, la chiva y la algarabía de pasillo en Aguadas, los gallos en Pácora y el juego de balcones en Salamina volverán a nuestro imaginario ahuyentando la furia de la ciudad de jaulas y cemento. Nuevos caminos en laberintos descubrimos entre Aguadas y Aranzazu.
Subiendo a Manizales por la Cuchilla del Salado nos sentimos seres alados. Después de vencer la pesadez de la cama nuestro cuerpo flotaba por jardines y montañas. Nos sentíamos como Prometeo, libre de cadenas, llevando luz, aire y conocimiento a nuestro sistema biológico complejamente caótico. Subimos rodeados de agradables y agotados caminantes a la ciudad de hermosos atardeceres, como el dios Pan, dedicados a nuestro amor a la naturaleza, a la luz, al aire limpio, a los hermosos paisajes, a las pasiones de la vida. Los panidas subíamos venciendo la gravedad y la sociedad de diablo nos considera igualmente “sospechosos” por esta osadía, pues todavía nuestro pensamiento medieval sigue viendo al diablo en unos caminantes y exploradores llenos de amor y de vida.
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Fotografías de los viajeros a pie
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En 2013 y 2014, siempre acompañados de un creciente número de entusiasmados pueblerinos y lugareños, repetimos en el mes de enero el periplo de Envigado al Parque de los Nevados, con participación aproximada de 30 personas en cada viaje, y continuaremos el camino en el futuro hacia Buenaventura para tener contacto finalmente con el océano Pacífico, meta soñada de aventureros y poetas de la época: el mar con su infinitud que se pierde en las olas y las noches estrelladas, relámpagos que se fugan en la lejanía y palmeras que danzan con el viento: tal era el escenario mágico que el filósofo perseguiría en su Viaje a pie.
Diario de los viajeros
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Trepamos sobre el lomo andino. Allá abajo, en ese vallecito del Aburrá enmarcado por altas cordilleras, hemos vivido treinta y cuatro años, perseguidos por el diablo, ese anciano que aún conserva la cola de nuestros antepasados los monos, recibiendo las ideas generales a precios carísimos de manos del Negro Cano, el librero. ¡Qué juventud! Allá, en la altura, reímos alegremente…
A la derecha estaba la antena del inalámbrico. La torre se eleva, huyendo de la limitación de las montañas, buscando el ámbito universal. ¡Qué esfuerzo para levantarse de esta tierra! Esa torre fue para nosotros la representación de lo que los romanos llamaban humánitas.
Un romano tenía humánitas cuando se había hecho universal; cuando era un ciudadano del universo. Un Nerón elevó su corazón y su mente por encima de todo prejuicio humano; llegó al supremo egoísmo; todo lo relacionaba con su propio ser, y, así, se hizo dios. Un Mohandas Gandhi elevó su corazón y su mente a la inmensa altura donde sólo existe amor. Este, por otro método, se hizo también dios, o sea, hombre. Ambos tenían humánitas.
En esa mañana olorosa a cespedón se levantaba por encima de las colinas que la circuían, buscando la liberación del límite, de las fronteras, buscando el espacio, res communis omnibus, haciéndose humana, la antena de Marconi.
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Hay por allá fuentecillas más puras que la pureza, que forman la quebrada Las Palmas, de cuya agua debe beber el que quiera redondear su concepto de agua. Sabe a musgos, a sombra; al beberla vienen las imágenes de monte, de helechales y de grutas milagrosas. Siente uno que el mundo está lleno de fuerza, vis vitæ, de esa fuerza que hace germinar al óvulo. Se siente deseo de cambiar la frase de Linneo: Omnia animalia ex ovo, así: Omnia ex vi.
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El camino hace adelantar y al mismo tiempo es un obstáculo. ¿Quién se atreve a modificar el camino? ¿Cuánto hace que los caminos de la humanidad son Jesucristo y Sócrates? Por eso el hombre progresa muy lentamente; un genio cada diez mil años y en el intervalo el hombre practica, deforma, pervierte las emociones o ideas legadas por ese genio; algo bueno le queda. ¡Cómo han deformado en mil novecientos veintinueve años el camino de Jesucristo! La Cruz es ya de oro, sobre pechos de púrpura y en palacios de mármol.