Presentación
Viaje a caballo
Rutas de senderismo
—Marzo 12 de 2020—
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Luis Felipe Gómez Isaza (Medellín, 1961) es médico «de los de antes» y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Articula su profesión con el placer de escribir cuentos y ensayos breves. Ha participado en las escuelas de escritores de la Universidad de Antioquia y en los concursos de la facultad. Es autor de «Cuentos del cartujo» (2013), «Cuentos de Cupido» (2015) y «Cuentos de Sísifo» (2016). Junto a su padre Hernán aprendió desde la infancia a criar caballos criollos colombianos, oficio que desempeñó hasta 1993 cuando su ejemplar «Gardel» fue declarado fuera de concurso. Ahora, alejado de las exposiciones equinas y de su entorno social, practica el senderismo ecuestre.
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Presentación del autor y su
obra por Jorge Escobar Restrepo.
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Hay que estar entrenado en la compenetración entre el jinete y el equino para actuar como binomio y disfrutar de la experiencia mágica, casi mística, de montar a caballo por parajes solitarios.
El Autor
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Ahora Felipe nos presenta su último vástago, Viaje a caballo – Rutas de senderismo, que es un libro hermoso tanto por su estilo de narración poética y bello contenido, como por sus espectaculares fotografías y lujosa impresión de la editorial Taller de Edición. Cumplirá sin duda este libro varios objetivos: ser génesis de manual en nuestro país para fomentar y crear la industria turística del «senderismo a caballo», que se hace con éxito en otros países, permitiendo conocer la geografía, la arquitectura y la cultura e idiosincrasia de los distintos pueblos y parajes de nuestra patria, así como también —lo dice Felipe— crear esa simbiosis mágica de «jinete – cabalgaduras – medio ambiente» cargada de belleza, sorpresas, fauna, vegetaciones desconocidas, planicies y cañadas, aromas, sosiegos y temores. […] Con su estilo narrativo y lenguaje romántico, florido y sensible, el libro cumple la función preliminar de ser una catálogo con bellas fotografías de hermosos senderos de la patria, pero también de otros países como Argentina, Chile, España, Estados Unidos y Perú.
Jorge Escobar Restrepo
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Luis Felipe Gómez Isaza
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Viaje a caballo
~ Prólogo ~
Escribir un libro sobre senderismo ecuestre podría decirse que es una locura. A veces pienso que dar este paso de mostrar algo que produce placer a los sentidos y al alma puede resultar egoísta y desproporcionado. Sin embargo, creo que esta ventana que voy a proyectar puede despertar emociones entre quienes por curiosidad lleguen a estas páginas en versión impresa o digital. También me sorprende que el Taller de Edición arrope mi desparpajo y aventura. Para ellos no existe en Colombia una iniciativa parecida y con un entusiasmo desbordante estuvieron de acuerdo con esta publicación. Esa acogida que sentí por parte de ellos, impulsó mi aventura de cabalgar en la imaginación para avanzar en los párrafos descriptivos de mis caminos recorridos.
Empecé a viajar a caballo hace muchos años; al principio de una manera espontánea y también por necesidades logísticas de algunos paseos de la infancia, que por tratarse de lugares alejados, requerían montar a caballo para alcanzarlos.
En 1979, iniciando mi formación universitaria, me topé con la lectura de Viaje a pie, del maestro Fernando González. El encuentro con el filósofo fue impactante y, por qué no decirlo, paradigmático. Todavía, después de cuarenta años de aquella lectura, no solamente paso sus páginas una y otra vez, sino que ha sido la fuente de inspiración de estas rutas ecuestres que comencé en 1992.
En ese tiempo, organicé con otros compañeros el recorrido por el camino del maestro, quien en diciembre de 1929, en compañía de don Benjamín, salió de El Retiro, Antioquia, hasta Buenaventura, Valle del Cauca. Durante su camino a pie, y en esos treinta y dos días que duró la aventura, plasmó pensamientos sobre la Colombia de ese entonces, sus sentimientos hacia ella y el ser que la habitaba. Con su mirada esperanzadora encontraba que podría redimirse en las futuras generaciones.
Recuerdo que, en honor a él, siempre llevábamos un libro de su autoría en nuestras alforjas y cada que subíamos al lomo de una montaña alucinante, luego de embriagarnos con el paisaje que nos brindaba ese momento, leíamos fragmentos de sus pensamientos, ya fuera de El Hermafrodita dormido, Revista Antioquia, El remordimiento u otro de sus libros. El espíritu crítico, amoroso y de conciencia cósmica de Fernando González, el Brujo de Otraparte, dirigía el goce de sufrir la vida y de sentir el paso a paso del proceso místico de ese cabalgar que proporciona el sendero a caballo. Los recorridos iniciales, con las dificultades naturales surgidas por las obligaciones y las responsabilidades de mi profesión médica, fueron interrumpidos cuando en esos caminos empezamos a encontrarnos con actores del conflicto armado colombiano, que nos impidieron continuar con el sueño de seguir las huellas del viaje a pie.
Fueron casi ocho años, entre 1998 y 2006, en los que Colombia estuvo sometida por la guerra a un encierro torturante en los centros urbanos y el espacio para la aventura del sendero tuvo que ser limitado por motivos de seguridad personal.
Sin embargo, el entusiasmo de escribir y plasmar sentimientos y descripciones no se quedó en el olvido, y fue revivido con amor y profunda convicción de que la metáfora literaria en honor al maestro podría ver la luz. Por fin, antes de terminar la década y casi quince años después de ese viaje a caballo, este sueño se hace realidad.
Lo que presento en Viaje a caballo es eso, una irreverente metáfora del Viaje a pie, acompañada de fotografías seleccionadas con la ayuda de algunos expertos, entre ellos, Isabel Gómez Machado, mi hija. No soy fotógrafo, solo un aficionado, pero soy sensible al momento, a la vida, el camino; así como lo soy de las letras. Y aunque he incursionado con libros de cuentos, no puedo dejar en esta oportunidad que la esencia de escritor que se asombra con el viaje a caballo, plasme lo vivido y lo transmita, lo comparta. Así que las fotos que acompañan las letras son una crónica de viajes.
Les traigo caminos de Colombia, de Antioquia y, sobre todo, de mi querido y amado suroeste antioqueño. No soy de nacimiento de allí, pero mi alma es de Jericó, Támesis y Caramanta; mi alma es del río Cauca y de sus verdores de todos los matices; mi alma es propiedad infinita de Concordia y de sus cafetos. Y también es colombiana, es de Aguadas, de la sabana cordobesa, y de las alturas de la patria; de Santander, de Curití y Chicamocha. Traigo caminos del sur de América, donde las nieves constantes, el sol y las arenas de los portillos chileno y argentino juegan en sinfonía perpetua y me inspiraron poesías y pensamientos místicos que se quedaron en estas líneas.
Traigo en este libro crónicas de los caminos del inca y su reflexión principal: paz, amor y trabajo; así como pensamientos entre Ocebreiro y Santiago de Compostela y entre las grietas prehistóricas del Gran Cañón de Utah. Todos los caminos que realicé han sido procesos interiores, no solamente se trata de la descripción geográfica, de pronto no muy depurada, sino de la vivencia filosófica en torno a la existencia y sus matices, tan complejos, en los que nos gastamos la vida entera buscando significados, o como dicen los abuelos, desenredando la madeja.
Describiré caminos colombianos, instantes colombianos, paisajes colombianos y reflexiones colombianas. No se puede abstraer, cuando se viaja, el por dónde se hace y las implicaciones de ese territorio. Siempre la problemática social impregna nuestro sentir y nuestro viajar. No somos burbujas utópicas, como creen las generaciones nuevas, que escondidas en la nube digital evitan reconocer dónde viven y dónde lo harán.
Colombia es aún inmadura, no es ni siquiera una adolescente. Los viajes a su interior dan cuenta de lo que en esta introducción se narra y se transmite. En los viajes por Santander y sus nevados invoqué la conciencia cósmica; en los caminos de Cauca me encontré con civilizaciones perennes que aún se niegan a cambiar sus costumbres; en Córdoba me inspiraron las luchas utópicas e innecesarias de la tierra; en Caldas el café y los paisajes y en Suroeste, dos caminos entre muchos otros por los que se ha desplazado mi espíritu.
En España, Perú, Argentina, Chile y Estados Unidos, pude también cabalgar, pensar y meditar. A pesar de que nuestros paisajes son inmejorables e incomparables, esos senderos también me proporcionaron momentos de paz interior, placer estético y regocijo que pude plasmar en la cámara y en las páginas que aquí encontrarán.
Espero que este libro motive a conocedores y a legos. En Colombia el senderismo ecuestre apenas empieza, hay muy pocas empresas organizadas y otras con intenciones de lograrlo; apenas crecemos, es un incipiente amanecer.
Sin embargo, tenemos el mejor país, con los mejores paisajes, la mejor temperatura, los pisos climáticos y la mejor disposición geográfica para disfrutar. Hay montañas, hay valles, hay ríos y quebradas; hay sol durante doce horas del día y seis meses de lluvias y de tiempo seco. Si el proceso de paz avanza, permitirá acoger turistas extranjeros que quieran compartir nuestras huellas y regiones, y también compatriotas que, hastiados del encierro soporífero citadino, quieran vivir la naturaleza y vivir la paz que estos espacios proporcionan.
Disfruten el camino, escojan la fecha, la ruta, el guía y los amigos; preparen sus caballos, lleven lo necesario: abrigo, poncho, sombrero y ropa cómoda para el campo; manden a preparar el mejor fiambre, ojalá envuelto en hoja de bijao; lleven cámara de fotografía, alisten el asombro y la música interior que proporciona el sentirnos parte de lo eterno, del infinito natural. Lleven líquido suficiente y protector solar; asegúrense de que el herrero alistó el caballo, de que el camión trasportador o el tráiler estén disponibles; salgan cumplidos, a más tardar a las nueve de la mañana; busquen un buen mirador para el fiambre y compartan conversaciones. Hagan filosofía con sus pensamientos y el color de las nubes, aspiren profundo, el aire está lleno de verdes aromáticos que proporcionan el follaje y la tierra húmeda, refrésquense en la sombra de los árboles, sientan el sol y cómo el viento llena con su susurro melodioso sus sentidos; perciban el sudor de los caballos, les aseguro que en el mundo no existen aromas como estos. Bájense en las quebradas o en los ríos, tomen un baño de agua fresca, entren a los corregimientos y las veredas, también a las fondas, compartan humanidad y aprecien lo que ella hace. Un camino a caballo es mucho más de lo que la gente piensa, es un cúmulo de vivencias superiores, para los sentidos y para el alma.
Fuente:
Gómez Isaza, Luis Felipe. Viaje a caballo – Rutas de senderismo. Taller de Edición, Medellín, 2019, pp: 6-9.
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«Allí, en esa casa, cuyas tejas aún perviven al sol, no solamente aterrizó mi antecesor arriero sino que durmió el maestro Fernando González cuando por hechos curiosos y también fantásticos, decidió darle tregua a su viaje a pie en la misma ciénaga. Desde el sitio denominado La Coca de Huevo hasta la casa de La Ciénaga se extienden catorce kilómetros de paisajes que nunca abandonan al cabalgante. A la izquierda siempre verá el suroeste antioqueño, el río Cauca, el Arma y la quebrada de Pore. El descenso es suave y con una inclinación cómoda que favorece el goce de la vista».