Presentación

Tras los versos de Job

30 de abril de 2009

Tras los versos de Job - Gabriel Arturo Castro Morales

* * *

Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob

La Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob entregará el Premio Nacional de Poesía Porfirio Barba Jacob – Ciudad de Envigado 2009 al poeta ganador Gabriel Arturo Castro Morales, por su obra Tras los versos de Job. El autor de la obra ganadora nació en Bogotá en 1962. Es poeta y ensayista, antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia y colaborador de la Casa de Poesía Silva a través de talleres, presentaciones de libros y conferencias. Ganador del Premio Nacional de Poesía Aurelio Arturo (1990) y del Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía (2006), ha publicado Libro de Alquimia y Soledad (Educar Editores, Bogotá, 1992) y Alquimia de Media Luna (Verdehalago-UNAM, México, 1996). Actualmente realiza estudios de maestría en literatura en la universidad Tecnológica de Pereira y desde hace 22 años colabora con importantes medios culturales del país y de Latinoamérica.

El jurado encuentra en el libro de poemas ganador una poesía de honda reflexión y factura poética, en consonancia con la nueva corriente poética-reflexiva que se lee en el panorama nacional de la poesía, de poetas de trayectoria literaria reconocida. Con un ritmo que gana en intensidad y emotividad, dando cuenta de la universalidad y trascendencia que pide un lector a una obra poética moderna, el autor nos muestra en una forma atractiva entre poema y prosa poética, un lenguaje rico en su propuesta semántica, radicada en la reunión de su poder reflexivo aunado a lo poético como tal —versos gráciles en su validez verbal que ascienden limpios, cadenciosos, sugerentes al promontorio comprensivo e interpretativo del lector— y al despliegue de pensamiento que retoma la arisca realidad del hombre que en el tiempo actual se debate por su vida y su huella.

Tras los versos de Job propone al lector una trashumancia poética por la extenuante y larga tragedia jobiana que es la de todos los hombres señalados por su historia de mutua agresión, pero a la vez, a medida que se adentra en la ardua pradera del sufrimiento, ofrece diamantes de pensativo descanso para quien, como sin duda tantos esforzados lectores y vivientes, se niega a aceptar como resultado final la embestida de la muerte que esgrime sus negros espejos por doquier a fin de aplacar, de una vez por todas, con su viejo canto de sirena de desgracia a los gimientes que no se atreven a levantar su voz como el poeta, este que leemos. «Mi rencor madurará la sombra», dice el poeta para los que quedamos; es decir, vivir y no olvidar, nos propone, para cambiar, argüimos nosotros.

Con la participación especial de
la soprano Natalia Trejos Muñoz

* * *

Sic Editorial

* * *

El jurado para esta cuarta edición estuvo conformado por los poetas María Cecilia Muñoz, Claudia Trujillo y Edgar Trejos, quienes luego de la lectura de los libros recibidos de distintas ciudades del país, y fuera de éste (Glendale, California), resaltan la calidad poética de la obra del ganador.

La publicación de la obra ganadora, en edición de lujo, es patrocinada por (Sic) Editorial, proyecto Cultural de Sistemas y Computadores S.A., quienes apadrinan este premio. La difusión y premiación de la obra, emprendimiento de la Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob, es apoyada por la Secretaria de Educación para la Cultura del Municipio de Envigado.

* * *

Gabriel Arturo Castro

Gabriel Arturo Castro

En el Antiguo siervo (último momento del poemario), el verso se yergue rebelde y descarnado, en un acto de desnudez, de despojamiento total del imaginario real del poeta. Persiste su cosmovisión oscura, atormentada por la cicatriz de la memoria. Todo allí da cuenta de una «crónica sorda» que golpea el tiempo y la historia del hombre en su fragmentación, en su fisura, en su dolor de ser. Como camino transfigurador, el lenguaje toma su sitio, como proceso alquímico la sílaba, su abismo que nos enseña el fondo, la herrumbre, la ruina; paradójicamente, luego de concebirnos, de descubrirnos, de dolernos, de construirnos, nos muestra su cielo.

El Jurado

* * *

Tres poemas de
Gabriel Arturo Castro

Magros habitantes

Aparece,
cualquiera que sea tu invertebrada forma
y tu nombre,
vuelve al mundo a través del rostro
dibujado en la pared,
tu semblante caído y enfermo que muy a su pesar
alumbra desde adentro.

Nosotros, los fundadores de los extremos,
de riberas inútiles,
magros habitantes de un jardín de vejigas,
interrogamos al cielo pálido,
arrogante y extenso en cada uno de sus pliegues.

¿Dios, la tierra dejará de ser fangosa?
¿Hasta cuándo el temor se alojará
sobre la pierna del marginado,
en su llanto que prefiere morir anónimo,
muy lejano, sin resplandor?

* * *

Centinela

El guardián alumbra la hoguera,
un gran fuelle se deshace entre sus manos.
(El triturar del hierro y el ruido de las armas amoladas callan,
ya no hieren sus oídos, ni el humo irrita sus ojos).

La noche rodea al centinela.
La noche, suerte del afilador,
luz anémica, luz indigente,
luz que tiembla y embiste entre la sombra y el ojo,
animal dormido a la orilla de una vela,
de su canto vertical,
alarido prolongado, ardor que sube,
abismo abierto,
sangradura de río irremediable,
honda acequia junto a la cavidad de una úlcera a lo lejos.

Los hombres ciegos, los ovejeros de pobres pasos,
el ahorcado que le teme al fuego,
huyen de la estrechez de los zaguanes oscuros,
de la selva aciaga, de los cuchillos anchos,
de la originalidad de la pequeña ciudad negra.
El cielo está hecho de guiñapos de algodón impuro.
La oscuridad aumenta,
en todas las márgenes y orillas se difunde.
La luz eterna suspira, se estremece y muere.

El guardián, portando un pálido farol,
vigila el lenguaje de la noche.

* * *

Sangre ajena

De algún lugar viene una fila de ciegos,
doble castigo,
repetida certeza del desamparo.

Cuántos alucinados rondan en la noche de pulsos heridos
y cuerpos robados. La luna y los faroles se oscurecen,
saqueadores miserables atraviesan las cavidades del sueño.

Ojo secreto,
rostro amarillo, ojo fatal.

Grandes ojos sin color, extraviados, inquietos.
Escudriño. En los ojos del ciego está mi sangre
y la madre de sangre ajena.