Lectura y Conversación
Rómulo Bustos
Premio Nacional
de Poesía 2019
—23 de julio de 2020—
Rómulo Bustos Aguirre
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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte
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Rómulo Bustos Aguirre (1954, Santa Catalina de Alejandría, Caribe colombiano) es poeta, ensayista y profesor universitario. Su obra ha circulado en muestras antológicas, revistas y eventos nacionales e internacionales, así como en traducciones parciales a otros idiomas. Su primer poemario data de 1988: «El oscuro sello de Dios». Hasta la fecha ha publicado ocho libros que han sido recogidos en diversas compilaciones y antologías. Estas son algunas de ellas: «Muerte y levitación de la ballena y otros poemas» (2020), «La furia del cordero» (2020), «La pupila incesante» (2016), «De la dificultad para atrapar una mosca» (2008) y «Oración del impuro» (2004). En 1993 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía, concedido por el Instituto Colombiano de Cultura, por el poemario «En el traspatio del cielo», y en 2019 el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura por la antología «De moscas y de ángeles». En 2017 publicó el ensayo «Muerte de Dios y poesía moderna en Colombia», libro que, además de una indagación sobre la poesía en el mundo moderno, es un estudio sobre tres clásicos de la poesía colombiana contemporánea: Héctor Rojas Herazo, Jorge Gaitán Durán y Álvaro Mutis. Asimismo, ha realizado diversos ensayos, notas y antologías de poetas del Caribe colombiano: Luis Carlos López, Gustavo Ibarra Merlano y Jorge García Usta, entre otros. Doctor en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid; magíster en Literatura Hispanoamericana por el Instituto Caro y Cuervo; titulado en Derecho y Ciencias políticas por la Universidad de Cartagena. Actualmente es profesor de Literatura en la Universidad de Cartagena, donde dirige el Taller de Poesía Héctor Rojas Herazo y la Colección «El reino errante», Biblioteca Básica de Literatura del Caribe Colombiano.
Presentación del autor
y su obra por Lucía Estrada.
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De la poesía reciente que se escribe en Colombia la suya es la que más, creo, tiene un gobierno de lo onírico y de lo cotidiano, en un entrevero de religiosidad y paganismo, como si la primera instancia, la soñada, fuera de la misma materia de los rituales solemnes, y la segunda, la cotidiana, les abriera fisuras a las ceremonias desde el paganismo del día. […] Teniendo tratos con lo fantástico, Bustos siempre encuentra el asidero en lo que con pompa llamamos «la realidad». No es la fantasía como fuga, sino como ampliación de un mundo bullicioso y contradictorio, sereno y pugnaz a un mismo tiempo. […] Gracias a la seducción de un lenguaje de alta precisión, en un juego en el que no sabemos si la flecha da en el blanco o el blanco da en la flecha, como dicen que lo logran algunos arqueros orientales, sus poemas atrapan nuestros sentidos, al mismo tiempo que lo hacen la inteligencia del cerebro y la inteligencia del corazón.
Juan Manuel Roca
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El eterno, inacabado y misterioso tema central de la poesía de Rómulo Bustos es la trascendencia, el otro lado, su inasibilidad, sus reflejos en nuestra precaria realidad material, los significados que adquiere esa realidad en apariencia unívoca cuando se contrasta con las conjeturas que religiones, visionarios, hombres ordinarios y el propio poeta hacen de los trasmundos. Expresado en los términos que ahora invento, podría aventurarse que la persistente presencia de seres alados, pájaros y ángeles y la importancia que, como una constante, esta poesía atribuye al vuelo, alude a la conexión entre el mundo material y los otros mundos. […] A este respecto, la noción de centro se convierte en imagen receptora de universos donde imperan extrañas simetrías. […] No, no se trata solo de un problema de simetrías, de medidas exactas, en fin, de teoremas. La noción del centro es todavía más inextricable. […] El poeta lo plantea una y otra vez, y trata entonces de situarse en un punto donde todo se vea como no había sido contado antes.
Darío Jaramillo Agudelo
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Cinco poemas de
Rómulo Bustos Aguirre
PalenquerasMujeres grandes que llevan * * * PoiesisCada mañana a la medida de tu ignorancia Ínfima o deforme, te dices * * * Hay alguien que
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Rómulo Bustos Aguirre
La cicatriz de la Palabra
El hombre religioso está sediento de ser. Eliade Es probable que Dios no exista. Bustos La vista incendiada ve sólo luz. Ferrari |
Por Samuel Vásquez
6.
No se desacraliza lo sagrado, se aterriza lo sagrado otorgándole una forma a lo invisible, poniendo en circunstancia vital lo innombrable.
No se sacraliza lo profano: se desvela lo sagrado que hay en las cosas, se señala un milagro que no estamos viendo cuando nada pasa, se arrincona al misterio para que brille: «Lo eterno siempre está ocurriendo ante tus ojos», dice Bustos.
La poesía salva un recuerdo en peligro de extinción. Ese recuerdo es una cicatriz de la herida del poeta: «La cicatriz es la que escribe / tú sólo pones la herida». La alucinación poética sutura dolorosamente esa herida del lenguaje que se ha negado a cerrar.
El recuerdo fue el último habitante de lo que hubo. Si el hombre se extingue muere el testimonio de todo esto, se apaga la consciencia y el aplauso.
Aquí se mezclan certera y juguetonamente la loca imaginación de la razón y la precisión que reclama el sentimiento, pues no hay sentimiento que no busque acertar. El sueño de la razón produce Bustos. Un hábito hecho de imaginación cubre a este monje que, en lugar de prosternarse a profesar su fe, eleva una letanía de dudas y de risas. Siente necesidad de construir mundos irreales para nombrar la realidad, porque, como Heiner Müller, cree que una obra que tenga pies y cabeza es incapaz de nombrar el mundo de hoy. Si la poesía es un imposible maravilloso, y los ojos son poetas, Bustos expresa cabalmente esa imposibilidad: «Demasiado vasto es el misterio / para encerrarlo en la pupila». Como lo ha dicho William Blake reiterándose en escasas cinco palabras, «la percepción del hombre no está limitada por los órganos de la percepción: el hombre percibe cosas que no pueden percibir los sentidos».
En los poemas de Bustos no hay invisibilidad, hay resuelta determinación de figuración. Es una poesía figurativa. Su imaginación está poblada de seres visuales. El ángel no es un espíritu invisible: el ángel tiene figura de ángel, lleva alas, vuela. Dios es un pez gordo que ha sido atrapado por pescadores humildes. Se da aquí una iconografía.
7.
Muchas veces la poesía nombra no para exponer ni para imponer, sino para guardar, para proteger, para construir un muro de silencio y verdad. Silencio sin verdad es complicidad, cobardía, traición. El silencio es estuche de la verdad. El silencio lo busca quien ama con fervor las palabras y anhela tutelarlas, darles abrigo, o quien tiene mucho para decir y calla para generar un acantilado de espera que custodie las palabras mismas, que recaude su sentido, hasta colmarse.
Algunas veces la poesía nombra no para crear una forma que ocupe el espacio, sino para crear un espacio que sea habitado por el lector.
Bustos ríe sin recato al comprobar que la única certeza, la más cercana prueba de Dios, es su silencio perfecto, su ausencia absoluta. Esta risa es una conspiración contra lo sagrado, o es un desafío a la probable carencia de fe del lector. Sus palabras están despojadas de fasto, de orfebrería, de elocuencia. No construyen un altar. Son palabras llanas, de uso común. Conspira, pero no subvierte. «La eternidad es la oscura bisagra que cede», dice Blanca Varela. El día es apenas un parpadeo de un dios dormido desde la eternidad. Los segundos son insistentes golpes en la puerta de ese dios encerrado que nos sueña. Ni despierta, ni abre. Su ausencia protege su eternidad.
Abandonemos estos atropellados pensamientos con las palabras de Bataille, «la poesía que niega y destruye el límite de las cosas es la única que tiene el poder de devolvernos a su ausencia de límite; el mundo en una palabra se nos entrega, cuando la imagen que tenemos de él es sagrada, porque todo lo que es sagrado es poético, todo lo que es poético es sagrado».
8.
Los poemas de Rómulo Bustos Aguirre son una provocación que él no se afana en disimular. Estas palabras son algunas pavesas que quedaron de esa provocación.
Fuente:
Vásquez, Samuel. «La cicatriz de la Palabra». Prólogo en: Bustos Aguirre, Rómulo. De moscas y de ángeles. Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2018.
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