Lectura y Conversación
Ricardo León
Peña-Villa
—11 de abril de 2008—
Ricardo León Peña-Villa
Fotografía © Andrés Jaramillo
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Ricardo León Peña-Villa (Medellín, 1962). Poeta, escritor, compositor y periodista. Actualmente se desempeña como codirector de la revista digital Redyaccion.com y fue director de la revista «Casa Tomada» (New York, 2004-2006), reportero de entretenimiento, arte y cultura para el diario «La Prensa» (New York, 1999-2002) y dirigió la revista de poesía y otras artes «La ñ» (1994-1997). Ha publicado «Sinasco» (poesía de tres autores en edición bilingüe, New York, 2007), «Loisaida: Historias del Frío» (cuentos, Medellín, 2005), «Decir New York: Testigo Propio» (poesía, Valladolid, España, 2002), «Treintaitres» (poesía, Medellín, 1996) y «Tigre de Aries» (poesía, edición bilingüe, New York, 1993). Tiene dos novelas inéditas: «Gardel Vive en Guarne» y «New York Okupas – New York Squatters». Actualmente prepara «Gayola Espiritual» (poesía).
Ha sido productor de eventos como «Festival de cine colombiano en N.Y.» (1992 y 1994), movimiento de arte «Puerta 10» (1993-1996), «Marcha por la paz en Colombia N.Y.» (1998) y «Encuentro de Nueva Poesía» (New York, 2004-2006). Fue parte del movimiento «Okupa» en el Lower East Side de Manhattan. Fue premiado cuatro veces con «The National Hispanic Media Awards» por su trabajo como periodista en el diario «La Prensa» de New York, y su poema «Brown and Blue» obtuvo en 1992 el «Edge of Twilight Award», publicado en la antología del mismo nombre por la «National Library of Poetry» en Maryland, EE. UU. Ha presentado su obra en diferentes ciudades de Colombia, Argentina, Puerto Rico y Estados Unidos. Reside en New York desde 1990.
Presentación del autor por el poeta Gabriel Jaime Caro (Gajaka). Mateo Navia, filósofo y actor, leerá textos de Ricardo León Peña-Villa. Conversatorio sobre sus experiencias en la ciudad de Nueva York y el proyecto Casa Tomada. Ver en YouTube retrato en video de Ricardo León Peña-Villa y su experiencia como «okupa / squatter» en la ciudad de Nueva York.
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Ricardo León Peña Villa, el poe, es generoso. Va por el mundo recogiendo pedacitos de historias con las que cubre las paredes de su casa de New York. Como algunas noches hace frío va juntando fibras de palabras para abrigo. Más aún, a veces tiene la osadía de acogerte. Te invita a pasar, a sentarte, y el calor de las historias apacigua la carencia. Y de pronto eres historia tú también. Y va llegando gente y cada cual aporta algo. En el idioma natal, con el color de donde venga. Algún día hay la algarabía de una fiesta; alguna que otra tarde hay que llorar. De vez en cuando las historias son de guerra. Y entonces muros altos, secretos escondidos, peligros, voluntades, esperanzas. Otras veces con suerte son historias de amor y todo brilla. Todas las historias se entrecruzan en las paredes de su casa, cada una deja su huella de tinta permanente.
Nicole Cecilia Delgado
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Tres poemas de
Ricardo León Peña-Villa
Del desquiciadoLa ansiedad Ebrios los caballos en mi pena Esta muerte lenta IIEn esta pena IIILa lágrima * * * Umbrella HauzNuestra casa es la última parada del cielo. * * * Ad PortasHoy, ha muerto uno de los veteranos del barrio, Igual eran viejos los acongojados Hoy los viejos petrificados ante la muerte |
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El Visitante
Por Ricardo León Peña-Villa
Las últimas noches han estado un poco extrañas. He tenido la certeza de que sí es verdad que uno es otro cuando duerme, por eso decidí escribir este testimonio, esta noche incierta a las 7: 45 p.m. y con la más inmensa de las angustias.
El reloj va lento llevándome al cadalso de la duda y del sueño, como a un reo. Ya al borde de la segunda noche en vela, no aguanto mis párpados pesados, ojos de vista borrosa que se posan sobre este papel confesor y testigo, mano de piedra para mi tinta sangre. No sé si es confesión o testimonio, pero lo escribo por si no llego a mañana, por si esta noche se torna última.
Dos semanas atrás me desperté con el viejo revólver del abuelo al lado de la lámpara en mi mesa de noche. ¿Extraño? Extrañísimo.
Ya saben los vecinos que vivo solo —lo podrá verificar mi vecina de piso bajo— y además nadie me visita hace como diez días —también lo puede verificar ella— como encierro deseado para encontrar la mirada íntima. He evitado la gente desde esa primera vez.
Tres días después se repitió la acción pero ya más cercana a mí. Dentro de mis manos en abrazo, en mi dormir boca abajo acunado como un tesoro, el viejo 38 S&W. Su cañón maltrataba la muñeca de mi mano izquierda.
Desperté apoyado en mis antebrazos y levantando mi cuerpo e inclinando mi cabeza. Lo vi como a un intruso, mi dedo índice derecho templando levemente el gatillo y el asa de mira, guía del disparo, apoyada firme contra mi tetilla izquierda. Inmediatamente traté de retener mi último sueño. Rápida reacción de segundos que se fugan. El gesto del susto mostrado en mi cara, lo sentí como raíz de entraña. Miré a mi alrededor lentamente como si me sintiese acechado, pero todo estaba igual que siempre. La puerta del closet cerrada, la silla con mi ropa tal cual la dejé, y la televisión en su mundo oscuro que no cambia la rutina. Todo en orden, excepto yo; mar de confusiones en tormentos poco claros.
Volví a guardarlo en la bolsa de terciopelo y en el closet, pleno de susto e intriga. Llevo dos días de pensamientos veloces, cuidando mi integridad y caminando laberintos. La taquicardia me tiene en un borde de lágrima seca, cual niño perdido que no se rinde.
Son las 8:13 p.m. No soporto mis ojos y mis manos pesan como la piedra en hombros de Sísifo, condenado por los dioses y como él, yo.
Iré a dormir o a morir. Dejaré la luz encendida y haré una oración al abuelo. ¿Será que este texto sobrevivirá? Espero despertar en la mañana y si no, usted sabrá que pasó en mi última instancia y con el visitante.
Tome nota señor juez.
Fuente:
Loisaida: Historias del Frío. Editorial Palabra Viva, Medellín – New York, noviembre de 2005.