Presentación
Punto Seguido
~ Número 64 ~
—11 de noviembre de 2022—
Dama de los corazones heridos
Acrílico sobre lienzo de
María Soledad Londoño Soto
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Ver grabación del evento:
YouTube.com/CasaMuseoOtraparte
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Presentación del número 64 de la revista Punto Seguido, proyecto literario creado en 1979 bajo los principios de la poesía, la libertad y el amor. Conversan John Jaime Sosa, Pablo Carrillo y Óscar Jairo González Hernández.
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Es lo que es en este momento es y hacemos, porque no tiene historia, hace su historia cada vez que tenemos realizado un nuevo número, desde el deseo de posesión, el delirio de hacerla. Gravita como un delirio (como sobrenaturaleza de lo humano) en el mundo del arte, sin condicionamientos de nada y sin condiciones de nadie, o sea, no se somete a nada ni a nadie, es ella en sí misma, desde que se formó su estructura en movimiento de hélices de heliconias zodiacales, desde la hybris de cada uno de sus miembros en sus densas y condensadas concentraciones e intuiciones incendiarias, y su visión ha alcanzado a proyectarse entre los hombres-mediodía, que la observan y la desarrollan, como lo hacen las ostras en su dimensión tentacular, en su Mar de Mercurio. No somos astrónomos, pero sí buscamos lo desconocido y lo maravilloso por medio de ella. Y su vida se desarrolla en la ciudad de Medellín, en medio de las turbulencias más fascinantes, de las pruebas que son la vida y la muerte, en sus relaciones demostrables e indemostrables, como tienen que ser o es el carácter de todas las relaciones.
Óscar Jairo González Hernández
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Poética de la imagen
Por Juan Diego Tamayo
La imagen es evocación, liberación del lenguaje, exaltación de los sentidos, amplitud del alma. Respiro de la vida y hechizo de la muerte. Toda imagen nos lleva a la templanza del espíritu. Nos pasea por las galerías de la memoria arquetípica de la humanidad.
La imagen nos detiene en un punto exacto de nuestros temores para hacer el conjuro de su noche.
La imagen irradia la luz de la palabra que anticipa nuestros sueños.
La imagen despierta el ser infante que sabe jugar con las nubes de nuestra soledad.
Somos imagen en el agua persistente de nuestros deseos. Fulgor y gracia del árbol que abrazamos o del canto que nos adormece en la tiniebla de nuestras emociones.
Toda imagen es salvación. Aquello que es duda es imagen potencial de la creación.
Donde hay una imagen, una intuición, hay una vía segura de reconciliación entre nuestra ausencia de sentido y el sentido de la vida que respira de nuevo para que seamos árbol, misterio, pasión.
Para llegar a la imagen es necesario despertar los sentidos. Empecemos con el sentido del lenguaje. Cada letra es una imagen del cuerpo, de un instrumento, de la naturaleza. Cada imagen es la realización de un acto conmemorativo de la existencia. Cada imagen es el reflejo de una ausencia cumplida.
La imagen refleja lo que hemos sido, lo que somos, lo que será. Y acá el poder virtuoso del lenguaje. Conocerlo en su máxima extensión significa salvaguardarnos de las tinieblas grises de los tiempos. Conocer las palabras es estar del lado del acto creativo para asistir a la unión común, a la comunión que nos lleva por los parajes cifrados del ensueño y la semilla que brota de nuestros labios como un sol de bienaventuranza y festejo. Con la imagen nunca estaremos en la soledad. La imagen es compañía de corazones y la piel será manto de estrellas y pétalos del horizonte que abriga algo más que nuestros sueños.
Oráculo del verbo; la imagen es la visón y la reunión de nuestros sentidos que nos permite organizar nuestra visión personal del mundo. En ella confluyen las alegrías, tristeza, gracias y desgracias que vivimos: a partir de una pintura, de una melodía, de un pasaje cotidiano de un sueño, de un diálogo, etc. Podemos entrar en el laberinto de nuestra creación confirmada que se apresta a ser confirmación del hecho vivido. Toda imagen nos enlaza con nuestro ser íntimo. Con nuestro ser puro e insoslayable. Toda imagen es la aventura y el desafío por definirnos en la instancia más íntima y primitiva de lo que somos. Es el ser en potencia configurado en la palabra de eso que somos: oráculo del verbo reflejado en las aguas de sueño-fluir.
Allí somos. Allí nos expandimos. Como un nacimiento primigenio. Voz de voces en las antípodas que se hermanan. En las costuras del ser volvemos como un amanecer a ser canto y preeminencia. Festejamos el color de las aves pues somos esa ave que trina la alegría de la aurora e impulsa en fluir de los ríos y agita los crispones de la mar embravecida en el fuego sideral de las palabras que son viento, tierra; que nos lleva por el camino del canto de hermandad.
Somos imagen. Palabra originaria. Festejo de los días y de las reminiscencias. Luz de luz ahora que las manos se solazan con lo creado. Somos imagen, canto inmemorial y fuego prístino que nos reclama en la sed de la creación. Toda imagen: persistencia de la letra, en el corazón sutil y deseoso de la atemporalidad.
Cada imagen es una tentativa de eternidad. Cada imagen es un desafío al lenguaje, a los sentidos. La imagen rompe con la sed de lo no dicho. Cada imagen siembra su semilla de cielo, su albur de premoniciones que florecen en los campos de la inocencia. Cada imagen es la red de los sentidos que abraza todos los sentidos. Somos imagen, somos sentidos y en esta noble conjugación la palabra creadora nos despierta hacia infinitos de nobleza, de hermandad, de gloria eterna. Una imagen nos salva de la devastación de la soledad.
Crear una imagen es captar lo que dicen los sentidos. Es la realización integral y pura de un instante. Crear una imagen es la antesala del ensueño y, en su constitución, la fulguración de la alegría.
Crear una imagen es persistencia, razón de la persistencia. Razón del ser y de su imaginario transfigurado en verbo que no es lo mismo que palabra. El verbo es acto; la palabra es intuición. Pues toda palabra es la construcción que parte de una intuición, es necesidad volverla acto. Un acto es un desafío. Y esa es una de las tantas misiones del poeta. Desafiar es no dudar. Ir hacia la fuente saludable de la Hipocrene. Las musas nos esperan. La palabra es su fuente de agua y sed que compartimos.
Es importante en estos tiempos de horror que los poetas desafiemos todo lo que hay en nuestro entorno. A las nubes de la guerra hagamos luces de soles; a los disparos nocturnos que sean rayos de rocío en las bifloras; en el ruido de las granadas y bombas que sean sílabas para que sigan fluyendo los ríos y el mar se haga más mar.
Construyamos imágenes de papel que sean nubes. Pájaros tan pálidos como el silencio del abismo. Hablemos del fuego como un abanico de premoniciones. Que el viento sea el nido hirsuto donde nuestras palabras dúctiles anidan. Que del agua broten los ritmos de la vida y el fluir de la alegría. Y que la tierra sea la permanencia inmaculada de nuestras palabras. La resolución del silencio y palabra para hacer del mundo una instancia privilegiada: el mundo de la imagen.
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Dama de la miel
Acrílico sobre lienzo de
María Soledad Londoño Soto
Me sentí identificada cuando un artista amigo, Germán Arrubla, mencionó esta serie como «nuevo simbolismo». No pretende ser fotográfica, ni realista. Son imágenes de mujeres: las que se duelen, las que dan, las que protegen, las que crean. Damas, majas, dadoras y hechiceras. Antes y ahora, siempre he trabajado series temáticas. Esta serie, «Damas de silencio», me ha marcado sobre todo porque son obras que perduran en el tiempo y dejan huella. Para darla por terminada, me faltaría ese aspecto misterioso, mágico y muchas veces perverso de las mujeres que quiero recoger con el título de «Brujas, Magas y Hechiceras». Estoy en deuda con ellas.
María Soledad Londoño