Presentación
El primer amor
nunca se olvida
—Mayo 19 de 2011—
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Blanca Irene Arbeláez (Alcalá, Valle, 1962). “El primer amor nunca se olvida” se olvida fue publicado en 2010 con reedición en 2011 por Book Press NY. Actualmente prepara el libro “Cómo debemos morir”, sobre temas de salud, y “El pájaro del Cairo”, novela en torno a la violencia política del país. Reside en Nueva York desde la década de 1980.
Presentación de la autora
por Pedro Arturo Estrada
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Blanca Irene Arbeláez
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El primer amor
nunca se olvida
Una métafora del viaje
Por Pedro Arturo Estrada
Para Blanca Irene Arbeláez la vida comenzó a hacerse experiencia verdadera sólo a partir de un encuentro directo con la solidaridad y desde luego, el amor como vía permanente de descubrimiento. Así lo testimonia su primera novela El primer amor nunca se olvida, reeditada recientemente por Book Press NY.
Lo primero que llama la atención al leer esta obra es su transparencia narrativa fiel a la tradición oral propia de nuestros pueblos latinoamericanos, con su fluidez natural, su vivacidad, su espontaneidad y frescura para relatar toda clase de pequeños sucesos que van componiendo el texto vital.
En esta novela casi autobiográfica, Blanca Irene ha podido ordenar no sólo la trama de una historia personal sino, además, comunitaria. Aquí se recogen recuerdos, imágenes de una época ciertamente hermosa en lo que para muchos significó, como trasunto de unos años marcados por la amistad, los ideales y los sueños. Este relato contribuye a iluminar no sólo la memoria de su pueblo natal Alcalá, sino otros momentos de nuestra historia colombiana. Memorias transidas de nostalgias en las que el rostro de seres ya desaparecidos u olvidados regresan a nuestra mente para decirnos que aún tenemos un vínculo común, que nuestro presente sigue tejiéndose con los hilos que el pasado nos deja.
La estructura de esta obra alcanza a conformarse sin saltos, baches o rupturas innecesarias, en el ritmo que el propio devenir de la historia exige, dejando en el lector una evidente sensación de verosimilitud algo cruda y en veces áspera, si bien por momentos se adivina también el color amable que la imaginación aporta a la realidad allí contada. Sin embargo, la autora no quiso embellecer o acomodar los hechos a una trama de ficticio interés para el lector ávido de novedades y truculencias.
Por otra parte, El primer amor nunca se olvida termina convirtiéndose en una metáfora del viaje, ese deseo ancestral que nos habita por la aventura y la conquista de nuevos mundos. Metáfora de lo que la existencia representa en su proyección de absoluto pero también, al mismo tiempo, de transitoriedad.
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