Presentación

Palabra,
raíz hundida

—8 de marzo de 2018—

«Palabra, raíz hundida» de Gabriel Arturo Castro

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Gabriel Arturo Castro (Bogotá, 1962) es antropólogo, escritor y tallerista de arte. Entre sus publicaciones se cuentan: «Libro de Alquimia y Soledad» (Educar Editores, 1992); «Alquimia de la media luna» (UNAM, 1996); «Tras los versos de Job» (SIC Editores, 2009); «Ceniza inconclusa – Ensayos breves sobre arte y literatura» (Universidad del Tolima, 2012); «Pequeño mito del Bosque» (Cuadernos Negros Editorial, 2012); «Entre el mundo del lenguaje y la memoria – Siete ensayos literarios alrededor de la poesía de Héctor Rojas Herazo» (SIC Editores, 2013); «Extravíos – Comentarios bibliográficos de ida y vuelta» (Clepsidra Editores, 2013); «Día antes del tiempo» (Editorial Universidad del Tolima, 2013); «La caza invisible» (Fundación Común Presencia, 2014); «La urdimbre, el hilo oculto» (Biblioteca Libanense de Cultura, 2014); «Fábula del animal antiguo – Summa poética» (Editorial Universidad del Tolima, 2017); «Palabra, raíz hundida» (Rosa Blindada Ediciones, 2018) y «La Resurrección de la imagen» (Rosa Blindada Editores, 2018). Ha sido distinguido con los premios nacionales de poesía «Aurelio Arturo» (1990), «Ciro Mendía» (2006) y «Porfirio Barba Jacob» (2009).

Presentación del autor y su obra
por Pedro Arturo Estrada

Rosa Blindada Ediciones

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Para el poeta no hay otra sustentación real en el mundo, en la vida, que su propia palabra, raíz sagrada, absorbiendo constante las sustancias primordiales que un día serán verdor, ascensión celeste, flor del tiempo, fruto del espíritu. El poeta, árbol de sangre, abiertos los brazos, ramas al infinito, permanece allí plantado aguardando la lluvia y el sol, pero también dispuesto a afrontar la sequía, la tempestad, el rayo, siempre fiel a su sombra, a esa raíz, a su origen terrígeno y a su sueño celeste, hasta el último día.

En Gabriel Arturo Castro encuentro presente, desde sus primeros libros, esa fidelidad fundamental a la palabra poética honda y esencial. Palabra rizomática que desde la oscuridad fértil del misterio sabe florecer y frutecer luego en versos de gran belleza y significación, vocablo germinal que, sin embargo, no excluye su propia hesitación, la conciencia de la ruptura, lo inalcanzable, lo perdido, lo distópico incluso, pese a su origen edénico/adánico.

Pedro Arturo Estrada

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Gabriel Arturo Castro

Gabriel Arturo Castro

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Cuatro poemas de
Gabriel Arturo Castro

Dionisos

Nada queda de la bienaventuranza,
del paraje agradable
y calmo donde reinaba el alcanfor,
la videncia del roble y la edad de oro.

¿Qué se hizo la voz narradora del bosque?
¿El sol no está en mi plato?
¿Encontraremos a Dionisos entre las cenizas?

Todo jardín es un territorio enemigo
y nos hacemos viejos enfrentando al tiempo,
subiendo a lo más alto del árbol del mundo.
Comemos enseguida del fruto del sueño
pero los amontonadores de piedras
nos ponen umbrales,
muros,
paredes domésticas
y tierras pintadas que nos alejan del amparo único,
cuando estábamos solo a un paso.

Ya no hay Paraíso recobrado, sálvate o resiste.

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El infierno son los otros

Mientras arrastro la roca los otros me echan gotas de limón en la boca, porque ya no soportan el rastro del vómito a mi paso. Avanzo ciego hacia la luz de la cúspide, escalo, pero el peso de tanta gente adherida a la piedra se hace insoportable: huérfanos, grotescos, míseros, desamparados, carniceros, tuertos, lisiados, locos, solos y viejos con piel de corteza de árbol. Mi brazo se rompe. Sigo la marcha, jalo, acometo y la carga aumenta, fastidia, inoportuna. El otro brazo se astilla y las piernas se hacen añicos. La roca rueda con todos a su mundo extraño, un círculo de fuego que gira y gira. Yo no bajo, no obedezco, me quedo en la cima.

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Mundo vertical

Tanto tiempo he vivido encima de esta húmeda torre, siglos recorriéndola palmo a palmo. Cúpula, interminable alzadura, un día sirvió de fortaleza, luego de campanario, también de prisión. Incrédulo, un artículo de fe me dio a escoger mi condena. Preferí el destierro al envenenamiento o la muerte a pedradas. Aprendo a morir lentamente, mi espíritu insiste pero se apaga. Sigue lloviendo, el rocío abunda en este mundo vertical. Me hice un viejo de larga barba, arrugas profundas y repulsivo rostro. Miro el desierto, allá lejos Roma y más acá un Auschwitz y Palestina que se propagan por la Tierra. Aún desafiante quisiera que Dios me levante el castigo de la lluvia eterna, la nube siempre posada sobre mi fealdad, mi corazón y mi verdad incierta.

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Siesta

Después de dormir la siesta, los lectores nocturnos salen a visitar un camino de almendros negros, curvas cerradas, olor a grillos confusos, aceras de hornos y luminarias prendidas.

Sabemos que tomarán vino aguado, miel untada de espinas verdes, bebidas de cebada tostada y sal, o roerán la hoja de la vid y un hueso de ciervo joven.

Por ese camino llegarán golosos a nuestras páginas y sabrán que no hay últimas palabras, solo una soledad animal de esperanzas y penurias escondidas bajo el sofá, entre la suciedad, el polvo, el espanto, el consuelo o el frescor verde de las paredes.

Pobres lectores, la ansiedad del viaje fue un malentendido.

Fuente:

Castro, Gabriel Arturo. Palabra, raíz hundida. Rosa Blindada Editores, Cali, 2018.