Noche de Campo Literaria
Antonio Machado
Los caminos de Antonio
—30 de marzo de 2014—
Antonio Machado Ruiz
(1875-1939)
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Noche de Campo Literaria
en El Café de Otraparte:
Literatura a manteles:
Antonio Machado
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Antonio Machado
Antonio Machado (Sevilla, 26 de julio de 1875). Su familia le imprimió tolerancia, solidaridad y las ideas liberales que lo forjaron como uno de los poetas más grandes de España. El racionalismo, la enseñanza laica, un profundo amor y respeto por la naturaleza, la práctica del diálogo como método de aprendizaje y un entusiasmado interés por el folclore popular eran el oxígeno que se respiraba en la casa de los Machado.
Antonio descubrió las tertulias en Madrid; en París conoció a Rubén Darío, y en 1903 publicó su primer libro —“Soledades”— y compartió fraseos con Ramón María del Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y su hermano Manuel en la revista modernista Helios. Fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua Española en 1927, pero nunca llegó a ocupar su butaca de académico porque su melancolía afilada y constante, así como la tristeza de sufrir una guerra civil, terminaron por convertirse en la losa de su tumba.
Machado guardó en sus poemas su paso por la tierra de Soria, por los abandonos, las muertes y las partidas de aquellos que compartieron con él la sencillez de la vida. Derrotado, cansado y enfermo, abandonó su tierra para morir en Francia. Collioure fue la última estación y otros lugares de paso todavía siguen vivos en las lecturas de sus poemas.
Este domingo en la tarde rendiremos homenaje a su vida y a su poesía, la cual es “es palabra esencial en el tiempo”.
Lectura de textos y audiciones en
torno a la figura del poeta español.
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Escribir para el pueblo —decía mi maestro—, ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos, claro está, de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas inagotables que no acabamos nunca de conocer. Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España; Shakespeare, en Inglaterra; Tolstoi, en Rusia. Es el milagro de los genios de la palabra. Por eso yo no he pasado de folclorista, aprendiz, a mi modo, del saber popular. Siempre que advirtáis un tono seguro en mis palabras, pensad que os estoy enseñando algo que creo haber aprendido del pueblo.
Antonio Machado
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Un verso evocando la infancia. Un poema reescrito recordando a Guiomar. Las frases iniciales del monólogo «Ser o no ser» del Hamlet de Shakespeare. Son las últimas palabras recuperadas en arrugados papeles del viejo gabán que vestía en sus días finales Antonio Machado. La memoria de la infancia, del amor, de la muerte. De todo lo demás había sido despojado. Durante su huida de España, en la frontera con Francia, había desaparecido la maleta en que llevaba sus pobres pertenencias con los más caros recuerdos. Ya, pues, ligero de equipaje y mirando al mar, podía ser dado su cuerpo a la desnuda tierra. Como supremo y postrer tesoro siempre conservó una pequeña caja de madera con un poco de tierra de España para ser enterrado con ella. “ICI REPOSE Antonio MACHADO MORT en EXIL LE 22 FÉVRIER 1939”, puede leerse en la sencilla lápida de Collioure.
Julio Montes Santiago
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Machado había nacido en 1875; era de los más jóvenes escritores de la generación del 98. Lo destacado de todos ellos no fueron sus dotes —a veces muy altas—, sino su autenticidad: la necesidad íntima, irremediable, con que escribieron, porque para ello habían nacido, porque no eran de verdad más que escribiendo, porque necesitaban, para vivir, para ser españoles, poner en claro qué quería decir ese claro —y tantas veces triste— nombre: España. Por eso estos escritores lo fueron con la máxima plenitud que es posible; por eso han quedado, pese a todo; y seguimos viviendo de ellos, y con ellos, en una España que ellos en gran parte inventaron, descubrieron, mirándola con dolor y sin despego, con entusiasmo y rigor, conociéndola palmo a palmo y libro a libro, sin que nadie pudiera quitarles el dolorido sentir. Antonio Machado fue el poeta de esa generación; fue el que nos dio, desde ese nivel —el más alto que se había alcanzado desde el Siglo de Oro—, la interpretación poética de las cosas, y sobre todo de las cosas españolas.
Julián Marías
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Antonio Machado
(Sevilla, 1875 – Collioure, 1939)
Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid.
Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con Rubén Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno.
En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de H. Bergson y Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al instituto de Baeza.
Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure.
Los textos iniciales de Machado, comentarios de sucesos y crónicas costumbristas escritos en colaboración con su hermano y firmados con el seudónimo Tablante de Ricamonte, aparecieron en La Caricatura en 1893. Sus primeros poemas se publicaron en Electra, Helios y otras revistas modernistas, movimiento con el que Machado se sentía identificado cuando comenzó su labor literaria.
No obstante, aunque las composiciones incluidas en Soledades (1903) revelaron la influencia del modernismo, el autor se distanció de la imaginería decorativa de la escuela rubeniana para profundizar en la expresión de emociones auténticas, a menudo plasmadas a través de un sobrio simbolismo. En su siguiente libro, Soledades, galerías y otros poemas (1907), reedición y ampliación del anterior, se hizo más evidente el tono melancólico e intimista, el uso del humor como elemento distanciador y, sobre todo, la intención de captar la fluidez del tiempo.
Al igual que Unamuno, Machado consideró que su misión era “eternizar lo momentáneo”, capturar la “onda fugitiva” y transformar el poema en “palabra en el tiempo”. En los años posteriores se acentuó su meditación sobre lo pasajero y lo eterno en Campos de Castilla (1912), pero no por medio de la autocontemplación, sino que dirigió la mirada hacia el exterior, y observó con ojos despiertos el paisaje castellano y los hombres que lo habitaban. Una emoción austera y grave recorre los poemas de este libro, que evoca la trágica España negra tan criticada por la Generación del 98 desde una perspectiva regeneracionista, al tiempo que se describe con hondo patriotismo la decadencia y ruina de las viejas ciudades castellanas.
Fuente:
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Poema de
Antonio Machado
A un olmo secoAl olmo viejo, hendido por el rayo ¡El olmo centenario en la colina No será, cual los álamos cantores Ejército de hormigas en hilera Antes que te derribe, olmo del Duero, |
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Familia Machado