Noche de Campo Literaria
Bloomsday
Una celebración
del Ulises de James Joyce
—Junio 18 de 2011—
Jaimes Joyce
(1882 – 1941)
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Es necesario recordar, saber que la memoria también se construye con palabras, con el deseo de reinventar la vida, el tiempo, el destino, el amor. Y es la vida, ese delgado hilo de Ariadna que no alcanzamos a sujetar muy bien pero que nos mantiene firmes frente al abismo, lo que hoy celebramos de la mano de James Joyce. Esto que somos, fugacidad, contradicción, deseo, lujuria, inteligencia, evasión, compromiso, inocencia, aburrimiento, risa y sol, malestar, sosiego, efervescencia, negación, misterio, afirmación, belleza y espanto, ensoñación, presencia, ausencia… Polvo… Pero polvo memorioso. Polvo que camina las calles de una ciudad cualquiera tratando de descifrarla, de aprehenderla con los ojos, con los oídos, por medio de los olores claros y oscuros que nos envuelven como en una danza ritual… Con los músculos tensos, con el corazón y la cabeza vigilantes, con el oficio de aprender y desaprender a cuestas… Polvo que transita y se deja recorrer los laberintos de la sangre. Polvo y miedo. Polvo y alguna buena esperanza. Nunca muerte. Sólo tránsito. Un ir de aquí para allá como las agujas que tejen sus días y sus noches, esperando que el viaje valga lo que vale un reino, esperando que alguien o algo nos reconozca. Un tránsito de la incertidumbre al deseo de comprender, un tránsito que nos convierte en la embarcación, en el viento que la empuja, en la región a la que deseamos arribar…
Ulises somos todos. Y Leopold Bloom somos todos. Y todos somos Ítaca. Y todos el paciente tejido de Penélope. Y el mar, y otra vez el viaje.
Noche de Campo Literaria en El Café de Otraparte: Literatura a manteles: Bloomsday: una celebración del “Ulises” de James Joyce. Lecturas de algunos fragmentos de la obra, música irlandesa y una refrescante invitación de Cerveza San Tomás. ¡Los esperamos!
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En 1922, el escritor irlandés James Augustine Joyce publicaba su Ulises, la novela del siglo. Joyce describía las aventuras por la ciudad de Dublín del pequeñoburgués irlandés Leopold Bloom a lo largo del 16 de junio de 1904. Desde entonces, los admiradores de Joyce celebran este día como el “El Día de Bloom” (Bloomsday, juego de palabras por similitud con la expresión inglesa Doomsday, el Día del Juicio). El protagonista de la novela es judío, pero los episodios de aquel día siguen el modelo de la Odisea. De este modo Joyce quiere recordarnos que nuestra cultura es un país atravesado y bañado por dos ríos: uno de ellos nace en Israel, el otro en Grecia. Y los ríos son dos textos fundamentales que alimentan nuestra cultura con ricas historias.
Dietrich Schwanitz
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Ulises
—Fragmento—
Por James Joyce
Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera, con una bacia desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana hacía flotar con gracia la bata amarilla desprendida. Levantó el tazón y entonó:
—“Introibo ad altare Dei”.
Se detuvo, miró de soslayo la oscura escalera de caracol y llamó groseramente:
—Acércate, Kinch. Acércate, jesuita miedoso.
Se adelantó con solemnidad y subió a la plataforma de tiro. Dio media vuelta y bendijo tres veces, gravemente, la torre, el campo circundante y las montañas que despertaban. Luego, advirtiendo a Stephen Dedalus, se inclinó hacia él y trazó rápidas cruces en el aire, murmurando entre dientes y moviendo la cabeza. Stephen Dedalus, malhumorado y con sueño, apoyó sus brazos sobre el último escalón y contempló fríamente la gorgoteante y meneadora cara que lo bendecía, de proporciones equinas por el largo y la cabellera clara, sin tonsurar, parecida por su tinte y sus vetas al roble pálido.
(…)
Sombras vegetales flotaban silenciosamente en la paz de la mañana, desde la escalera hacia el mar que él contemplaba. Partiendo de la orilla el espejo del agua blanqueaba, acicateado por fugaces pies luminosos. Blanco seno del oscuro mar. Los golpes enlazados, de dos en dos. Una mano pulsando las cuerdas de un arpa que funden sus acordes gemelos. Palabras enlazadas, blancas como olas, rielando sobre la sombreante marea.
Una nube empezó a cubrir el sol, lentamente, oscureciendo la bahía con un verde más intenso. Estaba detrás de él, un cántaro de agua amargas. La canción de Fergus: la canté solo en casa, sosteniendo los acordes largos y tristes. La puerta de ella estaba abierta: quería escuchar mi música. Con una mezcla de temor, respeto y lástima me acerqué silenciosamente a su lecho. Lloraba en su cama miserable. Por esas palabras, Stephen: amargo misterio del amor.
¿Ahora dónde?
Sus secretos: viejos abanicos de plumas, tarjetas de baile con borlas espolvoreadas de almizcle, una charrería de cuentas de ámbar en su cajón cerrado con llave. Cuando era niña, en una ventana asoleada de su casa pendía una jaula. Escuchó cantar al viejo Royce en la pantomima de Turco el terrible y rió con los demás cuando él cantaba:
Soy el muchacho
que goza
de la invisivilidad.
Júbilos reliquiaduendeperdidos: almizcleviejoperfumados.
Y no más arrinconarse y cavilar.
Duendeperdidos en la memoria de la naturaleza con sus juguetes. Los recuerdos acosan su mente cavilosa. Su vaso lleno de agua de la cocina, cuando hubo comulgado. Una manzana rellena de azúcar negra, asándose para ella en el hogar en un oscuro atardecer de otoño. Sus uñas bien formadas enrojecidas por la sangre de los piojos aplastados en las camisas de los chicos.
En sueños, silenciosamente, ella vino después de muerta, su cuerpo consumido dentro de la floja mortaja parda, exhalando perfume de cera y palo de rosa, mientras su aliento cerniéndose sobre él, con palabras mudas y secretas, era como un desmayado olor a cenizas húmedas.
Sus ojos vítreos, mirando desde la muerte, para sacudir y doblegar mi alma. Sobre mí solo. El cirio de las ánimas para alumbrar su agonía. Luz espectral sobre el rostro torturado. Su respiración ronca ruidosa, rechinando de horror, mientras todos rezaban arrodillados. Sus ojos sobre mí para hacerme sucumbir: “Liliata rutilantiun te confessorum turma circumdet iubilantium te virginum chorus excipiat”.
Fuente:
Joyce, James. Ulises. Traducción del inglés por J. Salas Subirat, Santiago Rueda Editor, Buenos Aires, 1966.
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James Joyce
James Joyce (1882-1941), novelista y poeta irlandés cuya agudeza psicológica e innovadoras técnicas literarias expresadas en su novela épica Ulises le convierten en uno de los escritores más importantes del siglo XX.
Joyce nació en Dublín el 2 de febrero de 1882. Hijo de un funcionario acosado por la pobreza, estudió con los jesuitas, y en la Universidad de Dublín. En 1904 abandonó Dublín con Nora Barnacle, una camarera con la que acabaría casándose. Vivieron con sus dos hijos en Trieste, París y Zürich con los escasos recursos proporcionados por su trabajo como profesor particular de inglés y con los préstamos de algunos conocidos. En 1907 Joyce sufrió su primer ataque de iritis, grave enfermedad de los ojos que casi le llevó a la ceguera. Después de vivir veinte años en París, cuando los alemanes invadieron Francia al principio de la II Guerra Mundial, Joyce se trasladó a Zürich, donde murió el 13 de enero de 1941.
Siendo estudiante universitario, Joyce logró su primer éxito literario poco después de cumplir 18 años con un artículo, “El nuevo drama de Ibsen”, publicado en la revista Fortnightly Review de Londres. Su primer libro, Música de Cámara (1907), contiene 36 poemas de amor, muy elaborados, que reflejan la influencia de la poesía lírica isabelina y los poetas líricos ingleses de finales del siglo XIX. En su segunda obra, un libro de 15 cuentos titulado Dublineses (1914), narra episodios críticos de la infancia y la adolescencia, de la familia y la vida pública de Dublín. Estos cuentos fueron encargados para su publicación por una revista de granjeros, The Irish Homestead, pero el director decidió que la obra de Joyce no era adecuada para sus lectores.
Su primera novela, Retrato del artista adolescente (1916), muy autobiográfica, recrea su juventud y vida familiar en la historia de su protagonista, Stephen Dedalus. Incapaz de conseguir un editor inglés para la novela, fue su mecenas, Harriet Shaw Weaver, directora de la revista Egoist, quien la publicó por su cuenta, imprimiéndola en Estados Unidos. En esta obra, Joyce utilizó ampliamente el monólogo interior, recurso literario que plasma todos los pensamientos, sentimientos y sensaciones de un personaje con un realismo psicológico escrupuloso. También de esta época data su obra de teatro Exiliados (1918).
Joyce alcanzó fama internacional en 1922 con la publicación de Ulises, una novela cuya idea principal se basa en la Odisea de Homero y que abarca un periodo de 24 horas en las vidas de Leopold Bloom, un judío irlandés, y de Stephen Dedalus, y cuyo clímax se produce al encontrarse ambos personajes. El tema principal de la novela gira en torno a la búsqueda simbólica de un hijo por parte de Bloom y a la conciencia emergente de Dedalus de dedicarse a la escritura. En Ulises, Joyce lleva aún más lejos la técnica del monólogo interior, como medio extraordinario para retratar a los personajes, combinándolo con el empleo del mimetismo oral y la parodia de los estilos literarios como método narrativo global. La revista estadounidense Little Review empezó en 1918 a publicar los capítulos del libro hasta que fue prohibido en 1920. Se publicó en París en 1922.
Finnegans Wake (1939), su última y más compleja obra, es un intento de encarnar en la ficción una teoría cíclica de la historia. La novela está escrita en forma de una serie ininterrumpida de sueños que tienen lugar durante una noche en la vida del personaje Humphrey Chimpden Earwicker. Simbolizando a toda la humanidad, Earwicker, su familia y sus conocidos se mezclan, como los personajes oníricos, unos con otros y con diversas figuras históricas y míticas. Con Finnegans Wake, Joyce llevó su experimentación lingüística al límite, escribiendo en un lenguaje que combina el inglés con palabras procedentes de varios idiomas. Las otras obras publicadas son dos libros de poesía, Poemas, manzanas (1927) y Collected Poems (1936). Stephen, el héroe, publicada en 1944, es una primera versión de Retrato. Además, en 1968, su biógrafo Richard Ellman publicó un original inédito Giacomo, pequeña obra considerada el antecedente del Ulises.
Joyce empleaba símbolos para expresar lo que llamó “epifanía”, la revelación de ciertas cualidades interiores. De esta manera, sus primeros escritos describen desde dentro modos individuales y personajes, así como las dificultades de Irlanda y del artista irlandés a comienzos del siglo XX. Las dos últimas obras, Ulises y Finnegans Wake, muestran a sus personajes en toda su complejidad de artistas y amantes desde diversos aspectos de sus relaciones familiares. Al emplear técnicas experimentales para comunicar la naturaleza esencial de las situaciones reales, Joyce combinó las tradiciones literarias del realismo, el naturalismo y el simbolismo plasmándolos en un estilo y una técnica únicos.
Fuente:
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