Noche de Campo Literaria
Escritores perseguidos
—Mayo 22 de 2010—
Annelies Marie “Anne” Frank
(1929 – 1945)
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Noche de Campo Literaria en El Café de Otraparte: Literatura a manteles: Homenaje a los artistas, poetas, filósofos y escritores víctimas de estados totalitarios y a la libertad de expresión. Lectura de textos de Ana Frank, Max Jacob, Walter Benjamin, Paul Celan, Ilse Weber, Irene Nemirovsky, Etty Hillesum, Marina Tsvietaievna, Milena Jesenska y Primo Levi, entre otros, además de la presencia de “Feriarte – Arte de diseñadores independientes” el sábado 22 y el domingo 23 a partir de las 3:00 p.m.
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Podríamos cerrar los ojos ante toda esta miseria, pero pensamos en los que nos eran queridos, y para los cuales tememos lo peor, sin poder socorrerlos. En mi cama bien abrigada, me siento menos que nada cuando pienso en las amigas que más quería, arrancadas de sus hogares y caídas a este infierno. Me da miedo el cavilar que aquellos que estaban tan próximos a mí se hallen ahora en manos de los verdugos más crueles del mundo. Por la única razón de que son judíos. El terror reina en la ciudad. Noche y día, transportes incesantes de esa pobre gente, provista tan sólo de una bolsa al hombro y de un poco de dinero. Estos últimos bienes les son quitados en el trayecto, según dicen. Se separa a las familias, agrupando a hombres, mujeres y niños. Los niños al volver de la escuela, ya no encuentran a sus padres. Las mujeres, al volver del mercado, hallan sus puertas selladas y notan que sus familias han desaparecido.
Ana Frank
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Tributo a los
escritores perseguidos
Por Manel Dalmau
Hace cien años nació el poeta Miguel Hernández, quien fue perseguido durante la Guerra Civil Española y cuya obra se prohibió bajo el régimen de Franco. Pero no fue el único. Miles de mujeres y hombres han sido asesinados, perseguidos, prohibidos, censurados o condenados por sus obras.
El sábado 22 de mayo, en el espacio que nos regala El Café de Otraparte, podremos disfrutar de la lectura de textos de autores que sufrieron persecución y asesinato durante el régimen nacionalsocialista. Algunos de ellos no gozan aún del prestigio que los encumbra en las primeras listas de venta de las librerías, pero su obra, condenada y silenciada, es sin duda el espíritu inmortal de un ideario libre pensador que nos debería contagiar a todos de silenciosa y permanente solidaridad, de bulliciosa sensibilidad.
Hace 5.000 años se destruyeron los primeros libros, hechos con arcilla, en el sur del actual Irak. En el año 2500 a.C. desaparecían miles de tablillas escritas en sumerio en la biblioteca de Ebla, en Siria. Hammurabi saqueó archivos para enriquecer su palacio al sur de Bagdad. Eran los tiempos de las grandes bibliotecas de Babilonia. El faraón monoteísta Akhenatón quemó libros hechos con papiro para monopolizar y consolidar su propia religión. Entre los años 500 y 200 a.C. se podían leer más de 2.000 obras teatrales en Atenas. Hoy tan sólo sobreviven unas 50.
Incluso Platón quemó libros de intelectuales que eran contrarios a su estado ideal: La República.
En la biblioteca de Alejandría se hizo realidad el sueño de un hombre cuyo nombre era Demetrio de Falero: el de recopilar 500.000 libros. Con los años, se guardaron 42.000 manuscritos en la biblioteca y 490.000 en el museo. Su pérdida es una de las más dolorosas que ha sufrido nuestra civilización. Hipatia, hija de Teón, bibliotecario de Alejandría, fue la primera mujer condenada y apedreada hasta morir por tener un pensamiento científico.
Las tablas de la ley hebreas también fueron destruidas. Según las Sagradas Escrituras, el mismísimo Moisés rompió los mandamientos que habían sido escritos por el dedo de Dios. El profeta Jeremías advirtió sobre las persecuciones intelectuales que los romanos realizarían en contra la religión judía.
Se persiguieron textos budistas en China, en el siglo I de nuestra era; se destruyeron 4.600 templos budistas junto a toda su documentación. Pergaminos y papiros escritos por historiadores que circulaban en las bibliotecas públicas del vasto Imperio Romano también fueron quemados. Los gnósticos fueron ferozmente censurados por la Iglesia Católica. Era el inicio de la cacería contra las herejías.
El Imperio Bizantino era la única conexión con la extensa cultura griega. Se publicaba con papiro, pergamino y papel. Constantinopla representaba el postrero baluarte de la cultura occidental, pero sus bibliotecas no se salvaron de diversos incendios, perdiéndose más de 120.000 textos. Finalmente, la Cuarta Cruzada arrasó la ciudad y los restos culturales de sus bibliotecas.
Durante los siglos V y VI no había bibliotecas en Europa. Los libros que sobrevivieron en Constantinopla fueron esparcidos por los monasterios del occidente europeo. Finalmente, bajo el reinado de Carlomagno, floreció de nuevo la cultura. Pero no se pudo evitar un constante saqueo de bibliotecas que resistían en monasterios y castillos feudales. El Talmud, recopilación hebrea de interpretaciones sobre la Biblia, ha sido uno de los libros más perseguidos en la historia. “El tratado sobre la monarquía” de Dante fue quemado en Lombardía en el año 1318. En 1559 se ponía en marcha la maquinaria inquisidora y censora del “Index librorum prohibitorum et expurgatorum”, ejecutada por la Santa Inquisición, fundada en el año 1542 bajo el nombre de “Sacra congregatio romanae universalis inquisicionis seu sancti officii”, o comúnmente llamada “Santo Oficio”, bajo el apadrinamiento del Vaticano. Autores como Galileo, Erasmo de Rotterdam, Rabelais, Descartes, Hobbes, Hume, Diderot, Balzac, Zolá, Bergson o Sartre fueron prohibidos, en una dura persecución cultural que se finiquitó afortunadamente en 1966 (muy tarde).
Córdoba levantó la biblioteca más importante de toda la Europa Medieval. Se reunieron cerca de 400.000 volúmenes seleccionados sobre el saber humano. Durante el reinado de Almanzor, en el año 981 se quemó toda la biblioteca. Sólo se conserva un solo libro, fechado en el año 970.
En 1476 la biblioteca más importante del mundo era la del rey húngaro Matías Corvino. Contenía textos en griego, latín y hebreo, que cubrían los campos de medicina, geografía, filosofía, teología, arquitectura y derecho. Los turcos la saquearon, sobreviviendo 250 textos de un total de 3.000.
Los astrólogos y los alquimistas padecieron persecuciones durante mucho tiempo. Ahí queda la quema de las bibliotecas del catalán Enrique de Villena, Johannes Zeller, Michel de Notredame y John Dee.
Bajo las turbulentas etapas revolucionarias que cubrieron gran parte de nuestra historia, el pensamiento libre siempre cayó bajo el peso de la prohibición, persecución y destrucción.
Durante la Guerra Civil Española el primer disparo mató a Federico García Lorca. Ambos bandos, tanto el republicano como el rebelde, saquearon y destruyeron bibliotecas y asesinaron a sus defensores. El bibliocausto nazi fue vaticinado por Heinrich Heine en 1821 con su obra “Almanzor”: “Allí donde queman libros, acaban quemando hombres”. Fueron quemadas más de 25.000 obras prohibidas. En 1944 la biblioteca de Varsovia fue calcinada con sus 700.000 libros incluidos. Quince millones de libros se quemaron en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. La lista de escritores perseguidos, muchos de ellos asesinados en los campos de exterminio, es amplia:
Escritores víctimas de los nazis
Adam Kuckhoff († ejecutado en 1943 en Berlin-Plötzensee); Albrecht Haushofer (encarcelado en Berlín y asesinado en 1945 cerca de la cárcel por miembros de las SS); Alma María König († en el gueto de Minsk, tras ser deportada, en 1942); Anne Frank († campo de concentración de Bergen-Belsen, 1945); Anton de Kom († en el campo de concentración de Neuengamme en 1945); Arno Nadel; Bruno Schulz († en Drohobytsch, Ucrania, en 1942; asesinado a tiros en la calle por un miembro de la Gestapo); David Vogel († en Auschwitz, presumiblemente en 1944 o 1945); Else Feldmann († campo de concentración de Sobibor, 1942); Else Ury († en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en 1943); Erich Knauf († ejecutado en la prisión de Brandenburg en 1944); Erich Mühsam († campo de concentración de Oranienburg en 1934); Etty Hillesum († en el campo de concentración de Auschwitz en 1943); Félix Fechenbach († cerca de Warburg, asesinado en 1933); Franz Hessel († Sanary-sur-Mer en 1941, durante la huida, de agotamiento); Friedrich Reck-Malleczewen († en el campo de concentración de Dachau en 1945); Fritz Löhner-Beda († en el campo de concentración de Auschwitz en 1942, apaleado); Georg Hermann († en el campo de concentración de Auschwitz en 1943); Gertrud Kolmar († en el campo de concentración de Auschwitz en 1943); Helga Deen († campo de concentración de Sobibor, 1943); Ilse Weber († en Auschwitz, en 1944); Irène Némirovsky († en el campo de concentración de Auschwitz en 1942); Jakob van Hoddis († presumiblemente en el campo de concentración de Sobibor en 1942); Janusz Korczak (asesinado en 1942 en Treblinka); Jizchak Katzenelson († en el campo de concentración de Auschwitz en 1944); Julius Fucik († ejecutado en 1943 en Berlin-Plötzensee); Jura Soyfer († en el campo de concentración de Buchenwald en 1939); Karel Polácek († en el campo de concentración de Auschwitz en 1944); Marcell Klang († en el campo de concentración de Mauthausen en 1942); Max Jacob († en el campo de concentración de Drancy en 1944); Milena Jesenská († en el campo de concentración de Ravensbrück en 1944); Mordechaj Gebirtig († Ghetto de Cracovia, 1942, asesinado a tiros en la calle); Paul Kornfeld; Peter Hammerschlag († en el campo de concentración de Auschwitz en 1942); Rudolf Hilferding; Ruth Rewald († en fecha desconocida en Auschwitz, a donde fue deportada en 1942); Selma Meerbaum-Eisinger († campo de trabajo Michailovska en 1942); Tadeusz Boy-Zelenski († fusilado en Lemberg en 1941); Theodor Wolff († en Berlín en 1943, tras los malos tratos recibidos en la cárcel); Vladislav Vancura († en Praga en 1942, asesinado a tiros); Walter Lindenbaum († en el campo de concentración de Buchenwald en 1945).
Escritores perseguidos por los nacionalistas
La lista contiene los nombres de escritores que fueron perseguidos, encarcelados, llevados a campos de concentración. Algunos de ellos optaron por el exilio. Algunos fueron a la emigración aun sin haber sido directamente perseguidos, por el clima social que se estaba creando, por discriminación de alguien de su familia o por evitar posibles persecuciones:
A. M. Frey, Albert Drach, Albert Vigoleis Thelen, Albrecht Schaeffer, Alexander Lessin, Alexander Roda Roda, Alfred Döblin, Alfred Grosser, Alfred Kerr, Alfred Polgar, Alice Rühle-Gerstel, Alice Schwarz-Gardos, Anna Seghers, Annette Kolb, Arnold Zweig, Balder Olden, Bertolt Brecht, Bodo Uhse, Bruno Apitz, Bruno Frank, Christa Winsloe, Edgar Hilsenrath, Eduard Claudius, Egon Erwin Kisch, Elias Canetti, Elie Wiesel, Elisabeth Castonier, Else Lasker-Schüler, Emil Ludwig, Erich Fried, Erich Maria Remarque, Erich Weinert, Erika Mann, Ernst Angel, Ernst Erich Noth, Ernst Toller, Ernst Waldinger, Ernst Weiss, Ernst Wiechert, Franz Carl Weiskopf, Franz Werfel, Frederic Morton (nacido en 1924 en Viena como Fritz Mandelbaum), Friedrich Muckermann, Friedrich Torberg, Friedrich Wolf, Fritz Erpenbeck, Fritz Löhner-Beda, Fritz von Unruh, Georg Kaiser, Georges-Arthur Goldschmidt, Gershom Scholem, Gustav Regler, Hans Sahl, Hedda Zinner, Heinar Kipphardt, Heinrich Eduard Jacob, Heinrich Mann, Helmut Weiss, Henriette Hardenberg, Hermann Broch, Hermann Kesten, Herwarth Walden, Hilde Domin, Hilde Rubinstein, Hilde Spiel, Imre Kertész, Inge Deutschkron, Irmgard Keun, Jacques Lusseyran, Jakov Lind, Jan Petersen, Jean Améry, Johannes R. Becher, Jorge Semprún, Joseph Roth, Jura Soyfer, Karl Wolfskehl, Klaus Mann, Konrad Merz, Kurt Barthel, Kurt Pinthus, Kurt Tucholsky, Leo Perutz, Leonhard Frank, Lilly Becher, Lion Feuchtwanger, Lola Landau, Louis de Wohl, Ludwig Renn, Max Herrmann-Neisse, Max Zimmering, Nelly Sachs, Ödön von Horváth, Oskar Maria Graf, Oskar Seidlin, Otto Lehmann-Rußbüldt, Otto Rühle, Paul Hatvani, Paul Zech, Peter Weiss, Primo Levi, René Schickele, Richard Beer-Hofmann, Richard Huelsenbeck, Robert Musil, Robert Neumann, Rose Ausländer, Rudolf Leonhard, Rudolf Olden, Ruth Klüger, Salomo Friedlaender, Schalom Ben-Chorin, Siegfried Kracauer, Stefan Andres, Stefan Heym, Stefan Zweig, Stephan Hermlin, Theodor Plievier, Thomas Mann y su mujer Katharina Mann, Tuvia Rübner, Walter Hasenclever, Walter Huder, Walter Mehring, Werner Kraft, Willi Bredel.
Algunos escritores, especialmente los que habían ido al exilio, terminaron suicidándose
Alfred Wolfenstein († París, 1945); Alice Rühle-Gerstel († México, 1943); Carl Einstein; Egon Friedell († Viena, 1938); Ernst Toller († Nueva York, 1939); Ernst Weiss († París, 1940); Franziska Becker († Frankfurt am Main, 1942); Jochen Klepper († Berlín, 1942); Kurt Tucholsky († Suecia, 1935); Ludwig Fulda († Berlín, 1939); Stefan Zweig († Petropolis en Brasil, 1942); Walter Benjamin († Port-Bou, 1940); Walter Hasenclever († campo de concentración de Les Milles).
Escritores prohibidos
Albert Einstein, Alexander Lernet-Holenia, Alfred Döblin, Alfred Kerr, Alfred Polgar, André Gide, Anna Seghers, Arnold Zweig, Arthur Schnitzler, Bertha von Suttner, Bertolt Brecht, Carl Sternheim, Carl von Ossietzky, Egon Erwin Kisch, Erich Kästner, Erich Maria Remarque, Ernest Hemingway, Ernst Bloch, Ernst Toller, Erwin Piscator, Felix Salten, Franz Kafka, Franz Werfel, Georg Hirschfeld, Georg Kaiser, Georg Lukács, George Grosz, Grete Weiskopf, Hanns Heinz Ewers (miembro del partido, pero disidente), Heinrich Eduard Jacob, Heinrich Heine, Heinrich Mann, Henri Barbusse, Ilja Ehrenburg, Isaak Babel, Iwan Goll, Jack London, Jakob Wassermann, Jaroslav Hašek, Joachim Ringelnatz, John Dos Passos, Joseph Roth, Karl Kraus, Karl Liebknecht, Klaus Mann, Kurt Tucholsky, Leonhard Frank, Lion Feuchtwanger, Ludwig Marcuse, Marieluise Fleißer, Max Brod, Maxim Gorki, Nelly Sachs, Ödön von Horvath, Otto Dix, Robert Musil, Romain Rolland, Rosa Luxemburg, Siegfried Kracauer, Sigmund Freud, Stefan Zweig, Theodor Lessing, Upton Sinclair, Walter Benjamin, Wladimir Majakowski.
También se debe destacar la destrucción de librerías y centros culturales durante los constantes bombardeos que padecían las ciudades durante las guerras mundiales. En 1914, los alemanes quemaron 300.000 libros y 1.000 manuscritos en la Biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. La misma biblioteca fue arrasada por la artillería pesada nazi en 1940, se perdieron 900.000 libros, 800 manuscritos y 200 obras antiguas.
Durante la invasión alemana en la Unión Soviética, aparece la escalofriante (y real) cifra de cien millones de libros desaparecidos y destruidos. En Francia, los intensos bombardeos alemanes y aliados acabaron con 725.000 libros en el país. En Italia fueron dos millones de libros y 39.000 manuscritos los que se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial.
Los bombardeos aliados acabaron con 500.000 libros sobre humanidades y ciencias naturales en la Biblioteca Baviera, donde se perdió la mayor colección de Biblias del mundo. Berlín perdió dos millones de libros.
Como epílogo a esta terrible pérdida, el 6 y el 9 de Agosto de 1945, la infraestructura cultural de Hiroshima y Nagasaki fue borrada de la faz de la Tierra.
Escritores como James Joyce, James Hanley, Mario Vargas Llosa, Jorge Amado, Taslima Nasrim, Salman Rushdie, han sido ferozmente perseguidos y condenados por regímenes políticos. La periodista rusa Anna Politkovskaya fue asesinada por los servicios secretos de un gobierno.
En 1940, soviéticos y alemanes azotaron con crueldad la vida cultural de países bálticos: Ucrania perdió 151 museos, 62 teatros y 19.000 bibliotecas. Estonia se quedó sin publicar 212 periódicos contrarios al régimen. El régimen comunista soviético fue extremadamente duro en Hungría y Rumania. Se confiscaron y destruyeron unos cinco millones de libros y 4.000 revistas sobre ciencias.
En agosto de 1966 estalló la fanática revolución cultural en China. Bajo el adoctrinamiento del Libro Rojo, miles de intelectuales fueron perseguidos y encerrados o ejecutados.
En otro agosto, pero de 1980 y en Argentina, se quemaron un millón quinientos mil libros que habían sido publicados por el Centro Editor de América Latina. El general Roberto Viola llamó “Operación Claridad” a un acto bárbaro de quema de libros y persecución de intelectuales de izquierdas en la Argentina de 1976. Se quemaron libros de Neruda, Proust, García Márquez y Vargas Llosa.
El fundamentalismo musulmán también ha creado sus propios ataques contra la intelectualidad. Desde 1988 han muerto unos 60 periodistas y escritores en Argelia. Los talibanes quemaron 50.000 libros contrarios a su doctrina en Afganistán durante 1998. Israel destruyó diversos centros culturales palestinos en la invasión de 1967 y en la intifada de 2002.
El odio étnico llevó a Bosnia Herzegovina al desastre. En Sarajevo, en 1992 se ametrallaron un millón quinientos mil libros y 155.000 obras de arte “raras”. En 1995, Chechenia pudo salvar 20.000 libros de la quema total de 2’648.000 obras quemadas en la biblioteca de Grozny. Las tropas soviéticas dejaron prácticamente sin literatura a Chechenia.
El siglo XXI tiene una imborrable imagen devastadora: el ataque al Word Trade Center y sus millones de papeles cayendo desde lo alto de las dos torres. El WTC tenía grandes archivos y bibliotecas especializadas en el campo económico.
Incluso el libro, como objeto, se ha convertido en arma de intimidación y asesinato por grupos terroristas. En internet se encuentran las instrucciones para hacer un libro bomba.
“Impacto y Pavor”, la operación militar norteamericana que acabó con el régimen de Saddam Hussein, se cobró el precio de un millón de libros quemados y el completo saqueo de su biblioteca nacional.
Toda esta persecución evidencia que las ideas de los hombres libres resultan peligrosas para ciertos círculos del poder, y que para ellos no basta con anular el trabajo del autor, sino que se ha querido aniquilar de raíz el fuego de su expresión, su pensamiento, sus teorías, es decir, desaparecer al escritor mismo.
Agradecimientos a Fernando Báez, autor de “Historia universal de la destrucción de libros” de la Editorial Destino (España, 2004).
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“¡Las palabras! ¡Las simples palabras! ¡Qué terribles son! ¡Qué límpidas, qué vivas, qué crueles! Quisiera uno huirlas, y, sin embargo, ¡qué sutil magia hay en ellas! Parecen comunicar una forma plástica a las cosas informes y tienen una música propia tan dulce como la de un violín o un laúd. ¡Las simples palabras! ¿Hay algo más real que las palabras?”.
Oscar Wilde
(Escritor perseguido por su condición
homosexual y su pensamiento libre)