Presentación
La travesía azul
—14 de noviembre de 2023—
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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte
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Sandra Elena Castrillón Castrillón es psicóloga, magíster en Investigación Psicoanalítica y doctora en Educación de la Universidad de Antioquia, institución donde se desempeña como profesora titular en la Facultad de Medicina. En 2006 ganó el Concurso Nacional de Cuento Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia con el libro «Odios», reeditado por la Editorial Universidad de Antioquia en 2007. También es autora de los libros de cuentos «Ellos» (Fondo Editorial Universidad Eafit, 2016) e «Improntas» (Editorial Universidad de Antioquia, 2021). Algunos de sus relatos han sido incluidos en antologías y en otros medios impresos y ha publicado artículos relacionados con su quehacer clínico, docente e investigativo en revistas indexadas.
Presentación de la autora y su
obra por Elsa Ifigenia Vásquez.
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En La travesía azul asistimos al duelo que vive una mujer frente al divorcio, a la finalización de una relación amorosa, al derrumbe del ideal llamado matrimonio. Eva, el personaje principal, nos cuenta a lo largo de la novela —y sin atender a imperativos cronológicos— sus elaboraciones íntimas, dolorosas y espléndidas. Nos relata cómo se cae, cómo se intenta levantar y vuelve a caer, cómo se enamora tercamente de lo que ella de manera sagaz vislumbró desde un principio como ominoso; cómo teje con ayuda de un discurso social una trampa hecha de ideales hasta el riesgo de extraviarse.
Esta historia también se ocupa de mostrar cómo Eva desenreda los nudos y sale a flote reinventándose a partir de lo sucedido; es la constancia de un fenómeno producto de las nuevas posiciones de algunas mujeres frente a los lugares a ocupar, vivido por esta protagonista que se interroga y se contesta, regresa al pasado, titubea en el presente y sale airosa en un porvenir que tiene que ver con el hoy.
El lenguaje de Sandra es ante todo poético y, a veces, rotundamente opuesto a la acartonada forma de la prosa narrativa; es el flujo del río en su discurrir donde la voz de Eva puede deliberar a su voluntad.
Las Editoras
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Sandra Elena Castrillón
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La travesía azul
~ Primer capítulo ~
A las seis de la tarde, casi a las siete, un ruido de llaves, un entrechocar del metal entre los dedos que alistan la espiga que va a retorcerse en el cerrojo.
Nada más.
La mano y las llaves dejan de existir.
Parece el remedo de lo que ocurría a esa hora en la que un festín de llegadas las embriagaba a ambas; Eva giraba la cabeza, la niña soltaba el dedo o el pezón, un movimiento de cuerpos se producía y daba inicio a un rugir de contracciones asimétricas. Los cuadros y las plantas crujían con cierta emoción, un temblor de tierra solo concerniente a esa casa. A las dos.
Ahora la quietud persiste a pesar de la llave tintineando, porque ha sido elegida en medio de otras cuatro, esa llave se convierte en campana y anuncia algo, aunque Eva no se mueva, sigue sentada en el sofá, la pequeña sujeta a su pecho, bebiendo las gotas de ese alimento primero. Y no obstante hay emoción, se camufla con la hora del fin de la luz, el atardecer que se da prisa en cerrar el telón. Cuanto antes.
Un hombre sube la escalera con la llave elegida entre el índice y el pulgar.
Eva huele los cabellos de su hija, aspira profundamente el olor de las nubes oculto en esa cabeza torneada y oblicua, aspira esa novedad de bosque mientras levanta autómata la cabeza e inquiere por la sospecha de lo conocido, los restos de una historia esfumándose en los recovecos de un armario, en la fisura de una pared.
Sabe que no es él.
Y, sin embargo, vuelve a escuchar la llave de sus llaves al girar el cerrojo, los zapatos entrando a la baldosa, la maleta yendo a parar a un sillón.
—¿Y dónde están mis mujeres? –preguntaba Juan.
Eva y la pequeña allegaban sus palabras hasta aquella puerta y había un cruce alocado de historias, una pupa perdida, un oso de peluche mojado, media página leída, el esbozo de un poema rehecho, el escondite aprendido y las primeras trampas de la pequeña estrenadas en mitad del salón.
Ellas dos se peleaban la palabra frente a ese hombre que aprovechaba la confusión para rastrear un beso de amor. Si Juan se acercaba bastante a aquella alegoría de discursos, podía descubrir una sorpresa rezagada, una dicha de última hora.
Hay algo más en aquel déjà vu, en ese alargamiento de la memoria para escarbar en lo ya visto, para rondar entre fantasmas: Juan se ríe, despliega los músculos de la boca que edifican a la fuerza esa respuesta mimética. Se ríe, tratando de entrever a qué obedece el rastro del granizo, la nevada que circunda estas imágenes desde sus propios ojos. Algo velado que no comprende, un paso afuera del círculo que lo detiene según su voluntad.
En la memoria de Eva, es una risa que la premura de la tarde se empeña en arrastrar, una colisión de brisa y estática.
La risa del que ahora le molesta.
Y luego Juan buscaba a su hija que otra vez estaba en los brazos de Eva, pegada a su pecho, y apenas si podía girar un poco la cabeza, no fuera a perder el pezón.
Un beso para esa mujer que era Eva.
Y la distancia se arroja e inunda la posibilidad de recordar desde la pose de la nostalgia, de volver a traer esos pedazos de sucesos que fueron un día de carne y tiempo. La realidad le quita de tajo la sensación y se queda con ese otoño afuera de la ventana, con la noche apagando y prendiendo el murmullo de los búhos secretos, con el embeleso de su hija que mira obcecada los dibujos animados de unas niñas que aman los gatos.
Mientras arrulla el pequeño cuerpo, se arrulla a su vez, mece el montón de fotos desplegadas sobre la mesa como un abanico expuesto, ante las cuales es imposible cerrar los ojos. Posterga las imágenes en un eterno escenario donde se narran en voz alta, dejando caminar a esos personajes, esos que ella también fue.
Asiente al olor de su hija que le da raíces, líneas de tierra para distinguir el techo del cielo.
Fuente:
Castrillón Castrillón, Sandra Elena. La travesía azul. Sílaba Editores, Medellín, septiembre de 2023, pp. 11-13.
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