Presentación
La Decena Roja
El combate de la Ciudadela
narrado por un extranjero
—Noviembre 24 de 2018—
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Sebastián Pineda Buitrago (Medellín) es doctor en Literatura de El Colegio de México con estancia de investigación en la Freie Universität Berlin (Universidad Libre de Berlín) y maestría en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid. Actualmente es profesor-investigador y coordinador de la Maestría en Literatura del Departamento de Humanidades de la Universidad Iberoamericana Puebla. Ha publicado, entre otros libros de ensayo, “Tensión de ideas”, la antología “Comprensión de España en clave mexicana”, “Breve historia de la narrativa colombiana” y “La musa crítica”.
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A 75 años de la muerte del poeta colombiano Miguel Ángel Osorio (1883-1942), mejor conocido como Porfirio Barba Jacob, y a 104 años de la primera edición de su libro La Decena Roja, por primera vez se reedita esta crónica novelada sobre el comienzo de la Revolución Mexicana.
Bajo el sello de la Editorial Cariátide, en coedición con Del Lirio Ediciones, el ejemplar contiene un prólogo del ensayista colombiano Sebastián Pineda Buitrago, quien advierte que los hechos que narra el poeta son de dimensiones internacionales.
“Estamos ante un documento histórico-literario importante no sólo para las letras mexicanas e hispanoamericanas, sino para el resto del mundo”, sostiene el escritor.
Bajo el cuidado editorial del ensayista Marcos Daniel Aguilar, La Decena Roja es el segundo tomo de la colección “Quinto Centenario”, a través de la cual se busca recuperar textos que han marcado la historia y las letras de Hispanoamérica. Textos del pasado y del presente.
La Decena Roja – El combate de la Ciudadela narrado por un extranjero, escrita en 1913 bajo el seudónimo Emigdio S. Paniagua, es una crónica novelada sobre el comienzo bélico de la Revolución Mexicana, el cual vivió el autor y los hechos que marcaron el inicio del acontecimiento conocido como la Decena Trágica.
Porfirio Barba Jacob fue uno de los grandes poetas y narradores colombianos del siglo XX. Su vida fue un eterno viaje por diversos países de América Latina como Guatemala, Honduras, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Cuba, Perú y México.
Escribió una obra que quedó esparcida en pocos libros como: Campiña florida, Canciones y Elegías, Rosas negras y en un sinfín de artículos, ensayos y poemas publicados por la prensa de los países en los que habitó.
El Universal
(México)
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Sebastián Pineda Buitrago
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1911-1913:
El intento democrático
fallido en México
Por David Noria
Muchas veces se ha hecho notar que las tradiciones culturales que conforman a México no son precisamente democráticas. La verticalidad de la pirámide mesoamericana es fiel reliquia de una sociedad teocrática y ya bien estratificada en castas; la plaza de armas española, escoltada por un palacio y una catedral, le reserva igualmente el poder a Dios y al rey, su vicario político (transubstanciado como en ejercicio escolástico bajo la especie de virrey). Nuestro siglo XIX, de cualquier manera, es guiado con sable y arenga por los caudillos, líderes paternales que cargan sobre sí los destinos de una patria todavía en brazos, inmadura para tomar sus propias decisiones. Esta idea hace crisis a principios del siglo XX. El Moisés octogenario que nos guió a través del desierto de las guerras intestinas y nos hizo cruzar el Mar Rojo en ferrocarril, el patriarca que al golpe del báculo nos abrió el maná de la industrialización y el progreso, Porfirio Díaz, tampoco llegaría a ver, como aquél, la tierra prometida. “No pasarás este Jordán” (Deut. 3: 27), le ha dicho el Yahvé iracundo de la Revolución.
La enorme dificultad de transitar de un régimen autoritario a uno democrático fue trágicamente constatada en aquel momento por una sociedad inmolada. Por una paradoja, las primeras elecciones libres en México en mucho tiempo, aquellas de 1911 en que “el apóstol de la democracia”, Francisco I. Madero, ganó la presidencia, fueron la antesala de la mayor violencia —¿no la habremos superado ya? — en la vida del país. La historia es conocida. El 9 de febrero de 1913 un grupo de generales del antiguo régimen se lanza para derrocar al legítimo presidente Madero. En sarta de traiciones, asesinatos y devastación transcurren los diez días que encaminarán décadas del país hacia todo tipo de rumbos, menos al de la autodeterminación popular.
Recientemente redescubierto, el opúsculo llamado El combate de la Ciudadela narrado por un extranjero (1913) es la crónica de la Decena Trágica que escribió el poeta colombiano de los mil pseudónimos y biografías, Porfirio Barba Jacob (1883-1942), a la sazón residente y periodista en México. Es un texto que reúne infrecuentes cualidades. Dice su prefacio: “Yo, Emigdio S. Paniagua, escribo estas páginas acerca de los tremendos sucesos ocurridos en la Ciudad de los Palacios del 9 al 18 del pasado febrero. […] Nací en el puerto de Valparaíso, república de Chile, de padre español y madre mexicana. […] Pude presenciar muchas de las escenas de la terrible pugna, pude ver los destrozos causados por la metralla; pude, en términos más amplios, ‘vivir’ el horror del combate. […] Lo que he visto, y algo de lo que he oído, es lo que narro en este folleto”. Compárese este inicio con aquel otro de La historia de la guerra del Peloponeso (S. V ante) compuesto por los mismos elementos: “Tucídides de Atenas escribió la historia de la guerra entre peloponesios y atenienses […] porque pensaba que iba a ser importante y más memorable que las anteriores […] sobre aquello que yo mismo he presenciado o que, cuando otros me han informado, he investigado”. (I, 1, 1; 22, 2)
Esta filiación —inadvertida en el prólogo, por otra parte útil de Sebastián Pineda— podría contener lo esencial del sentido, su espíritu histórico y literario: la historia está siempre aconteciendo pero, habiendo momentos más importantes que otros, es deber del escritor que así lo asuma dar cuenta veraz de ellos. Poco importan los artificios ficcionales y la técnica literaria siempre y cuando se escriba “desde adentro” del suceso. Más importante, un escrito histórico de estas características es valioso para los futuros ciudadanos en la medida en que presenta circunstancias que por su naturaleza tienden —contingentemente— a repetirse. En este sentido, dijo Tucídides de su obra que era “una posesión para siempre”.
Los argumentos de aquel conflicto mexicano entre maderistas y opositores fueron rescatados por Barba Jacob en boca de dos personajes. “El país está cansado —dice el porfirista. Se le ofreció democracia y no se le ha dado sino desorden. Nadie puede trabajar. Por todas partes encuentra usted partidas de bandoleros que incendian las haciendas, que saquean los pueblos, que vuelan los puentes, que asaltan los trenes, que asesinan mujeres y niños indefensos, que todo lo destruyen y arruinan. Nadie puede emprender un negocio ni explotar una mina ni arar un campo. Entretanto, se pretende que nos resignemos, dizque porque se pueden publicar periódicos en que se echa culpa de todo esto al mismo gobierno”. A lo que revira el maderista: “Todos queríamos democracia. ‘Sufragio efectivo y no reelección’. Pues bueno, la democracia es la que el gobierno trata de realizar; no más que no lo dejan, porque desde el pelado que se lanza a robar en los campos, hasta los políticos que conspiran desde su gabinete, en la capital, todo el mundo le pone trabas a la obra de Madero. Y así, francamente…”.
Estabilidad oligárquica o democracia endeble fue la insalvable encrucijada de hace un siglo. Y no bastaron a Madero ni su buena intención ni sus ideales. La prudencia política que se exige de todos para un tránsito tan radical en la vida de una sociedad no es escatimable, sino a precios demasiado elevados. Porque afuera y adentro, agazapados, estaban un Victoriano Huerta, un Félix Díaz y una herencia histórica.
Fuente:
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Foto de época © El Universal