Lectura y Conversación
Jaime Espinal
—Junio 1 de 2006—
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Jaime Espinal es de la Medellín del 80. Escritor de oficio y administrador de negocios de EAFIT en sus tiempos libres. Trabaja como consultor de marca en Pigmalión, una firma donde afortunadamente no cumple horarios y puede levantarse después de las 10 a.m. Es ambidiestro, fue scout por un día y todavía se arrepiente. Campeón de ortografía. Participó en un “reality”. Participó en muchos talleres de escritores en Medellín y en Buenos Aires, Argentina, hasta que se cansó. Ha publicado en revistas literarias como The Barcelona Review y ha quedado de segundo y de tercero en algunos concursos con cuenticos tiernos. Lleva el pelo largo y se toma la sopa con cuchara. Distinto de otras diversas profesiones que ha ejercido con intermitencia, la de artista es permanente: es escritor porque lo lleva codificado en el ADN (ácido desoxirribonucleico). También es actor y, aparte de escribir, administrar, y enamorarse una vez por semana, lo demás es puro teatro.
Su trabajo “Open the window para que la mosca fly” ganó en 2005 el séptimo Concurso Nacional de Novela que otorga la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia. Se leerán fragmentos de esta obra y otros escritos.
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Estoy impresionado con Open the window para que la mosca fly. Hacía tiempo una novela no me causaba tanto impacto. Es desconcertante. Yo diría que es atrevida. Advierto: Es muy difícil de leer para los tradicionalistas, pero es absolutamente catapultante capítulo tras capítulo. La calidad con la que está hecha me hace ver que estamos frente a un señor escritor. Respetuosamente, me quito el sombrero.
Gustavo Álvarez Gardeázabal
La Luciérnaga
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Bien gracias, ¿y usted?
Fragmento inicial de “Open de
window para que la mosca fly”
Por Jaime Espinal
En este entrampado el personaje sufre a veces de desorden de carácter y trastornos de personalidad. Pasa por un sinfín de ocupaciones extraordinarias y toma Coca-Cola. Los lugares son a veces una cosa y a veces otra, los edificios están a veces en un lugar y otras en otro, los personajes sucedáneos de las historias cambian de identidad sin previo aviso y pueden materializarse o desintegrarse a voluntad. El lector puede tirar el libro de inmediato y abandonar su cometido sin enterarse nunca de lo que aquí dice, o proseguir, sobre aviso de que Jaime Espinal es casi siempre Jaime Espinal y a veces tiene un perro albino, otras no, unos días se levanta caminando normal y otros saltando en puntillas de tejado en tejado. A veces tiene barba, camina incansablemente o llora, pero nunca toma jugo. Arma sus propios cigarrillos o fuma Marlboros rojos, frota una lámpara, encuentra un tesoro y lo pierde en un baño público o lo olvida en una cabina de teléfono. No tiende la cama. Toma el sol on the rocks y miente por hobby. Puede apostar media vida a una pelea de gallos, puede cocinar un pollo al horno con champiñones mágicos, ignorar el teléfono o tomar champaña. Puede reírse por dos días seguidos o ponerse un condón y robar un banco. Hace el amor con profilaxis y detesta el machismo, el racismo, el monoteísmo y la remolacha. Paranoico por principio. A veces es fanático de los deportes, aunque es más frecuente encontrarlo en manifestaciones por los derechos de los esquimales, la liberación de los delfines del See World de Miami, o la petición de la pena de muerte para los extraterrestres hostiles. Los viernes y los domingos cree en la astrología. El resto de la semana es darwinista, aunque piensa no venir del mono sino del caballo, por aquello de los centauros que vio en un documental en Discovery Channel. Fue Scout por un día y todavía se arrepiente. Se toma la sopa con cuchara, es ambidiestro, Coca-Cola antes que Pepsi y usa Colgate. Jamás ha estado en una pelea callejera pero sueña con ser luchador profesional. Es astronauta certificado y está convencido de que, más pronto o más tarde, le tocará salvar el mundo.
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Open the window…
Crónica de un viaje
sentado en una silla
sin ir a ningún lado
“Algunos ya lo saben, otros no”.
Albert Einstein
(Aún no está confirmado, pero se presume
que éstas fueron las palabras de Einstein
cuando un amigo le preguntó que si ya le
había contado a los otros amigos del barrio
que ya había perdido la virginidad).
Comentario al margen:
Otros dicen que murió virgen.
En ese caso, esta cita,
con seguridad, no sería suya.
N. del T.
Por Jaime Espinal
La misma frase del ingenioso y célebre expositor de la teoría de la relatividad (cuya principal aplicación se da cuando a uno se lo gozan los amigos por cuadrarse con una nena muy fea: “Ey, no, no es tan fea, es que la belleza es relativa”)… en fin, la misma frase, sirve para encabezar esta crónica que revelará los detalles del día en que la ventana se abrió y Espinal salió volando. Con esta edición especial para los antiguos y nuevos suscriptores de las Crónicas Argentinas, se da inicio al año literario de 2006.
Así que (apelando a Einstein) “algunos ya lo saben, otros no”:
riiiiiiiiiiiiiiiiinnng, riiiiiiiiiiiiiiiiinnng, riiiiiiiiiiiiiiiiinnng, es el segundo peor sonido que puede haber cuando uno está durmiendo (el primero es la alarma, obvio). Es un martes, son las 10 de la mañana, y a Espinal lo despierta Mariela, la empleada doméstica, diciéndole “joven Jaime, lo solicitan al teléfono”…
[Tengo que confesar que siempre que Mariela me llama joven Jaime, me siento como el señorito burgués de una novela inglesa]
…Entonces Espinal saca el brazo de debajo de la cobija, alarga la mano, agarra el phone y dice aló.
—¿Hablo con el señor Jaime Espinal? —nótese que acabo de pasar de señorito a señor.
—Ajá —respondo con la ronquera propia del que acaban de despertar.
—Mirá, teestamosllamandodelaCámaradeComercio,
estevierneseslapremiacióndel
concursoylaruedadeprensa —parecía una grabación.
—Stop, Rewind, Play otra vez —pedí.
—Es de la Cámara de Comercio, este viernes, a las 9 a.m., es la premiación del concurso y la rueda de prensa. Estamos llamando a un grupo aleatorio de participantes para que hagan presencia durante la premiación. ¿Puede ir?
—Esto… eeehhhh… ¿el viernes?, ¿a las 9?…. pues… sí, claro, de una.
—Okmuchasgraciashastaluegoquetengafelizdía.
—Ajá —medio dije, y volví a dormir.
Ese viernes me levanté a las 5 y 30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el señor obispo… No, eso es Crónica de una muerte anunciada, ésta es otra crónica, así que me levanté a las 5 (más temprano que Santiago Nasar) para llevar a mi hermanita al aeropuerto, y a las 9 caí a la Cámara. Solo. Solito. Mis papás y mi novia pensaban que yo iba para la Cámara a una reunión de la oficina, y el resto del mundo se imaginaba que, como es natural, estaría durmiendo.
Son las 9 de la mañana y Jaime Espinal está sentado en el 7º piso de la Cámara de Comercio. No hay nadie más, sólo otro man de pelo largo y cola de caballo.
Son las 9.30 de la mañana y Espinal está sentado en el 7º piso de la Cámara de Comercio. No hay nadie más. Espinal y Javier Saldarriaga (el man de la cola de caballo) hablan:
—¿Qué estás esperando? —dice el man de la cola de caballo.
—El fallo de novela, ¿y vos? —responde y pregunta Espinal.
—El de cuento.
—Ah, pues suerte.
—Gracias, suerte vos también.
—Sí.
—…
Son las 9.45 de la mañana y empieza a llegar gente: prensa, jurados, empleados de la Cámara de Comercio, y una vieja que cuando le preguntaron dijo que era escritora.
—Mierda —decimos J & J al mismo tiempo. Esto tumba el sweet pensamiento de que si estamos nomás los dos será porque nos lo ganamos.
Son las 10 de la mañana y una señora se acerca a nosotros y pregunta que ustedes quiénes son.
—Jaime Espinal y Javier Saldarriaga.
—Ah bueno, de todos modos gracias por venir —se voltea y se va.
—Mierda —pensamos J & J otra vez, gracias por nada.
Son las 10.10 de la mañana, ya pueden pasar a la rueda de prensa, dice alguien, y los J nos miramos, nos paramos, entramos a la sala y nos sentamos en la punta de una mesa larguísima.
Primero hay una presentación en Power Point sobre las 6 versiones anteriores de este concurso, con sus respectivos ganadores, respectivos jurados y respectivos premios.
Luego hay una disertación de todos los jurados, y cada uno dice qué le gustó, qué no le gustó, cómo le parece que anda la literatura colombiana… y uno sufriendo. ¡Claro!, porque si uno está sentado con otros 40 patos que están en las mismas que uno, esperando el fallo, uno se relaja, se quita los zapatos, espera a que digan el nombre de cualquier otro güevón, y sale y se va para la casa pensando que quién sabe si sí escribirá tan bien esa “cara de Sabelotodo Jaramillo”, o ese “cara de Nadie Pérez”, o el que sea que se haya ganado esa vaina… pero el caso es que uno está tranquilo. En cambio, si uno está sentado a la mesa con un montón de periodistas, con los heads de la Cámara de Comercio, y con los jurados y ya, la vuelta se complica y la tensión se vuelve desesperante, abrumadora, insoportable… y con una alta dosis de emoción.
Después de todos los preámbulos protocolarios (fascinantes por cierto, y que le suben a la ceremonia la expectativa con cada minuto que pasa), procede el jurado a leer el fallo de novela:
“…Entre 200 novelas que participaron en este concurso, de cuatrocientas ochenta y pico novelas que han participado en total en la historia de las 7 versiones a lo largo de 14 años… etc., etc., etc.,… escritores colombianos que enviaron novelas desde Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Ecuador, México y todos los rincones de Colombia… etc., etc., etc.,… se destaca el estilo, nuevo, que evoluciona las formas tradicionales de la novela, el carácter experimental, y el humor, gran ausente en la novela colombiana… etc., etc., etc.”, y más etcéteras y etcéteras que me tenían en un límite de adrenalina más bravo que cuando mi exnovia me pilló en… que cuando mi exnovia me pilló. Punto.
A estas alturas nos habían servido, a todos, un croissant y una copa de café con helado. Todos se la estaban ya acabando, y yo ni siquiera la había tocado. Yo sólo miraba a los que hablaban, apoyado en la mesa con los dos codos y temblando. No figurativamente, no es una forma de decir, no es una metáfora ni una manera literaria de describir el momento… ni mierda. Es tal cual: temblando.
Al fin, el hombre lee: “…Y el jurado ha decidido entregar el PREMIO NACIONAL DE NOVELA CÁMARA DE COMERCIO a la novela Open The Window Para Que La Mosca Fly, del escritor Jaime Espinal”.
—MIERDA —otra vez me tocó decir mierda—. No puede ser.
Me tiré de espaldas en la silla y no pude pensar más. Sólo sentir revolcarse todo adentro. El escritor de cola de caballo me abrazó y después que unas palabras, que le pasen el micrófono, que cuántos libros ha escrito, que cuántos años tiene, que diga algo. ¡Y yo qué coño iba a decir! ¿Qué agradezco a mis patrocinadores, que gracias a Dios se nos dieron las cosas, que el profe me tuvo la confianza y por ahí aprovechamos los errores del rival, o que yo pienso de que lo que es pa’ uno es pa’ uno y si no es que no le convenía???
Al fin, creo que no dije ni mierda, o algún par de incoherencias, porque El Colombiano al otro día sacó “…a pesar de la cantidad de palabras que se necesitan para escribir una novela, Espinal se quedó sin palabras cuando recibió el premio”.
Después sí me comí el croissant y repetí café, fui por cerveza, le conté a mi novia en el bar, le conté a mis papás en el almuerzo, le conté a mi hermanita por teléfono, e hice una farra en mi casa que todavía dura.
Algunos ya lo saben, otros no. Para algunos, y para otros, que de alguna u otra manera han estado y están presentes, esta edición especial.
Fuente:
Comunicación personal.