Nadaísmo en Todaspartes
X Internacional Nadaísta
A 50 centavos de bus
—4 de febrero de 2023—
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«A 50 centavos de bus», escribió Gonzalo Arango, fundador del nadaísmo, en un artículo sobre Fernando González: «En la época que leí sus libros me hice a la idea de que un hombre tan grande —del que nada se sabía— tenía que estar muerto. Sin embargo, vivía a 50 centavos de bus de Medellín, en una casita a la orilla de la carretera de Envigado, entre pisquines umbríos y naranjos enanos: “Otraparte”».
Un lugar que desde sus inicios acogió las ideas de Gonzalo Arango y, con ello, lo que por ese entonces surgía como un movimiento de vanguardia en Colombia: el nadaísmo. Pensamientos y conversaciones que viajaron hacia el Centro de Medellín, sector que se convirtió en la casa de este movimiento, aquellos rincones en Versalles y en el Café Metropol, en la plazuela San Ignacio y en sus calles aledañas. Cada uno de estos espacios fueron habitados por ideas y manifestaciones que rompieron con la literatura y la moral tradicionales, escenarios que formaron parte de esta historia y que hoy la mantienen viva.
En esta X Internacional Nadaísta te proponemos hacer nuevamente el viaje a 50 centavos en bus desde el Centro de Medellín hasta Otraparte, en Envigado, para conmemorar y traer al presente las ideas, los pensamientos y los nombres de quienes le dieron vida a este movimiento literario y artístico.
Acompáñanos del 4 al 11 de febrero con música, conversaciones y cine en Teatro Comfama, Plazuela San Ignacio y Otraparte. Nota: La conversación con Pablus Gallinazo y Tita Pulido sobre la experiencia de leer quedó registrada aquí, y la conversación de Jotamario Arbeláez y Cristóbal Peláez en homenaje a Jaime Jaramillo Escobar quedó registrada aquí, ambos enlaces en el canal de YouTube de la Casa Museo Otraparte.
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Descargar afiche con la
programación completa aquí.
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«Desde que el hombre abandonó la metafísica, no hay sino muerte», decía. Y que la cultura consistía en aprender a morir. En la época que leí sus libros me hice a la idea de que un hombre tan grande —del que nada se sabía— tenía que estar muerto. Sin embargo, vivía a 50 centavos de bus de Medellín, en una casita a la orilla de la carretera de Envigado, entre pisquines umbríos y naranjos enanos: «Otraparte». Era un escritor increíble, porque en un mundo falso, sólo la verdad es increíble. Así, la verdadera inmortalidad de un escritor no está en las estatuas que petrifican su ser y su errancia, sino en los libros que le sobreviven, esas hojas de vida que se abren —abriendo el camino.
(«La meta es el camino», 1971)