IX Internacional Nadaísta
Nadaísmo en Todaspartes
Gonzalo Arango, X-504
y el Gigoló de los dioses
—18 de enero de 2022—
Gonzalo Arango Arias
(1931-1976)
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Ver grabación del evento:
YouTube.com/CasaMuseoOtraparte
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En el nonagésimo primer aniversario del nacimiento de Gonzalo Arango (18 de enero de 1931), sus lectores recordarán al fundador del nadaísmo en diferentes ciudades de Colombia y el mundo. La «Internacional Nadaísta» comenzó en 2014 con la transmisión de la conferencia «Grandeza y miseria de la literatura», grabación rescatada para la memoria cultural por Michael Smith, creador de la página web «El profeta Gonzalo Arango». Otros eventos serán anunciados próximamente en esta página de Facebook.
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Un día de 1958 nació Luis Ernesto Valencia, y una noche de 1968 lo mató un carro en la avenida Colombia de Cali.
Había vivido diez años, muy poco tiempo para hacer de él una biografía. Ni siquiera tuvo tiempo de escribir sus «memorias». Con la primera página se abre y se cierra su pequeña, su maravillosa historia.
Tenía porvenir, tenía todo por hacer, tenía un alma que no cabía en su cuerpo, ni en el mundo. Por eso se hizo poeta: para crear nuevos mundos y poblarlos de sueños. Su vida fue también un sueño que la muerte despertó a la traición.
Ya no existe el «Gigoló de los dioses». Pero en otra parte será un dios, si los dioses existen y si hay otra parte. A él le gustaba decirnos para celebrar sus cosas: «Muchachos, los voy a dejar azules». Era sorprendente. Y su muerte nos dejó tan azules, tan azules…, tan increíblemente azules, que todavía no lo podemos creer. […] Luis Ernesto era hijo de Elmo Valencia y del azar. Sobre este azar, el Monje fundó su razón de vivir, su paraíso de las mil maravillas, su poético reino de Islanada. Ya no existe Islanada: se la tragó el mar de la muerte…
¿Que por qué le decíamos el «Gigoló de los dioses»? Muy sencillo: porque vivía de nuestro amor, y de nuestra gloria. Pero no se resignaba a vivir de nosotros, ni a crecer a nuestra sombra. Ya empezaba a ganar su fama con sus propios méritos. Actuó a nuestro lado durante tres festivales de vanguardia, recitando sus poemas, cantando las baladas que Elmo componía para él, o improvisando cosas desde un escenario ante un público que lo escuchaba fascinado, «azul» de admiración.
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Ver video introductorio en YouTube
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Programación en Otraparte
Videos de
Michael Smith
Desde el baúl de los recuerdos de Rosa Girasol, heredado por su hijo Michael Smith, creador de Elprofetagonzaloarango.com, nos llega el relato «Sábado fornicar», una grabación de audio —hasta ahora inédita— de Gonzalo Arango, entregada a sus lectores en un video especialmente preparado para este nuevo aniversario. Recordaremos además a Luis Ernesto Valencia (1958-1968), el «Gigoló de los dioses», y a Jaime Jaramillo Escobar (X-504) (1932-2021), y contaremos con la participación de Jotamario Arbeláez y otros amigos que se unieron a la celebración: Andrés Uribe Botero, Michael Benítez y Wahider Cardona.
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Video n.º 1
«Gonzalo Arango presenta
al Gigoló de los dioses»
(1967)
Video n.º 2
«Recordando a Jaime
Jaramillo Escobar (X-504)»
Video n.º 3
«Sábado fornicar»
(1963)
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«Invocación a
Gonzalo Arango»
~ Fragmento ~
Sé que fue un hombre inteligente y bondadoso, y esa es la mezcla más curiosa que se puede dar en nuestro país. Aquí siempre la bondad se confundió con inocencia, la inocencia con ingenuidad, y la ingenuidad con tontería. Aquí siempre la inteligencia se confundió con ingenio, el ingenio con astucia, y la astucia con malignidad. Gonzalo no se parece a ese colombiano vivo que sabe tenderles trampas a los otros. Gonzalo no se parece a ese polemista indigente cuya embriaguez está en aventajar con astucias al interlocutor. No se parece al astuto e irresponsable protagonista del relato Que pase el aserrador, siempre tan ingenioso para ganar el sueldo sin trabajar, siempre tan admirado por su capacidad de engañar a otros sin que lo noten. No. Gonzalo se parecía más bien a Peralta. Era capaz de hacerle trampas a la muerte pero no a la vida. Era capaz de ser jugador y era capaz de ser místico. Sabía que lo suyo no era la entrega pensativa a los libros, destino que le estaba reservado a su amigo del alma Estanislao Zuleta, y se permitió más bien salir en una fotografía pisando un libro tal vez porque lo concebía más como un peldaño que como un faro.
Quienes lo conocieron recuerdan su ironía, recuerdan su ingenio, recuerdan su actividad incesante, pero recuerdan sobre todo su dulzura. De manera que digámoslo: con estos amigos de Fernando González, Estanislao y Gonzalo, la inteligencia le dio la espalda a la arrogancia de esos eruditos de corbatín que aquí siempre ejercieron el saber como una fusta para expulsar y descalificar de los otros. Estos hijos de filósofo silvestre aprendieron que la inteligencia no tiene por qué ser enemiga de la cordialidad, ni sintieron que para saber hubiera que dejar de querer. Nunca perdieron su acento paisa, tal vez porque apreciaban en su maestro lo que después advertiría José Manuel Arango, que Fernando González usó para pensarnos el dialecto que hablamos, o tal vez también por otra causa profunda: porque nunca llegaron a la sensación de que para ser culto hay que olvidar el propio origen e integrarse a alguna tradición ilustre, esa pose afrancesada o germánica que fue la ruina de casi todos nuestros candidatos a filósofos.
Gonzalo no dejó jamás de ser colombiano ni de ser antioqueño ni de ser de Andes, y en Andes, arriba del río, en el suroeste de Antioquia, en el costado occidental de Colombia, una parte de lo que fue reposa para siempre, bien amada y bien recordada. Sólo una parte, claro, porque otra vive en la memoria activa y expresiva de sus amigos, los nadaístas. Y la otra, la más perdurable, durará en la conciencia de muchos colombianos de hoy y de mañana que no se resignan a olvidar quién protagonizó en su tiempo las rebeliones más necesarias, desafió la severidad aldeana de unos poderes perfumados y sangrientos, les arrebató sus máscaras a unos convencionalismos de aldea, obligó a las palabras a volverse más sinceras y más peligrosas, y supo hacerse oír hablando en voz baja, cosa a la que no estaba acostumbrada nuestra cultura de oradores y de balcones.
William Ospina
(Ver texto completo aquí…)
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Colección «Biblioteca Gonzalo Arango» de la Editorial Eafit y la Corporación Otraparte.
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Organizan:
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