Homenaje Vigésimo Aniversario

María Mercedes Carranza

(1945 • 2003)

—18 de julio de 2023—

María Mercedes Carranza
Foto © Gilma Suárez (1998)

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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María Mercedes Carranza (Bogotá, 24 de mayo de 1945 – 11 de julio de 2003) se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes con el trabajo de grado «Carranza por Carranza», publicado en 1985 por Procultura. Como periodista cultural dirigió las páginas literarias «Vanguardia» de El Siglo de Bogotá y «Estravagario» de El Pueblo de Cali. Durante trece años ejerció como jefe de redacción del semanario Nueva Frontera, participó en la Asamblea Nacional Constituyente en 1991 y fue fundadora y directora de la Casa de Poesía Silva desde 1986. Entre sus obras se cuentan «Vainas y otros poemas» (Ponce de León, 1972), «María Mercedes Carranza» (Revista Golpe de Dados, Vol. VII-XL, 1979), «Tengo miedo» (Oveja Negra, 1983), «Hola, soledad» (Oveja Negra, 1987), «Vainas» (Antología, Fundación Simón y Lola Guberek, 1987), «Poemas» (Antología, Centro Colombo Americano, 1988), «Antología personal» (Revista Golpe de Dados, Vol. XVII-CI, 1989), «Antología poética» (Colección de Poesía V Centenario, 1990), «Obra incompleta» (Leyva Durán Editores, 1991), «Maneras del desamor» (Revista Golpe de Dados, Vol. XXI-CXIII, 1993), «Amor y desamor» (con litografías de Luz Ángela Lizarazo, edición para bibliófilos y coleccionistas, Galería Garcés Velásquez y Artes Dos Gráfico, 1994), «De amor y desamor y otros poemas» (Norma, 1995), «El canto de las moscas – Versión de los acontecimientos» (Arango Editores, 1998; Debolsillo, Barcelona, 2001), «María Mercedes Carranza» (Corporación de Artes, Sabaneta, 1999), «La patria y otras ruinas» (Colección de Poesía Palimpsesto, Carmona, España, 2004), «Poesía completa y cinco poemas inéditos» (edición al cuidado de Melibea, Alfaguara, 2004), «Poesía completa» (con prólogo de Darío Jaramillo Agudelo, Editorial Sibila, Sevilla, España, 2010), «Poesía reunida & 19 poemas en su nombre» (Letra a Letra, 2013) y «I. Su poesía – II. 7 ensayos sobre su obra» (Letra a Letra / Instituto Caro y Cuervo, colección Poesía, 3 y 4, 2014).

Homenaje a María Mercedes Carranza en el vigésimo aniversario de su muerte con la participación de Melibea Garavito Carranza, Juan Carranza, Mery Yolanda Sánchez, Jotamario Arbeláez y Luz Eugenia Sierra.

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Invita:

Editorial Letra a Letra

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Un día, María Mercedes Carranza decidió en un poema suyo «asesinar algunas palabras» que le parecían sin sentido por usadas y abusadas, porque le sonaban huecas. El poema se titulaba, precisamente, «Sobran palabras», incluido en su libro Tengo miedo, 1982, y podría decirse que sintetiza su propuesta poética, su manera de intentar que las palabras estén habitadas de sentido y que no sean meras formas, fugaces espejismos. Algo de lo que dio amplias muestras en sus cinco libros posteriores.

Juan Manuel Roca

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La poesía de María Mercedes Carranza apela al lector, lo arrastra y lo seduce, pero no es esta exactamente una poesía grata; lo que pregona es una desconfianza hacia la palabra, hija y a la vez vehículo de las convenciones, de las buenas costumbres, de los conceptos estereotipados e idealizados; y más aún, esta poesía habla del horror de la sociedad que nos obliga a vivir en sus mentiras, del terror de la patria, que es casa de muertos y canto de moscas, y de la angustia de la existencia, de la caducidad de las cosas, que llevan su muerte desde el momento en que existen.

Helena Usandizaga

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Gracias al nadaísmo, los poetas de la siguiente generación, los nacidos en el decenio de 1940, encontraron despejado el camino. Todos ellos menos María Mercedes Carranza, la más rebelde, la más intransigente, la que tenía al típico representante de la «poesía oficial» en su misma casa, el poeta Eduardo Carranza, su padre, que personificaba todo lo que los jóvenes poetas no querían ser. (Pasarían varios decenios, hasta los tiempos que corren, para que los lectores de poesía olvidaran lo que simbolizaba públicamente Eduardo Carranza y llegaran a sus textos, algunos excelentes, despojados de prejuicios). Freudianamente, con Vainas, su primer libro, María Mercedes Carranza estaba matando al padre.

Darío Jaramillo Agudelo

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Con ella no había términos medios: o se la amaba o se la detestaba. Por ello nos pasamos la vida queriéndonos y odiándonos. Trabajando juntos y polemizando. Al estudiar en los Andes renegábamos del latoso Eduardo Camacho Guizado y su interpretación sociológica de la poesía de don Jorge Manrique y Garcilaso. Un día, escapándonos de clase, y al ver en la carrera Séptima frente al Murillo Toro un edificio en ruinas, no se nos ocurrió nada mejor que subirnos a él y comenzar a recitar poemas nuestros y ajenos. Se trancó el tráfico, impedimos felizmente que la gente perdiera el tiempo trabajando, y, al día siguiente, fotos y periódicos registraron ese primer bautismo lírico, con el público arremolinado. Ella —según dijimos— se llamaba Labioastro y yo Astrolabio.

Juan Gustavo Cobo Borda

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María Mercedes Carranza utiliza un tono desenfadado, sarcástico, irónico y escéptico para desafiar los valores sociales establecidos y el comportamiento hipócrita de la sociedad colombiana. De esta forma, su poesía se revela como un medio de expresión de la realidad violenta. Para ella, la poesía es necesaria, porque es un medio por el cual la sociedad puede conocerse a sí misma. La poesía es sentimiento, y su motivación principal es la expresión de dicho sentimiento que puede guardar relación con «la patria, la historia, el paisaje, el dolor, el amor, la muerte, con un amigo, un Dios, un oficio, incluso una idea». Para ella, la poesía es aquello que necesita un país sumido en la crisis, como lo es Colombia; en sus palabras, la poesía es necesaria para despertar y manifestar emociones para «no caer en la trampa de la indiferencia frente a nuestra vida y la vida del vecino, la trampa que nos tienden todos los días, una realidad saturada de malas noticias». Bajo esta concepción de la finalidad de la poesía, su obra se convertirá en testimonio enjuiciador de la historia.

Karen Lucero Basauri Mata

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María Mercedes Carranza en Madrid, España, aproximadamente en 1953.

María Mercedes Carranza
Madrid, España, circa 1953

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Sobran palabras

~ María Mercedes Carranza ~

Por traidoras decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor:
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.

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María Mercedes Carranza en Taganga, Magdalena, 1968

María Mercedes Carranza
Taganga, Magdalena, 1968

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Endecha por
María Mercedes Carranza

~ Jotamario Arbeláez ~

El único motivo que tenía para morir
era que ya no tenía motivos para vivir.
Con la poesía ya había hecho lo que debía,
una obra que es su vida empastada de visionaria,
así sus visiones fueran más de retrovisor contrariado
que de telescopio al futuro,
estampas embriagantes de gotas amargas
y una rectoría natural acatada entre los poetas.
Los trances amorosos ya no le quitaban el sueño
pues los había roído hasta el hueso duro.
Ni siquiera los viajes, ella que bailó tanto mundo.
No se iba a quedar esperando a la muerte
en la sala de su casa
ni en la cocina después de lavar los vasos,
menos sobre la cama que no era para eso.
La manera decente de salirle adelante a la que nos lleva
era cerrándole en las narices la puerta trasera.
Ya con el mundo había ajustado cuentas.
Lo dice al final de un poema:
«Elimino la vida».
Así de simple.
Diez y seis años son suficiente entrega
para tratar de arreglar un país con la poesía,
cuando la poesía no arregla nada desde una casa.
Y mucho menos un país que no tiene arreglo,
para qué decirnos mentiras.
La gente acudía, sin embargo, no en busca de salvación,
sino a conocer esos seres humanos que digan lo que digan
son los mensajeros sin viáticos de los seres de las alturas.
Era tajante como un tajalápiz,
hosca y huraña
para no dejar salir hacia el aire
de quien no quisiera entenderla,
su ternura de niña que derivó en Melibea.
Nada de poesía femenina, pongámonos serios.
Es como si tuvieran un solo sexo el amor, el hambre o la guerra.
Lo que no le perdonaban poetisas de perendengues
era que hubiera dejado a la poesía sin marca de bragas.
Ella, la hija del poeta del arroyuelo azul en la testa de Teresa
a quien después de muerta la oyó subir por la escalera.
La escuché en Cajamarca
—al pie de la casa donde perdió el Inca su cabeza de oro
y vi estremecerse al estudiantado con sus poemas de miedo.
Daba gusto verla levantar su vaso de whisky
y zampárselo como si fuera el último
mientras contemplaba por la ventana el perfil de los cerros
y mandaba a la porra a sus visitantes porque le había entrado el sueño.
Tenía el coraje de los que saben para donde van
así su meta sea más allá del abismo.
Le daba a la domesticidad con el palo de la escoba.
A la solemnidad le ponía aretes de pepa de guama.
Increpaba a Colombia por no limpiar sus vidrios.
A las Grandes Palabras les tenía su adjetivo.
Maldecía por igual al presidente y a la guerrilla.
Como su alma secuestrada era su hermano Ramiro,
la única prueba de supervivencia fue ella.
Hasta que sintió que no daba más.
Todos los poetas que fueron la acompañaban desde los muros
de la casa donde el vate nocturno poeta puso punto a sus días.
Al poeta Roca y a mí que por poco nos sacamos en cara los ojos
nos hizo dar la mano de amigos
pero ella nunca transigió con un degradado enemigo.
Con su contagioso gesto ritual nos deja a quienes le picamos el hielo
          el whisky más aguado,
          la tristeza más triste,
          la mirada más turbia
y con menos motivos para vivir.

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Tumba de María Mercedes Carranza con la siguiente inscripción: «No más amaneceres ni costumbres, no más luz, no más oficios, no más instantes. Solo tierra… Tierra y olvido».

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Firma de María Mercedes Carranza